Nuestro representante plenipotenciario, camarada
Rosenberd, nos ha transmitido la expresión de sus fraternos sentimientos.
También nos ha comunicado que usted se siente inalterablemente
alentado por la seguridad en la victoria. Permítanos darle nuestras gracias
fraternales por los sentimientos manifestados y significarle que somos
partícipes de si confianza en la victoria del pueblo español.
Hemos juzgado y seguimos juzgando que es nuestro deber,
en los límites de nuestras posibilidades, el acudir en ayuda del gobierno
español, que encabeza la lucha de todos los trabajadores, de toda la democracia
española, contra la camarilla militar-fascista, subsidiaria de las fuerzas
fascistas internacionales.
La revolución española se abre caminos que, en muchos
aspectos, difieren del camino recorrido por Rusia. Lo determinante así la
diferencia de premisas de orden social, histórico y geográfico, las exigencias
de la situación internacional, distintas de las que tuvo ante sí la revolución
rusa. Es muy posible que la vía parlamentaria resulte un procedimiento de
desarrollo revolucionario eficaz en España de lo que fue en Rusia.
Con todo, creemos que nuestra experiencia, sobre todo
la experiencia de la guerra civil, debidamente aplicada a las condiciones
particulares de la lucha revolucionaria española, puede tener determinado valor
para España. Partiendo de ello y en vista de sus insistentes ruegos, que a su
debido tiempo nos ha transmitido el camarada Rosenberd, accedimos a poner a su
disposición una serie de especialistas militares, a quienes dimos instrucciones
de aconsejar en el terreno militar a aquellos oficiales españoles en ayuda de
los cuales debían ser destinados por usted.
Se les advirtió de modo terminante que no perdieran de
vista que, con toda la conciencia de solidaridad de que hoy están penetrados el
pueblo español y los pueblos de la URSS, el especialista soviético, por ser
extranjero en España, no puede ser realmente útil sino a condición de atenerse
rigurosamente a la función de consejero y sólo de consejero.
Creemos que precisamente así utiliza usted a nuestros
camaradas militares.
Le rogamos que nos comunique en pie de amistad en que
medida nuestros camaradas militares saben cumplir la misión que usted les
confía, ya que, naturalmente, sólo si usted juzga positivo su trabajo puede ser
oportuno que sigan en España.
También le rogamos que nos comunique directamente y sin
ambajes su opinión acerca del camarada Rosenberd: si satisface al gobierno
español o conviene sustituirle por otro representante.
Cuatro consejos amistosos que sometemos a su discusión:
1) Convendría dedicar atención a los campesinos, que
tienen gran peso en un país agrario como es España. Sería de desear la
promulgación de decretos de carácter agrario y fiscal que satisficieran los
intereses de los campesinos. También convendría atraer a éstos al ejército y
formar retaguardia de los ejércitos fascistas grupos guerrilleros integrados
por los campesinos. Los decretos en favor de éstos podrían facilitar esta
cuestión.
2) Convendría atraer al lado del gobierno a la
burguesía urbana pequeña y media o, en todo caso, darle la posibilidad de que
adopte una actitud de neutralidad favorable al gobierno, protegiéndola de los
intentos de confiscaciones y asegurando la libertad de comercio. En caso
contrario, estos sectores seguirán a los fascistas.
3) No hay que rechazar a los dirigentes de los partidos
republicanos, sino, contrariamente, hay que atraerlos, aproximarlos y
asociarlos al esfuerzo común del gobierno. Es en particular necesario asegurar
el apoyo al gobierno por parte de Azaña y su grupo, haciendo todo lo posible
para ayudarles a cancelar sus vacilaciones. Esto es también necesario para
impedir que los enemigos de España vean en ella una república comunista y
prevenir así su intervención declarada, que constituye el peligro más grave
para la España republicana.
4) Se podría encontrar la ocasión para declarar en la
prensa que el gobierno de España no tolerará que nadie atente contra la
propiedad y los legítimos intereses de los extranjeros en España, de los
ciudadanos de los países que no apoyan a los facciosos.
Un saludo fraternal,
STALIN, MOLOTOV Y VOROCHILOV (1937)
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