Madrid, 11 de febrero de 1933
Quince años tiene ya de existencia la República obrera rusa. Durante ellos, con esfuerzos inauditos, se ha venido levantando en aquel inmenso territorio el acontecimiento económico y social más formidable del mundo moderno. Este acontecimiento crea en todos los países un ambiente más o menos difuso, pero manifiesto de curiosidad, de simpatía y de expectación. De él participan todos los hombres atentos a los problemas del presente y a las perspectivas del porvenir, los intelectuales y los técnicos, las grandes masas trabajadoras. Todo el mundo ansía saber la verdad de lo que pasa en aquel país en construcción. Sobre esta gran página de la Historia humana se exacerban las pasiones políticas. Hasta hoy, en nuestro país no se había intentado todavía un esfuerzo serio para situarse ante estos hechos con plenas garantías de veracidad.
En casi todos los países del mundo (Francia, Inglaterra, Alemania, Estados Unidos, Japón, &c.) funcionan ya Asociaciones de Amigos de la Unión Soviética, cuyo cometido es poner claridad en el tumulto de las opiniones contradictorias, pasionales, y no pocas veces interesadas, sobre la URSS. España no podía seguir manteniéndose aislada de este gran movimiento internacional. Era necesario recoger todo ese ambiente difuso de curiosidad y de simpatía hacia la Unión Soviética, organizarlo y darle una base de documentación seria y actual; estudiar y exponer a la luz del día, sin ocultar ni desfigurar nada, los éxitos, las dificultades, los problemas de esta magnifica experiencia que supone para el mundo la construcción de una sociedad nueva. La Asociación de Amigos de la Unión Soviética, situándose por entero al margen de los partidos y por encima de las tendencias y formaciones políticas, aspira a reunir a cuantos creen que el mundo no puede colocarse hoy de espaldas a lo que pasa en Rusia. Nuestra Asociación no tendrá más programa ni más bandera que decir y ayudar a conocer la verdad sobre la URSS, combatiendo con las armas de la verdad la mentira, la calumnia y la deformación.
Para conseguirlo, la Asociación de Amigos de la Unión Soviética organizará en toda España conferencias, documentales sobre la URSS, proyecciones de películas de tipo informativo, exposiciones con gráficos, fotografías, &c.; publicará libros y materiales estadísticos; dará a conocer las conquistas y los problemas del socialismo en la Unión Soviética; organizará delegaciones obreras a aquel país; facilitará la organización de viajes de estudios; editará una revista ilustrada de actualidad consagrada a la vida en la URSS; organizará sesiones de radio para recibir las emisiones soviéticas de conciertos y conferencias informativas en español; encauzará el intercambio de correspondencia y de relaciones entre obreros, técnicos e intelectuales de ambos países, &c.
Para el desarrollo eficaz de todas estas actividades nuestra Asociación necesita contar en toda España con la adhesión individual o colectiva de representantes de todas las clases y de todas las tendencias políticas. No se trata de crear un grupo más, sino de recoger un amplio movimiento de opinión, carente hasta hoy de órgano adecuado y de plasmar el anhelo de miles y miles de españoles que no pueden considerar ajena a sus preocupaciones humanas ni a los destinos del mundo la lucha por la sociedad nueva que ciento cincuenta millones de hombres están librando en el país de los Soviets.
Luis Lacasa, arquitecto. R. Díaz Sarasola, médico. José María Dorronsoro, ingeniero. Diego Hidalgo, notario. Roberto Novoa Santos, médico. Gregorio Marañón, médico. Eduardo Ortega y Gasset, abogado. Pío Baroja, escritor. Eduardo Barriobero, abogado. Luis Jiménez Asúa, catedrático. Victoria Kent, abogado. Ramón J. Sender, periodista. Felipe Sánchez Román, catedrático. Jacinto Benavente, escritor. Victorio Macho, escultor. Juan Madinaveitia, médico. José Maluquer, ingeniero. Ramón del Valle Inclán, escritor. M. Rodríguez Suárez, arquitecto. Juan Negrín, catedrático. Augusto Barcia, abogado. M. Sánchez Roca, periodista. Luis de Tapia, escritor. Roberto Castrovido, periodista. Teófilo Hernando, catedrático. José María López Mezquita, pintor. Marcelino Pascua, médico. J. Planell, médico. Ángel Garma, médico. Eduardo Ugarte, escritor. Santiago E. de la Mora, arquitecto. Pedro de Repide, escritor. Manuel Machado, escritor. Luis Blanco Soler, arquitecto. Regino Sáinz de la Maza, músico. Fernando García Mercadal, arquitecto. Concha Espina, escritora. Manuel Aníbal Álvarez, arquitecto. Carmen Monné de Baroja. Fernando Cárdenas, ingeniero. Luis Bagaría, dibujante. J. Díaz Fernández, escritor. Joaquín Vaamonde, arquitecto. Luis Calandre, médico. José Antonio Balbontín, abogado. María Martínez Sierra, publicista. Ricardo Baroja, pintor. Adolfo Vázquez Humasqué, ingeniero. Pilar Coello. Fernando de Castro, médico. Federico García Lorca, escritor. Carlos Montilla, ingeniero. Juan Cristóbal, escultor. Cristóbal de Castro, publicista. Secundino Zuazo, arquitecto. Enrique Balenchana, ingeniero. María Rodríguez, viuda de Galán. Juan de la Encina, crítico de arte. Timoteo Pérez Rubio, pintor. Javier Zorrilla, ingeniero. Carolina Carabias, viuda de García Hernández. José Capuz, escultor. Julián Zugazagoitia, periodista. Luis Salinas, abogado. Félix Gordón Ordás, veterinario. Clara Campoamor, abogado. Pío del Río Hortega, histólogo. Isaac Costero, catedrático. Rafael Salazar Alonso, abogado. L. Vázquez López, médico. Luis Bello, periodista. Wenceslao Roces, catedrático. J. Sánchez Covisa, catedrático. Cristóbal Ruiz, pintor. Víctor Masriera, profesor. Joaquín Arderíus, escritor. Rodolfo Llopis, profesor. Nicanor Piñole, pintor. Rafael Giménez-Siles, editor. Agustín Viñuales, catedrático. Rodrigo Soriano, diputado. Victoria Zárate, profesora. Ezequiel Endériz, periodista. Isidoro Acevedo, escritor. Salvador Sediles, diputado. Francisco Galán, periodista. Amaro Rosal, empleado de Banca. Carmen Dorronsoro. Francisco Mateo, períodista. Rosario del Olmo, periodista. Julián. Castedo, pintor. María Ángela del Olmo, actriz. Antonio Buendía, abogado.
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