TERROR POLICIACO
En un principio el Gobierno prescinde
prácticamente de las fuerzas de Orden Público, de las que desconfía, dándose
cuenta de la incompatibilidad entre dichas instituciones —en general informadas
por unos principios tradicionales de honor y de disciplina— y los pistoleros y
turbas armadas que defienden al régimen. Son numerosísimos los miembros de
estos organismos de Orden Público que caen asesinados y muy escasos los que,
como rara excepción, aparecen identificados con el Gobierno rojo y gozan de su
confianza.
El Cuerpo de Policía
y el de Seguridad, así como la Guardia Civil, son diezmados, y el nombre de
este benemérito Instituto es substituido por el de Guardia Nacional
Republicana, siendo llamados a sus filas, para reforzarlas y llenar los claros
producidos por los asesinatos y cesantías, multitud de facinerosos.
La Policía queda
mediatizada y el personal profesional restante—que por haberse librado de la
expulsión o del asesinato y no haber encontrado facilidades para la huida
continúa en su puesto—se encuentra sometido a una rigurosa vigilancia ejercida
por los nuevos elementos policíacos reclutados entre los afiliados a partidos y
organizaciones extremistas, y cuya misión en la Policía oficial no era servir
al Estado ni al orden público, sino a sus partidos de procedencia.
En declaración
prestada ante la Causa General de Madrid por el ex Comisario general de Policía
rojo, Teodoro Illera Martín, se hacen, a este respecto, las siguientes
manifestaciones: «...Por último, los agentes nombrados por la Dirección roja
procedían a detener a aquellas personas que consideraban desafectas y las
entregaban en la Comisaría con una nota en la que explicaban los fundamentos de
la detención. Desde luego, estas detenciones eran casi siempre arbitrarias,
dada la falta de preparación técnica de tales agentes improvisados y su acusado
matiz político. Tiene que significar que las detenciones practicadas por estos
agentes carecían de toda regularidad, de tal forma, que unas veces entregaban
los detenidos en la Comisaría y otras veces los detenían obrando por orden de
los Radios Comunistas u otras organizaciones, y no eran llevados a ningún
centro oficial de Policía... En la organización de la Policía de Madrid puede
decirse que se conservó la mecánica tradicional en ella, en lo que al
formulismo se refiere; pero al lado de esta organización oficial existían, de
una parte, los llamados «incontrolados», que eran elementos manejados por las
organizaciones políticas con anuencia del Poder, y de otra, la C. N. T., Radios
Comunistas y otros elementos que ejercían funciones policíacas con entera autonomía
y libertad. En estas organizaciones era donde realmente radicaba la fuerza.
Durante esta época era frecuentísimo que los familiares de las personas
detenidas por estas organizaciones, fiando en la organización más seria y
responsable de la Policía, llamaban angustiosamente a los Comisarios para
pedirles protección. Los Comisarios siempre mandaron agentes adonde eran
solicitados, pero aquí tiene que hacer notar que entre los agentes los había de
dos clases : de una parte estaban aquellos que siempre pertenecieron a la
Policía, los cuales eran mal vistos de los rojos, precisamente por su seriedad
e independencia política, y de otra aquellos qué los mismos rojos habían
nombrado para servir sus intereses políticos. Los agentes incluidos en la
primera de dichas clases vivían atemorizados, y por ello siempre rehuían el
practicar estos servicios, en los que el choque con las milicias podía serles
fatal, y en cambio los otros, cuando llegaban a casa de los detenidos, lejos de
defenderlos contra los desafueros de los Radios y Comités, como ellos mismos
formaban en sus organizaciones, llegaban a ayudarles... La Policía nunca tuvo
relación con las «checas» en el ejercicio de sus funciones, sino que antes bien
siempre una especie de pugna. No quiere decir esto que muchos de los detenidos
por la Policía no fueran a las «checas»; pero esto se efectuaba por la
Dirección General, que era quien, una vez recibidos los detenidos que las
Comisarías les enviaban, los entregaban a las «checas» o cárceles, según los
casos... Lo que sí se daba en algunos casos era que los elementos de las
«checas» se colocaran las placas de los agentes a los que ellos mismos daban
muerte, y no había posibilidad de pedirles la documentación para comprobar si
eran tales, pues la contestación era el clásico «paseo» ... En una ocasión tuvo
noticias el declarante de que en los Ministerios nuevos se efectuaban
asesinatos y llegó a tener conocimiento del siguiente hecho, que le pareció
monstruoso : Dos milicianos violaron a dos señoritas, matándolas después, pero
con tal ensañamiento, que uno de ellos disparó sobre la joven a quien había
violado cuando aún la estaba poseyendo, saltando la masa encefálica de la
desgraciada muchacha en la propia cara del asesino. Inmediatamente el dicente
ordenó colocar un servicio muy estrecho en aquellos alrededores, y le consta
que desde entonces no volvieron a cometer ningún atropello allí. El Ministerio
de la Gobernación mantenía unas Milicias de Retaguardia, que eran fuerzas a las
órdenes del Ministro, con absoluta independencia de la Policía... A juicio del
declarante, toda la responsabilidad por los hechos acaecidos durante esta época
cabe a la falta de energía y dignidad en su cargo del Director General Manuel
Muñoz, pues le sobraban medios materiales y apoyos morales para haber evitado
esta acción de los Radios, «checas» y Milicias. Esto lo prueba suficientemente
el hecho de que los comisarios en sus distritos, esfera de acción mucho más
reducida, cuando supieron imponerse y hacerse respetar de estos elementos, lograron
evitar numerosos atropellos, como ya tiene reseñado en su declaración. Este
Muñoz toleró la existencia y acción de las Brigadas del Amanecer. La Técnica.
(que funcionaba en la Dirección General) y la de Terry y una que controlaba el
Subdirector Carlos de Juan. Estas Brigadas cometieron toda clase de tropelías
hasta fines de noviembre... El 7 de noviembre de 1936, con motivo de la
proximidad de las Fuerzas nacionales, el Gobierno huye a Valencia, y en Madrid
se constituye la Junta de Defensa bajo la presidencia de Miaja. Con esto surge
una nueva organización de los servicios de Policía. Se crea el Consejo de
Gobernación, cargo que ocupa Santiago Carrillo, estableciéndose este organismo
en Serrano, 37. Este Consejero de Gobernación es como un Ministro de la
Gobernación, cuyas funciones se circunscriben a Madrid. El Jefe Director de la
Policía es el Delegado General de Orden Público, cargo que ocupa Serrano
Poncela, y también se establece en Serrano, 37... Se crea también un Consejo de
Seguridad, que depende directamente del Consejero de Gobernación, aunque en la
práctica es autónomo y no conoce limitación en su poder. Entran a formar parte
en este Consejo elementos del disuelto Comité de Investigación Pública («checa»
de Fomento).. Los demás componentes de la disuelta «checa» de Fomento fueron
distribuídos por las Comisarías de dos en dos. Se les destinó a las Comisarías
por un oficio del Director General, en el que se decía que iban en calidad de
ayudantes de los Comisarios; pero en realidad su papel era el de controles
políticos... El 6 de enero de 1937 el dicente recibe un telegrama del entonces
Director General de Seguridad, Wenceslao Carrillo, ordenándole que se incorpore
a Valencia... La anarquía reinante en Valencia era aún mucho mayor que la de Madrid.
Se daba el caso de que llegara a la puerta del Palacio de Benicarló, donde se
celebraban los Consejos de Ministros, algún agente de estas milicias
antifascistas, y sin autorización alguna y por propia iniciativa se llevaba los
coches de los Ministros... Recuerda que dos agentes de Policía se encontraban
en un café y aproximándose un grupo de milicias, les preguntaron los nombres, y
seguidamente los asesinaron allí mismo... Poco a poco el Gobierno ha
conseguido, cuando llega el mes de abril, una organización de tipo normal;
pero, no obstante, por aquella época el Ministro Galarza crea el D. E. D. I. D.
E. (Departamento Especial de Información del Estado). Este Departamento es como
algo de transición entre las milicias y la Policía. En resumen, una modificación
o atenuación de las Milicias de Retaguardia. Parece obedecer esto a un criterio
constante en Galarza de tener siempre bajo sus órdenes alguna organización que
sirviese para protegerle en su miedo. Estas nuevas milicias tienen sus agentes
y cárceles propias. Entre éstas, las tristemente célebres «checas» de Santa
Ursula de Valencia. En este D. E. D. I. D. E. pueden hallarse un antecedente
del S. I. M., y una vez creado éste, se refunden los dos organismos... Las
funciones de la Policía en esta época se limitan a protección de edificios y
personajes oficiales y represión de alzamientos de la C. N. T. en Levante.
Todas las demás funciones las ejerce el D. E. D. I. D. E. ... La Policía de
Barcelona, aparte de todas sus otras inmoralidades, tenía establecido un
fantástico negocio que giraba alrededor de la evasión de personas y capitales.
Muchos de los agentes decían estar agregados a los Consulados del Mediodía
francés, cosa que no era cierta, y que aprovechaban para dedicarse al
contrabando de alhajas y capitales en provecho propio. Se calculaban en 2.000
millones de pesetas los valores sacados a Francia por este procedimiento.
Alrededor de los pasaportes se estableció también un enorme negocio. Y el salir
de Cataluña era cuestión de abonar una cantidad más o menos crecida... No
siempre se lograron estas evasiones, sino que frecuentemente cogían el dinero y
luego asesinaban a las personas a las que habían desvalijado por este
procedimiento... Fue nombrado Presidente de un Tribunal de exámenes en Madrid
para el ingreso en la Policía de los agentes interinos y elementos de las
Milicias de Retaguardia. Coincidió este nombramiento con el de Comisario
General de Madrid, de cuyo cargo toma posesión el 11 de septiembre de 1937. Ya
a partir de esta época no existen las «checas», que son sustituidas por el S.
I. M., con el que no guarda la menor relación la Policía... Existía también una
«Brigada Especial» creada por el anterior Comisario General David Vázquez
Baldominos, de filiación socialista. La mandaba Fernando Valentí, procedente
del grupo de agentes provisionales, ya con categoría de Comisario. Esta
Brigada, aunque de organización policial, estaba controlada por los
socialistas, y como en ella se dieran malos tratos a los detenidos, el dicente
la disolvió. Cuando fué disuelta, sus componentes fueron reclamados por el S.
I. M., de matiz socialista, pues sin ser de este partido no se podía pertenecer
al S. I. M. El S. I. M. procedió siempre, además de con gran crueldad, con
procedimientos ladinos y capciosos. Una de sus actividades era lanzar a sus
agentes sobre personas de gran indiferencia política y las asustaban
diciéndoles que los nacionales estaban para entrar y que era conveniente que se
alistaran en Falange para encontrarse garantizados a la llegada del Ejército.
Cuando por este procedimiento reunían ciento cuarenta o ciento cincuenta
personas, entregaban las listas y decían que habían detenido a una Bandera
completa de Falange...
La precedente
declaración refleja de modo bastante aproximado el carácter de la Policía del
Frente Popular y de aquellos organismos represivos creados por el Gobierno
marxista para servirse de ellos directamente en medio del terror desordenado
del periodo revolucionario.
Los departamentos y
servicios policíacos de especial interés son confiados a los elementos de nuevo
ingreso, procedentes de los organismos del Frente Popular, que despliegan todo
su celo en fomentar artificiosamente, mediante la infiltración de agentes
provocadores, complots contra el régimen marxista, que motivan la detención de
numerosas personas que, brutalmente maltratadas en las prisiones de la Policía,
son obligadas a reconocer imputaciones que, incorporadas al correspondiente
proceso, acarrean la condena capital de los inculpados, como ocurrió en
numerosos casos, entre ellos el de D. Antonio del Rosal y López de Vinuesa, que
con otros doce, detenidos al mismo tiempo en Madrid, fué fusilado en el Campo
de Paterna, de Valencia, en 29 de octubre de 1937, así como el de D. Javier
Fernández Golfín y D. Ignacio Corujo, que en unión de varios compañeros suyos
fueron ejecuta-dos en los fosos de Montjuich, en Barcelona, en el año 1938,
después de haber sido unos y otros inhumanamente maltratados en Madrid durante
largo tiempo.
Acerca del trato
recibido por los detenidos en la prisión policíaca de la Ronda de Atocha,
número 21 (antiguo Convento Salesiano de Madrid), el ex Diputado de Izquierda
Republicana y Tesorero de la Cruz Roja Española de Madrid durante la lucha
civil, don Ramón Rubio Vicente, manifiesta lo que sigue ante la Causa General :
«Que a mediados de junio de 1937 llegaron al declarante noticias del régimen
insufrible y de los malos tratos aplicados a los detenidos en la prisión
preventiva dependiente de la Dirección General de Seguridad roja y establecida
en el antiguo Convento de Salesianos de la Ronda de Atocha, número 21 (María
Auxiliadora). En unión del Delegado de la Cruz Roja Internacional, Sr. Vizcaya,
obtuvo del Comisario General de Policía, David Vázquez Baldominos, que le
facilitase la visita a dicha prisión, y en esta primera visita, y en alguna
otra que realizó, pudo comprobar que los presos eran objeto de malos tratos,
que a las mujeres se las hacía declarar en cueros, y que en la enfermería los
enfermos estaban tirados en el suelo. Todo esto aparte del régimen de escasez y
privaciones, debido a desidia, como, por ejemplo, la falta absoluta de agua
durante varios días, en medio del calor de aquel verano, por una avería en las
cañerías, que nadie se ocupaba de reparar. Recuerda los nombres de los Agentes
entonces de servicio, que eran Tomás Altozano y Manuel Linares Alcolea, ambos
de Izquierda Republicana, y Cipriano Blas Roldán, del Partido Socialista, y
como Sargento de la guardia, Antonio Parrondo. Merced a gestión del declarante
se logra que la Comisaría General de Policía de Madrid admita en dicha prisión
los servicios del Médico D. Aurelio Molero Berrio, nombrado por la Cruz Roja, y
dicho señor, en unión del declarante, acudió a la prisión el 4 de julio,
aprovechando la ocasión para enterarse del régimen e interioridades de aquel
departamento; al abrir la puerta del calabozo número 5, donde había de
prestarse asistencia a un enfermo, les hizo retroceder un paso el nauseabundo
olor que allí se respiraba; en dicho calabozo encontraron encerrado a un hombre
como de unos cuarenta años, que al ser examinado por el médico se quejaba de
sufrir grandes dolores; su aspecto era horrible, como el de una persona
secuestrada después de un largo cautiverio de penalidades y sufrimientos.
Parecía un verdadero espectro, y se encontraba desnudo de medio cuerpo para
arriba, con un pantalón hasta la rodilla, sin calcetines ni zapatos y tirado en
el suelo, con una hoja de periódico. Preguntados los guardianes si aquel preso
no tenía petate o colchoneta, contestaron que se la habían retirado porque el
preso era de cuidado. El detenido manifestó al declarante que de madrugada
pasaba mucho frío, y que entonces se tapaba con la hoja de periódico, que era
lo único que tenía en el calabozo. Dicho calabozo tendría medio metro de ancho
por dos o tres de largo, y hasta para reducir más sus dimensiones, estaba
debajo de la escalera, por lo que resultaba abohardillado. El Médico, por
indicación del declarante, aconsejó el traslado del enfermo a otro lugar mejor.
Preocupado el declarante por estas atrocidades, gestionó de las autoridades
rojas de Prisiones que dicha prisión policíaca fuese encargada al personal del
Cuerpo de Prisiones, esperando que así mejorase la insufrible situación de los
detenidos. Con posterioridad a la liberación se enteró el declarante de que el
preso del calabozo número 5 era D. Enrique Urreta, Capitán del Ejército, y que,
según referencias, está actualmente de guarnición en Burgos... Los calabozos de
los pisos altos, que el declarante no visitó, eran conocidos entre los presos
con el nombre de calabozos de la muerte, y, desde luego, las prolongadas
incomunicaciones que en la Ronda de Atocha se prodigaban eran verdaderos medios
de tortura, sabiendo todo el mundo lo que ocurría, sin que nadie se creyese en
el caso de impedirlo, hasta que el declarante se preocupó de esta cuestión.
Nuevamente, y después de la mejora observada en el trato de la prisión de
Atocha, se recibieron noticias en el Comité Central de la Cruz Roja, por
manifestaciones del Sr. Jiménez Balgañón, de que en dicho preventorio del
Convento de los Salesianos volvían a aplicarse malos tratos, y preguntado sobre
este hecho el Médico señor Molero, lo confirmó, en 18 de noviembre de 1937,
diciendo que se trataba de un detenido que había ido a la Ronda de Atocha
procedente de la Brigada Especial de Serrano, io8 (¿108?), y quedó dar el
nombre al declarante. El 3 de diciembre de 1937, el Sr. Morata manifestó en una
reunión del Comité Central de la Cruz Roja que se había enterado de que en la
prisión de la Ronda de Atocha había unos cuarenta detenidos y que llevaban allí
varios meses. Extrañado el declarante, que creía ya virtualmente desalojada
aquella prisión, fué a hablar con Illera, por entonces Comisario General de
Policía, a quien insistió sobre la necesidad de acabar con los malos tratos en
dicha prisión y con las incomunicaciones prolongadas, ofreciéndole atenderle.
En nueva visita realizada por el declarante a la prisión, en enero de 1938,
encontró en cama en la enfermería a un detenido, todavía convaleciente de los
malos tratos de que había sido víctima en la Brigada Especial de Serrano, 108,
y dicho detenido agradeció los ofrecimientos del declarante estrechándole
fuertemente la mano...»
Declaración que viene
a confirmar insistentes manifestaciones en el mismo sentido hechas ante las
Autoridades judiciales nacionales acerca de los martirios aplicados por la
Policía del Frente Popular en la prisión de los Salesianos de Madrid y en sus
demás dependencias, contándose entre estos testimonios el del Doctor Gerardo
Sanz Ruber, quien dice, que a Javier Fernández Golfín le dieron dieciocho o
veinte palizas; que a Miguel Angel García Loma le fracturaron dos costillas, y
que el propio declarante sufrió tales malos tratos, aplicados a un mismo tiempo
por cuatro o cinco policías rojos, que estuvo orinando sangre por espacio de
nueve días.
Al no resultar
discreto ya, en la primavera del año 1937, la prosecución en masa de los
asesinatos característicos de la anterior época, y cancelada o muy disminuída
la actividad de las «checas», la Policía roja suele evitar por su parte la
comisión de crímenes demasiado alarmantes, y se dedica a torturar a sus
detenidos del modo que queda expuesto, sin que por ello cese en sus asesinatos.
Sin incluir las
entregas de detenidos a las «checas», hechas por los diversos centros
policíacos de Madrid durante los primeros meses de la contienda civil, han
podido concretamente determinarse, por denuncias de familiares de las víctimas,
diversos asesinatos a cargo de la Brigada Especial de Policía, establecida
desde el año 1937 en la calle de Serrano, 108 , así como del preventorio
policíaco de la Ronda de Atocha, números 21 y 23, directamente dependiente de
dicha Brigada Especial; y entre ellos, D. Faustino Ruiz Pérez, D. José Gracia
Mairal, D. Antonio Fernández de las Heras, D. Juan Tortosa Franco, D. Cipriano
Lozano Crespo, D. Martín Apesteguía Pisón, don Vicente San Juan Salamanca, D.
Enrique Castillo López, D. Jesús García y García y D. Angel Rodríguez Tejada.
Los desmanes
realizados por la Policía roja, no sólo reconocían en todos sus casos como
víctimas a personas más o menos adversas al régimen político frentepopulista,
sino que recaían muchas veces sobre personas completamente ajenas a la
política, siendo la codicia o los intereses particulares de los miembros de la
Policía roja, procedentes de las «checas», el único y exclusivo motivo de estos
crímenes, acompañados con extraordinaria frecuencia de ultrajes al pudor y
expoliaciones de la propiedad: Así, en los primeros días de octubre de 1937,
unos Agentes de la Brigada de Información y Control de Frentes de la Policía
roja, entre los que figuraban Fidel Losa Petite y Bibiano Bere Revolé —muy
conocidos por su destacada actuación criminal— registraron el domicilio de doña
María Irribarren Martínez, que fué detenida y despojada de mil pesetas halladas
en su poder; fué víctima de diversos ultrajes, y después de pasar por el centro
policíaco de la Brigada de Información y Control, establecido a la sazón en el
paseo de la Castellana, fué conducida al sector militar de El Pardo y
asesinada. El mismo agente rojo Fidel Losa Petite, secundado también por
Bibiano Bere y otros individuos de la Policía del Frente Popular, condujeron en
un automóvil, en septiembre del mismo año 1937, a la señorita Carmen Pérez
Mansilla, de veinticuatro años, domiciliada en la calle del General Martínez
Campos, número 9, haciéndola creer que la trasladaban a Alicante, desde donde
le sería fácil salir de España en algún buque; en la carretera la asesinaron,
enterrándola en el propio lugar del crimen.
Otros muchos crímenes
semejantes fueron llevados a cabo por la Policía roja y demás organismos
oficiales represivos del Gobierno frentepopulista, incluso en época ya bien
avanzada de la guerra, tanto en Madrid como en los demás territorios sometidos
al dominio rojo, existiendo constancia judicial de estos hechos.
Con independencia de
la Policía, el Gobierno marxista va creando otros diversos organismos
represivos de carácter oficial, como el D. E. D. I. D. E. (Departamento Especial
de Información del Estado) y el S. I. M. (Servicio de Información Militar).
Nace el D. E. D. I.
D. E. en Valencia, siendo su núcleo fundador la Compañía de Milicias de
Vigilancia de Retaguardia de Madrid, que servía de escolta personal al Ministro
de la Gobernación Angel Galarza, a quien habían acompañado en su huída desde la
Capital, donde los mencionados elementos afectos a Galarza habían cometido
durante varios meses toda clase de crímenes sangrientos y de depreciaciones en
la célebre «checa» de la calle del Marqués del Riscal, número 1. Al abandonar
Galarza la Capital madrileña, ante el avance nacional en noviembre de 1936,
encargó a varios de estos chequistas del transporte de las maletas cargadas con
dinero y alhajas que el referido Ministro rojo se había reservado para sí y que
no pudo aprovechar en definitiva por haberse apoderado violentamente de dicho
tesoro las milicias anarquistas de Barcelona, que se enteraron oportunamente
del paso por dicha ciudad de los milicianos de la escolta de Galarza encargados
por éste de conducir a lugar seguro las maletas confiadas a su custodia por el
Ministro.
Este primitivo núcleo
del D. E. D. I. D. E. —organismo represivo extendido más adelante a toda la
España roja— instaló en Valencia las famosas «checas» de Baylia y Santa Ursula,
consistiendo las torturas empleadas en las mismas no sólo en brutales
apaleamientos, sino en el uso de torniquetes para descoyuntar los miembros,
quemaduras de las extremidades, introducción de estaquillas entre las uñas,
retorcimiento de los órganos genitales, suspensión de la víctima (que quedaba
colgada del techo con la cabeza hacia abajo), introducción de los detenidos en
celdas cuyo piso, rebajado, se hallaba inundado por dos palmos de agua, etc.
Otro de los castigos consistía en introducir a os detenidos, privados de
alimentación, en unos cajones de un metro madrado de base y escasa altura,
donde se les obligaba a permanecer encogidos durante varios días, hasta que se
desmayaban. Entre multitud de
personas sufrieron estos martirios en las «checas» policíacas del E. D.
I. D. E., en Valencia, D. José Selles Ogino y D. Emilio Calonarde Granell,
cuyas declaraciones, así como otras muchas en igual sentido, obran en la Causa
General de dicha provincia. Tanto al señor últimamente mencionado como a D.
Jesús Domingo Vargues les fueron quemadas las plantas de los pies.
Dirigían las «checas»
de Baylia y Santa Ursula—direc-Imente dependientes del Ministro Galarza—además
del Comisario Juan Lobo, el Comandante rojo Justiniano García, jefe de la
escolta del Ministro marxista; el Capitán de milicias Alberto Vázquez y sus dos
hermanos y, en resumen, cuantos habían ejercido mando en la «checa», madrileña
de la calle del Marqués del Riscal, de donde procedían. Como técnico con amplia
autoridad figuraba, entre otros extranjeros, un idividuo ruso que usaba el
nombre de Peter Sonín, así como su mujer, Berta, cuya actuación alcanzó
notoriedad en Valencia.
Las «checas» de
Baylia y Santa Ursula, como las demás del D. E. D. I. D. E. en toda España
roja, pasaron a depender en mayo de 1938 del S. I. M., cuando este nuevo
instrumento de terror, creado en 1937 por el Ministro de Defensa Indalecio
Prieto, acabó por absorber al D. E. D. I. D. E.
El D. E. D. I. D. E.
dependía del Ministerio de la Gobernación y su mando supremo fué confiado, al
poco tiempo de su creación, a Francisco Ordóñez, amigo de Indalecio Prieto
pistolero de su escolta con anterioridad a la guerra, uno de los asesinos comprobados del Diputado
D. JOSÉ CALVO SOTELO.
Siendo Indalecio
Prieto Ministro de Defensa, también en el año 1937, constituye el S. I. M., con
amplísimas atribuciones que acaba por absorber al D. E. D. I. D. E., cuya
misión informativa se consideró fracasada.
El S. I. M. no se
limita a su específica esfera de investigación militar, sino que se convierte
en la Policía política más siniestra y temible, imponiendo el terror tanto en
los frentes como en la retaguardia y cometiendo numerosos asesinatos. El S.I.M.
del Ejército del Centro (Madrid), quedó a cargo de Angel Pedrero García maestro
socialista, delincuente contra la propiedad y amigo de Indalecio Prieto y de
Angel Galarza, de quien era paisano Pedrero; nombrado Jefe de Demarcación del
S. I. M. con la graduación de Teniente Coronel, distribuye los mandos
superiores de su Servicio entre sus antiguos compañeros de la «checa» de
Atadell —a la que él mismo había pertenecido como segundo jefe— y completa el
personal con una serie de agentes de policía socialistas, procedentes casi
todos ellos de las «checas» .
El S. I. M. de Madrid
aplicó a sus detenidos terribles malos tratos en su prisión de San Lorenzo
(perteneciente con anterioridad al D. E. D. I. D. E.) y comete asesinatos en la
capital, aparte de los que los agentes del S. I. M. podían impunemente cometer
en los frentes de guerra. Se refieren a algunos de estos asesinatos las
siguientes declaraciones obrantes en la Causa General de Madrid :
Don Miguel Minuesa
Pueyo denuncia que el 25 de abril de 1938 fué detenido su hermano D. José
Minuesa Pueyo por dos sujetos vestidos de Tenientes del Ejército rojo, que lo
condujeron al Ministerio de Marina (S. I. M.), donde perdieron noticias del
detenido el día 28 del mismo mes.
Don Fernando Martín
Salgado, con domicilio en Núñez de Balboa, núm. 5, denuncia que su hermana
política doña Sofía Follente Morlin, vecina de Pozuelo de Alarcón, cuyo hijo
Gregorio se había pasado a zona nacional, fué detenido en Miraflores de la
Sierra el 11 de julio de 1938 por agentes del S. I. M. y conducida al
Ministerio de Marina, habiéndose enterado posteriormente el declarante de que
la detenida había sido asesinada el día 24 del mismo mes y año.
Don Alfonso Mazariego
Lavín, con domicilio en O'Donell, 20, hace constar que su tío D. Alfredo Chelvo
Bosch, de sesenta y un años, con domicilio también en O'Donell, 20, fué
detenido en el Sindicato de Técnicos de la C. N. T. el 13 de mayo de 1938, y
conducido al S. I. M. del Ministerio de Marina, de donde desapareció sin que se
volviera a tener noticia alguna de su paradero.
Don Rafael Castro de
la Jara, Médico, con domicilio en esta capital, calle de Alcalá, 117, expresa
que su hijo D. Joaquín Castro Moreno fué detenido el 25 de febrero de 1939 por
dos agentes del S. I. M., uno de los cuales decía ser el Teniente Iglesias,
quienes le llevaron a las oficinas de dicho centro (Ministerio de Marina),
siguiéndole el declarante, que llegó hasta la puerta del Ministerio de Marina,
oyendo al poco rato lamentos de su hijo a quien vió bajar corriendo las
escaleras, quejándose de malos tratos, en cuyo momento los vigilantes le acribillaron
a balazos; que practicada la autopsia por dos Médicos forenses, entre ellos el
Dr. D. Arturo Santamaría, se apreciaron en el cuerpo de la víctima señales de
magullamiento recientes; y que al asesinado le fueron robadas 800 pesetas que
llevaba.
Según denuncia de D.
Alfonso Cordón de Roa, con domicilio en Pozas, 18, su hermano D. Enrique Cordón
de Roa, Abogado, fué detenido por agentes de la Brigada de Pedrero al salir del
Palacio de Justicia de Madrid el 30 de septiembre de 1937, y conducido al Ministerio
de la Guerra, desde donde se cree fué trasladado a Valencia, sin que hayan
vuelto a tenerse noticias de su paradero.
Doña Agustina
Povedano López, con domicilio en Jorge Juan, 94, denuncia que su marido D.
Salvio Rivagorda Gómez, fué detenido por agentes del S. I. M. en la calle de
Goya el día 29 de abril le 1938, siendo conducido a la «checa» del Ministerio
de Marina, de donde desapareció el día 1 de mayo.
Doña Flora Baelo
Navarro, domiciliada en Jorge Juan, (¿))4, manifiesta que su hermano D. Pedro
Baelo Navarro fué detenido ,por agentes del S. I. M. el día 29 de abril de
1938, siendo conducido a las dependencias del referido S. I. M., donde dieron
razón de él durante dos días, al preguntar sus familiares, sin que a partir de
dicha fecha volviera a tenerse ninguna noticia del desaparecido.
En denuncia
presentada por doña Vicenta Arce González, domiciliada en Doctor Esquerdo, 41,
se consigna que su esposo D. Paulino Angel Sáinz fué detenido por agentes del
S. I. M. el día 25 de agosto de 1938, siendo conducido al Ministerio de Marina,
de donde desapareció, habiéndose hallado su cadáver el día 2 de septiembre en
el Depósito Judicial e inhumado por la familia en el Cementerio de Nuestra
Señora de la Almudena.
Doña María González
Parra, con domicilio en esta Capital, calle de Sagunto, núm. 10, denuncia que
su hermana doña Elisa González Parra, telefonista, fué detenida por agentes del
Servicio de Investigación Militar el 2 de julio de 1938 y conducida a la
«checa» de San Lorenzo, de donde desapareció; habiendo tenido referencias la
declarante, obtenidas en la Cruz Roja Internacional, de que en las oficinas del
S. I. M., de Cuenca, la detenida fué maltratada, habiéndose abusado de ella al
parecer y siendo a continuación arrojada por una ventana al río Júcar, habiendo
expresado el certificado facultativo que la víctima había fallecido por la
fractura de la base del cráneo.
Al derrumbarse el
régimen marxista, los miembros del S. I. M. de Madrid huyen a los puertos de
Levante, donde tratan de embarcar para el Extranjero y —siguiendo el ejemplo
del reparto de fondos hecho en 1936 por los chequistas del Comité Provincial de
Investigación Pública—, Angel Pedrero distribuye, en una casa de la calle de la
F. A. I., de Valencia, entre varios de sus subordinados, dinero y alhajas
procedentes de los saqueos llevados a cabo por el Servicio de Investigación
Militar, así como una importante partida de azafrán, producto que alcanzaba una
elevada cotización.
Llegaron a ser
tristemente célebres las «checas» del S. I. M. de Valencia, establecidas en
Villa Rosa, Escuelas Pías y calle de Sorni, núm. 7, por la constante aplicación
de tormentos refinados, habiéndose perpetrado en ellas violaciones y abusos
deshonestos de que resultaron víctimas varias detenidas, algunas de las cuales
han denunciado ante la Justicia nacional tales atropellos.
Se pegaba con
instrumentos contundentes hasta dejar a los detenidos sin sentido, aplicándoles
duchas para reanimarlos, llegándose a eliminar a muchas personas. Si los
declarantes no lo hacían a gusto de sus interrogadores, se simulaba su
fusilamiento, a fin de atemorizarlos, teniendo lugar estos simulacros por la
noche, en los alrededores de la ciudad; fueron empleados calabozos de
emparedamiento, impregnados de humedad y privados en absoluto de luz, en los
cuales los detenidos se veían obligados a evacuar sus necesidades en el mismo
calabozo, del que solían ser sacados por la noche y conducidos al despacho del
responsable, donde eran interrogados entre blasfemias e insultos soeces, siendo
varios los detenidos que enloquecieron. Otro de los martirios consistía en
colocar en las muñecas de las víctimas esposas con pinchos interiores, siendo
táctica de los chequistas aplicar estas torturas en presencia de los detenidos
recientemente ingresados en la «checa», a fin de que se impresionaran y
resultasen de este modo más explícitas sus declaraciones. Las detenciones iban
acompañadas del saqueo del domicilio de las víctimas, muchas de las cuales eran
personas de buena posición económica.
El Médico D. Juan Rubirac
Ballester certificó repetidos casos de lesiones graves, producidas en centros
del S. I. M. de Valencia.
Don Federico Espinosa
de los Monteros fué maltratado durante tres meses, desde agosto a noviembre de
1936, en las «checas» del S. I. M. de las calles de Sorní y Carniceros, de
Valencia, bajo la dependencia de Loreto Apellániz, por los siguientes
procedimientos : Atado al respaldo de una silla le fueron retorcidos los
órganos genitales, martirio que le produjo una fortísima orquitis, de la que
todavía —en junio de 1941—se resentía; en la mencionada «checa» de la calle de
Carniceros permaneció encerrado en una habitación de techos bajísimos que le
hacía permanecer en flexión casi continua durante los treinta y seis días que
duró su encierro en dicha habitación, cuyo piso se encontraba cubierto por un
palmo de agua, que le impedía sentarse. Como consecuencia de estos
sufrimientos, le quedaron dolores en la columna vertebral y en los riñones y
una úlcera que, en la época en que el Sr. Espinosa de los Monteros prestó su
declaración ante las Autoridades, se encontraba todavía en estado de
supuración.
El más cruel de todos
los cabecillas del S. I. M. de la capital valenciana fué el aludido Loreto
Apellániz García, responsable de las «checas» de este organismo durante el
último periodo de la lucha civil, y a quien, en vista de la publicidad
alcanzada por sus monstruosos crímenes, hubieron de encarcelar y formar proceso
los propios frentepopulistas de significación más moderada que se hicieron
cargo del Poder en marzo de 1939, varios días antes del derrumbamiento de la
resistencia marxista; sumario que sirvió de sólida base, al ser liberada la
capital levantina por el Ejército nacional, para la sentencia del Consejo de
guerra que, en abril de 1939, condenó a la última pena a Loreto Apellániz y a
sus principales secuaces.
El S. I. M. de
Barcelona —donde, por hallarse el Gobierno rojo, radicaba la Jefatura central,
desempeñada por Garcés, que también fué pistolero al servicio de Prieto y
asesino de CALVO SOTELO—, supera a las demás demarcaciones por su crueldad
refinada. Las «checas» barcelonesas del S. I. M. disponen de toda clase de
elementos técnicos de tortura que, al ser conquistada la capital catalana por
el Ejército liberador, aún se encontraban instalados, y fueron capturados
intactos y examinados libremente por el público.
El terror policíaco
había culminado en Barcelona, residencia del Gobierno republicano durante los
dos últimos años de la contienda civil. En las «checas» oficiales se montaron
por el S. I. M. complicadas instalaciones de tortura, bajo la dirección técnica
de un aventurero degenerado, de ascendencia austriaca, apellidado Laurenzic.
Fueron utilizadas
celdas reducidísimas en las que el piso se encontraba cubierto de ladrillos
puestos de canto, de modo que no resultase posible al detenido asentar de plano
la planta del pie, y menos aún acostarse sobre el suelo, sin resultar
cruelmente lastimado; la misma celda tenía por todo asiento un poyo en declive,
que no permitía, a quien en él se reclinase, conciliar el sueño, puesto que en
ese mismo momento rodaba forzosamente al suelo, en el que le aguardaba el filo
de los ladrillos colocados precisamente con esa finalidad. Un timbre unas veces
y otras un metrotono, mantenían en constante tensión los nervios de la víctima.
Otras celdas,
semejantes a armarios, tenían escasamente capacidad para albergar el cuerpo del
detenido, que era introducido de espaldas y de cara a la puerta, que, al ser
cerrada, le impedía todo movimiento, en cuyo instante era encendido un foco
potentísimo que producía a la víctima vivo deslumbramiento y graves lesiones a
la vista, obligándole a permanecer con los ojos cerrados y fuertemente
apretados.
Otra de las celdas de
tortura consistía en una especie de campana, cuya temperatura podía ser elevada
a voluntad desde el exterior, hasta hacerse insoportable, por medio de
dispositivos eléctricos, produciéndose al propio tiempo, por medio de unos
martillos o rodillos, un ruido ensordecedor, que enloquecía a las víctimas.
La «checa» de la calle
de Zaragoza, establecida en un convento de religiosas sanjuanistas, adquirió
triste fama por los variados procedimientos de tortura con que fueron
martirizados los detenidos, destacando, entre los más crueles, el martirio de
la silla eléctrica, instalada en la sala donde actuaba un titulado tribunal
rojo, que ordenaba y contemplaba el suplicio de los recluidos en esta «checa».
La «checa» de la
Tamarita, emplazada en un chalet enclavado entre el Paseo de San Gervasio,
Avenida del Tibidabo y calle de Nueva Belén, entre cuyos dirigentes figuraban
jefes del S. I. M. rojo, alguno de elevada graduación militar, y sujetos de
nacionalidad rusa; la de la calle de Ganduxer, la del Seminario y otras varias,
fueron regentadas en Barcelona por el S. I. M. siempre con los mismos métodos.
En los sótanos de la
«checa» del S. I. M. establecida en la calle de Muntaner, 321, fué empleada por
primera vez en Barcelona el tormento de la silla eléctrica.
Acaso la más famosa
«checa» del S. I. M. en Barcelona haya sido la de Vallmajor, también conocida
con el nombre de «Preventorio D». En ella se emplearon los más refinados
martirios para obtener de los detenidos declaraciones a gusto de sus
interrogadores.
En los campos de
concentración del S. I. M., principalmente en los de la Región catalana,
murieron a consecuencia de las penalidades y malos tratos padecidos un número
muy elevado de detenidos que sufrían, en general, un trato inhumano.
Desde que el S. I. M.
actúa en la zona marxista se dedica a mantener, tanto en el frente como en la
retaguardia, el más violento terror como medio para contener la creciente
desmoralización del Ejército rojo y de la población civil; la red de agentes
reclutados entre los antiguos chequistas, y de confidentes —denominados
«Agentes invisibles»— tenía a su cargo las detenciones y asesinatos, siendo una
de sus misiones la de detener a los familiares de aquellos soldados del
Ejército rojo que se pasaban a las líneas nacionales, siendo conducidos estos
rehenes, sin consideración a su edad (a veces se detenía al padre del evadido),
a la misma unidad militar donde el fugado prestaba sus servicios, en la que muy
frecuentemente eran asesinados al poco tiempo de su llegada.
El sistema de
secuestros y torturas es aplicado en todos los lugares en que existe un
destacamento o representación del S. I. M. En Almería, una mujer fué cruelmente
maltratada en presencia de su marido, también detenido, y éstebrutalmente
apaleado a su vez al intentar defender a su mujer, golpeada sin descanso por
seis individuos,que la habían desnudado previamentemurió poco después en la
prisión de Baza. El mismo S. I. M. de Almería solía emplear el tormento de atar
a sus detenidos de pies y manos y sumergirlos en una balsa llena de agua, donde
los tenían cierto tiempo, no extrayéndolos hasta que los veían casi ahogados.
En el Campo de
trabajo número 3, establecido por el S. I. M. en el término municipal de
Ornelles de Nogaya (Lérida), fueron asesinados unos doscientos detenidos. Un
testigo presencial, llamado D. Dionisio Samper Samper, que también estuvo
internado en dicho Campo, relata el asesinato del seminarista D. Francisco
Arias Antequera, natural de Madrid : El 24 de junio de 1938, Antequera fué
apaleado ferozmente por el hecho de haberse descubierto su condición de
seminarista; empezó el suplicio a las dos de la tarde y estuvo siendo golpeado,
con ciertos intervalos, hasta la madrugada, en que expiró; en las primeras
horas de la madrugada pidió un poco de agua y le dieron a beber orines con sal.
Este asesinato fué también presenciado por don Juan Argemí Fontanet, que
declaró igualmente lo sucedido ante las Autoridades judiciales del Estado
Nacional; este mismo testigo recuerda, entre los numerosas asesinatos de
detenidos, el del Dr. D. Casimiro Torréns, Médico de Omelles de Nogaya, que fué
muerto a tiros.
En términos
generales, y con modalidades que difieren en algún detalle, según las diversas
demarcaciones, lo apuntado constituye el carácter general de la actuación de la
Policía política roja cuya última y más acabada manifestación se encuentra
representada por el S. I. M., creado por Indalecio Prieto.
La dirección de las
instalaciones de tortura de las «checas» del S. I. M. de Barcelona, corrió a
cargo del jefe supremo del S. I. M., Santiago Garcés, de Francisco Ordóñez —que
fué jefe del D. E. D. I. D. E.—, del Gobernador del Banco de España rojo, Pedro
Garrigós, y de los miembros del referido servicio policíaco, Comandante Alonso,
Urdueña, Sargento Mendoza y otros varios, ejerciendo el cargo de jefe de
interrogadores un individuo apellidado Walter.
A los tormentos que
los instaladores de las «checas» oficiales del S. I. M. denominaban
«psicotécnicos», se unían las más duras y brutales violencias materiales,
siendo usual la aplicación de hierros candentes que producían profundas quemaduras
y arrancaban las confesiones de responsabilidades ciertas o imaginarias
pretendidas por los interrogadores; también era frecuente, como en las «checas»
oficiales de Valencia, el retorcimiento de los órganos genitales de los
detenidos v la suspensión de éstos —hombres o mujeres— cabeza abajo por tiempo
prolongado. Constan fehacientemente acreditados numerosos casos de esta índole,
relatados ante las autoridades judiciales por los supervivientes.
En la «checa» de la
calle de Valimajor, de Barcelona, un detenido se ahorcó, enloquecido, después
de haber sido cruelmente maltratado; lo acredita como testigo el entonces
detenido, médico de Barcelona, D. Juan Juncosa. La esposa de D. Jaime Scoda, se
volvió loca, a consecuencia de las penalidades sufridas en la misma «checa» de
Vallmajor, en la que estuvo detenida, en unión de su marido.
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