Hablando con Besteiro.-
El cadáver de Sánchez Guerra recibe honras fúnebres en el Palacio de las Cortes.
Dos profesores de Universidad charlan esperando la hora del entierro. Viejos amigos, el más ilustre y famoso que ha precedido la Cámara anterior descubre a su colega su disconformidad con la política del Bienio 1931-1933.
- Nos desfiguraron la República. ¡Cuantos errores… La España con la que usted y yo soñábamos va a ser imposible. Temo, incluso, por el porvenir de nuestro Régimen.
- No me asombraba oírle, porque le conozco. Pero sus palabras calman muchas de mis íntimas preocupaciones. No sé si por mi oficio de historiador, por temperamento o por educación o por las tres razones a la vez, soy un demócrata liberal, en nuestro mundo de hoy un republicano moderado. Ahora bien, mi convicción de serlo me hacía temer que viese sombras donde no las había. Al oirle, me he convencido de que mis temores correspondían a realidades.
- Albornoz, quizás podamos enderezar la ruta. Necesitamos estar atentos quienes advertimos los peligros.
- Yo no cuento en las filas republicanas, pero usted sí y puede influir desde dentro del socialismo y desde fuera de él, porque usted es quién es.
(…) ¡Besteiro, querido y admirado amigo, que salvaste la dignidad republicana asumiendo responsabilidades de otros, permaneciendo en Madrid, jugándote la vida y muriendo en prisión, al hacer hoy públicas tus inquietudes de antaño quiero rendir un cálido tributo de amistad a tu memoria.
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