jueves, 8 de noviembre de 2012

Arthur Koestler

(Budapest, 1905 - Londres, 1983) Novelista y ensayista en lengua inglesa de origen húngaro. En 1926 dejó Hungría y se marchó a un kibbutz en Palestina. Fue dibujante de arquitectura en Haifa, vendedor en un bazar y periodista en El Cairo. Se adhirió al Partido Comunista en 1932 y en 1937 pasó tres meses en las prisiones franquistas, experiencia que describió en Testamento español (1937).


La afiliación de Koestler al partido comunista provocó su despido de la agencia Ullstein, la poderosa cadena de diarios en la que trabaja. Auspiciado por el Comintern, de cuyo Apparat ya es miembro activo, viaja por la Unión Soviética y Asia Central. Vuelve a París donde colabora activamente con Willy Muenzenberg, otro importante agente del Comintern, en campañas de propaganda antifascista. Viaja a España en dos ocasiones, con la intención de obtener pruebas que confirmen la colaboración nazi en la sublevación del 36).
Koelster cuenta como Rusia se negó a dar asilo a los sobrevivientes de las Brigadas Internacionales y exterminó a todos los rusos y españoles que desempeñaron una parte en la guerra civil y sabían demasiado de lo que ocurría detrás del escenario.
Señala como Rusia prolongó la agonía de España, enviando refuerzos suficientes para mantener la guerra hasta llegar a un acuerdo con la Alemania nazi, que constituía su mira principal; como sabemos que utilizó a España como un instrumento mortal para desembarazarse de los anarquistas, trotskistas y otros políticos indeseables.
Dice que cuando estalló la guerra, los comunistas constituían una insignificante minoría que no alcanzaba a doscientos miembros en toda Cataluña; sin embargo, a medida que avanzaba la guerra, los comunistas consiguieron transformar gradualmente el país, en virtud de la amenaza, el chantaje, la intriga y el terror, y lo convirtieron en un obediente satélite del Kremlin.
Hoy sabemos, dice, todo esto, pero entonces no lo sabíamos. Ahora sabemos que nuestra verdad era una verdad a medias, que la nuestra era una lucha librada en la niebla, y que los que sufrieron y murieron en la guerra no eran sino peones de una complicada partida de ajedrez entablada entre dos adversarios totalitarios que pugnaban por dominar el mundo”.
(…) Comparada con Alemania, España era un país pequeño y remoto, y sin embargo, Franco desató por el mundo entero olas de indignación más apasionadas que Hitler en los primeros tiempos de su régimen.
Los actos de terror llevados a cabo por los nazis estaban ocultos, por lo menos detrás de las paredes de las prisiones y de los campos de concentración. Pero la matanza de Badajoz, el bombardeo de Madrid, los niños muertos en Getafe, Guernica arrasada eran acontecimientos públicos frente a los cuales el mundo reaccionaba con una espontánea convulsión de horror.
(…) La campaña de propaganda internacional, en virtud de la cual se expresaba esa conciencia, era una mezcla de pasión y de farsa.
(…) España hubo de convertirse en el punto de reunión de la bohemia internacional izquierdista (…) poetas, novelistas, periodistas, estudiantes de arte cruzaron en masa los Pirineos para asistir a congresos de escritores, para levantar la moral de las tropas leyendo fragmentos de sus obras frente a altoparlantes móviles, para hacerse cargo de trabajos muy bien pagados, aunque de corta duración, en alguno de los numerosos departamentos de radio y propaganda y para ser útiles, como se decía, en toda clase de funciones secretas e indefinibles” .
Otto Katz, que había adoptado el nombre de André Simon, conducía a delegaciones parlamentarias británicas a través de una España potemkinizada y les explicaba que las iglesias quemadas y derruidas de Cataluña habían sido destruidas por obra de bombardeos aéreos que nunca habían tenido lugar.
Louis Aragón, amenazó con renunciar a la causa de la guerra porque otro escritor, Gustave Regler, había sido designado jefe de la propaganda que se llevaba a cabo mediante altoparlantes montados en automóviles. Pero se reconcilió nuevamente cuando Regler, después de haberse alistado en la Brigada Internacional, recibió un balazo en el estómago”.
(…) Pero por otra parte estaban (…) quienes se alistaron en la Brigada internacional y fueron muertos. Y también estaban George Orwell, Gustave Regler (…) y otros escritores que lucharon corriendo enormes riesgos y guardando menos precauciones que en una guerra normal. Y también estaba André Malraux, que organizó una escuadrilla de voluntarios en las Fuerzas Aéreas Republicanas (…) y que unió en su persona los dones, normalmente incompatibles, de la acción, el arte y la propaganda”.
(…) lo mismo que las otras guerra, la de España fue una mezcla de vanidad y sacrificios, de elementos grotesco y sublimes, sólo que en mayor medida, porque las guerra ideológicas son, en cierto modo, más artificiales, confusas y absurdas que las tradicionales guerras que se lleva a cabo entre naciones”.

“Después de asistir a las sesiones de la Comisión Investigadora de Londres (…) fui enviado nuevamente a España en cumplimiento de una misión especial”, un cometido interesante y sorprendente; al fracasar la insurrección de Franco en Madrid, muchos políticos derechistas huyeron de Madrid dejando correspondencia oficial y archivos privados. “Mi tarea consistía en buscar documentos que probaran que la Alemania nazi había intervenido directamente en la preparación del levantamiento de Franco y en llevar tales materiales a París. Se necesitaban urgentemente aquellos documentos para apoyar las demandas del gobierno español ante la Sociedad de Naciones y para fines de propaganda internacional”.
Lo sorprendente que en vez de encargar este trabajo a algún funcionario del Ministerio de Exteriores, asignaran este trabajo a un extranjero. “Otto me explicó que había sido el propio Del Vayo, el Ministro de Asuntos Exteriores español, quien había pedido que se le enviara un hábil periodista político para realizar aquel trabajo”.
Reunido en París Del Vayo con Otto (el jefe no oficial de la campaña de propaganda del gobierno de España en la Europa Occidental, que estaba bien provisto de fondos para ello, en parte provenientes de España y en parte de la KOMINTERN, y que disponía de ellos con entera libertad y que con ellos aseguraba la simpatía de los periodistas franceses influyentes y aún de diarios enteros por la causa de la República), eminencia gris de la guerra de propaganda y como tal le trataban tosdos en la Embajada Española, incluso Del Vayo.
“Del Vayo me pidió (a Koelster) que saliera para Madrid lo antes posible (…), que no podía encargarle a nadie una misión de la naturaleza de la que yo iba a realizar y que exigía una dedicación completa de varias semanas”. “Como mis conocimientos de español eran muy escasos me asignó un intérprete”. (…) todavía no comprendía yo por qué no se encargaba aquel trabajo a un periodista español”.
“Lo comprenderá usted cuando comience a trabajar –me dijo Del Vayo-. En Madrid reina la confusión, (…) existen celos entre las diferentes fracciones; algunas de las casas de los fugitivos que usted va a investigar están ocupadas por los anarquistas; otras, por los socialistas, y ambas partes pondrían dificultades a cualquier español que no pertenezca a su bando y no le permitirían sacar de la casa los documentos. En cambio, para un extranjero que se envía desde el exterior como perito y encargado especial del trabajo, la cosa será mucho más fácil. Puesto que usted pudo sortear a Franco (…) bien podrá, con la ayuda de Dios, sortear a nuestros anarquistas”.
(…) “Examinar los distintos archivos y eventualmente sacar de España los documentos que interesaban, antes de que uno los arrebatara y los guardara hasta el fin de la guerra fue una tarea, según comprobé, más difícil que entrar en Sevilla”.
“Me habían dado instrucciones de que mantuviera secreta, en la medida de los posible, la naturaleza de mi misión, porque se llegaba a saberse que importantes documentos estaban a punto de ser sacados de España un bando u otro organizaría un escándalo” (…) “esto sólo puede comprenderse teniendo en cuenta el fondo de luchas internas, intrigas y procedimientos disimulados que detrás del frente español, llevaron pocos meses mas tarde al levantamiento anarquista de Barcelona y a una guerra civil dentro de la guerra civil.”
(…) “El gobierno contemplaba secretamente la posibilidad de la caída de Madrid y estaba ansioso de poner a salvo todo cuanto fuera posible, sin conocimiento de la población. Se estaban embarcando para Rusia las reservas de oro del Banco de España, y los archivos oficiales se trasladaban a París; pero todo esto se hizo con el mayor secreto”.
“Característico de esta atmósfera era el modo que tenía el Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid de comunicarse con su Embajada de París. La única línea telefónica de que disponía pasaba por Barcelona, que estaba en manos de los anarcosindicalistas. (…) era esencial que se mantuvieran secretas las comunicaciones diplomáticas y que no era de esperar que los anarquistas fueran capaces de guardar un secreto.
Afortunadamente el embajador español en París en aquella época era Luis Araquistain, el cuñado de Del Vayo. Araquistain y Del Vayo estaban casados con dos hermanas germano-suizas, cuya lengua materna era cierto dialecto montañés de la Suiza alemana”. (…) así “la señora de Del Vayo, hablando por teléfono con su hermana en esa extraña lengua, que vivía en París, transmitía los mensajes confidenciales desde el Madrid acosado al mundo exterior.
Pero este curioso sistema de comunicaciones cesó cuando Del Vayo y Araquistain se distanciaron, pues el ministro se plegaba demasiado a la voluntad de Moscú, en tanto que Araquistain, que abogaba por un mínimo de independencia, fue acusado de trotskista y destituido de su cargo.
Permanecí en Madrid alrededor de tres o cuatro semanas, que fue el tiempo que me llevó completar mis indagaciones” (37)
“Salí de Madrid en la primera semana de noviembre, cuando el gobierno de Largo Caballero huyó a Valencia y se consideró perdida la capital.
(…) La mayor parte de la población, alentada por los habituales comunicados optimistas, no se daba cuenta de esto; pero aquellos que lo sabían estaban aterrorizados, incluso yo mismo, y hacían apresurados preparativos para seguir al Gobierno a Valencia, lo cual no era fácil porque los anarquistas, furiosos por lo que ellos llamaban deserción del gobierno, habían montado patrullas armadas en las principales carreteras y, deteniendo a todos los automóviles procedentes de Madrid, interrogaban a sus ocupantes con las pistolas en alto y los arrestaban. Ocasionalmente algunas personas resultaban muertas en tales incidentes, y en Madrid corrían por todas partes rumores que tenían a la gente llena de pánico.
Yo (…) necesitaba alguna especie de escolta, a causa de los preciosos documentos que llenaban dos grandes maletas. Temblaba al pensar en lo que podría ocurrirme si alguna patrulla de semianalfabetos abría una de mis maletas y la encontraba llena de papeles con membretes que exhibían cruces svásticas y flechas de la falange. Por fin el Partido me puso en contacto con camaradas de la escuadrilla de Malraux.
(…) Llevaba distribuidos en mis bolsillos un salvoconducto del Ministerio de Asuntos Exteriores, otro del Partido Comunista y un tercero que los pilotos habían obtenido de un jefe anarquista.
(…) Afortunadamente las patrullas armadas que nos detuvieron a cada media hora de camino llevaban en sus solapas y birretes insignias muy visibles del bando a que pertenecían, de manera que toda mi preocupación se reducía a meter la mano en el bolsillo que contenía el documento pertinente. No conté el número de veces que nos detuvieron, pero el doctor Junod, de la Cruz Roja Internacional, que viajó por España en esa misma época, contó 148 patrullas y puestos camineros en la distancia que separa a Madrid de Valencia”. (38-39).
“Durante los últimos meses de 1936 Otto y yo escritos libros de propaganda sobre España, destinados a complementarse recíprocamente. Ambos fueron publicados por las Éditions du Carrefour, de Willy Muenzemberg, en alemán y en francés, en tanto que en Londres los publicó Víctor Gollancz como Left Book Club Choices.
El libro de Otto se refería exclusivamente al papel que había desempeñado la Alemania nazi en preparar y fomentar la sublevación de Franco. El mío comenzaba con mi viaje al cuartel general rebelde y, desde un punto de vista histórico, informaba acerca de los primeros meses de la guerra.
(…) Willy estaba impaciente por que aparecieran los libros. (….) tomaba alguna de las hojas que yo tenía escritas a máquina, las hojeaba y luego me vociferba:
-¡Demasiado débil!. ¡Demasiado objetivo!. ¡Pégales, pégales fuerte!. ¡Dí al mundo como arrollan a los prisioneros con sus tanques, cómo los bañan con petróleo y los queman vivos!. ¡Haz que el mundo se estremezca de horror! (…) mientras decía esto golpeaba con el puño sobre la mesa. Nunca había visto a Willy en semejante estado de excitación.
Él creía en la eficacia de la propaganda de las atrocidades. (…) Discutí con él señalando que el de Hitler era un terror unilateral, en tanto que en una guerra las atrocidades se cometen por ambas partes, de suerte que una venga a la otra. Pero era difícil discutir con Willy. Insistía que agregásemos al libro un suplemento con fotografías de escenas de horro impresas en papel satinado.
(…) No me fue posible evitar que en el libro se incluyeran las fotografías, pero en el texto conseguí que en lo referente a las atrocidades se redujera a una decena de páginas. En general, toda esa parte se basaba en el memorando de las hazañas del terror […] llevadas a cabo durante los primeros días de la insurrección, registradas por la Facultad de Derecho de Madrid y publicadas por Eduardo Ortega y Gasset. Pero se basaban también en otras noticias, de fuentes dudosas y no identificadas, que Willy había recibido del Apparat y me había trasmitido.
(…) “Pero lo que más me asombraba de la propaganda de Burgos no era su malignidad, sino el abismo de ignorancia y estupidez que revelaba. Goebbels era un adversario inteligente y brillante, pero los encargados de la propaganda de Burgos parecían analfabetos. Señalar las contradicciones de la propaganda del enemigo era una de las tareas que más me complacían y la consideraba más efectiva que la enumeración de atrocidades. Willy sostenía la opinión contraria, y, desde luego, tenía razón cuando se trataba de la propaganda dirigida a las masas.
-No discutas con ellos- no cesaba de repetirme. Muéstralos a los ojos del mundo. Haz que la gente abomine de ellos y los maldiga. Hazlos de estremecer de horror.
(…) Lo que más nos enfurecía era el hecho de que Franco, lo mismo que Hitler antes, pretendía que había dado su golpe militar precisamente en el momento oportuno para prevenir una revolución nuestra. Como nosotros predicábamos abiertamente la revolución no teníamos razón para indignarnos, salvo en lo que se refiere a motivos técnicos, pues no habíamos planeado ninguna revolución en ese país y en ese momento. Pero, según imagino, también un asaltante profesional también se indignaría igualmente si se le acusara de un asalto que no ha cometido. Era en verdad indignante que sirviéramos de parteras involuntarias en el nacimiento de una dictadura fascista tras otra.” (44)

“El gobierno leal había organizado por fin una Agencia Internacional de Noticias, cosa que debería haber hecho algunos meses antes, pero que se había demorado a causa de las eternas desavenencias que existían entre los distintos partidos políticos. En Inglaterra aquella agencias se llamó Spanish News Agency y en Francia Agence Espagne. La oficina principal de la agencia estaba en París y era dirigida por Otto Katz, en tanto que Geoffrey Bing dirigía la oficina de Londres. Los principales corresponsales de guerra enviados a España por Agence Espagne fuimos Willy Forrest, antiguo periodista del Daily Express, ahora News Chronicle, y yo. Forrest debía hacerse cargo de las noticias del frente central, y yo de las del frente Sur, desde Málaga.
(…) Forrest era miembro del Partido Comunista británico, cosa que delaraba sin ningún empacho.
(…) Antes de salir de París, News Chronicle me asignó también la misión de recoger noticias. De manera que Willy Forrest y yo trabajamos para Agence Espagne y para News Chronicle, al mismo tiempo, y ambos pertenecíamos al partido Comunista,.
(…) Cuando nos separamos en Valencia yo iba directamente a la prisión”. (45 y 46).

“Forrestn y yo pasamos unos cuantos días en Valencia para discutir, con los distintos departamento del gobierno, cuestiones relativas a la agencia de noticias españolas. En aquella ciudad atestada de gente era muy difícil conseguir alojamiento, pero Michael Kolzov –el corresponsal de Pravda- nos acogió con su hospitalidad rusa, y la primera noche Willy y yo pudimos dormir acostados en el suelo de la habitación de Kolzov.
(…) Quince días después yo mismo estaba condenado a muerte en una cárcel de Sevilla . Kolzov había de ser llamado a Rusia, donde lo pasaron por las armas” (47 y 48).

“Me arrestaron el 9 de febrero; pasé cuatro días incomunicado en la prisión de Málaga

En 1937 Arthur Koestler está preso en la cárcel de Sevilla. Afiliado al Partido Comunista, era corresponsal de un diario inglés en la Guerra Civil. Fue detenido por las tropas franquistas y condenado a muerte. Esperando su ejecución, tuvo una experiencia singular, que cuenta en sus memorias.

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