martes, 29 de septiembre de 2009

«En la Edad Media, España ya existía como idea»


Entrevista con Julio Valdeón.
Enamorado de Castilla y defensor de una visión heterodoxa de lo castellano, en abierta oposición a la lectura imperial que de ella quiso hacer el franquismo, Julio Valdeón Baruque se especializó en Historia Medieval por influencia de Luis Suárez Fernández. Nacido en Olmedo, Valladolid, en 1936, dentro de una familia republicana, e influido por la tradición marxista, es uno de los principales renovadores de la historiografía medieval española. Entre sus obras más conocidas figuran ‘Los Trastámara’, ‘El feudalismo’ y ‘El chivo expiatorio: judíos, revueltas y vida cotidiana en la Edad Media’. Preocupado porque en la enseñanza en nuestro país «hemos pasado del extremo de presentar la Historia de España como unidad de destino en lo universal» a una desproporción en la que cada cual sólo aprende la Historia local de su comunidad, Valdeón trabajó en la comis ión de reforma de la enseñanza de Historia en la Secundaria.

Entrevistado por ASUNCION DOMENECH y ARTURO ARNALTE
PREGUNTA.- ¿Desde cuándo se puede hablar de España?
RESPUESTA.- Si nos referimos a la nación-Estado, desde el siglo XIX. Pero la idea de España como un cuerpo político existe en la Edad Media, aunque fuera entre las minorías. Incluso algunos escritores del final del Imperio romano aluden a lo hispano no sólo como territorio, sino también como formas de vida y costumbres.
P.- La idea medieval de España, ¿la tienen sólo los cristianos?
R.- La palabra España es cristiana, pero los musulmanes aplicaron un término referido al conjunto de la Península, Al Andalus, y los judíos hicieron lo mismo, Sefarad. Siempre se ha dicho que Al Andalus y Sefarad son sinónimos de España.
P.- ¿Ha quedado luego algo de Al Andalus y Sefarad en España?
R.- Ocho siglos de coexistencia han dejado huellas. Una muestra es la cantidad de palabras de origen árabe. Del judaísmo también hay herencia, porque muchos judíos aceptaron la conversión al cristianismo. Además, los judíos preocupaban más.
P.- ¿En qué sentido?
R.- Porque eran atacados por la Iglesia, que los llamaba «deicidas». Se les acusaba de usura, aunque sólo la practicara una minoría. En cambio, los musulmanes que quedaban eran más modestos, obreros, labradores, y preocupaban menos.
P.- ¿La convivencia entre las tres culturas fue real?
R.- Más que convivencia, habría que decir coexistencia. Alfonso X el Sabio (1221-1284) tuvo mucha relación con judíos y musulmanes en la Escuela de Traductores de Toledo. Sin embargo, en su obra Las Partidas se lee: «Los judíos están como testimonio de que mataron a Cristo y con la esperanza de que algún día se conviertan». Decir «os admitimos porque os daréis cuenta de vuestro error» no es tolerancia. Pero probablemente coexistieron más que en otros países de Europa. Cuando los cristianos llegaron a Toledo, Alfonso VI (1040-1109) firmó el decreto llamado Carta inter cristianos et judeos, que establece que hay que tratar igual a unos que a otros.
P.- ¿Cómo hay que entender los progromos de 1391?
R.- La razón principal fue la guerra entre Pedro I el Cruel y su hermano Enrique de Trastamara. Enrique, un bastardo de Alfonso XI (1311-1350) que aspira al trono, acusa a su hermano de protector de los judíos. Era una forma de ganarse al pueblo. Las matanzas de judíos de 1391 fueron consecuencia de esa guerra de tres años, que tiene muchas similitudes con la Guerra Civil. Tuvo lugar entre 1366 y 1369, o sea, múltiplos de tres, como entre 1936 y 1939. Intervinieron extranjeros en ambos bandos, igual que en la Guerra Civil. Y cuando Enrique II, antes de acabar la guerra, se proclamó rey, lo hizo en las Huelgas de Burgos, donde Franco se proclamaría jefe del Gobierno del Estado español. Enrique era un cruzado y Franco, el dirigente de la «cruzada de liberalización nacional».
P.- ¿Cómo hay que interpretar la expulsión de los judíos por los Reyes Católicos?
R.- Tras el fin de la Guerra de Granada y la puesta en marcha la Inquisición, pensaron que la mejor forma de evitar que los conversos judaizaran en secreto era que no tuvieran conexión con judíos de verdad. Por eso se les conminó a convertirse o a irse.
P.- Se ha escrito que el decreto de expulsión era muy duro, precisamente para que prefiriesen convertirse.
R.- Parece que, como mucho, se fueron cien mil, entre todos los reinos: Castilla, Aragón y Navarra. Bastantes volvieron después y parece que los que se fueron, salvo excepciones, eran los más pobres.
P.- En cuanto a los musulmanes, ¿cómo valora el papel de la Reconquista como seña de identidad española?
R.- La conciencia de Reconquista sólo la tuvo una minoría, que especulaba con el retorno a la unidad de los tiempos visigodos. Pero, al principio, la presencia musulmana en la Península fue muy tolerante. La buena relación se quebró con la disgregación del Califato en las taifas y cuando llegaron invasores más integristas, los almorávides (siglo XI) y los almohades (siglo XII). P.- Los musulmanes que pasaron el Estrecho no fueron muchos y parece que la islamización se produjo con los propios habitantes de la Península. R.- A mediados del siglo X, en la época de Al Hakam II, casi el ochenta por ciento de la población cristiana había aceptado la religión musulmana. El historiador Pierre Guichard ha demostrado que hubo una islamización de las relaciones conyugales, familiares y de otros muchos aspectos, aparte de los religiosos.
P.- Si esto es así, ¿la visión de la Reconquista como una seña de identidad no se corresponde con las evidencias históricas?
R.- Siempre se trató de identificar España con la Cristiandad. Pero la islamización quizá se debió también a que la difusión del cristianismo no era muy profunda. Muchos escritos de autores visigodos hablan de paganismo rural.
P.- La repoblación siempre se ha explicado en paralelo a la Reconquista. ¿Qué fue antes?
R.- La repoblación empezó en la Cuenca del Duero y en unas zonas de Cataluña que no ocupaban ni unos ni otros, porque los musulmanes no pasaron apenas del Sistema Central y, por el Valle del Ebro, de Zaragoza. Pero la Cuenca del Duero era una especie de tierra de nadie: el poder de los reyes de Asturias no pasaba de la Cordillera Cantábrica y los musulmanes, al cruzar el Duero, pensaban que pasaban al desierto. A partir del año 800, poco a poco, gente que se había concentrado en las montañas empieza a bajar y a asentarse en el norte de León, Palencia, Burgos. O sea que en principio hay una repoblación espontánea. La dirigida llegó en el siglo XIII.
P.- ¿El avance de la Reconquista tuvo por objeto apoyar estos asentamientos?
R.- Los primeros pasos de la Reconquista se dieron sobre todo con Alfonso VI, cuando llegó a Toledo (1085), la primera gran ciudad que conquistaron en Al Andalus, que ya estaba fragmentado en taifas. Pero la idea de la Reconquista es un poco ficticia. Empezó a utilizarse a partir del siglo XIII, después de la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), que se consideró una gran cruzada.

P.- A principios del siglo XV, tanto en Castilla como en Aragón gobierna una misma casa, los Trastamara. ¿Podría hablarse de una primera dinastía nacional?
R.- El hecho de que una misma familia ocupe los dos principales reinos es muy importante. Aunque la unión de los herederos de ambos reinos fue una unión dinástica, era también un paso hacia la reconstrucción de la unidad de España. Lo dicen los cronistas de la época. Lo escribe Diego de Valera: «Se va a la monarquía de todas las Españas». Lo dice el obispo de Gerona Joan Margarit: «Se han unido la España Citerior y la Ulterior». También Pedro Mártir de Anglería: «Ya están unidas casi todas las Españas, sólo quedan dos dedillos, Navarra y Portugal». Con los Reyes Católicos se dio un paso más. A partir de entonces, en el extranjero, se utiliza cada vez más la expresión «reyes de España». Aquí no, porque era una unidad por arriba, basada en el poder del rey, pero por la base era una especie de federación, en la que cada reino tenía su moneda, sus aduanas y sus normas jurídicas distintas.
P.- ¿Hemos vuelto a los orígenes?
R.- Sí, con las 17 comunidades autónomas, casi volvemos a los orígenes.
P.- ¿En qué medida estas señas de identidad histórica, como la Reconquista o los Reyes Católicos, son producto de la relectura de la Historia por el franquismo?
R.- Durante el franquismo hubo una reinterpretación de los Reyes Católicos, de las ideas de la Cristiandad y de la cruzada contra los musulmanes. Recordemos canciones como aquélla de «Isabel y Fernando, el espíritu impera...». Pero aquella España era más una federación que una unión. Lo que hubo fue un abuso de la Historia por parte de un régimen político.
P.- En esa relectura franquista, parece que Castilla es la que contiene la esencia de España.
R.- Siempre se ha dicho que «Castilla hizo a España». En eso coincidieron José Ortega y Gasset y Claudio Sánchez Albornoz. Aunque Ortega decía: «Castilla hizo a España y la deshizo». Y Sánchez Albornoz: «Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla». La Corona de Castilla tuvo un fuerte papel en términos cuantitativos, por varias razones. Tenía más población y los reyes tenían más fuerza que en Aragón, donde la nobleza y la Iglesia controlaban más los procesos políticos. También a Colón lo apoyó Castilla y es a ella a la que se añaden los territorios descubiertos en América. Esto explica que el castellano terminara siendo el idioma general, no el único, de todos los españoles. Pero la Corona de Aragón aportó los dominios italianos y trajo el humanismo a España gracias a Alfonso V el Magnánimo (1396-1458).
P.- El año 1200 es clave en la inclinación hacia Castilla de los territorios vascos, en lugar de hacia Navarra.
R.- Vizcaya fue siempre un señorío que dependió de los reyes de Castilla. Álava empezó siendo un condado de Castilla, luego se incorporó a Navarra y, en el 1200, Guipúzcoa y gran parte de Alava pasaron a ser tierras de Castilla. Si se lee a los historiadores vascos de los siglos XVI y XVII, todos escriben que preferían estar con Alfonso VIII (1155-1214) de Castilla, que con el rey de Navarra. En cuanto a Navarra, se gestó en el territorio de la montaña, donde estaban los vascones y el propio Sancho III el Mayor (¿992?-1035), pero luego se proyectó hacia la ribera del Ebro, y entró en relación con las familias reales de León, Castilla y Aragón. Sancho el Mayor quiso ser señor de Gascuña, pero no lo consiguió. Decir hoy que Sancho el Mayor fundó el Estado vasco es incorrecto, aparte de que el concepto de Estado aplicado al siglo XI está fuera de lugar.
P.- Junto a la formación de un nacionalismo español en el siglo XIX, también a finales de ese siglo surgieron los nacionalismos periféricos, que también apelan a la Edad Media.
R.- El nacionalismo va de la mano del desarrollo económico. A partir del siglo XVIII, y sobre todo del XIX, Cataluña experimentó un fuerte auge económico, que va ligado al cultural, la llamada Renaixença catalana. Eso se tradujo en la gestación del nacionalismo catalán. En el País Vasco, intervienen otra serie de factores (la minería, la siderurgia), que le permitieron convertirse en una fuerza económica importante, lo que tuvo proyección a nivel político. Durante la Transición, en Castilla y León hasta surgió un nacionalismo segoviano que decía: «Fuimos los más demócratas de la Edad Media, porque los segovianos habíamos nacido para ser libres». Uno piensa: Ah, entonces, ¿los demás hemos nacido para ser esclavos? Para justificar los nacionalismos siempre se busca en el pasado. En el caso vasco, esto es más complejo. El pueblo vasco tiene peculiaridades propias, unas características y una lengua. Pero una lengua familiar, de caserío, que no ha sido literaria. ¿En qué están escritas las crónicas de Navarra? En castellano. Incluso contribuyó a la formación del castellano. Tenemos sólo cinco vocales por influencia del euskera.
P.- Durante mucho tiempo, el nacionalismo catalán y el vasco se han afirmado contra Castilla. ¿Cómo ve este rechazo una persona que ha defendido lo castellano como algo distinto al tópico español?
R.- Ha sido negativo para Castilla. El centralismo no tiene que ver con el pueblo castellano, que está en crisis desde el siglo XVII. Perdió la Corte, que estaba en Valladolid. La población empezó a declinar. Era el granero de España, pero no tenía actividad industrial. Y esto empeoró en tiempos de Franco. ¿Adónde iban a trabajar las gentes de esta tierra? Al País Vasco o a Cataluña. ¿Y dónde iban los ingresos que hacían en los bancos? Al País Vasco o a Cataluña.
P.- ¿En qué medida la identificación entre lo español y lo castellano tiene que ver con la Generación del 98?
R.- En mucha, y eso que no eran castellanos. Eran sevillanos, como Machado; vascos, como Unamuno; alicantinos, como Azorín. No se puede generalizar. Lo castellano es una pieza más de lo español, como el catalán, el vasco, el gallego, el andaluz, el valenciano. Somos un mosaico. Identificar lo castellano y lo español es un abuso. Madrid se ha identificado con lo castellano, pero esto es abusivo. Madrid no es una ciudad castellana, es una ciudad universal y ahora más que nunca.
P.- ¿Cree que hay unas señas específicas de identidad españolas?
R.- No hay ninguna identidad nacional estática, las identidades cambian con el tiempo.

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