jueves, 27 de marzo de 2008

El final de la guerra

Sin embargo, ni un armisticio, ni una mediación internacional, ni una capitulación negociada y condicionada pusieron término al conflicto fratricida. Y no fue así por varias razones:

El presidente Azaña, ya en su exilio en Francia desde febrero de 1939, enumeró las razones de la abrumadora derrota republicana (más que los motivos de la victoria total franquista):
"El presidente considera que, por orden de importancia, los enemigos del Gobierno republicano han sido cuatro. Primero, la Gran Bretaña [por su adhesión al embargo de armas prescrito por la política colectiva de No Intervención]; segundo, las disensiones políticas de los mismos grupos gubernamentales que provocaron una anarquía perniciosa que fue total para las operaciones militares de Italia y Alemania en favor de los rebeldes; tercero, la intervención armada italo-germana, y cuarto, Franco (...)".

Los dos bandos combatientes en la contienda civil española tuvieron que hacer frente a tres grandes y graves problemas inducidos por la Guerra Total en el plano estratégico-militar, en el ámbito económico-institucional y en el orden político-ideológico. En gran medida, el éxito o fracaso de sus respectivos esfuerzos bélicos dependió de la acertada resolución de estas tres tareas básicas:

  • 1º. La reconstrucción de un Ejército combatiente regular, con mando centralizado y jerarquizado, obediencia y disciplina en sus filas y una logística de suministros bélicos constantes y suficientes, a fin de sostener con vigor el frente de combate y conseguir ulteriormente la victoria sobre el enemigo o, al menos, evitar la derrota.
  • 2º. La reconfiguración del aparato administrativo del Estado en un sentido fuertemente centralizado para explotar y hacer uso eficaz y planificado de todos los recursos económicos internos o externos del país, tanto humanos como materiales, en beneficio del esfuerzo de guerra y de las necesidades del frente de combate.
  • 3º. La articulación de unos "Fines de Guerra" comunes y compartidos por la gran mayoría de las fuerzas sociopolíticas representativas de la población civil de retaguardia y susceptibles de inspirar moralmente a esa misma población hasta el punto de justificar los grandes sacrificios de sangre y las hondas privaciones materiales demandados por esa cruenta y larga lucha fratricida.

A juzgar por el curso y desenlace de la Guerra Civil, parece evidente que el bando franquista fue superior al bando republicano en la imperiosa necesidad de configurar un Ejército combatiente bien abastecido, construir un Estado eficaz para regir la economía de guerra y sostener una retaguardia civil unificada y moralmente comprometida con la causa bélica.

Y, sin duda, el contexto internacional en el que se libró la contienda española impuso unas condiciones favorables y unos obstáculos insuperables a cada uno de los contendientes.
No en vano, sin la constante y sistemática ayuda militar, diplomática y financiera prestada por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, es harto difícil creer que el bando liderado por el general Franco hubiera podido obtener su rotunda victoria absoluta e incondicional.

De igual modo, sin el asfixiante embargo de armas impuesto por la política europea de No Intervención y la consecuente inhibición de las grandes potencias democráticas occidentales, con su gravoso efecto en la capacidad militar, situación material y fortaleza moral, es altamente improbable que la República hubiera sufrido un desplome interno y una derrota militar tan total, completa y sin paliativos.

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