La Fundación que lleva su nombre ha recibido quince manuscritos del historiador abulense
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ANTONIO GARCÍA
ÁVILA.- La Fundación que lleva el nombre Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984) ha recibido quince cartas manuscritas del historiador abulense, cedidas por Julio de la Vega la Orden. Fueron escritas entre 1978 y 1981.
El presidente de la Diputación de Ávila y vicepresidente de la Fundación Claudio Sánchez Albornoz, Agustín González, ha recibido quince cartas escritas a mano por el historiador abulense entre mediados de 1978 y finales de 1981. La cesión ha sido realizada por el abulense Julio de la Vega la Orden, que en ese tiempo mantuvo una comunicación epistolar con Sánchez Albornoz, aún en el exilio, donde llegó a ser presidente del Gobierno de la República.
Según González, se trata de "nuevos documentos a añadir al patrimonio legado por don Claudio Sánchez Albornoz". En su contenido hablan, sobre todo, de la historia de España. En algunas de las líneas leídas este martes, hacía especial referencia a Ávila, a los reconocimientos que intuía que le llegarían después de su muerte y al "problema vasco", tal y como ha recordado su nieto y secretario de la Fundación que lleva su nombre, Francisco Trullén.
Respecto al destino de las misivas, ha comentado que pasarán a formar parte del fondo que la Fundación tiene en el Palacete de Nebreda, de Ávila, donde existen "entre 1.500 y 2.000". Estas cartas se suman a los fondos cartularios de correspondencia que conserva la Diputación de León, uno de los patronos de la Fundación Sánchez Albornoz, junto a la Diputación abulense, el Principado de Asturias, la Comunidad de Madrid y la Junta de Castilla y León.
La comunicación epistolar cedida corresponde al periodo comprendido entre junio de 1978 y septiembre de 1981, tal y como ha recordado Julio de la Vega la Orden, quien ha rememorado su relación con Sánchez Albornoz teniendo en cuenta "vínculos familiares", así como políticos y periodísticos, ya que en aquel momento colaboraba con artículos en la prensa de la época.
A su juicio, estos documentos servirán para que "las futuras generaciones conozcan la labor histórica de quien fue un enamorado de Ávila". Por ello, fue enterrado en el claustro de la Catedral abulense.
De la Vega la Orden ha leído algunos pasajes de las misivas, entre los que figura el primero: "Un abulense es siempre para mí un amigo y un hermano. Sabe que adoro Ávila desde niño y que esa admiración ha crecido en el largo destierro. Estoy orgulloso en haber cumplido mi deber frente a España, consagrando mi vida a su historia". "Algún día me hará justicia mi patria, quizá después de mi muerte", comentaba de forma premonitoria.
En la última carta fechada el 30 de septiembre de 1981 decía oscilar "entre el optimismo y el pesimismo al pensar en España". "Hemos sido siempre así un pueblo áspero y difícil. Hay que poner el hombro y sacar a flote España y dentro de ella a nuestra Castilla. Siempre estoy pluma en ristre para la defensa de ambas. Yo he perdonado ya a todo el mundo y no aspiro sino a tener una buena y santa muerte", argumentaba.
Además, confiaba en que sus paisanos le hicieran un día "justicia" y después de su muerte se acordaran de él, antes de concluir: "El ayer debe ser olvidado".
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ANTONIO GARCÍA
ÁVILA.- La Fundación que lleva el nombre Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984) ha recibido quince cartas manuscritas del historiador abulense, cedidas por Julio de la Vega la Orden. Fueron escritas entre 1978 y 1981.
El presidente de la Diputación de Ávila y vicepresidente de la Fundación Claudio Sánchez Albornoz, Agustín González, ha recibido quince cartas escritas a mano por el historiador abulense entre mediados de 1978 y finales de 1981. La cesión ha sido realizada por el abulense Julio de la Vega la Orden, que en ese tiempo mantuvo una comunicación epistolar con Sánchez Albornoz, aún en el exilio, donde llegó a ser presidente del Gobierno de la República.
Según González, se trata de "nuevos documentos a añadir al patrimonio legado por don Claudio Sánchez Albornoz". En su contenido hablan, sobre todo, de la historia de España. En algunas de las líneas leídas este martes, hacía especial referencia a Ávila, a los reconocimientos que intuía que le llegarían después de su muerte y al "problema vasco", tal y como ha recordado su nieto y secretario de la Fundación que lleva su nombre, Francisco Trullén.
Respecto al destino de las misivas, ha comentado que pasarán a formar parte del fondo que la Fundación tiene en el Palacete de Nebreda, de Ávila, donde existen "entre 1.500 y 2.000". Estas cartas se suman a los fondos cartularios de correspondencia que conserva la Diputación de León, uno de los patronos de la Fundación Sánchez Albornoz, junto a la Diputación abulense, el Principado de Asturias, la Comunidad de Madrid y la Junta de Castilla y León.
La comunicación epistolar cedida corresponde al periodo comprendido entre junio de 1978 y septiembre de 1981, tal y como ha recordado Julio de la Vega la Orden, quien ha rememorado su relación con Sánchez Albornoz teniendo en cuenta "vínculos familiares", así como políticos y periodísticos, ya que en aquel momento colaboraba con artículos en la prensa de la época.
A su juicio, estos documentos servirán para que "las futuras generaciones conozcan la labor histórica de quien fue un enamorado de Ávila". Por ello, fue enterrado en el claustro de la Catedral abulense.
De la Vega la Orden ha leído algunos pasajes de las misivas, entre los que figura el primero: "Un abulense es siempre para mí un amigo y un hermano. Sabe que adoro Ávila desde niño y que esa admiración ha crecido en el largo destierro. Estoy orgulloso en haber cumplido mi deber frente a España, consagrando mi vida a su historia". "Algún día me hará justicia mi patria, quizá después de mi muerte", comentaba de forma premonitoria.
En la última carta fechada el 30 de septiembre de 1981 decía oscilar "entre el optimismo y el pesimismo al pensar en España". "Hemos sido siempre así un pueblo áspero y difícil. Hay que poner el hombro y sacar a flote España y dentro de ella a nuestra Castilla. Siempre estoy pluma en ristre para la defensa de ambas. Yo he perdonado ya a todo el mundo y no aspiro sino a tener una buena y santa muerte", argumentaba.
Además, confiaba en que sus paisanos le hicieran un día "justicia" y después de su muerte se acordaran de él, antes de concluir: "El ayer debe ser olvidado".
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