Joaquín Costa (1848-1911), político y jurista español y figura relevante del regeneracionismo. Aragonés de origen. Republicano.
Propugnó la europeización de España, la modernización de la nación por la educación de los españoles y necesaria reforma de las estructuras agrarias y del sistema judicial. Sus ideas inspiraron en gran medida los postulados de la Generación del 98 y fue uno de los principales representantes del Regeracionismo.
Para salir de la situación pantea la necesidad de una política quirúrgica de urgencia realizada por un cirujano de hierro que haga posible el buen funcionamiento del Parlamento, un poder Judicial independiente y una Administración eficaz.
Propugnó la europeización de España, la modernización de la nación por la educación de los españoles y necesaria reforma de las estructuras agrarias y del sistema judicial. Sus ideas inspiraron en gran medida los postulados de la Generación del 98 y fue uno de los principales representantes del Regeracionismo.
Para salir de la situación pantea la necesidad de una política quirúrgica de urgencia realizada por un cirujano de hierro que haga posible el buen funcionamiento del Parlamento, un poder Judicial independiente y una Administración eficaz.
Nació en Monzón (Huesca) de familia muy humilde. Doctor en filosofía y letras y en derecho, de formación krausista, consiguió la titulación como notario, función que desempeñó primero en Jaén (1888), luego en Madrid (1894) y finalmente en la localidad oscense de Graus (1904), a donde se retiró amargado y enfermo, luego de haber colaborado en la creación de la Unión Nacional, de la que formó parte el liberal Santiago Alba.
Costa propugnó la incorporación de España a Europa, sin olvidar su propia idiosincrasia e individualidad. La educación, la reforma agraria y jurídica y la lucha contra el abuso y el despotismo fueron los pilares de su pensamiento. Publicó tres obras clave: "Colectivismo agrario en España" (1898), "El problema de la ignorancia del derecho" (1901) y la fundamental "Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España" (1902). Sus ideas inspiraron gran parte de los postulados de la Generación del 98 y fue la principal cabeza del regeneracionismo, movimiento de lucha contra el caciquismo del sistema político de finales del XIX. Su programa de 'despensa y escuela' y total austeridad, era poco atractivo para los partidos. Por ello, en 1903, renunció al escaño para el que había sido elegido en la candidatura republicana, y se retiró de la política. Sus escritos pedagógicos se agruparían en 1916 en la antología "Maestro, escuela y patria".
Costa propugnó la incorporación de España a Europa, sin olvidar su propia idiosincrasia e individualidad. La educación, la reforma agraria y jurídica y la lucha contra el abuso y el despotismo fueron los pilares de su pensamiento. Publicó tres obras clave: "Colectivismo agrario en España" (1898), "El problema de la ignorancia del derecho" (1901) y la fundamental "Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España" (1902). Sus ideas inspiraron gran parte de los postulados de la Generación del 98 y fue la principal cabeza del regeneracionismo, movimiento de lucha contra el caciquismo del sistema político de finales del XIX. Su programa de 'despensa y escuela' y total austeridad, era poco atractivo para los partidos. Por ello, en 1903, renunció al escaño para el que había sido elegido en la candidatura republicana, y se retiró de la política. Sus escritos pedagógicos se agruparían en 1916 en la antología "Maestro, escuela y patria".
Los párrafos del texto pertenencen al ensayo “Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España” escrito por Joaquín Costa a principios del siglo XX.
En ellos, el político y jurista aragonés, denuncia la corrupción del sistema político establecido por la la Restauración y la Constitución de 1876, el de la alternancia pacífica de los partidos dinásticos en los que se agrupan los dirigentes que subordinan los intereses de la nación a los suyos propios. Dirigentes que ni representan a la nación ni, por extraños, forman parte de ella.
Costa distingue entre el cacique (el personaje importante en lo social y económico en un territorio) y el oligarca (el político profesional de la nación que necesita del cacique para lograr sus fines).
El funcionamiento de este sistema, según refiere el texto, se apoya en los oligarcas y en los caciques. Los oligarcas residen en el centro y son los que deciden. Los caciques diseminados por la periferia, y en diversos grados, ejercen el control del territorio bajo su influencia. El Gobernador Civil de cada provincia, en cuanto representante e instrumento del gobierno central en ella, sirve de nexo entre oligarcas y caciques. El Gobierno organiza las elecciones y decide su resultado.
Los oligarcas, agrupados en partidos que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente constitucionales y parlamentarias. Un sistema político en el que los intereses de los electores quedan subordinados a los de los que fraudulentamente han sido elegidos.
Unos, abusando de su autoridad, y otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que dice representar. Así, falseando el sufragio de los electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.
En España coexisten dos realidades diferentes: una ficticia o aparente (de monarquía parlamentaria, constitución y elecciones), otra real (la del caciquismo oligárquico que establece el gobierno que representa a unos pocos, que atiende al interés exclusivo de oligarcas y caciques, la de un gobierno parlamentario sin electores y en el que las mayorías y minorías no dependen de la voluntad de los electores sino de lo que previamente acuerdan los partidos. Costa, por defender el régimen parlamentario condena su perversión oligárquica. Además considera que este sistema corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta en ella el secesionismo político y territorial y perpetúa en ésta, y en los españoles, su secular atraso cultural, social y económico.
En ellos, el político y jurista aragonés, denuncia la corrupción del sistema político establecido por la la Restauración y la Constitución de 1876, el de la alternancia pacífica de los partidos dinásticos en los que se agrupan los dirigentes que subordinan los intereses de la nación a los suyos propios. Dirigentes que ni representan a la nación ni, por extraños, forman parte de ella.
Costa distingue entre el cacique (el personaje importante en lo social y económico en un territorio) y el oligarca (el político profesional de la nación que necesita del cacique para lograr sus fines).
El funcionamiento de este sistema, según refiere el texto, se apoya en los oligarcas y en los caciques. Los oligarcas residen en el centro y son los que deciden. Los caciques diseminados por la periferia, y en diversos grados, ejercen el control del territorio bajo su influencia. El Gobernador Civil de cada provincia, en cuanto representante e instrumento del gobierno central en ella, sirve de nexo entre oligarcas y caciques. El Gobierno organiza las elecciones y decide su resultado.
Los oligarcas, agrupados en partidos que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en áreas de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes representan al país y la nación no es libre ni soberana por estar prisionera de un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones aparentemente constitucionales y parlamentarias. Un sistema político en el que los intereses de los electores quedan subordinados a los de los que fraudulentamente han sido elegidos.
Unos, abusando de su autoridad, y otros, aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de un régimen que, pretendidamente representativo, ignora la voluntad de los que dice representar. Así, falseando el sufragio de los electores, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para actuar a través de ellas en beneficio propio.
En España coexisten dos realidades diferentes: una ficticia o aparente (de monarquía parlamentaria, constitución y elecciones), otra real (la del caciquismo oligárquico que establece el gobierno que representa a unos pocos, que atiende al interés exclusivo de oligarcas y caciques, la de un gobierno parlamentario sin electores y en el que las mayorías y minorías no dependen de la voluntad de los electores sino de lo que previamente acuerdan los partidos. Costa, por defender el régimen parlamentario condena su perversión oligárquica. Además considera que este sistema corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta en ella el secesionismo político y territorial y perpetúa en ésta, y en los españoles, su secular atraso cultural, social y económico.
Texto que se propone para el Comentario:
TEXTO 1: OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO
Con esto llegamos como por la mano a determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás.
Esos componentes exteriores son tres: 1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro); 2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio; 3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos". Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les había sido entregado.
Joaquín COSTA: Oligarquía y caciquismo, colectivismo agrario y otros escritos, [Madrid, 1901], edición de 1969, Alianza Editorial, pp. 28-30.
Con esto llegamos como por la mano a determinar los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás.
Esos componentes exteriores son tres: 1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro); 2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio; 3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento. A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos". Pero aunque se lo llamemos, no lo es; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella, y no es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les había sido entregado.
Joaquín COSTA: Oligarquía y caciquismo, colectivismo agrario y otros escritos, [Madrid, 1901], edición de 1969, Alianza Editorial, pp. 28-30.
Esquema-Síntesis:
*.- Los factores que integran esta forma de gobierno y la posición que cada uno ocupa respecto de los demás.
*.- Los componentes exteriores son tres:
1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro);
2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio;
3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento.
A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos".
Pero aunque se lo llamemos, no es la clase gobernante; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella,
No es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les había sido entregado.
*.- Los componentes exteriores son tres:
1º, los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando que forman su “plana mayor", residentes ordinariamente en el centro);
2º, los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio;
3º, el gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento.
A esto se reduce fundamentalmente todo el artificio bajo cuya pesadumbre gime rendida y postrada la Nación.
Oligarcas y caciques constituyen lo que solemos denominar clase directora o gobernante, distribuida o encasillada en “partidos".
Pero aunque se lo llamemos, no es la clase gobernante; si lo fuese, formaría parte integrante de la Nación, sería orgánica representación de ella,
No es sino un cuerpo extraño, como pudiera serlo una facción de extranjeros apoderados por la fuerza de Ministerios, Capitanías, telégrafos, ferrocarriles, baterías y fortalezas para imponer tributos y cobrarlos.
[...] En las elecciones […] no es el pueblo, sino las clases conservadoras y gobernantes, quienes falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y del poder que para dirigir desde él a las masas les había sido entregado.
Lo que dice Joaquín Costa:
Joaquín Costa (1848-1911) diagnosticó que el régimen político en España era un régimen oligárquico y caciquil. España era "una oligarquía de notables", no era una nación libre y soberana, en ella no había ni parlamento ni partidos, solo oligarquías.
"No es (...) nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias."
En este régimen caciquil, que adopta una forma de monarquía parlamentaria, en vez de subordinarse los elegidos a los electores son éstos lo que están sometidos a los elegidos. Además, tampoco la ley contempla o considera de forma ecuánime a todos los ciudadanos.
Los elementos de la oligarquía son: "1º Los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando, que forman su "plana mayor", residentes ordinariamente en el centro: 2º Los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio: 3º El gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento."
Costa distingue entre el cacique (hombre fuerte de la comarca, con influencia política, social y económica y base del sistema caciquil) y el oligarca (el político profesional de la nación que se apoya en el oligarca para ejercer su poder). El cacique realiza el trabajo sucio y el delincuente de cuello blanco es el oligarca.
"En las fechorías, inmoralidades o crímenes que forman el tejido de la vida política de nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, tanto como el funcionario, como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente culpable que ellos; pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente mayor, y sería si acaso el instrumento o el cacique quien tendría moralmente razón para negar el saludo al personaje o al ministro, que fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de él un criminal cuando pudo y debió hacer de él un ciudadano."
El régimen caciquil se caracteriza por su nefasto elitismo, en él más brillantes e inteligentes son postergados por el régimen caciquil: "es la postergación sistemática, equivalente a la eliminación de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus, la élite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden."
España es una meritocracia a la inversa. El régimen selecciona a los peores y posterga a los mejores de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo sobreviven los peores.
Los oligarcas se reparten regionalmente España en áreas de influencia política local. Cada oligarca disfruta de su correspondiente territorio. Los oligarcas se reúnen en asociaciones o bolsas de empleo llamadas partidos y deliberan en las Cortes.
En España no hay Cortes ni partidos políticos más que en caricatura. Los grupos políticos no responden más que a sus intereses personales y pasajeros. El parlamento no representa al país. Las elecciones son organizadas por el gobierno para obtener el resultado electoral apetecido en un régimen bastardo en el que los Gobiernos deciden la suerte de las Cortes.
El caciquismo u oligarquía política afecta también al aparato judicial, necesita de una justicia corrupta y llena de parcialidades y partidismos caciquiles.
Costa no condena el régimen parlamentario sino su perversión oligárquica. En España hay dos gobiernos: uno fenoménico y fantasmal (el sistema de monarquía parlamentaria, con constitución y elecciones) y otro el real, efectivo y esencial que es el caciquismo oligárquico.
Esta oligarquía es una oligarquía absoluta, sin ningún poder que la frene o modere. Por encima del Rey está S.M. el Cacique. Costa define el régimen imperante en la España de 1899 como "una oligarquía pura en el concepto aristotélico: gobierno del país por una minoría absoluta, que atiende exclusivamente a su interés personal, sacrificándole el bien de la comunidad."
La existencia de la oligarquía política compromete la unidad de España y fomenta el secesionismo político y territorial. Para que subsista España como Estado nacional es preciso que desaparezca la oligarquía. "Pueblo que no es libre, no debe esperarse que se preocupe de la bandera". La oligarquía desnacionaliza España. Costa señala un proceso de la desnacionalización de España producida por el atraso del país y por la naturaleza corrupta de su régimen político
La solución propuesta por Costa es una política quirúrgica de urgencia que debe ser realizada por un cirujano de hierro (un hombre superior y providencial que lleve a cabo la regeneración de la patria, un político ilustrado, culto, superior, que gobierne al pueblo para mejorarlo).
El cirujano de hierro debe ser un magistradoque que garantice el funcionamiento de un Parlamento, de un Poder Judicial independiente y de una Administración eficaz.
El parlamentarismo existente es incapaz de acometer las reformas necesarias para España (el parlamentarismo no es el medio, es el fin de las reformas. "Para que España pueda ser nación parlamentaria mañana, tiene que renunciar a serlo hoy.")
Si el pueblo ahora no tiene voluntad, carece de sentido plantearse el que las elecciones reflejen la voluntad del pueblo. El régimen parlamentario existente funciona sin necesidad de elecciones ni de electores, es un "gobierno parlamentario sin electores". En él las mayorías y minorías son hechuras del partido gobernante. La representación es inexistente de facto. Los diputados representan a las diversas facciones dentro de la oligarquía (por ello el consenso es fácil entre todos los oligarcas o caciques).
La solución es el régimen constitucional de separación de poderes del Estado: “el régimen parlamentario como ideal, el régimen presidencial o representativo como transición y como medio."
En el régimen oligárquico no existe una ciudadanía madura moral y políticamente: "España, como Estado oligárquico que es, no puede tener ciudadanos conscientes; electores, ni, por tanto, régimen parlamentario, y porque no puede tenerlos no los tiene".
Como el pueblo español carece de madurez política para ejercer el sufragio universal, menester es que alguien gobierne al pueblo. No pide una dictadura, pide el gobierno de un presidente enérgico junto a un parlamento que colabore con el presidente en la elaboración de las reformas constitucionales pertinentes.
En el régimen presidencial que propone Costa, el Gobierno y el Parlamento ejercen una verdadera tutela política sobre el pueblo hasta que éste alcance la mayoría de edad política, momento en el que el régimen presidencial dará paso a un sistema político parlamentario.
Costa sostiene la inevitabilidad de la europeización de España. España está en Europa y debe adaptarse a la situación real que le circunda para no ser absorbida por las grandes potencias. La europeización puede llegar por la colonización económica de España por las grandes potencias europeas o porque España se modernice sin dejar de ser España.
El dilema según Costa: o España se europeíza o es europeizada. Si España se europeíza será de acuerdo con su genio y su tradición, si España es europeizada por las grandes potencias, será borrada del mapa y esquilmada, desaparecerá como tal.
La europeización "requiere una revolución desde el poder; revolución muy honda y muy rápida, tan rápida como honda". "Ahora bien, esa revolución súbita supone como necesaria condición estas tres cosas a la vez: genio político que la promueva y dirija; una organización vieja que no la estorbe; un estado social que la pueda asimilar."
La prensa también es responsable de la postración de España. Igual que el pueblo español no tiene ni madurez ni capacidad política, tampoco tiene capacidad para leer periódicos de forma crítica y racional.
La opinión no surge de los ciudadanos, sino de los periódicos. El periodismo hace que los ciudadanos abdiquen de su facultad de pensar por sí mismos. Como la prensa está en manos de oligarcas, la prensa es sumamente perjudicial para el pueblo español.
"Y así ha resultado que eso que llamamos opinión no tiene su fuente en la conciencia de la nación, sino que se forma en las redacciones de dos o tres periódicos; y como, por otra parte, esas redacciones no son, en lo general, cuerpos de tutores, patriciado natural, sino, al igual de la plana mayor de las facciones, cuerpos de oligarcas y de intérpretes y adscripticios suyos que por esto no dejan oír a su pupilo otras voces que las propias-, el vasallaje práctico del gobernante resulta doblado por el vasallaje teórico del periodista, y entre los dos dan a España, según dije, aspecto de una nación maleficiada." Con las oligarquías periodísticas existentes es imposible el cambio que propugna Costa, la renovación de la prensa es forzosa.
Es necesario el concurso de las élites intelectuales para realizar la revolución nacional liberal que propugna. Es necesario un partido de hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y colaborar con el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la patria. El partido es la élite intelectual y política con capacidad suficiente de impulsar el cambio y suministrar de entre sus filas el personal político necesario a la nación. Este partido deber ser liberal, nacional y regeneracionista.
"No es (...) nuestra forma de gobierno un régimen parlamentario, viciado por corruptelas y abusos, según es uso entender, sino, al contrario, un régimen oligárquico, servido, que no moderado, por instituciones aparentemente parlamentarias."
En este régimen caciquil, que adopta una forma de monarquía parlamentaria, en vez de subordinarse los elegidos a los electores son éstos lo que están sometidos a los elegidos. Además, tampoco la ley contempla o considera de forma ecuánime a todos los ciudadanos.
Los elementos de la oligarquía son: "1º Los oligarcas (los llamados primates, prohombres o notables de cada bando, que forman su "plana mayor", residentes ordinariamente en el centro: 2º Los caciques, de primero, segundo o ulterior grado, diseminados por el territorio: 3º El gobernador civil, que les sirve de órgano de comunicación y de instrumento."
Costa distingue entre el cacique (hombre fuerte de la comarca, con influencia política, social y económica y base del sistema caciquil) y el oligarca (el político profesional de la nación que se apoya en el oligarca para ejercer su poder). El cacique realiza el trabajo sucio y el delincuente de cuello blanco es el oligarca.
"En las fechorías, inmoralidades o crímenes que forman el tejido de la vida política de nuestro país, el oligarca es tan autor como el cacique, tanto como el funcionario, como el alcalde, como el agente, como el juez, e igualmente culpable que ellos; pero no he dicho bien: esa culpa es infinitamente mayor, y sería si acaso el instrumento o el cacique quien tendría moralmente razón para negar el saludo al personaje o al ministro, que fríamente y a mansalva armó su brazo, haciendo de él un criminal cuando pudo y debió hacer de él un ciudadano."
El régimen caciquil se caracteriza por su nefasto elitismo, en él más brillantes e inteligentes son postergados por el régimen caciquil: "es la postergación sistemática, equivalente a la eliminación de los elementos superiores de la sociedad, tan completa y absoluta, que el país ni siquiera sabe si existen; es el gobierno y dirección de los mejores por los peores; violación torpe de la ley natural, que mantiene lejos de la cabeza, fuera de todo estado mayor, confundida y diluida en la masa del servum pecus, la élite intelectual y moral del país, sin la cual los grupos humanos no progresan, sino que se estancan, cuando no retroceden."
España es una meritocracia a la inversa. El régimen selecciona a los peores y posterga a los mejores de la sociedad española. En el régimen caciquil oligárquico sólo sobreviven los peores.
Los oligarcas se reparten regionalmente España en áreas de influencia política local. Cada oligarca disfruta de su correspondiente territorio. Los oligarcas se reúnen en asociaciones o bolsas de empleo llamadas partidos y deliberan en las Cortes.
En España no hay Cortes ni partidos políticos más que en caricatura. Los grupos políticos no responden más que a sus intereses personales y pasajeros. El parlamento no representa al país. Las elecciones son organizadas por el gobierno para obtener el resultado electoral apetecido en un régimen bastardo en el que los Gobiernos deciden la suerte de las Cortes.
El caciquismo u oligarquía política afecta también al aparato judicial, necesita de una justicia corrupta y llena de parcialidades y partidismos caciquiles.
Costa no condena el régimen parlamentario sino su perversión oligárquica. En España hay dos gobiernos: uno fenoménico y fantasmal (el sistema de monarquía parlamentaria, con constitución y elecciones) y otro el real, efectivo y esencial que es el caciquismo oligárquico.
Esta oligarquía es una oligarquía absoluta, sin ningún poder que la frene o modere. Por encima del Rey está S.M. el Cacique. Costa define el régimen imperante en la España de 1899 como "una oligarquía pura en el concepto aristotélico: gobierno del país por una minoría absoluta, que atiende exclusivamente a su interés personal, sacrificándole el bien de la comunidad."
La existencia de la oligarquía política compromete la unidad de España y fomenta el secesionismo político y territorial. Para que subsista España como Estado nacional es preciso que desaparezca la oligarquía. "Pueblo que no es libre, no debe esperarse que se preocupe de la bandera". La oligarquía desnacionaliza España. Costa señala un proceso de la desnacionalización de España producida por el atraso del país y por la naturaleza corrupta de su régimen político
La solución propuesta por Costa es una política quirúrgica de urgencia que debe ser realizada por un cirujano de hierro (un hombre superior y providencial que lleve a cabo la regeneración de la patria, un político ilustrado, culto, superior, que gobierne al pueblo para mejorarlo).
El cirujano de hierro debe ser un magistradoque que garantice el funcionamiento de un Parlamento, de un Poder Judicial independiente y de una Administración eficaz.
El parlamentarismo existente es incapaz de acometer las reformas necesarias para España (el parlamentarismo no es el medio, es el fin de las reformas. "Para que España pueda ser nación parlamentaria mañana, tiene que renunciar a serlo hoy.")
Si el pueblo ahora no tiene voluntad, carece de sentido plantearse el que las elecciones reflejen la voluntad del pueblo. El régimen parlamentario existente funciona sin necesidad de elecciones ni de electores, es un "gobierno parlamentario sin electores". En él las mayorías y minorías son hechuras del partido gobernante. La representación es inexistente de facto. Los diputados representan a las diversas facciones dentro de la oligarquía (por ello el consenso es fácil entre todos los oligarcas o caciques).
La solución es el régimen constitucional de separación de poderes del Estado: “el régimen parlamentario como ideal, el régimen presidencial o representativo como transición y como medio."
En el régimen oligárquico no existe una ciudadanía madura moral y políticamente: "España, como Estado oligárquico que es, no puede tener ciudadanos conscientes; electores, ni, por tanto, régimen parlamentario, y porque no puede tenerlos no los tiene".
Como el pueblo español carece de madurez política para ejercer el sufragio universal, menester es que alguien gobierne al pueblo. No pide una dictadura, pide el gobierno de un presidente enérgico junto a un parlamento que colabore con el presidente en la elaboración de las reformas constitucionales pertinentes.
En el régimen presidencial que propone Costa, el Gobierno y el Parlamento ejercen una verdadera tutela política sobre el pueblo hasta que éste alcance la mayoría de edad política, momento en el que el régimen presidencial dará paso a un sistema político parlamentario.
Costa sostiene la inevitabilidad de la europeización de España. España está en Europa y debe adaptarse a la situación real que le circunda para no ser absorbida por las grandes potencias. La europeización puede llegar por la colonización económica de España por las grandes potencias europeas o porque España se modernice sin dejar de ser España.
El dilema según Costa: o España se europeíza o es europeizada. Si España se europeíza será de acuerdo con su genio y su tradición, si España es europeizada por las grandes potencias, será borrada del mapa y esquilmada, desaparecerá como tal.
La europeización "requiere una revolución desde el poder; revolución muy honda y muy rápida, tan rápida como honda". "Ahora bien, esa revolución súbita supone como necesaria condición estas tres cosas a la vez: genio político que la promueva y dirija; una organización vieja que no la estorbe; un estado social que la pueda asimilar."
La prensa también es responsable de la postración de España. Igual que el pueblo español no tiene ni madurez ni capacidad política, tampoco tiene capacidad para leer periódicos de forma crítica y racional.
La opinión no surge de los ciudadanos, sino de los periódicos. El periodismo hace que los ciudadanos abdiquen de su facultad de pensar por sí mismos. Como la prensa está en manos de oligarcas, la prensa es sumamente perjudicial para el pueblo español.
"Y así ha resultado que eso que llamamos opinión no tiene su fuente en la conciencia de la nación, sino que se forma en las redacciones de dos o tres periódicos; y como, por otra parte, esas redacciones no son, en lo general, cuerpos de tutores, patriciado natural, sino, al igual de la plana mayor de las facciones, cuerpos de oligarcas y de intérpretes y adscripticios suyos que por esto no dejan oír a su pupilo otras voces que las propias-, el vasallaje práctico del gobernante resulta doblado por el vasallaje teórico del periodista, y entre los dos dan a España, según dije, aspecto de una nación maleficiada." Con las oligarquías periodísticas existentes es imposible el cambio que propugna Costa, la renovación de la prensa es forzosa.
Es necesario el concurso de las élites intelectuales para realizar la revolución nacional liberal que propugna. Es necesario un partido de hombres nuevos de donde saldrá el cirujano de hierro y todo el personal político necesario para cubrir los cargos públicos del Estado y colaborar con el cirujano en la necesaria tarea de regeneración de la patria. El partido es la élite intelectual y política con capacidad suficiente de impulsar el cambio y suministrar de entre sus filas el personal político necesario a la nación. Este partido deber ser liberal, nacional y regeneracionista.
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