martes, 14 de abril de 2009

La quema de conventos, norma y no excepción en la II República

La II Republica nace ya con las taras que la llevarían a protagonizar el más rotundo de los desastres de nuestra historia nacional, una de las principales, un sectarismo radical y beligerante contra la religión católica. No había pasado un mes desde la proclamación de la república cuando se produce la primera acción violenta contra la religión católica. El 10 de mayo de 1931, con la disculpa de una manifestación contra ABC, en la que participan elementos ixquierdistas se produce el asalto e incendio de iglesias y conventos en Madrid y en varias ciudades de Andalucía, ante la completa pasividad de las nuevas autoridades, que impiden la identificación de los autores y no practican ninguna detención.
El primero se produce en la calle Flor, se trata de la residencia de los jesuitas. Los religiosos que quedaban en el edificio después de la primera misa matutina tuvieron que huir por los tejados.
Los incendios y asaltos siguieron durante todo el día. Los edificios religiosos que quedaron totalmente calcinados fueron los siguientes, además de la Residencia de los Jesuitas de la calle Flor: el centro de enseñanza de Artes y Oficios de la calle de Areneros regentado también por religiosos de la Compañía de Jesús, el Colegio Maravillas de los Padres de la Doctrina Cristiana de Cuatro Caminos, la iglesia de Santa Teresa de los Carmelitas Descalzos sita entre la plaza de España y Ferraz, el Instituto Católico de Artes e Industrias (ICAI) de la calle de Alberto Aguilera, el convento de las Mercedarias de San Francisco, la Iglesia parroquial de Bellas Artes, el Colegio de María Auxiliadora de las Salesianas y el colegio de Religiosas del Sagrado Corazón, de Chamartín. También se incendió en Vallecas el convento de las religiosas Bernardas.
Se intentó incendiar o asaltar por parte de los grupos subversivos, sufriendo diversos desperfectos, el convento de los Paúles de la calle de García Paredes, las Trinitarias de Marqués de Urquijo, los Luises, en la calle de Cedaceros; el de Jesús, en la plaza del mismo nombre; otro de Carmelitas, en la calle de Ayala; el de San José de Calasanz en la calle de Torrijos; otro de monjas en la calle de San Bernardo, el del Buen Suceso, el de Caballero de Gracia y otro de la calle de Evaristo San Miguel. También la chusma hizo evacuar un convento de monjas sito en la calle Ancha, 86; el de San Plácido, en la calle de San Roque, las monjas del Servicio Doméstico de la calle de Fuencarral, los frailes de la fundación Caldeiro y las Trinitarias de Lope de Vega.
Pero los desmanes no se limitaron a la capital de España, en algunas provincias la furia anticlerical también se cebó en iglesias y conventos.

En Málaga se quemó el palacio arzobispal del siglo XV, los colegios de los Maristas, los Agustinos, la iglesia de Perchel mandada construir por los Reyes Católicos, la parroquia de Santo Domingo, el templo de San Felipe Neri, la iglesia parroquial de San Juan, los conventos de las Mercedarias y de San Angel, las Iglesias de la Merced, San Lázaro, las parroquias de Puerto de la Torre, Churriana, Comares, Torremolinos, y El palo, hasta un total de 48 edificios religiosos incendiados o asaltados. En la parroquia de San Pablo y la iglesia de los capuchinos se profanaron las criptas y la chusma paseo, en lo alto de un palo, la calavera de un antiguo párroco.

En Valencia el convento de San José de las Carmelitas, san Julián, de las agustinas, el colegio de la Presentación, fundado en 1550, asaltados los conventos de Teresianas, la Residencia de los Jesuitas, y el Seminario Conciliar. En Sevilla la iglesia del Buen Suceso, la residencia de los capuchinos, la capilla de San José construida por el gremio de los carpinteros de la ciudad en el siglo XVII.

En Córdoba el convento de San Cayetano.

En Cádiz se quemó el convento de los Dominicos, la iglesia de Santa María y del convento del Carmen. En la provincia, en Sanlúcar de Barrameda se incendió del convento de los Capuchinos, en Jerez de la Frontera se asaltó el convento de San Francisco, el de los Carmelitas y la residencia de los Jesuitas, también en Algeciras hubo incidentes en los que se intentó quemar varias iglesias.

En Murcia fue quemada la iglesia gótica de la Purísima y asaltados el convento de las Isabelas y el de las Verónicas.

En Alicante se incendiaron las escuelas Salesianas, el colegio de las Carmelitas, la parroquia de Benalúa, el convento de San Francisco, la casa de ejercicios de la Compañía de Jesús, el convento de las Oblatas, la iglesia del Carmen, la residencia de los Jesuitas, convento de Capuchinos, convento de Agustinos, el Palacio Episcopal, el colegio de Jesús y María, el colegio de la Compañía de María y el colegio de los Maristas.

El día 12 de mayo cuando vuelve la calma, las perdidas materiales son muy cuantiosas, pero aún es más grave el daño que se ha causado al patrimonio histórico artístico español.

En Madrid se ha perdido una urna de plata repujada que contenía los restos de san Francisco de Borja; un Lignum Crucis procedente de la casa ducal de Pastrana regalo del Papa. Se destruyó el sepulcro del siglo XVI del teólogo Diego Lainez, primer discípulo de San Ignacio de Loyola. Ardieron, un retrato del fundador de la compañía de Jesús pintado por Sánchez Coello y un Zurbaran. La biblioteca de la residencia de los jesuitas, con más de 80.000 volúmenes, entre ellos incunables irremplazables y primeras ediciones de las obras de Lope de Vega, Quevedo, Calderón o Saavedra Fajardo, también se quemo en el Instituto Católico de Arte e Industrias, la biblioteca del centro, formada por más de 20.000 volúmenes, entre los que se encontraban ejemplares únicos de la Germaniae Historica y el Corpus Inscriptorum Latinarum, además de toda la obra del paleógrafo García Villada, formada por más de 40.000 fichas y sus correspondientes fotografías de archivos de todo el mundo.

La suma de ambas bibliotecas representaban el mayor patrimonio bibliográfico en España después de la Biblioteca Nacional. En Málaga se calcinó un cristo románico regalo de Fernando de Antequera junto al retablo en que se encontraba y un cuadro de la Virgen y el Niño de Van Dyck. Además ardió el archivo diocesano y su biblioteca.

En Sevilla se perdieron obras maestras de la imaginería de Semana Santa de Pedro Mena y Martínez Montañés, así como un famoso retablo atribuido a Pedro Roldan. En Murcia fue pasto de las llamas La Inmaculada del maestro Salzillo.

A cualquier persona con un mínimo de sentido común no se le escapa que estos actos eran gravísimos atentados contra el orden público, la libertad religiosa y el patrimonio cultural, una muestra de barbarie intolerable en una nación civilizada, sin embrago, fue contemplada con pasividad y complacencia por el gobierno provisional republicano, que jamás investigó los hechos ni indemnizó los daños causados. Después vendría la legislación anticlerical, los abusos de autoridad, la conculcación de la libertad religiosa y de enseñanza, y un continuo rosario de violencias contra la Iglesia católica en España. La quema de conventos fue el temprano anticipo de lo que sería el genocidio perpetrado durante la guerra civil, en el que más de 8.000 religiosos y un número incalculable de seglares fueron asesinados, única y exclusivamente por profesar la fe católica. Un artículo de Mateo Requesens para Minuto Digital. (14-04-2006)

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