Capítulo III
TERROR ANÁRQUICO
Desde que las turbas extremistas se adueñaron
de las poblaciones donde el Alzamiento Nacional había fracasado o no se había
producido, su actuación se caracterizó por su feroz brutalidad, dando rienda
suelta al terror más desenfrenado. Imperan el asesinato y el robo. Quien no
poseía un carnet sindical o de algún partido del Frente Popular, de fecha
anterior al 18 de julio, carecía de personalidad jurídica y del derecho a la
vida, y podía ser impunemente y a capricho muerto por cualquier miliciano.
Algunas categorías
sociales son consideradas inexorablemente acreedoras a la pena de muerte o,
mejor dicho, al asesinato, sin neutralidad judicial alguna Así sucede
principalmente a los sacerdotes o militares. La misma suerte cabe a los
afiliados a Falange Española, al partido Tradicionalista y a los partidos
considerados de orden, e incluso a muchos afiliados a partidos republicanos de
los no incorporada al Frente Popular.
Los funcionarios
judiciales y del Ministerio Fiscal son perseguidos con encono y se encuentran a
merced de las checas y milicias del Frente Popular, en las que tanto abundan
los criminales comunes, deseosos de venganza.
En muchas familias
son asesinados todos sus miembros varones, y en gran número de casos sufren
también la misma suerte las mujeres, muchas de las cuales son antes ultrajadas,
sí bien el explicable pudor de las familias interesadas hace que los casos de
violación judicialmente acreditados resulten mucho menos numerosos que los
ocurridos en la realidad.
La venganza personal
y el ánimo de rapiña por parte de unas turbas de criminales y de delincuentes
comunes, en cuyas manos habia puesto el Gobierno del Frente Popular las armas y
el poder, son también motivo muy frecuente de crímenes, cometidos unas veces
por las «checas» y otras, directamente, por cualquier grupo de milicianos.
Durante los seis
primeros meses en que culminó la táctica del terror anárquico, éste corrió,
generalmente, en las capitales y grandes poblaciones , a cargo de las «checas».
En los Municipios rurales se constituyen Comités revolucionarios, que arman sus
propias milicias locales y juzgan, asesinan y despojan a sus convecinos,
comenzando, generalmente, por el sacerdote.
El Frente Popular
suele dar a sus elementos armados dedicados a imponer el terror en la
retaguardia una organización rudimentaria, bajo diversos nombres, según la
población de que se trate: Milicias de Vigilancia de Retaguardia, en Madrid;
Patrullas de Control –al mando del anarquista Aurelio Fernández-, en Barcelona;
Guardia Popular Antifascista, en Castellón; Milicias Armadas Obreras y
Campesinas, en Almería, etc. Pero este encuadramiento, si bien confería
autoridad a tales milicianos que la empleaban en beneficio propio o de las
organizaciones políticas o «checas» de que dependían, no les sujetaba a la
menor disciplina ni moderación en su conducta.
Los atentados contra
la vida y la libertad de los españoles iban unidos a toda clase de desmanes
contra los demás valores públicos y privados, tanto morales como materiales: La
Religión, la Cultura, el Arte y el Patrimonio económico sufren el embate de la
furia subversiva. Incautaciones arbitrarias de fincas, de explotaciones
industriales e incluso de viviendas familiares y de modestos comercios o
industrias, son fenómenos corrientes dentro de la vida marxista. Algunas
organizaciones obreras-como ocurrión con la C.N.T. de Madrid, mediante su
organización denominada «La Contraguerra»- se incautaron de gran parte de la
propiedad urbana; pero no para condonar su renta a los inquilinos, sino para
percibirla coactivamente en provecho propio. En los casos de mayor benignidad,
la incautación de empresas era sustituida por Comités de Control Obrero, que
mediatizaban por completo la personalidad rectora del director del negocio.
En algunas
poblaciones en que el Movimiento Nacional triunfó inicialmente, si bien por el
aislamiento respecto a las demás Fuerzas nacionales, tuvo que ceder ante la
presión roja, se acusa el vivo contraste de procedimientos; tanto en
Guadalajara como en Albacete, que durante unos días del mes de julio se
encontraban bajo el Mando Nacional, hasta que sucumbieron al ataque marxista,
no se produce un solo caso de muerte violenta decretada por las Autoridades
nacionales; en tanto que, dominada luego
la población por el marxismo, la represión ejercida por el Frente Popular es
sangrienta, no sólo en los primeros momentos, sino durante mucho tiempo
después, como ocurrió en Guadalajara, donde las milicias marxistas asaltaron en
el mes de diciembre de 1936 la Prisión provincial, asesinado a las personas que
allí se encontraban detenidas.
Son modalidades
características del terror impuesto por el Frente Popular el ensañamiento y las
mutilaciones: constantemente se repiten casos de víctimas enterradas o quemadas
vivas, muertas a palos o sometidas a martirios semejantes.
En Madrid, el General
republicano D. Eduardo López Ochoa es sacado por las milicias del Hospital
Militar de Carabanchel, donde se encontraba enfermo, y es asesinado; su cadáver
es decapitado por dichas milicias, secundadas por las turbas, que pasearon la
cabeza del General por las calles céntricas de Madrid.
Don Luis Vales
Alvarez, de cuarenta años de edad, empleado, fue detenido el 17 de agosto de
1936 al acudir al Cementerio del Este a hacerse cargo del cadáver del General
Fanjul-fusilado por los rojos- para darle sepultura, siendo asesinado el
referido Sr. Vales, cuyo cadáver fue hallado en las tapias del Cementerio de
Vicálvaro.
El cadáver de D.
Diego García Alonso, de veintinueve años de edad, empleado, apareció a mediados
de agosto de 1936 en la Pradera de San Isidro, con la cabeza machacada.
Doña Inés Benítez
Jaén, no obstante su avanzada edad, de sesenta y ocho años, fue detenida por el
exclusivo motivo de su piedad religiosa, en su domicilio de la calle de
Velásquez, III, en los primeros días de diciembre de 1936, sin que su cadáver
pudiera ser encontrado por la familia.
La anciana de setenta
y cuatro años, doña Asunción del Valle Pérez, con domicilio en la calle del
Miño, num. I, fue detenida el 26 de noviembre
de 1936 por unos milicianos, habiendo aparecido su cadáver con numerosas
heridas de arma de fuego en distintas partes del cuerpo.
Una familia compuesta
por doña Dolores Crespo Iglesias, de cuarenta y dos años de edad, su hija María
de los Dolores Jiménez Crespo, de diecisiete años, y su sobrino Vicente Arnau
Crespo, de quince años, fueron detenidos el 30 de septiembre de 1936 a la
puerta de la Cárcel Modelo, adonde habían acudido a visitar al marido de la
primera, sin que volviese a tenerse más noticias de las víctimas ni hayan sido
identificados sus cadáveres.
Según denuncia del
Teniente Coronel D. Rafael Soto Reguera,
un vecino de su casa, calle de Torrijos, 69, cuyo nombre desconoce por
haber vivido dicho señor solo y sin familia alguna, fue detenido, en su
domicilio, sobre el 20 de julio de 1936, por un grupo compuesto de seis o siete
hombres y una mujer, que llegaron a agredirle con las culatas de los fusiles,
sin respeto a la avanzada edad del señor en cuestión, que frisaría en los
ochenta años; y aquella noche se supo que el cadáver del anciano detenido había
aparecido, con varias heridas de arma de fuego, en el Campo del Pilar, detrás
de la iglesia de la Guindalera. La Causa General ha identificado a esa víctima,
que resulta ser D. Agustín Enríquez Fernández,. de ochenta y cinco años,
natural de Guardo (Palencia); este anciano, que se encontraba impedido, fue
detenido por un grupo de milicianos, que lo acusaban de haber hostilizado a las
milicias; conducido detrás de la iglesia del Pilar, en la Guindalera, al
atardecer del día 20 de julio de 1936, fue asesinado por los milicianos,
rematándole a tiros de pistola una miliciana joven, que también había tomado
parte en la detención, existiendo testigos presenciales de este crimen, tal
como doña Patrocinio Pastor Carpintero.
Según declaraciones
testificales obrantes en la Causa General de Madrid, D. José Antonio Rodríguez
de Celis, Marqués de Trebolar, de veintidós años, de profesión Abogado y con
domicilio en la calle de Alcalá, 103,—que había logrado escapar de Paracuellos
del Jarama, en donde estaban siendo asesinados en la mañana del 8 de noviembre
de 1936 los presos evacuados de la Cárcel Modelo—, llegó herido al inmediato
pueblo de Ajalvir (Madrid), solicitando asistencia facultativa, en cuyo momento,
los componentes del Comité rojo de la localidad y varios vecinos más, en un
número de 30 a 35, llevaron en tropel al fugitivo por la carretera de Ajalvir a
Estremera, y en el kilómetro 1, aproximadamente, le dispararon por la espalda
varios tiros, arrastrándole acto continuo hacia una fosa, no sin que antes un
individuo llamado Teófilo Recio, aplastase la cabeza a la víctima con una
piedra de gran tamaño, «proeza» que festejaron luego los asesinos en una
taberna del pueblo.
Doña Valentina
Fernández Urrisola, de cincuenta y ocho años de edad, casada, con domicilio en
la calle de Núñez de Balboa, 78, fue detenida por unos milicianos rojos, que
pretendieron obligarla a revelar el paradero de su hijo, y al negarse a
manifestarlo la referida señora, fue sacada de su casa, desconociéndose desde
entonces su paradero.
Cuatro religiosas del
Convento de las Siervas de María del pueblo de Pozuelo de Alarcón (Madrid),
fueron detenidas en casa de un vecino de la localidad donde se habían
refugiado, y, conducidas al Comité de Aravaca, establecido en «Villa María
Carmen», fueron maltratadas, oyéndose desde el exterior los lamentos de las
detenidas, nulo después asesinadas, sin que hayan aparecido sus cadáveres. Las
víctimas son Sor Aurora López González, de ochenta y seis años; Sor Aurelia
Arambarri Fuente, de setenta años; Sor Daría Andiarena Sarasqueta, de cincuenta
y siete, y Sor Agustina Pena Rodríguez, de treinta y cinco años. En los malos
tratos inferidos a las religiosas intervino una miliciana armada de fusil.
Don Antonio Díaz del
Moral, vecino de Ciempozuelos, fue detenido por el Comité de Investigación de
la referida localidad, y el 1º de octubre de 1936 fue sacado de la cárcel y
conducido al Comité del pueblo, donde sufrió toda clase de insultos y
vejaciones y llevado luego al embarcadero de reses bravas de D. Joaquín López
de Letona; después de llenar de fango al detenido en una acequia de riego, lo
ataron con una soga por debajo de los brazos, colgándolo de uno de los
chiqueros de los toros, donde el Sr. Díaz del Moral fue corneado por la res
allí encerrada, y cuando los criminales se cansaron de esta escena , le fueron
cortadas las orejas a la víctima por un individuo llamado Primo García
Hernández; seguidamente el Sr. Díaz del Moral fue atado a la parte trasera de
un automóvil, que lo condujo, arrastrándolo, hasta un olivar sito en la vega,
donde los milicianos lo colgaron de un árbol y lo remataron a tiros; el
cadáver, que presentaba múltiples heridas por asta de toro, arma blanca y de
fuego, fue hallado en el referido olivar, próximo a la carretera de San Martín
de la Vega.
Al labrador, vecino
de Arganda, D. Vicente Millán Sánchez, lo asesinaron las milicias de dicho
pueblo después de hacerle cavar su fosa y de sacarle los ojos, según
declaración prestada ante la Causa General de Madrid por los parientes de la
víctima.
Una familia compuesta
por D. Julio Fernández Carvajal y García, empleado; doña Gloria Bernabeu Pita,
esposa del anterior, y por dos hijos del matrimonio, Jesús María Fernández
Carvajal y Bernabeu, de dieciocho años, y María del Carmen Fernández Carvajal
Bernabeu, de veintiún años, fueron conducidos por las milicias del pueblo de
Pozuelo de Alarcón al término municipal de Boadilla del Monte, donde fueron
asesinados el día lo de agosto de 1936, habiendo aparecido sus cadáveres
abrazados por parejas, y recogidos en esta forma por una camioneta, que los
condujo al Cementerio de Pozuelo; este asesinato, denunciado por una hija,
superviviente, ante las Autoridades nacionales, fue presenciado por un vecino
de Boadilla del Monte, que después de la liberación de España prestó la
oportuna declaración ante la Causa General de Madrid en 13 de mayo de 1942 y
reconoció en rueda a los asesinos.
Otra familia,
compuesta por D. Felipe Rovira Herráiz y sus hijos D. Ignacio, D. Hilario, D.
Enrique y D. Felipe Rovira Astorga, fué asesinada también en Madrid por las
milicias del Frente Popular.
El testigo D. Angel
Hurtado Navarro, sobrestante de Obras públicas, que fue obligado por los
marxistas a prestar servicios en diciembre de 1936, en el lugar conocido por
Somontes, próximo a la carretera de Madrid a El Pardo, presenció la ejecución
de numerosos asesinatos en dicho lugar, según declaración prestada por dicho
señor ante la Causa General de Madrid; destacando entre los crímenes cometidos
el perpetrado por unos milicianos, que llegaron en un automóvil, contra un
grupo que llevaban detenido, y que se componía de un señor de unos cincuenta
años, de dos muchachas de unos diecisiete a dieciocho años y de un joven de
unos veinte, todos los cuales, por su mutuo parecido, debían pertenecer a la
misma familia; según el testigo, al descender del coche, las jóvenes se
hincaron de rodillas ante los milicianos, pidiendo a gritos clemencia para su
padre, no obstante lo cual, todos ellos fueron asesinados.
Otra familia,
compuesta por D. Francisco Collado López y sus hijos Julián, Concepción y Luis
Collado Oliver, de veinte, diecinueve y catorce años, respectivamente, fueron
detenidos y asesinados luego en la carretera de El Pardo, el día 6 de noviembre
de 1936, siendo también asesinada doña Juana González García, esposa de don
Julián Collado, y detenida al mismo tiempo que sus demás familiares (se
acompaña fotografía del cadáver de la joven Concepción Collado).
Los hermanos D.
Casimiro, D. Tomás y D. Luis Penalba Baíllo, fueron detenidos en 31 de agosto
de 1936 por milicianos del Ateneo Libertario de Delicias, que los condujeron a
la «checa» establecida en la iglesia de las Agustinas, de donde fueron sacados
para ser asesinados en el kilómetro 7 de la carretera de Andalucía, habiendo
sido reconocidos sus cadáveres en el Depósito Judicial; al mismo tiempo fueron
detenidos tres servidores de la familia Penalva, llamados D. José María Rubio
Escribano, D. Santiago Lucerón y Sánchez Pardos y don Francisco Muñoz Quirós,
que también fueron asesinados juntamente con lostres primeros, habiendo
aparecido los seis cadáveres en el lugar ya mencionado.
Un matrimonio
compuesto por D. José Alaejos Mateos, chófer del Ayuntamiento, y doña Amelia
Pereira Arribas, fueron detenidos en
septiembre de 1936 y conducidos a la checa oficial de Fomento, yendo acompañados de una
hija del matrimonio, llamada Amelia, de dos años de edad; el cadáver de D. José
Alaejos fué hallado el 20 de septiembre de 1936, pero no así el de su mujer y
su hija, de dos años, paradero se desconoce.
El día 7 de Noviembre
de 1936 fueron detenidas en su domicilio del Paseo de la Castellana, 51,
duplicado, las cinco personas siguientes, de una misma familia : D. Luis
Hermida Villelga, de sesenta y ocho años y abogado; su esposa doña Carmen Ayala
Laguna, de cuarenta y cinco años, y los hijos del matrimonio, Luis Hermida
Ayala de veintiún años, estudiante, y Berta Hermida Ayala, de veintitrés años;
al propio tiempo fue detenido D. Enrique Ayala Laguna, de treinta y cinco años,
de profesión mecánico. Los cinco detenidos fueron llevados a un puesto de
Milicias de Vigilancia, establecido en el número 4 de la Carrera de San Francisco, y el 9 del mismo
mes ingresaron sus cadáveres en el Depósito Judicial. El portero de la casa de
la familia Hermida era agente de la «checa» de García Atadell y formaba parte
del grupo de porteros adscrito a dicha «checa» y que tan gran número de
delaciones aportó a la misma durante su funcionamiento.
El día 19 de noviembre
del mismo año 1936 fueron detenidos por un grupo de milicianos catalanes de la
F. A. I. cinco personas d una misma familia, que tenían su domicilio en la
calle de Ruiz, numero 22, de esta capital. Los detenidos fueron conducidos a
los altos del Hipódromo y asesinados,
habiendo sido vistos los cadáveres, acribillados a balazos, en el Depósito del
Hospital Clínico de San Carlos. Fueron las víctimas doña Amparo Serrano
Martínez, de treinta y cinco; casada; D. Alfonso Camacho Shaw, agente
comercial, de treinta y cinco años; D. Antonio Martín Crespo, propietario, de
sesenta y cuatro años de edad; doña Enriqueta Shaw Natión, tía de D. Alfonso
Camacho, y, finalmente, la anciana María del Carmen Cabello Izarra,
pensionista, de setenta y cuatro años de edad, hermana política de doña
Enriqueta Shaw, anteriormente mencionada.
Según denuncia de
doña Luisa Rodríguez Ceballos, presentada en 7 de octubre de 1941, los padres
de la denunciante, don Ambrosio Rodríguez Cuesta y doña Dolores Ceballos
Coscolla, así como el niño de catorce años Antonio Rodríguez Ceballos y un
sacerdote pariente de la familia, de nombre D. José Coscolla Cavero, fueron
detenidos en su domicilio de Madrid el 4 de septiembre de 1936 por milicianos
del Ateneo Libertario del Puente de Vallecas, y asesinados.
Solamente en la
«checa» comunista de la Guindalera, a cargo de milicianos de vigilancia de
retaguardia, fueron asesinados, entre multitud de personas de uno y otro sexo y
de todas las edades y condiciones sociales, varias señoras de una misma familia,
llamadas doña Dolores Cacho de Ochoa, doña Francisca Zazo Ochoa, doña Elisa
Querol Masats de Agustí, doña Josefa Tomás Masat de Querol y las señoritas
María Luisa y Pilar Valledor Querol, y una sirvienta de la familia, llamada
María Leal.
En la calle de
Serrano, número 100, de Madrid, fueron detenidas en noviembre de 1936 doña
María de la Hoz y Bárcena, vizcondesa viuda de Ros de Olano, así como doña
Isabel de Vega y de la Hoz, hija de la anterior, y un sacerdote llamado D.
Antonio Cortés, siendo los tres asesinados; los milicianos autores del crimen,
de acuerdo con las sirvientas de las víctimas, denunciantes de sus señoras,
ocupa-ron y saquearon el piso de estas últimas.
Doña Basilisa Andrés
fue conducida el 22 de agosto de 1936 a la «checa» de la calle de Antillón,
número 4, siendo asesinada al día siguiente, y desconociéndose el paradero de
su hijo de cinco años, Carmelo López Andrés, que iba en brazos de su madre, y
del que únicamente se sabe que al ser maltratada por los milicianos dicha
señora, fue arrancado de los brazos de ésta y golpeado contra la pared.
Como dato
significativo sobre los móviles y procedimientos de las milicias marxistas
erigidas en dueñas de la zona roja, y de la complicidad y aquiescencia de las
autoridades del Frente Popular, puede citarse también el siguiente: Los Duques
de la VEGA y VERAGUA —este último descendiente del descubridor de América, de
edad avanzada y que ninguna actividad política había desarrollado durante su
vida—, fueron detenidos, por móviles exclusivos de robo, por unas milicias
socialistas dirigidas por un individuo de este partido, llamado Zacarías
Ramírez, convertido en capitán. Fueron inútiles todos los requerimientos de las
representaciones diplomáticas para que el Ministro de Asuntos Extranjeros, Alvarez del Vayo, garantizara la
vida de los detenidos, que ningún peligro representaban para el régimen rojo.
Finalmente los dos mencionados señores fueron asesinados después de un
prolongado secuestro, no sin que antes el jefe socialista obligase al Duque de
VERAGUA a transmitirle, bajo ciertas solemnidades jurídicas, propiedad de una
finca que el Duque poseía en la provincia de Toledo. Suceso criminal al que ya
se refirió autorizadamente el entonces Embajador de Chile, Excmo. Sr. D.
Aurelio Núñez Morgado, quien en una carta, así como en una conferencia dada en
30 de enero de 1939 en París, en la «Academie
Diplomatique Internationale»,
relató las estériles gestiones de las representaciones americanas en favor del
último descendiente de Cristóbal Colón.
Las hermanas del
agente consular del Uruguay en Madrid, doña Dolores y doña Consuelo
Aguiar-Mella Díaz, fueron detenidas por milicias comunistas de la Pasionaria el
19 de septiembre de 1936, habiendo aparecido en la carretera de Andalucía, el
día 20, los cadáveres de ambas víctimas, en el estado que muestran las adjuntas
fotografías; brutal crimen que determinó la ruptura de relaciones entre el
Gobierno uruguayo y el Gobierno marxista español.
El 20 de julio de
1937 fue detenido en su domicilio, por unos individuos que se dieron a conocer
como policías, el diplomático don Enrique Ordóñez Lecaros, no obstante
encontrarse imposibilitado de un brazo, y a pesar de las protestas de su esposa
doña Lea Bourdoiseau, de nacionalidad francesa, que trató de oponerse a la detención.
Los agentes rojos de Policía se apoderaron en casa del Sr. Ordóñez de un
maletín que éste tenía guardado y que contenía paquetes de alhajas por valor de
unas 450.000 pesetas, propiedad de la expresada doña Lea Bourdoiseau. Después
de permanecer secuestrados en una «checa», policíaca de la calle de Génova,
sometida a la influencia del Comité
Local de Defensa de la C. N. T., el señor Ordóñez, en unión de Don Juan Roca de
Togores, Marqués de Alcedo, y de D. Miguel Treviño López, con él detenidos, fue
trasladado a la Comisaría de Policía del Distrito de Buenavista, que, ante las
reclamaciones de la esposa del secuestrado, había accedido a intervenir. Pero,
en seguida, y bajo las exigencias de la C. N. T., los detenidos fueron
entregados a dos agentes de Policía, anarquistas, llamados Antonio Ariño Ramis
y Francisco Vargas Mejías, quienes restituyeron a la «checa» de procedencia a
los mencionados señores, que fueron asesinados. En la eliminación de los
señores Ordóñez, Roca y Treviño tuvo intervención decisiva la «checa»
anarquista conocida por «Campo Libre» y el miliciano de la misma filiación,
Angel Campos Torresano (a) «el Chino», habiendo pasado las alhajas y valores
incautados a poder del Comité Local de Defensa de la C. N. T. que, además,
asesinó al poco tiempo al Angel Campos Torresano, por no haber conducido este
individuo con la discreción debida la misión de robo y asesinatos que el Comité
de Defensa le había conferido.
Estos hechos,
denunciados a raíz de la liberación de Madrid por las respectivas familias de
las víctimas, se encuentran corroborados con todo detalle por una investigación
practicada en el año 1937 por la propia Policía marxista, que esclareció este
suceso, sin que tal información trascendiera ni diera lugar a la menor sanción
contra los asesinos, por haber sido ocultados los resultados de la misma por el
comisario general de la Policía roja en Madrid, David Vázquez Baldominos.
En agosto de 1936, el
Ministerio de la Gobernación marxista, prevenido a tiempo por el jefe de la
escolta, que pidió instrucciones, permite que las turbas del Puente de Vallecas
(Madrid), exacerbadas por agitaciones extremistas, detengan un tren que
transportaba dos centenares de presos procedentes de la prisión de Jaén y
asesinasen en masa a dichos presos, previamente despojados de cuantos objetos
de valor llevaban encima. Por figurar entre estos mártires el Sr. Obispo de
Jaén y su hermana, se hace referencia más amplia a este hecho en el capítulo
dedicado a relatar la persecución religiosa.
El 31 de julio de
1936 fue hallado en el término de Colmenar (Madrid), sitio de Valdeloshielos,
el cadáver de la señorita vecina de Madrid P. Y. A., de treinta y un años,
soltera, que presentaba entre otras heridas, perforación de pulmón y señales
inconfundibles —según el dictamen de autopsia practicado en el sumario 310 de
1936, seguido infructuosamente, como todos, por
la autoridad judicial roja—de haber sido violada antes de su muerte.
Son numerosísimos los
niños de catorce y de quince años, v aun de menor edad, víctimas, tanto en
Madrid como en el resto de España, de la barbarie roja. Tan sólo en la capital
ascienden a un centenar las víctimas comprobadas que no rebasan la edad de
diecisiete años. Entre otros, pueden citarse concretamente, además de los ya
mencionados, los niños de quince años Jaime de Borbón Esteban, Luis Lorente
(cuyos dos hermanos, Justo y José María, este último de diecisiete años, también fueron asesinados), Manuel Díaz
del Cerro (cuyo cadáver apareció en la carretera de Andalucía, junto con el cadáver
de su padre, D. Marcelo Díez García), Germán Ayala Cantón, José Luis Pérez Cremós y Francisco Rodríguez Alvarez. Y en la
provincia de Oviedo son ciento cuarenta y ocho los menores de dieciocho años
asesinados. En el pueblo de Torredelcampo (Jaén) fueron asesinados dos niños de
trece años, hermanos gemelos, llamados Manuel y José Quesada Jiménez, de cuya
familia fueron asesinadas cinco personas más, entre ellas la madre y una
hermana de los niños.
En el pueblo de
Colmenar de Oreja (Madrid), el cadáver de D. Pedro García Salazar fue
desenterrado por las turbas marxistas en II de marzo de 1938, sacado al campo y
descuartizado, siendo finalmente rociado con gasolina y prendido fuego.
El Teniente de la
Guardia Civil D. Román de las Heras fue conducido desde Madrid a Vallecas el 12
de septiembre de 1936, por unos milicianos capitaneados por el tristemente
célebre atracador y ex presidiario, Antonio Ariño (a) «el Catalán», los cuales,
después de una breve permanencia en la plaza de Vallecas con el detenido, llevaron
a éste al lugar denominado «San Antón» donde después de golpear bárbaramente al
Teniente Las Heras, le rociaron con gasolina y le prendieron fuego, habiendo
presenciado este asesinato numerosas personas.
El Teniente retirado
de la Guardia Civil D. Juan Herranz y su esposa doña Isabel Blanco González,
fueron detenidos por una cuadrilla de milicianos del Puente de Vallecas
conocida por «Los Cinco Diablos Rojos», que acribillaron a balazos al
matrimonio detenido; al tratar de dar sepultura a los cuerpos de ambas
víctimas, el enterrador se dio cuenta de que la mujer aún estaba viva y la
remató en aquel momento de un tiro de pistola.
El día 22 de julio de
1936, un tropel de mujeres del mismo Puente de Vallecas, sacaron violentamente
de su domicilio a la señorita Gumersinda Toledo, y habiéndose unido a la
manifestación formada por dichas mujeres las turbas marxistas de la localidad,
la detenida fue paseada, con la ropa desgarrada, por el pueblo, llegando a ser
mordida por una mujer llamada Isabel García; finalmente, al llegar al control
de milicias establecido en el lugar denominado «Pajar del Roux», la detenida,
así como dos hermanos de la misma, llamados Dionisio y Fernando Toledo
Hortelano, que trataron de amparar a su hermana, fueron asesinados.
La «checa» de Alcalá
de Henares asesinó a doña Leovigilda Surga, que había sido acusada por su
propio marido—deseoso de disponer de ciertos bienes de su esposa—de ser hija de
un Comandante de la Guardia Civil y de tener arraigadas ideas religiosas.
Las milicias de la
«checa» establecida en la Iglesia de San Felipe, de Alcalá de Henares, entre
otros muchos crímenes, cometió el relatado ante la Causa General por un
superviviente llamado D. Antonio Moya Rodríguez, que en julio de 1936 residía
en el pueblo de Camarma, próximo a Alcalá : Del referido pueblo de Camarma
fueron sacados por las milicias rojas numerosos vecinos que en calidad de
detenidos fueron trasladados a la «checa» de Alcalá y cruelmente maltratados a
vergajazos por los milicianos de la «checa». A las dos de la mañana de uno de
los primeros días de noviembre de 1936, fue extraído de la «checa» el
declarante en unión de Enrique y Antonio Moya, Alberto Cubillo, Agustín
Mendieta y Máximo Galindo, y llevados junto a las tapias del cementerio, donde
los milicianos dispararon varios tiros sobre cada una de las víctimas,
apuntándoles a la nuca. Don Antonio Moya, que cayó herido de suma gravedad,
aunque no mortalmente, no llegó a perder el conocimiento y se fingió cadáver,
dando lugar a que los asesinos se alejasen del sitio de la ejecución; el señor
Moya pudo levantarse y, después de besar los cadáveres de su hijo y de su
hermano, se alejó de aquel lugar, conteniéndose con un pañuelo la hemorragia y
evitando las carreteras concurridas por milicianos rojos, que le hubieran
rematado; tras grandes penalidades logró llegar a lugar seguro, donde se
ocultó. Al tiempo de abandonar los milicianos el lugar de los asesinatos,
creyendo muertas a todas sus vístimas el señor Moya oyó decir a uno de ellos,
refiriéndose al propio declarante : «Bien muerto está, y vamos deprisa a por
los otros de Camarma». Efectivamente, aquella misma noche y en término de
Villalvilla, fue-ron asesinados quince más de los que estuvieron detenidos con
el declarante en la «checa» de San Felipe. Son éstas víctimas : D. Eusebio
Galíndez González, D. José María Galíndez González, D. Ramón Galíndez Díez, D.
Máximo Galíndez Díez, D. Gregorio Díaz Lorenzo, D. Rafael Calvo Pérez, D.
Maximiliano Calvo Pérez, D. Tadeo Pérez Almira, D. Tomás Mendieta García, D. Angel
Mendieta García, D. Jesús Mendieta García, D. Teodoro Mendieta García, D.
Agustín Mendieta García, D. Florencio Mendieta López y D. Emilio Martín
Pascual. Anteriormente habían sido asesinados por elementos de la misma «checa»
de San Felipe, en la carretera de Daganzo, el que fue alcalde del pueblo de
Camarma, D. Pedro Calvo Pérez, y D. Elías Merino López.
En el resto de las
provincias, y por vía de ejemplo limitadísimo, pueden señalarse, entre una
multitud de crímenes monstruosos, los siguientes :
En Almería, los pozos
de La Lagarta (del término municipal de Tabernas) y el pozo de Cantavieja (del
término municipal de Tahal), quedaron abarrotados, hasta la boca, de cadáveres
de las víctimas de la actividad criminal marxista. Exhumados estos restos, después
de la total liberación de España, han sido encontrados multitud de cadáveres
destrozados, y entre ellos el de un armador de buques de pesca del pueblo de
Adra, llamado D. José Moreno Fernández, que apareció con evidentes síntomas de
muerte por asfixia, rodeado su cuello por la soga que sirvió para
estrangularlo, conforme puede apreciarse en una de las fotografías dedicadas a
las referidas inhumaciones y que se insertan a continuación.
En el pueblo de
Villacañas (provincia de Toledo), fueron sacados de la Ermita del Santo Cristo,
donde se encontraban detenidos, D. Julián García Zaragoza, D. Antonio, D.
Angel, D. Calixto, D. José y D. Moisés Marín López, D. Francisco y D. Jesús
Granada Marín, D. Francisco Maquedo López, D. Francisco Martín Pérez, don León Montes
Alcázar, D. Casto Montes Roldán, D. Julio Pérez García, D. Francisco Primedos
García y D. Aureliano Romero Carretero, quienes después de haber sido
maltratados bárbaramente hasta el punto de haberles sido arrancados los ojos,
fueron conducidos en camiones y pasados a cuchillo por los milicianos que los
custodiaban; antes de la consumación del asesinato, como D. Angel Marín, a
causa de su ceguera, pisase a uno de los milicianos que iban en el coche, éste
le mutiló de un hachazo el pie con que le había pisado.
El 27 de febrero de
1937 fueron juzgados en Alicante por el Tribunal Especial Popular, D. Javier
González Avellán, de cuarenta y nueve años; D. Ramón Calpena, Cañizares, de
setenta y dos años, y D. Luis Calpena Pastor, de treinta y tres años, siendo
condenados D. Javier González y D. Luis Calpena a tres años de internamiento en
un Campo de Trabajo, y D. Ramón Calpena a dos años de internamiento. Los
motivos de la condena de dichos señores—ningún delito habían cometido—son los
mismos que figuran en el informe de la Alcaldía roja de Aspe, que se unió al
sumario y sirvió de base a la sentencia y cuya fotocopia se inserta en el
correspondiente anexo documental. Encontrándose ya los mencionados señores en
el Campo de Trabajo de Totana (Murcia), cumpliendo la pena que les había sido
impuesta, el 28 de junio de 1937—y precisamente a instancia de los mismos
obreros de la fábrica «Ramón Calpena Cañizares», que estimaban indispensables
los servicios técnicos de dichos señores para la buena marcha de la explotación—son
indultados por el Tribunal Supremo que actuaba en Valencia; y puestos en
libertad el 6 de julio del mismo año, se trasladaron a Novelda, a cuyo Juez
expusieron el temor que sentían de presentarse en el pueblo de Aspe, siendo
tranquilizados por aquella autoridad, ante cuyas seguridades se presentaron en
el pueblo, cuyo alcalde también prometió que no les ocurriría nada. En la
madrugada del día 7, las turbas, inducidas por los dirigentes de las
organizaciones sindicales afectas al Gobierno del Frente Popular, violentaron
las puertas de los domicilios de los tres liberados, sacándolos violentamente a
la calle y martirizándolos a palos, hasta que en la plaza del Ayuntamiento
cayeron al suelo, falleciendo en aquel mismo lugar don Ramón Calpena y su hijo,
y quedando gravísimamente herido don Javier González. El relato de estos
hechos, en términos de elogio para los asesinos, fue publicado en el periódico
anarquista Frente Libertario, de Madrid, según fotocopia adjunta.
En Barcelona, el
matrimonio integrado por D. Plácido Armengol Celanova y doña Emilia Serra
Saura, de profesión panaderos y sin filiación política, así como tres hijos del
matrimonio, en unión del obrero de la panadería D. Francisco Rivas, fueron
detenidos por patrullas del Comité de la Bonanova, el 24 de septiembre de 1936,
y conducidos a la carretera de la Rabasada, donde aparecieron los seis
cadáveres con heridas de armas de fuego; el Comité Obrero de la panadería se
incautó de la industria de las víctimas.
En los pueblos de la
provincia de Ciudad Real la criminalidad revistió modalidades de terrible
ensañamiento. Así, el sacerdote de Torrenueva, D. Felipe Campos Rodríguez,
detenido el 11 de agosto de 1936, fue martirizado, destrozándole los dientes y
sacándole los ojos. En el mismo pueblo, el vecino D. Maximino Vivar Barriga fue
muerto a palos en la «checa» y traspasado su cadáver repetidas veces con un
estoque. Al vecino del mismo pueblo D. Alicio León Descalzo le amputaron en
vivo los órganos genitales, poniéndoselos en la boca, al también vecino de la
misma localidad D. Venancio Moreno Pérez le sacó los ojos en vivo una mujer
marxista llamada Inés Torres Marco.
Análogos martirios y
mutilaciones fueron realizados en otros pueblos de la misma provincia de Ciudad
Real: Al vecino de Alcázar de San Juan, D. Antonio Santos Montes, joven que se
había distinguido por su piedad religiosa, se le arrancaron los ojos en vida. Y
el diputado D. Luis Ruiz Valdepeñas fue uncido a una noria en unión de otros
varios detenidos, apaleado brutalmente y, finalmente, asesinado.
En Carrión de
Calatrava (pueblo de la referida provincia de Ciudad Real), fueron arrojados a
un pozo de mina los cadáveres de unas ochocientas personas de diversos pueblos
de la provincia, que eran llevados a aquel lugar para su ejecución.
En el pueblo de Caspe
(Zaragoza) fue detenido, el 27 de julio de 1936, D. Antonio Giu Giral, por una
turba de milicianos que lo condujeron en tumulto, obligándole a marchar
descalzo y sin camisa por las calles de la población, y al llegar la comitiva a
la calle de la Hilarza, la madre de la víctima, anciana de unos ochenta años de
edad, fue obligada a asomarse. al balcón para presenciar el martirio de su
hijo, que fue arrastrado con cuerdas hasta las tapias del cementerio, donde las
turbas le acribillaron a tiros, mientras gritaban : « ¡Por la libertad y contra
el fascismo !»
En el pueblo de
Alcañiz (provincia de Teruel) fue enterrado, todavía en vida, D. Pascual
Bardavio Sábado, echando los milicianos cal viva en la sepultura, según
declaraciones testificales fehacientes. En Herrera de los Navarros fueron
fusilados el alguacil del Ayuntamiento, D. Domingo Carod Iberni, su esposa doña
Leoncia Lobera Guillén, y los hijos del matrimonio, Araceli Carod Lobera, de
diecinueve años, modista, y Delfín Carod Lobera, niño de trece años, habiéndose
cometido el crimen el 17 de septiembre de 1936.
En Málaga fue
detenido y conducido al Comité rojo de Investigación y Vigilancia, sito en la
Alameda, el 18 de octubre del año 1936, D. Salvador Alcalá del Olmo, que a
presencia de las turbas fué arrojado por el balcón y rematado en el suelo.
En la misma ciudad
fueron asesinados, el 23 de octubre de 1936, D. Roberto Aremberg Gil y su madre
doña María Gil González de junquito, de setenta y seis años, no sin que la
expresada anciana fuese cruelmente martirizada al mismo tiempo que su hijo,
hasta el punto de serle clavada una caña en un ojo por una mujer llamada Teresa
Núñez Ortiz (a) «La Teresona» (de infausta memoria en los anales de la época
roja de Málaga); los cadáveres de las víctimas mencionadas fueron arrastrados y
el de doña María resultó carbonizado.
La vecina de Alfarrás
(Lérida), Antonia Pau Lloch, de sesenta años de edad, madre de dos religiosos
de la Compañía de Jesús, fue llamada a declarar el 26 de febrero de 1937 al Ayuntamiento
don-de funcionaba el Comité revolucionario, y al negarse a hacer las
revelaciones que se le exigían, fue maltratada y golpeada en la boca con un
crucifijo de su pertenencia y seguidamente conducida al lugar denominado «Plana
de Magí» donde murió estrangulada, siendo enterrada en la cuneta de la
carretera y cubierto la fosa con un montón de piedras.
Los hermanos D. José
María, doña María de la Concepción, D. Ramón y doña Teresa Guevara Zarzuela
(sacerdote D. José María y religiosa doña María de la Concepción), fueron
asesinados juntos, también en Málaga, el 19 de noviembre de 1936, sin otro
motivo que la significación religiosa de todos ellos. En la misma ciudad de
Málaga fueron inmolados juntos, el día 30 de agosto de 1936, los seis hermanos
Briales Franquelo, de los cuales, D. Narciso, había sido último Alcalde de la
Monarquía en la expresada capital.
En la provincia de
Oviedo, la Iglesia Parroquial de Bonielles fue prendida fuego en la noche del
26 de agosto de 1936, pereciendo carbonizados los detenidos que se encontraban
en su interior. El vecino de Lugo de Llanera, de la misma provincia, D. José
Rodríguez Ruiz, fue conducido al pueblo de Mieres, obligado a cavar su propia
fosa y enterrado vivo. También en la provincia de Oviedo, don Isidro Fernández
Cordero, D. Segundo Alonso González y D. Ricardo Martínez García, los dos
primeros de profesión mineros y el tercero practicante, fueron conducidos a la
Iglesia Parroquial del pueblo de Sembra y degollados sobre un banco de madera.
En la provincia de Badajoz,
los asesinatos con ensañamiento se repiten constantemente durante la dominación
roja :
En Fuente de Cantos,
después de incendiar el Juzgado, la Notaría, el Registro de la Propiedad, un
convento y otros edificios, las turbas condujeron ante un tribunal
revolucionario a numerosos vecinos del pueblo, que fueron después encerrados en
la Iglesia Parroquial, atacada a continuación desde el exterior a tiros por las
masas marxistas, que acabaron prendiendo fuego al edificio, en el que se
encontraban entre los detenidos bastantes mujeres y niños de corta edad;
perecieron quemados en el interior del templo: D. José M.a Manzano Marín,
industrial; D. Francisco Alvarez Rojas, jornalero; D. Manuel Macías Tomás,
industrial; D. Antonio Díaz Lancharro, comerciante; don Francisco Bermejo
Rubio, labrador; D. Manuel Sánchez Bozas, empleado; D. Fernando Carrascal
Salamanca, estudiante; D. Juan Esteban Pagador, propietario; D. Andrés García
Gómez, viajante; D. Fernando Pagador Rosario, propietario; D. Manuel Iglesias
González, y D. Luis Ibarra Pérez, labrador; de estas víctimas, nueve perecieron
completamente carbonizadas, siendo identificadas por los objetos incombustibles
que llevaban consigo; otros, entre ellos el Juez, resultaron heridos, sufriendo
síntomas de asfixia, y el resto de los detenidos logró sustraerse al incendio
por haber alcanzado, pasando por una puerta reservada, una torre pequeña del
edificio, a salvo de las llamas.
En Almendralejo,
perteneciente a la misma provincia de Badajoz, fueron asesinadas numerosas
personas, algunas de ellas en el patio de la cárcel y otras en un convento,
empleándose preferentemente como medio de ejecución bombas de mano y botellas
con líquidos inflamables, que abrasaban a las víctimas.
En Burguillos del
Cerro, donde también fueron asesinados numerosos vecinos, fue arrojado vivo a
un pozo y cubierto con gran cantidad de escombros, Ramón García Maraber, de
setenta y seis años, labrador; en el mismo pueblo fueron quemados vivos en una
hoguera Juan Fernández Salguero, de veintiún años, y Aurelio Díaz Gómez, de
veinticinco; Rafael Requejo Santos, de treinta y siete años, casado, forjador,
fue colgado en un árbol y muerto por los milicianos, que practicaron ejercicios
de tiro sobre la víctima; los sacerdotes don José Castilla Herrera y D. José
María Vázquez Díaz, fueron enterrados vivos hasta la cintura y maltratados
hasta que murieron.
En el pueblo de
Fregenal, de la misma provincia, fue también enterrado vivo hasta la cintura el
Guardia Civil D. Fernando Rastrollo González, sobre el que hicieron numerosas
descargas los milicianos, apareciendo destrozado el cadáver.
También en la
provincia de Albacete fueron realizados hechos vandálicos. Puede citarse el
caso ocurrido el 29 de septiembre de 1936, en el pueblo de Caudete : Unos
milicianos rojos acordaron, antes de marchar al frente, llevar a cabo el
asesinato de siete hombres y siete mujeres de aquella vecindad que, aun no
habiendo realizado ningún ataque contra el régimen del Frente Popular, se
encontraban detenidos por el Comité rojo del pueblo, como sospechosos de
profesar ideas políticas de orden. Las víctimas fueron conducidas a las afueras
del pueblo en unos camiones, seguidos por algún otro vehículo ocupado por gente
del pueblo que acudía a presenciar el asesinato anunciado. En la cuneta de la
carretera fueron muertos a tiros—en presencia de las mujeres y después de haber
sido insultados y maltratados cruelmente—los siete hombres; a continuación, las
señoras fueron víctimas de toda clase de abusos carnales realizados por el
tropel de milicianos, que las asesinaron finalmente. Fueron las referidas
víctimas, D. Salvador Sánchez Albertos, D. Aurelio Ruiz Alcázar D. Juan
Martínez Martínez, D. José Martí Herrero, D. Antonio Puche Martínez, D. Rafael
Berenguer Roj, D, Guillermo Juan Rey, Doña Teresa y Doña Dolores Albalat Golf,
doña Dolores y doña Carmen Pedrós Ruiz, doña Emerenciana de Teresa y de
Beltrán, doña Cecilia Serrano Días y doña Dolores Amorós Golf, doña Dolores y
doña Carmen Pedrós Ruiz doña Emerenciana de Teresa y Beltrán, doña Cecilia
Serrano Días y Doña Dolores Amorós Golf.Golf.
En San Vicente de
Alcántara fue asesinado en su propio domicilio, ante su esposa e hijos, Ramón
Camisón Serra, por un grupo de milicianos.
En el pueblo de
Azuaga, del partido de Llerena, se cometieron
noventa asesinatos, siendo
bastantes de las víctimas mutiladas y sometidas a vejaciones, pudiendo ser
mencionado, entre otros muchos, el caso de D. Fernando Murillo Gómez Alvarez,
que después de ser apaleado en el patio
de la cárcel, fue castrado con unas tenazas y rematado en el cementerio.
En otros pueblos de
la misma provincia de Badajoz sometidos a la dominación roja, se cometieron
también numerosos asesinatos y bastantes violaciones, destacándose los desmanes
cometidos por las masas y milicias del Frente Popular en Granja de Torre
Hermosa, Campillo de Llerena, Guardia, Villanueva de la Serena y Don Benito.
En la provincia de
Guadalajara, el Cura Párroco del pueblo de Salmerón, D. Joaquín López Muñoz,
que perseguido por los milicianos rojos del pueblo, había huido al campo, fue
encontrado en la madrugada del 2 de Septiembre de 1936 en un molino próximo a
la localidad; sus perseguidores le hirieron de un tiro de escopeta, y después
le ser objeto de prolongadas vejaciones y martirios, el mismo día 2 de septiembre,
a las cuatro de la tarde, fue llevado en un coche de las milicias aragonesas al
término de Peralveque, donde lo asesinaron, mutilando a continuación el cadáver.
También fue
martirizado, antes de su asesinato, en el pueblo de Gajanejos, de la misma
provincia de Guadalajara, el Cura Párroco del pueblo de Utande, que había huido
de dicho pueblo desde el comienzo del Movimiento.
El 31 de mayo de
1937, en ocasión de encontrarse dedicado a las labores del campo, en el término
de Huertahernando (también de la provincia de Guadalajara), el labrador D.
Eleuterio Díaz Rebollo, se le acercaron tres milicianos rojos que, a pretexto
de considerarle políticamente disconforme con el Frente Popular, le asesinaron
a tiros y a bayonetazos.
Sería inacabable la
relación de crímenes cometidos con terrrible ensañamiento, en número de muchos
millares, en la España que retuvo sometida al Frente Popular, constituyendo una
muestra de ello rusos ya señalados.
Solamente en Madrid
fueron 617 las mujeres cuyo asesinato ha sido acreditado hasta la fecha, siendo
proporcionales las cifras en las demás provincias en que imperó el marxismo;
así, en Valencia fueron asesinadas 508 mujeres.
El terror marxista
hizo gran estrago entre los hombre dedicados a profesiones liberales: Sólo en
Madrid fueron asesinados ciento setenta y cinco Abogados y
Abogados-Procuradores colegiados, entre ellos el Excmo. Sr. Decano del Colegio
de Abogados de Madrid, D. Melquiades Alvarez y González Posada, Diputado a
Cortes hasta el año 1936, y Jefe del Partido Republicano Liberal-Demócrata, y
el Ilustrísimo señor Secretario D.
Marcelino Valentín Gamazo; figurando entre las víctimas numerosas
personalidades liberales y republicanas. Si a este número de Letrados colegiados
se agrega el también muy crecido de Abogados no inscritos en el Colegio de
Madrid, por ejercer en esta capital otras actividades profesionales, jurídicas
o administrativas distintas del ejercicio de la abogacía, se tendrá una idea
aproximada de las víctimas sacrificadas por el Frente Popular en la clase de
los juristas, que, como las demás profesiones universitarias o intelectuales y
en general todos los sectores de la clase media, pagaron un extraordinario
tributo de sangre; no obstante lo cual,
el Colegio rojo de Abogados de Madrid—ocultando cuidadosamente esta relación de
Letrados asesinados—se atrevió a dirigirse a la opinión pública internacional,
solicitando de la misma simpatía y apoyo para el Gobierno del Frente Popular,
al que presentaba como un régimen legítimo, fiel mantenedor del Derecho.
Puede afirmarse que
el Gobierno del Frente Popular era puntualmente obedecido en cuantas
iniciativas revestían un carácter criminal y persecutorio, pudiendo disponer
incondicionalmente de las milicias y organizaciones del Frente Popular para el
cumplimiento de estos designios en la multitud de ocasiones en que dicho
Gobierno adoptó tales iniciativas en el territorio sometido a su poder.
Únicamente solía ser desobedecido—y soportaban de buen grado esta
desobediencia, no obstante disponer el Gobierno de sobrados medios para
reducirla—en los contados casos en que, por razones particulares, trataron las
autoridades marxistas de sustraer alguna víctima a las milicias o a las
«checas»
Las sangrientas
consecuencias del terror practicado por el régimen del Frente Popular en la
zona sometida a su dominio halló un lenitivo en la generosa intervención de las
representaciones diplomáticas que, habiendo tenido ocasión de apreciar de cerca
el auténtico carácter criminal de dicho régimen, se esforzaron para salvar la
vida de muchos perseguidos, interesándose por la suerte de los presos y
evitan-do en algunos casos, por la oportuna presencia de los coches
diplomáticos en las puertas de las cárceles, en el momento de ser puestos en
libertad determinados reclusos, que éstos corriesen la suerte que se les
reservaba, que era la de ser asesinados a su salida a la calle.
Casi sin excepción,
las representaciones diplomáticas acreditadas en Madrid abrieron sus puertas a
muchas personas que por su profesión, sus títulos, su posición social o la
dignidad de su conducta, eran perseguidas a muerte por las milicias del Frente
Popular; el Decanato del Cuerpo Diplomático-desempeñado, a falta del Nuncio de
Su Santidad, por el Embajador de Chile, D. Aurelio Núñez Morgado - coordinó los humanitarios esfuerzos de las
misiones extranjeras, destacando por su generosidad en la concesión del derecho
de asilo las representaciones hispanoamericanas, que respondieron a los lazos
de la sangre que unían a España con sus respectivos países y cumplieron su
humanitaria misión sin que el diverso matiz político de cada uno de estos
países se reflejase en tibieza para el cumplimiento de esta piadosa tarea.
El amplio ejercicio
del derecho de asilo y del empeño- no siempre coronado por el éxito, debido a la
obstinación roja—de lograr la evacuación de los asilados, fue una inmediata y
obligada consecuencia de la barbarie
roja, que atropellaba, ante la mirada de las representaciones extranjeras, las
normas más elementales del derecho de gentes, sin que el Gobierno del Frente
Popular hiciese el menor esfuerzo para asegurar un orden jurídico y responder
de su mantenimiento.
La inviolabilidad de
los recintos diplomáticos fue atropellada con frecuencia, y siempre por agentes
del Gobierno, ya que ninguno de los asaltos llevados a cabo contra residencias
diplomáticas lo fueron por las turbas, sino respondiendo a un plan deliberado
de las autoridades marxistas, como en los casos de Finlandia y Perú. Los
locales de la Embajada del Brasil, situados en el Paseo de la Castellana,
números 55 y 57, fueron asaltados el 7 de mayo de
1938—según manifestación de la misma
Representación diplomática—por miembros de la policia roja, acompañados de guardias de Asalto,
practicando los agentes invasores un minucioso registro y llevándose cuantos
objetos de valor encontraron.
Permite formar una
idea de la inseguridad reinante en Madrid y del ansia de sus vecinos por
acogerse a un refugio diplomático el hecho—expuesto por la Representación
belga—de que los Guardias Civiles veteranos que, por orden del Gobierno del
Frente Popular, al que todavía servían, custodiaban la puerta de la Embajada
belga, establecida en la calle de Almagro, número 42, obtuvieron del Cónsul
general y Encargado de Negocios de Bélgica, M. Chabot, el favor de regresar
como asilados en la Embajada, en unión de sus respectivas familias, pasando así
de la situación de guardianes a la de refugiados.
Fueron numerosos los
súbditos extranjeros que resultaron víctimas de la barbarie frentepopulista,
pudiéndose citar los casos de Miss Brigid Boland, irlandesa, asesinada en
Bilbao el 16 de junio de 1937; asesinato del ciudadano uruguayo D. Carlos
Alberto Abascal del Calvo y su esposa; de varios ciudadanos argentinos, uno de
ellos D. Felipe Jorge Linaje; una anciana, en la barriada de la Prosperidad, y
un joven, en la «checa» de San Bernardo; un súbdito suizo fue asesinado en
Madrid y otro en Alicante, siendo innumerables los atentados contra la
propiedad de los extranjeros.
El Médico de la
Cárcel Modelo, D. Gabriel Rebollo Dicenta, no obstante seguir desempeñando su
humanitaria misión bajo el régimen del Frente Popular, fue detenido en 7 de
noviembre de I936 cuando, después de pasar la visita médica en la Cárcel, iba
en un automóvil de la Legación de Noruega, en unión del funcionario de dicha
Legación, Sr. Werner; los milicianos anarquistas que detuvieron al señor
Rebollo, entre los que figuraba el conocido atracador Felipe Emilio Sandoval,
asesinaron al referido Sr. Rebollo, creyéndose que el crimen fue debido a
resentimientos del mencionado atracador, que durante su reclusión en la Cárcel,
por delito común, había conocido a la víctima, que ejercía el cargo de Médico
de la Prisión.
Habiéndose interesado
en 2 de noviembre de 1936 la Embajada Británica en Madrid por la libertad del
preso D. Manuel Asensio Galainena, que ningún delito había cometido, no sólo
fue desatendido este humanitario requerimiento por la Dirección de Seguridad,
sino que a los pocos días, el preso fue asesinado por orden de las autoridades
del Frente Popular.
La conducta del
Gobierno del Frente Popular determinó tal repulsa por parte de las misiones
extranjeras que aun continuaban en la España marxista, que influyó de un modo
decisivo en el resultado de la elección pretendida por el Gobierno republicano
de España para un puesto en el Consejo de la Sociedad de Naciones, en
septiembre de 1937, sumándose a la actitud adversa de los países
hispano-americanos el grupo de países nórdicos, por la consideración de que los
pueblos hispano-americanos, por razón de su raza y de su lengua, eran los más
capacitados para juzgar de la situación española y de la posición moral del
Gobierno de Barcelona.
El terror impuesto a
España por el Frente Popular durante la lucha civil tiene su inmediata raíz en
los gravísimos y constantes desmanes de la época precedente, expresamente
reconocidos entonces por el propio Ossorio y Gallardo, colaborador del mismo
Frente Popular, en un acerbo artículo publicado en el diario La Vanguardia, de
Barcelona, de 19 de junio de 1936.
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