martes, 28 de octubre de 2008

Los procesos de urbanización e industrialización a en la España de la Restauración.

El modelo de la Revolución industrial, con sus transformaciones económicas y sociales, no arraigó en España.
*.- La desamortización de la tierra no supuso la creación de una agricultura moderna (los nuevos propietarios agrarios no realizaron las inversiones de capital y las transformaciones técnicas necesarias).

*.- Tampoco creo un campesinado propietario de una extensión de tierra suficiente. España, durante el siglo XIX, siguió siendo un país predominantemente agrario en el que predominaron los jornaleros sin tierra y los arrendatarios pobres.
*.- En la industria tampoco la modernización alcanzó resultados relevantes. La industria catalana vivió siempre atenazada por los problemas de un mercado exiguo y de poca capacidad adquisitiva.

*.-La creación de la siderometalurgia vasca (década de los ochenta del siglo XIX) tampoco se consolidó hasta el siglo XX.

La evolución de la economía resultó la propia de una revolución industrial tardía, incompleta y fracasada, a pesar de haber iniciado tempranamente su proceso de industrialización.
*.- España tuvo una pequeña, tímida y tardía industrialización ocasionada por los defectos estructurales de la propia economía española.
*.- España a comienzos del siglo XX seguía siendo un país eminentemente agrícola (el 70% de las familias españolas vivían del sector primario). La tierra estaba mal repartida (el 94% de los propietarios poseían sólo el 46% de la tierra), casi la mitad del territorio agrícola español tenía fincas de extensión no rentable y sólo un 25% más eran mesofundios. El resto latifundios con fincas de más de 250 hectáreas.
*.- Faltó dinero, planificación y coordinación. En sentido estricto, hasta 1923 no hubo política económica.
*.- El Estado intervino para establecer un proteccionismo que evitase excesivas importaciones argumentando que la desaparición de aranceles hubiese abortado la incipiente industrialización.

El apoyo al capitalismo industrial español hizo que éste, sin temor a una competencia exterior, no desarrollase iniciativas renovadoras y nunca alcanzó competitividad .
*.- La prosperidad económica afectó al sector financiero, que experimentó un fuerte crecimiento. *.- En el País Vasco surgió una poderosa banca ligada a la industria del hierro, que canalizó inversiones hacia el equipamiento industrial.
*.- La repatriación de capitales procedentes de Cuba ayudó al desarrollo industrial.
*.- La disminución de la Deuda Pública dejó de absorber la renta del país.

Principales causas del retraso económico:
*.- Las condiciones geográficas de la Península no facilitaron las comunicaciones, encareciendo y dificultando los transportes y frenando la formación de un mercado nacional articulado. Ni siquiera el desarrollo ferroviario contribuyó demasiado a cambiar esta situación, sólo la red portuaria garantizó una buena comunicación con los mercados exteriores.
*.- La escasez de materias primas y de fuentes de energía y su dispersión geográfica hicieron costosa la producción industrial. El desarrollo industrial necesitó de la importación de hierro y exigió la extracción de minerales de vetas profundas y de baja concentración (especialmente en el caso del carbón). Además no coincidían geográficamente los yacimientos minerales con las fuentes de energía y los puertos marítimos.
*.- Un lento crecimiento demográfico ocasionó falta de mano de obra industrial, la carencia de excedentes agrícolas y un mercado interior capaz de absorber la producción industrial. Además el crecimiento de la población fue muy desigual y el excedente de la población se canalizó hacia la emigración exterior, especialmente hacia América.
*.- La pérdida de las colonias americanas significó la ausencia de mercados y fuentes de materias primas que hubieran sido fundamentales para generar un despegue industrial. La industria algodonera catalana sufrió una gran crisis después de la independencia de las colonias americanas.
*.- La falta de capitales impidió la inversión necesaria para el cambio de las técnicas productivas de la industria española. En España no se produjo una acumulación de capitales ni tampoco existió una mentalidad inversora comparable a la de otras potencias europeas. El capital obtenido por los beneficios agrícolas, en vez de ser invertido en la industria, se orientó hacia la compra de Deuda pública y hacia la adquisición de las tierras desamortizadas.
*.- La burguesía española, fundamentalmente rentista y terrateniente, orientó sus capitales hacia los procesos especulativos. Solo en el Norte y en Cataluña hubo un sector de la burguesía que, con una visión emprendedora, orientó sus capitales a la producción textil y siderúrgica.
*.- La industria española tuvo una dependencia de las inversiones y de los capitales extranjeros, los inversores extranjeros repatriaron sus beneficios impidiendo su reinversión y la acumulación de capitales en España.
*.- El continuo endeudamiento de la Hacienda pública, con su continua emisión de Títulos de Deuda con intereses cada vez más altos, acaparó para el Estado los pocos capitales existentes e impidió que fueran invertidos de manera productiva.
*.- La política proteccionista del Estado favoreció los intereses agrarios e impidió un desarrollo competitivo de la industria. Al proteger la producción española mediante aranceles se potenció el inmovilismo y no se favorecieron los necesarios cambios tecnológicos. Los gobiernos moderados siempre fueron favorables a los intereses agrarios. La vieja y nueva nobleza terrateniente constituyó un fuerte grupo de presión sin posible contrapeso.

Durante la Restauración:
*.- Se asentó el capitalismo industrial español.
*.- La siderurgia y la minería experimentaron una importante expansión, debida tanto a las inversiones extranjeras como a la acción de los inversores nacionales. El crecimiento fue especialmente importante en el País Vasco, donde surgieron los grandes grupos siderúrgicos ligados a la banca vizcaína.
*.- En Asturias y Santander se desarrolló una industria relacionada con las minas del hierro y carbón, Los Altos Hornos se alimentaron principalmente de la hulla inglesa, de mejor calidad y mucho más barata a pesar incluso del sobreprecio de los fletes.
*.- También creció la industria catalana: a la industria algodonera se modernizó, a ésta se sumaron otros sectores como el lanar o el papelero.
*.- La duplicación del tendido ferroviario y el aumento espectacular del número de viajeros y del volumen de mercancías transportadas. Se mejoró también la red de carreteras, se extendió el servicio de correos, se difundió el telégrafo y la energía eléctrica comenzó su difusión (en 1882 ya había iluminación de este tipo en Barcelona y en Madrid).


Fueron años de relativa prosperidad económica.
*.- La estabilidad política ofrecía garantías a los inversores y facilitaba una recuperación de los sectores más afectados por el clima de agitación política y social del Sexenio.
*.- Las políticas de librecambio que se impusieron en toda Europa permitieron un crecimiento sostenido de la industria en el Norte y en Cataluña.
*.- Un cierto equilibrio fiscal y presupuestario facilitó que parte de las inversiones se canalizaran hacia la industria y la banca.
Hacia final del siglo XIX se produjo en España una profunda crisis agraria. La oligarquía agraria y de la burguesía industrial ocuparon en exclusiva lo que quedaba del mercado colonial (especialmente Cuba) y el mercado interior español.
La implantación de aranceles (impuestos aduaneros) fuertemente proteccionistas produjo el inicio de un desarrollo económico:
*.- Formación de un sector bancario bastante importante en manos de financieros españoles.
*.- Crecimiento de la industria siderometalúrgica.
*.- Creación de les primeras plantas de producción de energía eléctrica.


Al lado de estos factores (“modernos”) perduraron aún en la economía española otros que indicaban niveles de desarrollo muy deficiente:
*.- Un lento crecimiento de la población debido a las altas tasas de mortalidad.
*.- Una población activa predominantemente agraria.
*.- Una estructura industrial «arcaica» en le que el valor de la producción neta textil era seis veces superior a la de la siderometalúrgica. (En los países más industrializados el valor de le producción siderúrgica superaba al de la textil.)

Al terminar el siglo los principales problemas del sistema económico español seguían vigentes:
*.- Agricultura atrasada y dominante.
*.- Mercado interior con escasa capacidad de compra.
*.- Mecanismos de competencia arcaicos.
*.- Inversiones que buscaban el beneficio a corto plazo y, salvo en el País Vasco, ajenas al equipamiento industrial.
*.- Carencia de mercados exteriores exclusivos que impedía una expansión sostenida al margen de la competencia continental.

Características generales de la economía española.
*.- Fuerte déficit de su balanza comercial.
*.- Incremento demográfico y aceleración del proceso de concentración de la población en las ciudades.
*.- Relativo crecimiento económico acentuado por una favorable coyuntura internacional.
*.- Mejora de los transportes por el considerable incremento del tendido ferroviario y la construcción de nuevas carreteras.
*.- Concentración de la industria en determinadas zonas (metalúrgicas en la fachada cantábrica y textiles en Cataluña).
*.- La minería, hasta ahora basada en la extracción artesanal, pasó a ser una gran industria impulsada por la masiva llegada de capitales extranjeros.
*.- Relativa consolidación de la burguesía en una incipiente economía capitalista.
*.- Dependencia económica, técnica y financiera del exterior.
*.- Inexistencia de un amplio mercado de consumo que dificultó el desarrollo industrial.
*.- Estancamiento y marginación rural; empobrecimiento progresivo del proletariado del campo.
*.- Polémica proteccionismo/liberalismo económico (textiles catalanes, metalúrgicos vascos y grandes cerealistas castellanos opuestos a las medidas librecambistas). Triunfo del proteccionismo ante las concesiones realizadas a una industrias no competitivas por su bajo nivel técnico y el escaso poder adquisitivo de la población.

Agricultura:
Desde los 60 se registró una disminución de los cultivos de cereal y un aumento de los cultivos llamados industriales (olivo, vid, agrios, frutos para conservas, remolacha azucarera).
En el último cuarto del siglo XIX la vid incrementó su extensión de cultivo en España en un 30% y la producción de vino se duplicó, especializándose zonas como Jerez, Montilla, Valdepeñas, Rioja, Priorato. En 1882, la filoxera procedente de América atacó las viñas de Francia e Italia. España se convirtió en el primer exportador mundial de vino.
La producción de aceite se incrementó en un 60% ante una gran demanda internacional y España se convirtió en exportadora de este producto a Europa e Hispanoamérica.
A finales del XIX y comienzos del XX se incrementó mucho la producción de cítricos.
La sustitución parcial de los cultivos extensivos y el aumento de la producción agrícola y el auge de las exportaciones, sólo se produjo la modernización de la agricultura (con el consiguiente cambio de mentalidad) en determinadas zonas, por el contrario España necesitó importar entre 100.000 y 200.000 toneladas anuales de trigo para mantener bajo el precio del pan.



Mineria.
Con la Ley de liberalización de las concesiones mineras y la desamortización del subsuelo (medidas librecambistas) el Estado renunció a sus derechos y concedió la libre explotación de las minas a quienes las denunciara (una vez localizado un yacimiento)[1].
Con tales medidas se produjo un considerable aumento de la producción minera y su diversificación, aunque la mayoría de las explotaciones cayeron en manos extranjeras (a pesar que el grueso de la denuncias fueron españolas, la falta de capitales impidió que su explotación la realizasen empresas españolas).
La minería, en manos de capitales extranjeros, no benefició mas que a los jornaleros empleados como mano de obra, exportándose los beneficios de las explotaciones al exterior.
España se convirtió en la primera productora de hierro (medio millón de toneladas de mineral de hierro extraídas en 1875, casi nueve millones de toneladas en 1900), cobre, plomo y mercurio.
La Compañía francobelga de Somorrostro se aprovechó de buena parte del hierro vasco.
La Río Tinto Company se convirtió con sus explotaciones de Huelva en la primera productora de cobre en el mundo..
El carbón español era malo en calidad y de extracción costosa e incómoda, su explotación en su mayoría corrió a cargo de empresas españolas (millón y medio de toneladas de hulla en 1890, dos millones en 1990).
La minería, la falta de planificación y los problemas financieros de la Hacienda habían llevado a entregar la explotación de las minas a acreedores extranjeros, como garantía del cobro de los empréstitos que los sucesivos gobiernos se vieron obligados a pedir desde la época de Carlos III. Los recursos españoles eran aún bastante importantes en el siglo XIX, con minerales como el mercurio, el plomo, el cobre y, en menor medida, el hierro, algunos de los cuales prácticamente no existían en Europa y eran esenciales para la industria. En manos de capitales extranjeros fueron éstos quienes explotaron las minas, comercializaron los minerales y se obtuvieron los beneficios.

La minería, la falta de planificación y los problemas financieros de la Hacienda habían llevado a entregar la explotación de las minas a acreedores extranjeros, como garantía del cobro de los empréstitos que los sucesivos gobiernos se vieron obligados a pedir desde la época de Carlos III. Los recursos españoles eran aún bastante importantes en el siglo XIX, con minerales como el mercurio, el plomo, el cobre y, en menor medida, el hierro, algunos de los cuales prácticamente no existían en Europa y eran esenciales para la industria. En manos de capitales extranjeros fueron éstos quienes explotaron las minas, comercializaron los minerales y se obtuvieron los beneficios.

Industria.
En la época Isabelina se inició una pequeña revolución industrial en Cataluña, ésta recibió un importante impulso con la Restauración. La producción algodonera se triplicó entre 1875 y 1900. La zona del Vallés (Sabadell-Tarrasa) se epecializó en la manufactura de la lana, desbancando a los centros tradicionales mucho más atrasados en tecnología.
El cuarto millón de habitantes de la Barcelona de 1875 se duplicó en 1900 (550.000 habitantes).
Otro sector industrial que experimentó una gran expansión fue el siderúrgico, principalmente centrado en el País Vasco. Los Altos Hornos se ubicaron en la bocamina de los yacimientos del mineral del hierro (aunque lo teoricamente más rentable era hacerlo en la bocamina del carbón). Los vascos exportaban su hierro a Gran Bretaña (un 85%) ante la escasa demanda interna española; además los barcos a su regreso traían carbón de Cardif (el mejor carbón del mundo y muchos más barato que el de producción nacional).
En 1860 la familia Ibarra instaló el primera Alto Horno, en 1879 se fundaron los Altos Hornos de Sestao. En 1882 la misma familia sentó las bases de los futuros Altos Hornos de Vizcaya). Las 50.000 toneladas de hierro colado producidas en 1875 pasaron a ser 300.000 en 1900. Bilbao pasó en los últimos 25 años del siglo XIX de los 17.000 habitantes iniciales a superar los 100.000.
Los hijos de los burgueses vascos estudiaban en Eton y por el puerto de Bilbao entraron el futbol y las modas europeas (produciendo un rápida transformación de la sociedad vasca).. Se produjo una rápida transformación de la sociedad vasca.

Otras industrias de consumo, como la harinera, aceitera, vitivinícola, la del calzado, la cerámica o el vidrio crecieron a lo largo del período, pero su producción era de pequeña escala, con bajos índices de capitalización y, en algunos casos, con sistemas de producción más artesanales que industriales.

Sector terciario.
Las principales y más rentables empresas del sector servicios estaban en manos extranjeras, algunos ejemplos significativos:
*.- Las compañías eléctricas preferentemente en manos alemanas.
*.- Los teléfonos de Madrid dependían de una sociedad francesa.
*.- El suministro de aguas a la ciudad de Barcelona en manos de una sociedad francesa.
*.- Los transportes urbanos de Barcelona a cargo de empresas belgas.
*.- La electricidad de Barcelona distribuída por una compañía canadiense.
*.- Los servicios ferroviarios en torno a Sevilla en manos francesas, su abastecimiento de aguas a cargo de una compañía inglesa y sus tranvías en manos de capital alemán
Algunas referencias cronológicas significativas: el primer teléfono que funcionó en España en 1877, en 1881 se inauguró la luz eléctrica en Madrid llegando a finales de siglo a las principales ciudades.
Se duplicaron a finales de siglo los 6.200 kilómetros de línea férrea existentes en 1875, los 15.000 kilómetros de carreteras del Estado en 1870 pasaron a ser 35.000 en 1900.

A partir de 1832 comenzó su expansión, lenta al principio, más acelerada desde 1840 y que se prolongó hasta 1862. Las causas de ese despegue: la mecanización acelerada y la política proteccionista. La introducción de la energía del vapor y la mecanización de las fábricas textiles produjo una disminución de los costes de producción y de los precios incrementándose las ventas. Se sustituyó la mano de obra masculina por la de niños y mujeres, con salarios mucho más bajos. Las fábricas se localizaron en las riberas de los ríos y costas y se produjo la concentración fabril (las 4.583 fábricas de 1840 se convirtieron en 3.500 en 1860.
Los gobiernos de los años treinta y cuarenta realizaron una política proteccionista y prohibieron la importación de telas de algodón, permitiendo a los productos catalanes competir en el mercado interior. El intento de Espartero de introducir el librecambio (abriendo el país a las telas inglesas) constituyó una de las claves de su fracaso y motivó la revuelta catalana de 1842. Su política permitió mantener la expansión de la producción, pero ralentizó las inversiones y la modernización. Hacia 1860 la industria textil catalana más avanzada eliminó a las pequeñas industrias textiles levantinas y gallegas.
Mucho menor fue el desarrollo del sector siderúrgico a pesar del incremento de la demanda de hierro a partir de 1830.
Las razones de este retraso:
*.- Faltó un proceso de mecanización, tanto en el campo como en la industria (salvo en la textil catalana).
*.- La demanda interna del ferrocarril o de la construcción naval de vapor no se produjo al permitir la ley de 1856 la libre importación, sin aranceles, del hierro extranjero (mucho más barato que el español).
*.- La escasez, baja calidad y alto coste del carbón español aumentó los precios del hierro nacional. En 1856 aún el 57% de la producción se obtenía con hornos de carbón vegetal.
Tres etapas en la formación de la siderurgia española del XIX:
*.- Etapa inicial transcurre (1830 y 1860), con predominio de los altos hornos andaluces, suministraban un hierro de alta calidad pero muy caro.
*.- Segunda etapa (1860-1880). Comenzó a producirse en el Norte un hierro más barato pero de peor calidad, con predominio de los altos hornos asturianos de carbón mineral y que aprovecharon las minas de la zona
*.- La tercera etapa se inició hacia 1880, y en ella se impuso el predominio vizcaíno, gracias a la excelente calidad del hierro vasco, la concentración de sus empresas (las familias Chávarri e Ibarra fundan los Altos Hornos de Vizcaya), los encargos de la Marina y la acumulación de capitales generada por la venta al exterior, que permitieron organizar las factorías a partir de altos hornos modernos, con procedimientos de última generación.
Aunque la siderurgia española era débil, poco avanzada, con producción demasiado cara y con muy poca demanda en perspectiva como para expandirse. Estaba a años luz de las siderurgias inglesa, alemana o francesa.


ASPECTOS DEMOGRAFICOS y URBANIZACIÓN[1].
La población española creció de forma importante en el siglo XIX, pero lo hizo a menor ritmo que la europea. A comienzos del siglo había en España unos 11 millones de habitantes, en 1833 unos 12,3 millones y en 1857 la población era 15.464.000.

Durante el último cuarto del siglo XIX la población española creció despacio (16,6 millones de habitantes en el censo de 1877 y 18,6 en 1900).
El principal lastre demográfico español era la alta mortalidad, su descenso debía constituir el primer paso para una revolución demográfica. Las causas de esa alta mortalidad:
*.- Las sucesivas guerras del primer tercio del siglo.
*.- La incidencia de las epidemias infecciosas.
*.- Las crisis agrarias cíclicas que produjeron hambre y subalimentación.
*.- Hasta 1853 el Gobierno prohibió la emigración[2].

En el último tercio del siglo hubo un aumento considerable de los movimientos migratorios:
*.- La migración interior hacia las ciudades motivado por las expectativas de empleo que generaba el crecimiento industrial y de los servicios.
Las grandes ciudades del Norte y Levante (Barcelona, Bilbao o Valencia) y Madrid crecieron aceleradamente en el último cuarto de siglo.
El crecimiento urbano trajo consigo problemas graves (falta de viviendas y el hacinamiento en suburbios sin infraestructuras ni servicios).

Las ciudades polarizaron poco a poco la vida social, aunque España siguió siendo un país agrario, la vida urbana influyó cada vez más en la mentalidad colectiva y en el interés nacional.
*.- La emigración exterior (África del Norte e Iberoamérica, sobre todo Argentina) hizo que cientos de miles los emigrantes, casi todos ellos jornaleros afectados por la crisis agrícola de fin de siglo, buscaran en el exterior el empleo continuado que no podían lograr en España. Los sucesivos gobiernos asistieron a ese proceso migratorio sin intentar detenerlo, conscientes de la incapacidad del país para dar trabajo y alimento a sus excedentes de población.

En la Restauración se produce el tránsito entre la primera y segunda fase de la revolución demográfica. Se calcula para España una población de 16.622.000 habitantes en 1877, de 19 millones (18.594.000) en 1900 y más de 21 millones en 1921.
Este crecimiento, sin embargo, fue más débil que el europeo (emigración, altas tasas de mortalidad infantil, guerras carlista y coloniales –Cuba y Filipinas-, epidemias, escaso rendimiento agrario).
En Cataluña su descenso de la natalidad se compensó con la inmigración de otras regiones (Aragón, Valencia y Murcia principalmente).
El gran Madrid recibió la inmigración de la meseta, evitando la desproporción de población entre centro y periferia. Bilbao y Sevilla también fueron centros de inmigración.
La emigración a América fue especialmente significativa en la población de Galicia, cornisa cantábrica, sureste peninsular, Baleares y Canarias. Sólo dos ciudades sobrepasaban en 1900 el medio millón de habitantes, Madrid y Barcelona. El 86% de la población española seguía viviendo en zonas rurales.

[1] El tránsito desde el Antiguo régimen a la sociedad burguesa implicó una serie de cambios en los hábitos de vida, en las mentalidades y en las condiciones económicas que dejaron profunda huella en la población.
La sociedad de mediados del siglo XIX era ya una sociedad de clases moderna. Con los datos del Censo de 1860, se constata que España seguía siendo un país abrumadoramente agrario: el 82% de la población vivía en el campo, y el 75% trabajaba la tierra o vivía dé sus rentas. Sólo Madrid (298.000), Barcelona, Valencia y Sevilla superaban los 100.000 habitantes. El resto de las ciudades eran centros administrativos de provincias, con población escasa y una vida más marcada por la cultura rural que por la urbana.
[2] Cuando resultó evidente que no sólo una mayor población significaba necesariamente mayor riqueza, sino que por el contrario con ella el país no garantizaba siquiera a sus habitantes trabajo y subsistencia, Real Orden permitió la emigración al extranjero y desde los años sesenta las corrientes migratorias se dirigieron hacia América (Argentina y Brasil, sobre todo) y Argelia.
La emigración afectó a campesinos y artesanos que buscaban en el extranjero un medio de, vida que no tenían en España. Mientras que los emigrantes al Norte de África tendían a volver al cabo del tiempo, la emigración americana solía ser definitiva y producía una pérdida de población neta para España. No obstante, en 1868 la incidencia de la emigración aún era pequeña.

Breve esquema del origen y desarrollo del movimiento obrero en España (siglo XIX y principios del siglo XX).

LOS INICIOS DEL MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA:
La industria del algodón y la primera siderurgia necesitaron de miles de trabajadores agrícolas en paro. En España el éxodo rural (menor que en Inglaterra y en otros países europeos) se incrementó a partir de 1830 e hizo crecer los barrios periféricos en las ciudades (carentes de infraestructuras y servicios y con viviendas improvisadas) convertidos a veces en focos de miseria y enfermedades infecciosas (tuberculosis y cólera).
Con jornadas laborales de 12 a 14 horas, sin seguridad preventiva, con accidentes frecuentes y sin otro descanso que los domingos, la vida media de los obreros catalanes era de 19 años, frente a los 40 de la clase alta barcelonesa. Trabajaban por igual hombres, mujeres y niños de hasta 6 y 7 años, con salarios muy bajos (aunque superiores a los del campo). El analfabetismo era generalizado, afectando al 69% de los hombres y al 92% de las mujeres.
Una crisis hacía caer las ventas y los despidos se multiplicaban; el paro conllevaba hambre y enfermedad.

Con frecuencia se generalizaba la percepción de que las oleadas de inmigrantes a las ciudades constituían un peligro social.
La eliminación de los gremios había terminado con todo un sistema de asistencia y socorro mutuo que antes proporcionaba seguridad al trabajador frente a la adversidad.
El viejo artesano realizaba un trabajo completo y controlaba todo el proceso de la producción, desde la materia prima al producto acabado. Ahora el trabajador se había convertido en una pieza de la gigantesca maquinaria fabril, sometido a una rutina que le era incomprensible y frustrante, viendo su salario degradarse cada vez más, en parte a causa de la competencia de mujeres y niños.

Con el desarrollo de la industria se fue desarrollando el MOVIMIENTO OBRERO EN ESPAÑA.
*.- Desde 1832 el vapor se incorporó a las fábricas iniciándose la mecanización, eliminando puestos de trabajo produjo algunos movimientos luddistas (el más conocido el incendio de la fábrica Bonaplata en Barcelona en 1835). La nueva situación provocó que surgieran sociedades de ayuda mutua y empezaron a difundirse los planteamientos de los socialismos utópicos.
*.- Hasta 1854 la mayor parte de los obreros hicieron causa común con sus patronos en la defensa del proteccionismo (las crisis industriales y los bajos salarios se achacaban a la competencia inglesa) y sus reivindicaciones laborales fueron los salarios, la seguridad en el trabajo y la reducción de los horarios laborales. No se planteaban la necesidad de un sindicato o de un partido político que atendiera a sus reivindicaciones
*.- A partir de 1848 comenzaron a vincularse las reivindicaciones obreras con las ideas democráticas y republicanas, apartándose del liberalismo progresista y las movilizaciones obreras quedaron desvinculadas de las reivindicaciones de sus patronos.

*.- En 1854 se generalizaron las protestas contra la generalización de las hiladoras y tejedoras mecánicas (selfactinas), lo que provocó enfrentamientos con el ejército y recibieron la represión gubernamental la represión. El dirigente obrero José Barceló fue ejecutado y esto provocó una huelga general que paralizó Barcelona (julio 1855), tras diez días de lucha en las calles, los dirigentes obreros llegaron a un acuerdo con el Gobierno: se mantendrían los sueldos y los convenios colectivos hasta que las Cortes aprobaran una nueva reglamentación laboral.

Dos líderes obreros expusieron en Madrid, ante el Congreso de los Diputados, sus quejas (avalados por un escrito respaldado por 33.000 firmas de todo el país). Pedían:
*.- el reconocimiento del derecho de asociación.
*.- la reducción de la jornada laboral a diez horas.
*.- el mantenimiento de los salarios.
*.- el derecho de negociación colectiva.
*.- y el establecimiento de tribunales paritarios para dirimir los conflictos.

El proyecto de Ley del Trabajo que aprobaron las Cortes solo estableció:
*.- la media jornada para los niños y un máximo de diez horas de trabajo para los menores de 18 años.
*.- limitando las asociaciones de trabajadores al ámbito local siempre que no excedieran de 500 miembros.
*.- legitimó los convenios colectivos sólo en las empresas de menos de 20 trabajadores.
*.- y estableció Jurados integrados solo por patronos para arbitrar los conflictos laborales.

Se difundió en Cataluña la necesidad de un triunfo republicano para que pudieran verse satisfechas las reivindicaciones de la clase trabajadora.
En Andalucía los grupos republicanos y socialistas plantearon la República como única fórmula política válida para lograr la solución de los problemas agrarios de Andalucía.
Progresivamente el movimiento obrero fue politizándose, apoyando a los partidos demócrata y republicano (incorporando éstos, en sus respectivos programas, algunas de las reivindicaciones obreras).

Durante los años de GOBIERNO DE LA UNIÓN LIBERAL se prohibieron las asociaciones obreras. Las Academias obreras se destacaron en la formación cultural y en la concienciación política de los trabajadores; en ellas, los trabajadores, además de recibir clases de aritmética o de gramática, discutían los problemas de las fábricas y las ideas socialistas

A partir de 1863 volvieron las movilizaciones obreras, ya abiertamente politizadas. Sus dirigentes y los intelectuales próximos a sus inquietudes participaron activamente en las sucesivas conspiraciones que demócratas y republicanos intentaron organizar contra el régimen de Isabel II. La represión gubernamental descargó principalmente sobre ellos y sobre la prensa obrera.
Decepcionados de los partidos, al ignorar éstos sus reivindicaciones, el movimiento obrero se orientó hacia el sindicalismo y la formación de partidos específicamente socialistas.

En la REVOLUCIÓN DE 1868 fue decisiva la participación de los trabajadores industriales, aunque ya distanciados sus líderes de los políticos demócratas y republicanos a los que acusaron de buscar la conquista de la democracia política obviando la atención a las reivindicaciones de los trabajadores.
Algunos dirigentes del movimiento obrero, como Anselmo Lorenzo, ya estaban en contacto con los dirigentes de la I Internacional y al tanto de sus Congresos y decisiones tácticas.

I INTERNACIONAL.
En octubre de 1868 llegó a España Giuseppe Fanelli, miembro de la AIT y enviado de Mijail Bakunin, con el objetivo de organizar la sección española de la Internacional sobre la base de las tesis anarquistas. Fanelli estableció dos secciones (una en Madrid y otra en Barcelona). También un representante de las Sociedades Obreras de Barcelona asistió en Basilea al Congreso de la Internacional, allí contactó con Bakunin y reafirmó su apoyo a las tesis anarquistas. Aparecieron nuevos diarios obreros y las huelgas y protestas se extendieron por todo el país.

Los líderes obreros se desmarcaron del movimiento republicano por considerarlo burgués. El contacto con Bakunin y el fracaso del alzamiento republicano de septiembre-octubre de 1869, orientó a un sector importante de las organizaciones obreras hacia el apoliticismo y el desengaño sobre la política burguesa (I Congreso Obrero Español, Barcelona, junio 1870). El proletariado de Andalucía tuvo un proceso similar, reconociéndose en la corriente antipolítica y antiautoritaria de la Internacional.

En junio de 1870 se celebró en Barcelona el I Congreso de la Sección española de la Internacional, en él se estableció un Consejo Federal en Madrid y la mayoría catalana impuso la orientación anarquista de no colaboración ni alianza con las fuerzas políticas burguesas.
En 1871, bajo el reinado de Amadeo de Saboya y cuando los trabajadores españoles preparaban su segundo Congreso, sobrevino la insurrección de la Comuna de París. El impacto que esta revolución produjo temor en las clases medias y en los dirigentes europeos, produciendo medidas represivas contra la A.I.T, quedaron prohibidas las reuniones y huelgas, fueron detenidos varios líderes sindicales, el Consejo Federal tuvo que instalarse en Lisboa.
En tan difíciles condiciones se celebró la Conferencia de Valencia en la que un reducido número de delegados ratificó la línea anarquista.

ESCISIÓN EN EL MOVIMIENTO OBRERO: ANARQUISMO Y SOCIALISMO.
En diciembre de 1871 llegó a España el dirigente de la Internacional Paul Lafargue, partidario de Marx, entró en contacto con el núcleo madrileño, sus principales miembros (entre ellos Pablo Iglesias) aceptaron sus tesis.

En el Congreso de Zaragoza (abril de 1872) se impusieron de nuevo las tesis anarquistas defendidas por los delegados catalanes, aragoneses y valencianos. En junio, los líderes marxistas madrileños fueron expulsados y éstos, un mes más tarde, fundaron la Nueva Federación Madrileña, que pronto se convirtió en la sección española del ala marxista de la A.I.T. Meses después, la escisión en la Internacional se consumó en el Congreso de la Haya.

Al comenzar 1873 la Internacional española contaba con más de 25.000 afiliados, un tercio de los cuales pertenecían a las federaciones catalanas. Estaba claramente implantada entre los obreros textiles, los de la construcción y de las artes gráficas, con varios miles de afiliados. Las federaciones campesinas -salvo en Andalucía-, las de ferroviarios y de los mineros eran menos importantes. Entre sus dirigentes había una mezcla de procedencias (obrera e intelectuales de clase media, estos últimos de ideología más radical y próxima al anarquismo).

La I República provocó una oleada de manifestaciones y huelgas que forzaron a unos empresarios atemorizados a hacer concesiones importantes en horarios laborales y salarios. La sublevación cantonal, un movimiento de los republicanos federales radicales, no contó con el respaldo de los dirigentes de la A.I.T, aunque muchos obreros internacionalistas participaron activamente en la insurrección. Por este motivo los sectores conservadores dieron al movimiento obrero un carácter revolucionario e incluyeron a la A.I.T en la represión posterior. El 10 de enero de 1874, fue decretada la disolución de la Internacional, la mayoría de los dirigentes de la AIT como de la Nueva Federación socialista madrileña, habían pasado a la clandestinidad.
El Sexenio significó provocó la concienciación política y organizativa del movimiento obrero español, se introdujo el anarquismo y el marxismo: implantado en Cataluña, Aragón, Levante y Andalucía (anarquismo) y Madrid, Valencia y Sevilla (marxista).


EN EL INICIO DE LA RESTAURACIÓN el movimiento obrero, en la clandestinidad, estuvo definitivamente escindido en dos corrientes diferenciadas: socialista y anarquista.

En 1869 se fundó la sección española de la I Internacional. Las clases políticas rectoras se opusieron sistemáticamente al sindicalismo y se negaron reiteradamente a reconocer su existencia. Para Cánovas la I Internacional era "un terrible foco de inmoralidad” y “el más grave peligro para las sociedades humanas.
La Restauración respetó el principio clásico de la economía liberal (subsidiariedad del Estado ante la iniciativa privada) tanto en lo público como en lo privado. La adopción por el Gobierno de medidas proteccionistas se tradujo en su intervención sobre la regulación de las relaciones laborales y el apoyo a alguno de los derechos reivindicados por los trabajadores. A pesar de esto, fue constante hasta 1931 la relación entre capitalismo privado, oligarquía agraria y liderazgo político
Durante la Restauración empezó a consolidarse en España el sindicalismo en dos direcciones diversas. En 1872 (Congreso de Zaragoza) se escindió el movimiento obrero español en anarquistas (obrerismo catalán y aragonés) y socialistas (de filiación marxista e importante en el obrerismo castellano). El Decreto de disolución de la I Internacional supuso para el movimiento obrero su paso a la clandestinidad. Resurgió de nuevo aprovechando la Ley de Asociaciones de 1887.

ANARQUISMO:
El anarquismo tuvo una reorganización lenta, actuando abiertamente desde 1881, apenas alcanzó un nivel mínimo de organización con la fundación de la Federación de Trabajadores de la Región Española. La implantación del anarquismo fue notable en Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía.
Las divisiones internas, la escasa organización y la represión policial hicieron que a finales de los años ochenta los obreros y campesinos anarquistas se inclinasen por un activismo predominantemente sindical y reivindicativo, mientras que los más radicales optaron por la acción “directa” (la huelga violenta o el atentado).
En la última década del siglo XIX y la primera del siglo XX se produjo una oleada de atentados contra reyes, presidentes y jefes de gobierno de toda Europa. La respuesta contundente de las autoridades no hizo sino alimentar una dinámica de acción-represión. Las tácticas de los más radicales sirvió para etiquetar de violento a todo el anarquismo, convertido en el terror de las clases medias, y contribuyó a agudizar los enfrentamientos de clase en las regiones en las que, como Cataluña o Andalucía, el movimiento libertario era más fuerte.

La Ley de Represión de 1896 significó un freno para el anarcosindicalismo (a pesar de ello en 1901 contaba con más de setenta mil afiliados y su acción estuvo centrada en Cataluña, Andalucía, La Coruña y Madrid).
El anarquismo evolucionó hacia su dispersión en pequeños grupos, perdiendo progresivamente su fuerza salvo en Andalucía (base agraria) y en los núcleos urbanos, especialmente en Cataluña.
En 1907 Solidaridad Obrera representaba el sindicalismo apolítico y tenía una amplia implantación en los sectores obreros barceloneses y en algunos núcleos rurales.
En 1908 Solidaridad Obrera se transformó en la Confederación Regional del Trabajo y dos años más tarde (1910) adquirió ámbito nacional (Confederación Nación del Trabajo, CNT), constituyó la segunda central sindical española (con gran implantación en los obreros agrícolas andaluces e industriales catalanes).
Propugna:
*.- Rechazo de cualquier autoridad impuesta (libertad individual total y abolición del Estado)
*.- Supresión propiedad privada y colectivismo
*.- Revolución violenta, huelgas generales, en algun caso, terrorismo.
*.- Apoliticismo (no a las elecciones)
*.- Anticlericalismo (ni Religión ni Iglesia)

En 1911 celebró su primer Congreso en Barcelona y defendió como medios de acción, un sindicalismo revolucionario con la huelga general, la acción directa (boicot y sabotaje) y un radical antiparlamentarismo.
Su fuerza siguió radicada fundamentalmente en Cataluña, Andalucía y Aragón. Su menor implantación en Castilla y en el Norte peninsular tuvo como excepción, por su importancia y actividad, la CNT de Madrid del sector de la construcción (integrado en su mayor parte por obreros procedentes del sector agrario andaluz).
Las disposiciones gubernamentales volvieron a colocarla en la clandestinidad.

MOVIMIENTO OBRERO MARXISTA:
Desde 1870 tuvo en Madrid su principal fuerza.
Después de la represión de 1874, los socialistas madrileños se reorganizaron en torno al núcleo de los tipógrafos (sector numeroso en la capital donde se concentraba la prensa y el mundo editorial, y mejor informado de los avatares políticos).
Fueron ellos quienes, junto a algunos intelectuales y otros artesanos, fundaron en una taberna de la calle Tetuán, el Partido Socialista Obrero Español (mayo de 1879).
Una comisión, encabezada por Pablo Iglesias y Jaime Vera, redactó el primer Programa (aprobado el 20 de julio) centrado en tres objetivos:
*.- la abolición de las clases y la emancipación de los trabajadores.
*.- la transformación de la propiedad privada en propiedad social o colectiva.
*.- y la conquista del poder político por la clase obrera.
El programa incluía, además, una larga lista de reivindicaciones políticas y laborales que pretendían la mejora de las condiciones de vida de los obreros.

A lo largo de los años ochenta el PSOE fue definiendo aún más su programa, de clara inspiración marxista. La creación en 1881 del Comité Central permitió completar su organización, al tiempo que ampliaba sus bases.
En 1888, cuando ya había agrupaciones socialistas en las principales ciudades del país, se fundó en Barcelona la Unión General de Trabajadores, un sindicato de inspiración socialista.
Días después tuvo lugar en Barcelona el Primer Congreso del PSOE. Allí se constituyó ya como organización nacional y adoptó el sistema de Congresos periódicos para definir su línea ideológica y su táctica política. Pablo Iglesias fue su líder indiscutible.
A partir de 1888 se marcó la línea divisoria entre el Partido (con objetivos políticos) y el sindicato UGT (con una función reivindicativa e inmediata para la defensa de los trabajadores en una sociedad capitalista).

En 1890 se celebró por primera vez el 1º de Mayo, siguiendo la consigna de la II Internacional. Se produjeron manifestaciones numerosas, como la de Madrid, que convocó a unas 20.000 personas. En Bilbao se prolongó, ante los despidos de los líderes, en una huelga general que obligó al Capitán General a que forzara la negociación de los patronos con los dirigentes obreros.
Desde este año el PSOE comenzó a presentar candidatos a las elecciones, y en las municipales de 1891, por primera vez, fueron elegidos cuatro concejales socialistas en las grandes ciudades. Este éxito, que contrastó con su escasísima influencia en el campo, sirvió al Partido para presentarse como organización que aspiraba al poder.

El desarrollo del PSOE (bajo la influencia directa del socialismo francés y del Partido Socialista Obrero Alemán) y de la UGT fue más lento pero más sostenido.
La principal base militante del partido y del sindicato residió en las regiones industriales del País Vasco (en frecuentes confrontaciones con los sindicatos católicos). Desde Bilbao se difundió a Asturias, en enfrentamiento con el movimiento anarquista. Tales dificultades hicieron que los socialistas del norte se convirtieran en la vanguardia de la UGT. Intervino activamente en la política nacional y sus efectivos se vieron incrementados, sobre todo, con la implantación del sufragio universal en 1890. La época de su mayor empuje se localizó tras la crisis de 1909 (llegando a contar la UGT en 1912 con 130.000 afiliados). Hasta 1910 Pablo Iglesias no consiguió ser elegido diputado.
Sus relaciones con los anarquistas no fueron buenas.
Defienden:
*.- Emancipación total de la clase trabajadora
*.- Paso de la propiedad individual a la propiedad social
*.- Posesión del poder político por la clase trabajadora
*.- Rechazo del terrorismo
*.- Oposición a la expansión colonial y pacifismo
*.- Revolución, pero mientras tanto, planteamientos más moderados:
*.- Participación pacífica en las elecciones para difundir las ideas marxistas.
*.- Se propugna la negociación de la UGT con los patrones.


SINDICALISMO CATÓLICO.
Impulsado por la encíclica Rerum Novarum, de León XIII (1891) apareció un inoperante sindicalismo católico. El hecho de que el Consejo Nacional de Corporaciones Católicas Obreras (fundado en 1896) estuviera presidido por un político conservador, y vicepresidido por un duque y dos marqueses, expresaba suficientemente lo irreal de los planteamientos del obrerism

Reglamento redactado por Arana Goiri para “euskeldun-batzokija”

“Bizkaya será católica, apostólica, romana, en todas las manifestaciones de su vida interna y en sus relaciones con los demás pueblos. (…) se reconstituirá libremente. (…) restablecerá en toda su integridad lo esencial de sus Leyes tradicionales llamadas Fueros. (…) restaurará los buenos usos y las buenas costumbres de nuestros mayores. (…) se constituirá, si no exclusivamente, principalmente con familias de raza euskeriana. Señalará el Euskera como lengua oficial. (…) se establecerá sobre una clara y marcada distinción entre el orden religioso y el político, entre lo eclesiástico y lo civil. (…) se establecerá sobre una completa e incondicional subordinación de lo político a lo religioso, del Estado a la Iglesia. (…) Siendo Bizkaya, por su raza, su lengua, su fe, su carácter y sus costumbres, hermana de Alaba, Benabara, Gipuzkoa, Lapurdi, Nabara y Zuberoa se ligará o confederará con estos seis pueblos para formar el todo llamado Euskaleria (Euskeria) pero sin mengua de su particular autonomía. Esta doctrina se expresa con el principio siguiente: Bizkaya libre en Euskeria libre”.
CAPÍTULO 1º.- Lema del Nacionalismo Vasco: JAUN-GOIKUA ETA LAGI-ZARA.
1.- (…) Traducido al castellano quiere decir "Dios y Ley vieja", esto es, Tradición religiosa y Tradición Política. Con el primer término se significa el Derecho de Dios en Bizkaya; y con el segundo el Derecho Nacional de Bizkaya. (…) El ir Jaun-Goikua antes que Lagi-Zara quiere decir que la legislación bizkaina debe supeditarse en todo a las leyes religiosas y morales.
5.- Antiliberal y antiespañol es lo que todo bizkaino debe ser, según el lema de Jaun-Goikua eta Lagi-Zara.
9.- Ideológicamente hablando, antes que la Patria está Dios; pero en el orden práctico y del tiempo, aquí en Bizkaya para amar a Dios es necesario ser patriota, y para ser patriota es preciso amar a Dios, porque Este se halla comprendido en el lema patrio. (…) los liberales dicen que para ser patriota no hace falta ser católico, y los católicos sienten que para servir a Dios no precisa ser patriota. Parece que esos tales no se juzgan miembros de la sociedad bizkaina. En efecto, más deben de serlo de la maketa.
12.- El lema, el escudo y la Bandera de Bizkaya significan la misma cosa, a saber: los eternos derechos de Dios y los derechos nacionales de Bizcaya.
CAPÍTULO 2º. LIBERTAD Y CONFEDERACIÓN.
24.- (…) Alaba, Bizkaya, Gipuzkoa, Lapurdi, Benabara, Nabara, Naparobera y Suberoa son pueblos hermanados por los lazos naturales de raza, idioma, carácter y costumbres, y según la política nacionalista, están llamadas a formar una Confederación.
28.- (…) Bizkaya se confederaría con ellos, pues que son hermanos suyos por raza, la lengua, el carácter y las costumbres.
30.- Si todos los bizkainos nos unimos, y en Gipuzkoa se unen sus hijos, y en Alaba los alabeses y en Nabara los nabaros, y estas cuatro regiones euskerianas, juntamente con las tres de allende el Bidasoa, acuerdan un mismo fin y un mismo procedimiento y llevan a la práctica su resolución con firmeza y constancia, no se cumplirá la primera década del siglo XX sin que la felicidad de Euskeria sea un hecho. Pero es preciso que nos unamos no con unión ficticia y exterior sino dentro de una perfecta unidad de pensamiento. Para ello hay que rechazar toda idea política españolista y abrazarnos a la bandera en cuyos pliegues está grabado nuestro sacrosanto lema Jaun-Goikua eta Lagi-Zara.
31.- El Nacionalismo aspira (…) a la independencia absoluta del Pueblo Vasko, restaurándose éste conforme a lo esencial de su Tradición Religioso-Política, y constituyendo a la parte de acá del Pirineo y el Bidasoa (ya que la otra la juzga insostenible) la Confederación de todos los antiguos Estados de la raza. Sabido es que éstos son seis: Laburdi y Zuberoa, al norte del Bidasoa y el Pirineo; Bizkaya, Gipuzkoa y Araba al Sur; Nabara a un lado y otro de dicha línea.
37.- Para fijar las bases de la Confederación nacional, (…) dos lazos confederativos son necesarios para que la unión nacional sea sólida y duradera: la raza y la religión. La primera es la materia nacional; la segunda, el espíritu que la informa. (…) otras dos bases esenciales: libertad para separarse; igualdad de deberes y derechos en la Confederación.
CAPÍTULO 3º.- NACIONALISMO. REGIONALISMO. FUERISMO. SEPARATISMO.
39.- Al Gobierno de Madrid, ningún buen bizkaino le llama Gobierno Central, sino Gobierno de la nación dominadora.
49.- (…) mientras que el fuerismo catalán, el aragonés, etc., es decir, el regionalismo español tradicional es perfectamente compatible con la unidad de la Nación Española, el fuerismo vasko-nabarro, por el contrario, es verdadero separatismo (…) y verdadero nacionalismo (…) porque volver el Pueblo Vasco a regirse según sus Fueros significa volver a ser absolutamente libre e independiente de España, con gobierno propio, poder legislativo propio y fronteras internacionales.
50.- El fuerista, para serlo en realidad de verdad, ha de ser necesariamente separatista.
54.- La política catalana, por ejemplo, consiste en atraer a sí a los demás españoles; la bizkaina, v. gr., en rechazar de si a los españoles, como extranjeros.
62.- Poco le importaría a España el restablecer oficialmente los idiomas regionales, pues que esto no causaría más que una diferenciación regional; pero la restauración del Euskera produciría una diferenciación nacional y sería para España un constante peligro.
CAPÍTULO 4º.- ELEMENTOS DE NACIONALIDAD. PATRIA.
Etnográficamente hay diferencia sustancial entre ser español y ser euskeriano, porque la raza euskeriana es sustancialmente distinta de la raza española (…) y el concepto étnico no es jurídico, sino físico y natural, como relativo a la raza: (…) etnográficamente, los euskerianos no pueden ser españoles aunque quieran, pues para ser españoles tendrían que dejar de ser euskerianos: por eso, al decir pueblo español, nación española, no podemos comprender dentro de esta dicción al euskeriano, (…) porque pueblo y nación son vocablos que se refieren a la raza, y no al derecho. Decir, pues, que el euskeriano pertenece al pueblo o a la nación española sería tan solemne disparate científico como desconocimiento de los hechos revelaría el afirmar que en el estado español no está hoy comprendido de hecho el pueblo euskeriano de aquende el Bidasoa.
70.- Que el pueblo vasco es una nación distinta de la española, como lo es de la china y de la zulú, tomando en su acepción propia e inmediata la palabra nación, como debe tomarse cuando no se advierte otra cosa; que Alaba, Nabara, Gipuzkoa y Bizkaya han sido hasta 1839 estados perfecta y absolutamente independientes, de cualquiera de los estados españoles, como estos lo han sido de los alemanes, por ejemplo, en toda época; que a esa independencia política de los vascos no se le halla principio en la historia, desde el momento que no se sabe que alguna vez estuvieran sometidos por el poder político de otros pueblos: todo esto es verdad real, verdad objetiva, (…).
71.- Hablamos de raza en sentido de conjunto de familias que proceden directamente de un mismo origen más o menos remoto. En este sentido concreto, raza es lo mismo que nación, gente o pueblo; designa a una gran familia, y expresa un objeto natural, que existe independientemente de la voluntad de los hombres.
72.- Si fuese moralmente posible una Bizkaya foral y euzkeldun (o con Euskera), pero con raza maketa, su realización sería la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo, la evolución política más inicua y la falsedad más estupenda de la historia.
76.- No vale considerar al Euzkera meramente como una hermosa lengua, digna de ser cultivada en la literatura: es el broquel de nuestra raza, y contrafuerte además de la religiosidad y moralidad de nuestro pueblo.
77.- ¡Ya lo sabéis, euskeldunes, para amar el Euskera tenéis que odiar a España!
78.- Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que solo hablasen el Euskera y una Bizkaya poblada de bizkainos que solo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pueden eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrían cambiarla.
81.- Vuestros usos y costumbres eran dignos de la nobleza, virtud y virilidad de nuestro pueblo; y vosotros, degenerados y corrompidos por la influencia española, o los habéis adulterado por completo, o los habéis reemplazado por los usos y costumbres de un pueblo a la vez afeminado y embrutecido.
CAPITULO 5º.- HISTORIA.- (FILOSOFIA-CRITICA)
121.- Al señalar al destructor de nuestras libertades y nuestras cosas, al dominador de nuestra raza, al opresor de nuestra Patria, no podemos fijarnos en una región determinada, con exclusión de las demás, sino en el conjunto de todas ellas que se llama pueblo español, estado español, nación española, en ese todo que se llama España. No es precisamente Castilla, ni Andalucía, ni Galicia, ni Cataluña, ni ninguna otra región española, la que nos ha sometido; sino el poder de la nación que, unidas todas ellas, constituyen y a la cual en lenguaje vulgar llamamos Maketania -Maketería.
123.- Es notoria ridiculez imputar a un gobierno o a un partido determinado lo que es obra de toda una nación. España es la que, después de sujetar a los pueblos euskerianos, los ha ido arrebatando cuanto por derecho originario poseían. (….) todos los partidos españoles, unos abiertamente, otros aparentando fuerismo, pero españolizando políticamente a nuestra Patria, todos sin excepción, han contribuido a su desgracia y están trabajando su completa ruina.
129.- Tanto nosotros podemos esperar más de cerca nuestro triunfo, cuanto España se encuentre más postrada y arruinada.
CAPÍTULO 6º.- DERECHO POLÍTICO E INTERNACIONAL
134.- Nosotros hemos de publicar a todos los vientos que Bizkaya no es de derecho España, y que, si de hecho es provincia española, lo es por la fuerza. Estos dos puntos son puramente históricos y verdades reales, y no objeto de apreciaciones.
CAPÍTULO 7º.- NACIONALISMO Y ESPAÑOLISMO. PRÁCTICA DEL PATRIOTISMO.
174.- (…) el favorecer la irrupción de los maketos es fomentar la inmoralidad en nuestro país; porque si es cierto que las costumbres de nuestro Pueblo han degenerado notablemente en esta época, débese sin duda alguna a la espantosa invasión de los maketos, que traen consigo la blasfemia y la inmoralidad.
186.- No el hablar este o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contagio de los españoles y evitar el cruzamiento de las dos razas. Si nuestros invasores aprendieran el Euzkera, tendríamos que abandonar éste, archivando cuidadosamente su gramática y su diccionario, y dedicarnos a hablar el ruso, el noruego o cualquier otro idioma desconocido para ellos, mientras estuviésemos sujetos a su dominio.
187.- (…) allí donde se pierde en el uso del Euskera, se gana en inmoralidad; y que la blasfemia, el carácter irreligioso y las costumbres inmorales y criminales del invasor maketo se hacen campo en Bizkaya en razón directa de las conquistas que realiza el idioma castellano.
191.- El masonismo o liberalismo no ha penetrado en nuestra Bizkaya por sí solo (…) se ha introducido con el extranjerismo, mejor dicho, remolcado por él. (…) si aquí no se hubiese adoptado la política genérica del españolismo no hubiera tampoco prosperado el liberalismo (…).
196.- Si a esta nación latina la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una guerra internacional, nosotros lo celebraríamos con fruición y verdadero júbilo, así como pesaría sobre nosotros como la mayor de las desdichas, como agobie y aflige al ánimo del naufrago el no divisar en el horizonte ni costa ni embarcación, el que España prosperara y se engrandeciera.
212.- Es preciso aislarnos de los maketos en todos los órdenes de la vida. De otro modo, aquí en esta tierra que pisamos, no es posible trabajar por la gloria de Dios.
CAPÍTULO 8º.- ESPÍRITU CRISTIANO
226.- El nacionalismo (…) es un sistema político vasco que, en la esfera religiosa, establece con el carácter de principios fundamentales y fijos los siguientes:
1º.- Conformidad (…) de sus costumbres, de sus leyes y de sus actos de Gobierno con los preceptos de la Religión Cristiana, (…) reconociéndose como única definidora e intérprete de estos preceptos a la Iglesia Católica y Apostólica que hoy tiene su cabeza en Roma (…). 2º.- Libertad absoluta de la Iglesia para realizar su divina misión dentro del Pueblo Vasco. (…) prohibición de toda manifestación externa de culto o de propaganda contrarios (…) y represión de todo público acto positivo que ostente contra el dogma o quebrante el orden moral. 3º.- Nula intervención de los poderes civiles en la celebración del culto, en la enseñanza religiosa y en la provisión de cargos y administración de bienes eclesiásticos: en una palabra, en los oficios y cosas propias de la Iglesia. 4º.- Nula intervención de las personas eclesiásticas en los poderes del estado, y exención en favor de las mismas de las obligaciones civiles. Coerción física prestada por el estado para la seguridad de las personas y las cosas eclesiásticas. (…) Tales son la independencia entre la Iglesia y el Estado, la armonía entre una y otro y la subordinación de lo civil a lo religioso, que se derivan del lema nacionalista como bases fundamentales para la constitución del Pueblo Vasco.
NASKALDIJA (FILOSOFÍA)
288.- En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el universal sufragio un verdadero crimen, un suicidio.
319.- Un grande hombre engendró la raza vasca: Ignacio de Loyola. Su obra (…) la Compañía de Jesús. (…) todo vasco debe, por ser vasco, amarlos.
326.- Tampoco soy liberal, sino que aborrezco cordialmente todo liberalismo, desde el más radical al más moderado.
327.- El partido liberal es esencialmente antibizcaíno, pues acá se originó en aquella pretensión que a principio de este siglo sostuvieron algunos malos bizkaínos, de aplicar en nuestra Patria la constitución española de Cádiz.
328.- No se puede ser a un tiempo liberal y fuerista, porque los principios de nuestro Fuero y los del liberalismo son diametralmente antitéticos y absolutamente incompatibles.
331.- (…) Contad y examinad a los maketos que invaden el territorio bizcaino: el noventa por ciento son con seguridad liberales; de esos noventa, unos sesenta serán antes de un mes republicanos, los demás o monárquicos, o socialistas o anarquistas.
NASKALDIA (EUSKERA)
376.- Gran daño hacen a la Patria cien maketos que no saben euskera. Mayor es el que le hace un solo maketo que lo sepa. Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que sólo hablasen Euzkera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pudieran eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrán cambiarla. Les aterra el oír que a los maestros maketos se les debe despachar de los pueblos a pedradas. ¡Ah, la gente amiga de la paz...! Es la más digna del odio de los patriotas.
El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad. Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos?

Extracto de «Castilla arcaica, Cataluña moderna», capítulo IV del libro «Los mitos de la Historia de España», Fernando García de Cortázar.

Felipe V y Carlos III han pasado a la historia como los reyes que impusieron el castellano al servicio de la uniformización y que prohibieron el catalán, algo que, supuestamente, el pueblo y la inteligencia catalana debían de sentir, por fuerza, como una humillación.
Lo peor es que el mito ha terminado por cuajar, por flotar en el aire, por ser una certeza común.
Lo peor es que la mayoría de los españoles han terminado por interiorizar la idea de un trato injusto y vejatorio para las lenguas minoritarias, un trato que se debe a la intromisión más grosera del castellano y a su imposición a golpe de decreto.
El mito se ha hecho carne, y aunque la comunidad lingüística se haya conseguido por necesidad e interés, aunque el verso castellano deba mucho a escritores catalanes, aunque su supuesta intromisión haya sido en el fondo aquella que señores, notables y comerciantes catalanes han querido que fuera, el murmullo que perdura es el de una lengua que avanza por las tierras de España en compañía de fieros conquistadores, monjes inquisidores, reyes absolutistas y terribles dictadores.(...)

Hay en toda esta retahíla de lamentos una melancolía de cortes medievales.
Hay también un olvido: que las lenguas se hablan porque interesa materialmente hablarlas, porque su lógica es la de la necesidad y no la del discurrir divino de las naciones.
El mito llevado a la calle evoca un paraíso políglota donde los catalanes vivían sin arado, sin latín, sin comercio en América, sin carreteras ni ferrocarriles que les abrieran el mercado nacional y permitieran un trasiego de ideas, viajeros y mercancías mucho más rápido e intenso, sin industria que reclamara mano de obra inmigrante y atrajera gente de toda España, especialmente del sur, sin contactos ni mestizaje ni intercambios culturales...
El mito es la historia mutilada, sin personas de carne y hueso, sin mercaderes que comercian por los caminos reales de Castilla, sin poetas que buscan para sus versos un eco de más lectores, sin editores que llevan el español a las prensas porque el negocio pasa por la impresión de libros en la lengua de Garcilaso de la Vega ni burgueses atraídos por las rutas mercantiles que atraviesan el Atlántico.


LA LENGUA / El comercio, la industria, las finanzas apostaron por el castellano
El mito ha extendido la idea de que las gentes del pasado consideraban la lengua como algo sagrado, el eco de un vínculo viejísimo, y que si se perdió debió de perderse, a la fuerza, por imposición foránea.
Lo que no se dice es que las lenguas están más sujetas a los avatares de la sociedad y a los intereses de las personas que a una supuesta herencia natural y divina.
Lo que no se dice es que el tantas veces comentado texto de Nebrija -«que siempre la lengua fue compañera del imperio»- tuvo muy escaso eco en su época y que las directrices de la Inquisición se refieren a la conveniencia del uso del castellano en la redacción de los procesos, únicamente, en función de criterios de eficacia y funcionalidad administrativa, no de legitimaciones de mayor alcance.

Lo que no se dice es que los edictos de fe -los documentos de cara al exterior- se siguieron publicando en catalán.
Lo que no se dice es que el castellano estaba en boca de catalanes mucho antes de la unión de las Coronas y que tras la llegada de Carlos V su uso se extendió entre la nobleza y la burguesía, que tenían a gala presumir de sus conocimientos de castellano y considerar a su lengua vernácula como propia de clases incultas. Lo que no se dice es que en la época de los Austrias las elites de las cortes europeas juzgaban de buen tono conocer y expresarse en español, antes que en francés o en alemán, y que el papel del mercado se dejó sentir en la voluntad de los escritores catalanes de ser leídos, a través de la imprenta, por un mayor abanico de lectores.

Se escribía en español porque era más provechoso, de la misma manera que los impresores de Barcelona editaban a Fernando de Rojas, Garcilaso de la Vega, Montemayor, Mateo Alemán y tantos otros autores castellanos porque de ese modo podían competir con Sevilla, Valencia o Toledo y llevar sus libros a Europa y al Nuevo Mundo. Aunque los poetas de la Renaixença explicaran la decadencia literaria del catalán por la pérdida de peso político de Cataluña y se dijera que el castellano se había beneficiado de ser la lengua de la Corte y del gobierno, lo cierto es que su expansión natural por tierras de Aragón, Valencia o Cataluña se debía sobre todo a los intereses comunes de las elites, a su fonética innovadora y a que en el siglo XVI tenía una gran proyección internacional.

Lo que no se dice es que si el español se extendió a Cataluña fue porque la cultura, el comercio, la industria y las finanzas apostaron por la lengua de Cervantes, una lengua internacional con la que hasta el siglo XVIII podía recorrerse Europa, Asia, Africa y América con mucho provecho.

Decir que los Borbones «descatalanizaron Cataluña» al prohibir la lengua vernácula en la enseñanza es llevar al siglo XVIII los inventos de algún historiador acosado por los fantasmas del franquismo.
La muy citada Real Cédula otorgada por Carlos III en 1768 y las provisiones de años posteriores no iban dirigidas a la gente en general, analfabeta y alejada de las aulas en la sociedad del Antiguo Régimen, sino a los grupos selectos y adinerados, cuyos hijos debían ocupar los altos cargos de la administración, las finanzas, el comercio o el ejército y ya se educaban en latín y español desde antes de Carlos III y desde antes de los Reyes Católicos sin mayores nostalgias.
Leídas en su contexto, las leyes de uniformización lingüística del siglo XVIII proceden en su mayoría de leyes de comercio, de administración común, de unificación de moneda y de liquidación de aduanas, de modo que en el mismo documento donde se regulan esas materias aparece la referencia a la lengua castellana. Leídas en su contexto, ocurre que esas leyes a quienes más interesaban era a los fabricantes y comerciantes catalanes, hechizados por las jugosas ganancias que podía reportarles el mercado de las colonias americanas.


LA SOCIEDAD / España era la nación y Cataluña la patria
Los catalanes del siglo XIX, como sus antecesores del XVIII, participaron plenamente, y sin albergar dudas al respecto, en la construcción de la España moderna.
Catalanidad y españolidad eran dos alientos estrechamente hermanados entre sí.
Las gentes de la Renaixença tenían claro que España era la nación y Cataluña la patria.
La mitificación de la Edad Media, la elaboración de una cultura propia y la recuperación de la lengua vernácula se debió a la necesidad de borrar la intensa confrontación de clases que la rápida expansión industrial estaba abriendo en Barcelona.

El ideal de una burguesía nacionalista, laica, liberal en política, librecambista en economía, defensora de la industria y la modernidad, racionalista y creyente en la acción imparable del progreso científico, no deja de ser un mito.
Católica hasta las entrañas y ferozmente proteccionista, la burguesía catalana fue culturalmente muy poco avanzada, socialmente muy refractaria a cualquier reformismo y políticamente muy conservadora.
En 1833 se opuso al carlismo, porque sus intereses económicos pasaban por el liberalismo. Terminada la guerra, aunque alejada de la política partidaria, se identificó con el moderantismo y se emocionó con la guerra de Africa auspiciada por Leopoldo O'Donnell. En 1874, tiroteado Prim y hostiles a la bullanga republicana, los patronos catalanes se entusiasmaron con la Restauración y con el regreso de la gente de orden al gobierno.
Hasta finales del siglo XIX, recelosos del movimiento federalista, antimonárquico y republicano al que se vio abocada Barcelona tras el destronamiento de Isabel II, se olvidaron de la descentralización y las leyes viejas. La Restauración les trajo el fin de los agitados días de la República, les trajo en unos pocos años el proteccionismo, tan necesario a sus negocios (...)
Los fabricantes catalanes compartirían sueños y mantel con Cánovas del Castillo y sostendrían la intransigencia más cerril contra los rebeldes cubanos y filipinos. Frente a mambises y tagalos fueron más colonialistas que Weyler y Polavieja, de la misma manera que años después, frente a la Semana Trágica y el sindicalismo anarquista, cerrarían filas en torno a la represión del conservador Antonio Maura, el orden feroz -ley de fugas incluida- impuesto por el general Martínez Anido, los pistoleros de raíz carlista de los Sindicatos Libres o el dictador Primo de Rivera, antecesor de otro dictador al que terminarían ayudando en la guerra civil.
El 98, con su malestar y su crisis, les llevaría a confiar en el catalanismo su desahogo contra los gobiernos de la monarquía: el Estado castellano, incompetente y anticuado se había dejado arrebatar el mercado colonial, en la práctica monopolio de Barcelona. De golpe, los empresarios del Principado -cuya negativa al libre comercio de Cuba, la gran reivindicación de la burguesía isleña, había sido una de las causas de la catástrofe- descubrían su conciencia nacional catalana y reclamaban mayor participación en la vida pública y la reforma del régimen político que, de repente, se convertía en un estorbo para el desarrollo de los intereses de Cataluña... es decir, sus intereses...
Pero el eco del 98 duró poco. En unos años la crispación obrera y el atentado anarquista rebajaron las críticas que, de la mano de la Lliga Regionalista, habían tensado su relación con el obsoleto gobierno central. Tras el sobresalto de 1917, la escalada de la conflictividad social les empujaría a colaborar con los partidos dinásticos, a sostener la dictadura de Primo de Rivera y a financiar el levantamiento del 18 de julio. Un camino parecido recorrería Francesc Cambó, el líder político de la Lliga Regionalista.Otro catalán que siempre se comportó antes como un burgués.

LA POLITICA / Hay muchas Cataluñas a principios del siglo XX
Ni Cataluña fue sólo moderna y europea, ni la burguesía catalana fue progresista, ni el autoritarismo o el imperialismo de corte fascista fueron delirios creados en la rural y decrépita Castilla, como imaginan, o desean imaginar, los nacionalistas catalanes del siglo XXI. Un mito muy extendido en España tras la muerte de Franco y el asalto de los nacionalismos periféricos al Estado consiste en inventar una Castilla mística y homogénea, impositora de caudillos, refugio de esencias opresivas, creadora de autoritarismos y cortes fascistas.
Hay muchas Cataluñas a comienzos del siglo XX, de la misma manera que hay muchas Barcelonas. La capital del Principado fue la fábrica de España, el laboratorio del republicanismo anticlerical de Lerroux, la educación sentimental de Companys y la ciudad de los apagones y la rabia anarquista, pero también fue el seminario de España, la pionera en acoger la utopía reaccionaria de Charles Maurras -intelectual conservador ferozmente crítico con la nación constitucional creada tras la Revolución de 1789 y para quien los genuinos representantes de la Francia eterna residían en el clero católico, el ejército y la aristocracia de la sangre- o el centro, según el embajador de Mussolini, donde podía brotar el fascismo español.
En Barcelona se hablaba entonces de la superioridad de la raza catalana, se criticaba con dureza el liberalismo, se conjuraba la tierra y los muertos, se soñaba con imperios y naciones inferiores que dominar...

A finales del siglo XIX el doctor Bartomeu Robert, alcalde de Barcelona, hacía exhaustivas mediciones de cráneos a gentes del país, para demostrar que efectivamente la estirpe catalana era superior. Ya metidos en el siglo XX el joven Eugenio d'Ors, lector ferviente de Sorel, «el nuevo profeta de la espiritualidad obrera », y devoto seguidor del futuro consejero de Pétain, Charles Maurras, lanzaba sus glosas aristocráticas contra todo lo que oliera a democracia y a liberalismo mientras los vanguardistas José Vicente Foix y, sobre todo, José Carbonell, educados en el catalanismo de Prat de la Riba y la Lliga Regionalista, acusaban a Cambó de no entender la novedad del fascismo y de no plantearse su posible adaptación a Cataluña. Hubo a comienzos del siglo XX una Cataluña laica, progresista y republicana, pero aquella herencia no era del gusto de los catalanistas.

LA GUERRA CIVIL / Media Cataluña ocupó a la otra media
Las raíces del nacionalismo catalán no son republicanas ni liberales sino profundamente católicas y profundamente conservadoras. Las raíces están en la Renaixença, cuyos insignes representantes fueron muy del gusto de Menéndez Pelayo. Cataluña no era ni moderna ni antigua, era medieval, debía ser medieval, espíritu de honor, moral severa y fe sólida, según el ensueño de Milá y Fontanals.Cataluña era una nación esencialmente católica. Cataluña debía aspirar a la representación corporativa mediante el sufragio de los cabezas de familia, por gremios y profesiones, a fin de acabar con el parlamentarismo que entregaba el gobierno a los charlatanes de oficio, de acuerdo con el espíritu de las Bases de Manresa. Su solución, según Prat de la Riba, era la representación corporativa, el Estado federal en el interior y el imperialismo en el exterior, imperialismo como expansión cultural, política y económica de Cataluña a costa de las naciones menos cultas, a las que cabía imponer la civilización más desarrollada por mecanismos pacíficos o por la fuerza.
Eugenio d'Ors también haría culminar su proyecto novecentista en la idea de Imperio. El imperialismo de D'Ors comportaba un antiseparatismo que evidenciaba la voluntad de conseguir la hegemonía política en el resto de España. Por eso reclamaba una Cataluña interventora en los asuntos del mundo, con una referencia clara a Jaime I, algo que también resuena en la pluma de Prat de la Riba: «Nuestro rey fue grande, por haber hecho la Unión Catalana, por haber derramado sobre los asuntos del mundo su acción. Nuestra patria fue grande porque era una, porque era Imperio».

Grande. Una. Imperio... La crisis de los años veinte y treinta no fue una crisis castellana ni la guerra civil ni la restauración del caudillismo, el organicismo y el autoritarismo fueron cosa única de Castilla. La Lliga Regionalista, partido ideado por Prat de la Riba y liderado hasta el final de su sueño por Francesc Cambó, no sólo estuvo al lado de los gobiernos dinásticos en los momentos de crisis sino que su eco latió hermanado al maurismo, corriente ideológica con la que tenía muchos puntos en común, y simpatizó con el golpe de Estado de Primo de Rivera. La voz de la Lliga Regionalista jamás fue separatista. Cambó siempre pensó en un catalanismo que tuviera cabida en una España regenerada, y su táctica política siempre estuvo marcada por el posibilismo y por la aceptación plena del marco de la Restauración. Como Prat de la Riba, Cambó defendía la idea de una España grande, combinando autonomía y unidad, orden y catolicismo. Su fracaso ya lo vaticinó Alcalá Zamora en el Congreso de los Diputados: «Su señoría pretende ser a la vez el Bolívar de Cataluña y el Bismarck de España, son pretensiones contradictorias y es preciso que su señoría escoja entre una y otra.»

Al final, como la inmensa mayoría de los dirigentes de la Lliga, escogió Bismarck y apoyó a Franco en la guerra civil. Era obvio. El catalanismo conservador no podía identificarse con los hombres que enarbolaron la bandera de la Cataluña autónoma el 19 de julio de 1936 ni con un gobierno por el que iban a pasar comunistas, anarquistas, marxistas disidentes y que incautaba empresas, cuentas corrientes de valores y hasta cajas fuertes.

Tras la guerra media España ocupó a la otra media, lo que quiere decir también, muy a pesar de quienes han inventado una Cataluña exclusivamente republicana, que media Cataluña ocupó a la otra media. En Cataluña muchos sintieron con alivio la derrota republicana por aquello que se recuperaba con la entrada triunfal de Franco en Barcelona: la paz social, las fábricas, las empresas, las tierras, los bancos, los títulos de propiedad y el viejo orden de poder económico.

Las historias que los nacionalistas cuentan para después de la guerra olvidan a menudo que la Cataluña de la juerga revolucionaria aterró a la gran burguesía y a las clases medias.
Que la guerra civil, como en el resto de España, supuso el ensañamiento de catalanes contra catalanes.
Que la represión del 39 fue masiva, arbitraria y clasista -se ensañó con campesinos y obreros pero que la desatada por los utopistas del 36, aunque menor, también fulminó a un buen número de catalanes: periodistas, abogados, militares, y algunos notables que venían siendo públicamente hostiles a los sueños revolucionarios que se anunciaban en las calles.
Que quienes militarmente terminaron por aplastar la utopía revolucionaria traían una idea totalitaria y centralizadora de España.
Que a esa idea de patria se adhirieron por simpatía, entusiasmo e interés, muchos catalanes.
Cambó y la burguesía financiaron a Franco. Josep Pla, exiliado en Roma durante la guerra civil, trabajó como espía del general rebelde. Juan Estelrich fue uno de los propagandistas más refinados de la dictadura y Eugenio d'Ors se convirtió en la gran figura intelectual de la España franquista.
Todos ellos hablaban catalán, venían del sueño de Prat de la Riba y del catalanismo político de la Lliga. Todos ellos parecen fantasmas, seres que deambulan sin fe por la historia, desterrados del pasado soñado por los nacionalistas catalanes de la transición.Todos ellos parecen no existir. Transitan más allá de los márgenes del silencio: son silencio. O figuras desposeídas de su raíz, desterradas de su verdad íntima, histórica, para poder ser admitidos en la herencia de la Cataluña siempre noble, laica y progresista que hoy se quiere recordar

Maragall y Pujol proclaman que ha llegado el momento del «Estado catalán»

Diada 2007
BARCELONA. Los ex presidentes de la Generalitat Jordi Pujol y Pasqual Maragall olvidaron ayer sus viejas rencillas personales y políticas para reclamar al unísono un Estado propio para Cataluña en un acto institucional que puso fin a la celebración oficial de la Diada de Cataluña.
En la entrega de la medalla de oro de la Generalitat a Pujol y Maragall, los líderes históricos de nacionalismo y del socialismo catalanes lanzaron sus proclamas independentistas para asombro y estupor de su sucesor en el cargo, José Montilla, y regocijo de los máximos dirigentes de ERC y de CiU, Josep Lluís Carod-Rovira y Artur Mas, respectivamente.
El morbo de ver «hermanados» a Pujol y Maragall en la misma causa, ya que en los últimos días habían coincidido en reclamar la «huelga fiscal» para acabar con el expolio que, a su entender, sufre Cataluña por parte del Estado, llenó el aforo del Salón de Sant Jordi del Palau de la Generalitat. Ni Maragall ni Pujol defraudaron las expectativas creadas por ambos en la conmemoración del 11 de septiembre más soberanista de toda la historia de la Diada.

Una Constitución catalana
Ante el Ejecutivo de Montilla en pleno, diputados, autoridades militares y eclesiásticas y representantes de la sociedad civil catalana, Maragall aseguró que «Cataluña será una nación porque figurará en su propia Constitución como Estado dentro de una Europa diversa, y no solamente porque lo diga el Preámbulo de su Estatuto».
Según el líder socialista, «ahora es el momento» de decirle a España que «tienen tres naciones no reconocidas que quieren ser Estado», en alusión al País Vasco, Galicia y Cataluña, y añadió que este reconocimiento no debilitará a la UE, sino todo lo contrario.
Tras subrayar que para él, su familia y amigos era «un honor» el galardón otorgado por el presidente catalán, nacido en Iznájar (Córdoba), recordó, Maragall comparó la rendición de Barcelona ante las tropas de Felipe V en 1714 con el bombardeo de Pinochet al Palacio de la Moneda en el golpe contra Allende y los ataques del 11-S. «Tres ciudades bombardeadas un 11 de septiembre de dolor», apuntó.
Constitución adaptada
Pujol, por su parte, aseguró que «no es Cataluña la que se tiene que adaptar a la Constitución, sino que es la Constitución la tiene que adaptarse a Cataluña, y respetarla». El ex presidente catalán subrayó que la «nación catalana» es una realidad que «viene de mucho más lejos» que la Carta Magna. «No es fruto de ninguna Constitución ni de ningún pacto político, ni de ningún programa electoral, es una realidad histórica con identidad propia», apuntó. Pujol, mucho más moderado que Maragall en sus planteamientos soberanistas, emplazó a Montilla a que «entre en juego» para frenar los, a su juicio, intentos del Estado de «reducir a un común denominador» a Cataluña junto al resto de autonomías. «En la defensa de una identidad propia y del autogobierno, que tiene raíces históricas que pero sobre todo expresa una voluntad de proyecto futuro, nadie nos podrá igualar en el conjunto del Estado», añadió.
Pujol también agradeció el otorgamiento de la medalla de oro de la Generalitat, pero le espetó a Montilla que para él su «mayor honor» era haber sido presidente de la Generalitat durante 23 años «por voluntad del pueblo de Cataluña».
«Un camino no deseado»
Con el fin de sofocar los ánimos independentistas, incluso dentro de su propio gobierno, Montilla contestó a Pujol y Maragall que «nadie nos hará ir, como pueblo, por un camino que, colectivamente, no deseamos». El presidente de la Generalitat matizó que, en los últimos 30 años, Cataluña «siempre ha salido adelante» y aseguró que «ahora también sabrá encontrar el camino de su futuro» si hay unión entre los partidos catalanes para alcanzar los «grandes objetivos nacionales» como el despliegue de «todas las potencialidades» del nuevo Estatuto.
El camino que traza Montilla es muy diferente al dibujado por su vicepresidente de gobierno, que insiste en la necesidad de poner una fecha al referéndum sobre la independencia de Cataluña. Carod abogó ayer porque la consulta popular se celebre en un «plazo sensato» y reiteró que es «la única salida» ante la situación actual de Cataluña. El secretario general de ERC, Joan Puigcercós, consideró, por su parte, que Cataluña debe seguir la «estela de Escocia» y que este país debería de ser un referente y «aliado» de la «nación catalana en su camino hacia la independencia».
El presidente de CiU, Artur Mas, emplazó a los catalanes a recuperar la ilusión y la confianza en el futuro pese a que Cataluña vive «un momento difícil» por culpa de la mala gestión del tripartito de Montilla y del Gobierno de Zapatero.
«Los catalanes se sienten en parte desconcertados, en parte confundidos y en parte enfadados, y es lógico», dijo el líder nacionalista, tras reiterar su confianza en su proyecto de convertir CiU en «la casa grande del catalanismo», donde tengan cabida todas las tendencias políticas. El contrapunto a esta cascada victimista y tremendista lo puso el líder de Unió. Josep Duran Lleida, que se borró de la Diada para no participar de este enfervorizado ambiente, dijo desde Chile que los catalanes no tienen derecho a quejarse ni a sentirse y comportarse como «un pueblo derrotado». «No tenemos derecho solamente a transferir y traspasar responsabilidades a los de fuera», apuntó. Duran, que desenmascaró a la clase política catalana, fue tajante: «No podemos poner siempre excusas». Desde la Casa de Cataluña en Santiago, reconoció que la Diada se ha celebrado en un clima de «desilusión y desánimo» por el síndrome post-estatutario y el, a su juicio, «trato injusto» del Estado en materia de infraestructuras.

Un Estado parásito, una realidad macabra, un desvío de la Historia.

"Un Estado parásito, una realidad macabra, un desvío de la Historia".ç Este es el manifiesto que la Plataforma Sobirania i Progrés con motivo de la Diada. Reproducción del texto traducido al castellano. (11-09-2007).

España es una de las dos fuentes de nuestros problemas como una Nación Catalana. La otra son los propios catalanes y catalanas mientras sigan acomplejadas.

España es un Estado parásito, una realidad macabra, un desvío de la Historia:
De los 8 siglos robando y haciendo chantaje a los andaluces, lo llaman "La Reconquista".

De los 500 años de genocidio y de expolio de América lo llaman "Gesta del Descubrimiento y Evangelización".

De los ataques a la Nación Vasca y sus leyes lo llaman "el problema del carlismo". Y de los 300 años desde la destrucción de nuestras instituciones, de ocupación militar, de razonamiento cultural y de expolio económico, los españoles lo llaman "el problema catalán" o moderadamente "la España autonómica".

Los españoles tienen claro qué han de hacer para sobrevivir; por eso, delante del humillante intento de mejorar la autonomía, los españoles ya han hecho renacer el lerrouxismo sin escrúpulos. Se lo juegan todo. Pero nosotros también.

La democracia española es sinónimo de corrupción, de mentira y de derroche. Lo sabían los de Unión Democrática, los Cierres de las Cajas; los de la Mancomunidad; los del Prados de Molló o los de la Batalla del Ebro.

El destino natural de Cataluña es separarse de España, liberarse. El catalanismo no puede estar continuamente reiniciándose. No hay ningún motivo para esperar nada bueno de España y de sus políticos. Si la clase política catalana espera alguna cosa de las elecciones de 2008, o son ilusos o son cómplices de la estafa a Cataluña. Catalanismo es nacionalismo y nacionalismo es independentismo, quien diga que no es así es sencillamente traidor o un ignorante. O peor incluso, un cobarde o un español.

No hay otro camino: Soberanía y Progreso. Independencia. INDEPENDENCIA, YA!