lunes, 20 de octubre de 2008

Pureza de la raza vasca (Sabino Arana)


"Tanto están obligados los bizkainos a hablar su lengua nacional como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del con los españoles y evitar así el cruzamiento de las dos razas."

«Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que sólo hablasen Euzkera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pudieran eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrán cambiarla.»

"En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euskéricos, u oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano."

"El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón”.

"¿Qué es, pues, lo que respecto de la pureza de la raza se contiene en el programa nacionalista? Puede reducirse en los puntos siguientes:
1.- Los extranjeros podrán establecerse en Bizkaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules; pero no podrán naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales acordarán si habrían de ser expulsados, no autorizándoseles en los primeros años de independencia la entrada en territorio bizcaino, a fin de borrar más fácilmente toda huella que en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación.
2.- La ciudadanía bizkaina pertenecerá por derecho natural y tradicional a las familias originarias de Bizkaya, y en general a las de raza euskeriana, por efecto de la confederación; y, por cesión del poder (Juntas Generales) constituido por aquéllas y éstas, y con las restricciones jurídicas y territoriales que señalara, a las familias mestizas euskeriano-extranjeras".

"Mas, ¿será posible que un español entre en mi familia?, ¿será posible que mi única hermana venga a ser mujer de un maketo?. Si tal acontece, ¡juro por la sangre de mi raza que he de largarme al fin del mundo, para no ver más a quienes así y por un plato de lentejas, menosprecian a su raza y venden a su patria!»".

(Los males habían empezado ya en el siglo IX, cuando los vizcaínos, olvidando sus instituciones, habían adoptado la forma de gobierno señorial “españolizándose en sus ideales”. El deplorable suceso “torció en tanto grado las inteligencias y los corazones de los bizkaínos que, produciendo aberraciones tales como la de llamar en los documentos Rey y Señor a quien sólo era Señor y consentir que firmara Yo el Rey (…) causó el más profundo y trascendental de llamarse a sí mismos españoles los vizcaínos; y no rechazado este maldito nombre de nacionalidad por aquel pueblo que (…) no preveía que las generaciones ulteriores habían de caer en la persuasión de que aquél les correspondía por naturaleza”. Definiéndose como “historiador filósofo”, consigue explicarse que sus paisanos se llamaran españoles en “la época de apogeo y engrandecimiento de España”, pero encontraba incomprensible la continuidad de tan nefanda costumbre en épocas de decadencia hispana).

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