domingo, 16 de noviembre de 2008

La crisis del sistema de Restauración

Regeneracionismo:
Francisco Silvela, Joaquín Costa, Ángel Ganivet, el cardenal Cascajares, escritores de la Generación del 98 interesados en llevar a cabo una labor de cambio y modernización de España.
La pérdida de Cuba y Filipinas no hundió el sistema político de la Restauración pero si lo hizo tambalearse y mostró la necesidad de regenerar el sistema para que pudiera subsistir.
El sistema siguió basándose en la Constitución de 1876, el bipartidismo y la farsa electoral.
La derrota en Cuba no fue asumida por nadie. La población y el ejército culparon a los políticos por no haber sabido dar solución a los problemas que planteaba la isla. La derrota colonial marcó mucho a los intelectuales del país, que haciendo una reflexión profunda, se plantearon y criticaron el papel de España en la Europa industrializada; pero tampoco ellos aportaron soluciones.
Los partidos no tuvieron un programa político con el cual convencer a la sociedad.

El Regeneracionismo cuestionó los valores del sistema:
Costa denunció la incultura y el sistema de fraude electoral. Propuso incentivar la educación y modernizar las estructuras para lograr el progreso de España.
Era necesario “un cirujano de hierro” que supiera cortar los males arraigados en el país y conducir a la nación hacia el progreso.

Después de 1898, el Gobierno intentó regenerar el sistema pero sin cambiar la estructura política:
La falta de líderes carismáticos tras la muerte de Cánovas y Sagasta (1903) ocasionó una gran debilidad política.
Esta inestabilidad se intensifica con Alfonso XIII en el trono, a diferencia de Alfonso XII y María Cristina, intervino en la política más de lo que la Constitución de 1876 le permitía.
En el partido conservador se encontraban Francisco Silvela y Antonio Maura y en el liberal Eugenio Matinez Rix, Segismundo Moret y José Canalejas.

Después de 1898, a partir de 1906 España inició su penetración en el norte de África.
La conferencia de Algeciras de 1906 y el posterior tratado hispano-francés (1912) posibilitaron la entrada de España en el reparto de África. A España se le concedió una franja en el norte, el Riff y un enclave en la zona atlántica: Ifni y Río de Oro.
Los intereses en la zona eran diversos:
• Estratégicos: evitar que Francia y Alemania decidieran exclusivamente el destino de Marruecos.
• Económicos: explotación de recursos mineros de las montañas del RIF y hacer posible la inversión de capital español en ferrocarriles y obras públicas.
• La expansión en Marruecos podría ayudar a recuperar el prestigio internacional.

La división de Marruecos en dos protectorados: uno al sur, de mayor extensión y riqueza adjudicado a Francia; el otro al norte, en las montañas del RIF, más pobre y reducido, adjudicado a España.
El control del protectorado no fue fácil ni rentable, una operación difícil y costosa ya que el ejército español estaba mal preparado y carecía de recursos. El Rif era una zona muy montañosa mal comunicada y ocupada por distintas tribus.
En 1920, la ofensiva del ejército español para controlar la sublevación de Abd–el– Krim acabó con el desastre de Annual en 1921. La derrota incrementó el malestar en la opinión pública española y acentuó su descontento hacia el sistema, los políticos, militares y el Rey.

El Ejército necesitaba de una profunda reforma que los hiciera más eficaz y operativo.
Ante los problemas internos (ascensos rápidos por méritos de guerra) y los externos (ataques a su prestigio), se crearon las Juntas de Defensa como órgano de presión. Comenzaba a resquebrajarse la armonía conseguida por Cánovas y Alfonso XII entre el poder civil y el militar.

El movimiento obrero presentó un problema permanente, que fue extremando sus actitudes hasta desembocar en la huelga general de 1917.

Tiene su principal exponente en el catalanismo. El regionalismo catalán aceptaba la monarquía y la unidad de España pero pedía una reforma constitucional profunda que permitiera la autonomía catalana.

Con el fin de adecuar la Constitución de 1876 a la nueva realidad social y política de España era necesario reformarla profundamente. Se tenía que eliminar de ella todo lo que de falso y anacrónico había en su funcionamiento real (caciquismo y falsa electoral), e introducir modificaciones capaces de integrar en el sistema a otras fuerzas políticas como los regionalistas y los republicanos. El intento más serio se haría en 1917, pero fracasó.

El partido liberal, sin programa político que le diferenciara del conservador e inducido por las fuertes medidas anticlericales de Francia, tomó el anticlericalismo como bandera política. Se sucedieron hechos lamentables como agresiones a obispos, sacerdotes y edificios religiosos; la polémica estuvo centrada en torno a la enseñanza de la religión en institutos de enseñanza media y en escuelas primarias, y en la capacidad de las congregaciones religiosas para ejercer o no la docencia.

Al comienzo del reinado, los intentos de regeneración y modernización del gobierno de Francisco Silvela se ven abortados por la incompatibilidad de sus ministros: el General Polavieja, ministro de la guerra y partidario de grandes reformas; y el ministro de hacienda, Fernando Villaverde, partidario de introducir las más severas economías en los presupuestos generales del Estado. El programa de Polavieja fue imposible de realizar por lo que presentó su dimisión y defraudado Silvela, se retiró.

En 1907 Antonio Maura volvía por segunda vez al poder e inicia un decidido programa de renovación interna. Gobernó dos veces: de 1903 a 1904 y de 1907 a 1909 pero su influencia llena todo el período. Intentó la reforma del sistema canovista tratando de lograr que la democracia fuese una realidad y no una apariencia. Afrontó los dos problemas fundamentales del Estado: la práctica inmoral del caciquismo y el regionalismo; para ello publicó la Ley de Administración Local de 1907 que pretendía una reforma profunda de las estructuras políticas del país pero que quedó sólo en un proyecto. Esta ley pretendía “el descuaje del caciquismo”. La misma ley concedía amplias cotas de autonomía al regionalismo catalán.

Crisis de 1909 y caída de Maura.
La protesta por la movilización de reservistas catalanes para la guerra de Marruecos. Los reservistas iban a controlar una rebelión de indígenas contra la construcción del ferrocarril minero en el RIF. La Semana Trágica de Barcelona ocasionó días de terror y violencia. El Gobierno declaró el Estado de guerra y utilizó al Ejército para controlar la situación, la represión posterior costó la vida al anarquista Francisco Ferrer Guardia, a quien se le atribuyó la responsabilidad de aquellos los hechos. La ejecución de Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Nueva, levantó una violenta protesta tanto dentro como fuera de España que contribuyó al descrédito del Gobierno y la Monarquía.
Estos hechos provocaron la caída de Maura.

Fue sustituido por Moret que sólo estuvo en el Gobierno unos meses.
Los sustituyó Canalejas, la personalidad más relevante del partido liberal. Canalejas realizó el segundo gran intento de Regenerar el Sistema, para ello:

• Estableció un impuesto sobre las rentas urbanas que gravaba especialmente a los más pudientes.
• Afrontó el problema clerical promulgando la llamada Ley del Candado por la que se prohibía la entrada de nuevas órdenes religiosas a España.
• Atendió algunas reivindicaciones obreras, se estableció la jornada laboral de 9 horas.
• Se reguló el trabajo de la mujer.
• Se hizo obligatorio el servicio militar eliminando los pagos o redenciones en metálico.
• Se inició la legislación social para intentar apaciguar las reivindicaciones del movimiento obrero.
• Atajó con dureza las huelgas distinguiendo entre huelga reivindicativa de derechos y huelga revolucionaria.
• Respecto a las reivindicaciones nacionalistas se promulgó la Ley de Mancomunidades Regionales.
Cuando se esperaba un “turno pacífico” entre Maura y Canalejas, este último fue asesinado por un anarquista (12 de Noviembre de 1912).

Con la muerte de Canalejas (1912) el reformismo propiciado por los partidos dinásticos se vino abajo, la ausencia de líderes prestigiosos en éstos provocó su fragmentación interna:
*.- Dentro del partido conservador se consolidaron dos tendencias: los mauristas que intentaron formar un partido de talante más reformista y los idóneos de Eduardo Dato que representaron la postura más tradicional.
*.- También el partido liberal se fragmentó en diferentes corrientes fruto del personalismo de sus líderes.

En 1913 el rey nombró al conservador Eduardo Dato como presidente del gobierno y este tuvo que hacer frente a las consecuencias del Estallido de la 1ª Guerra Mundial (1914-1918)
España mantuvo una posición de neutralidad frente al Conflicto Europeo, actitud apoyada por todas las fuerzas políticas. A pesar de la neutralidad, la sociedad Española tomó partido a favor de uno bando:
• Germanófilos Las clases altas, la Iglesia y la mayor parte de los mandos del Ejército, se mostraron partidarios de los Imperios centrales (Alemania y Austria), como representantes del orden conservador y de la autoridad.
• Aliadófilos Los sectores más progresistas, sobre todo republicanos, se inclinaron por las potencias aliadas Francia e Inglaterra, en las que veían la encarnación de ideales más democráticos.
• Fuerzas Obreras (y Sindicales) defendieron la neutralidad al considerar que el conflicto era una pugna entre intereses imperialistas.

La neutralidad favoreció una importante expansión económica. La Guerra redujo la capacidad productiva de los países beligerantes y España se convirtió en suministradora de productos tanto industriales como agrícolas. El incremento de la demanda interior estimuló el crecimiento de la producción pero también trajo consigo un aumento de los precios lo que desató un fuerte proceso inflaccionario (los precios de los productos de primera necesidad se duplicaron entre 1914 y 1919)y el desabastecimiento interior.
La demanda exterior benefició especialmente a la siderurgia Vasca, a la minería Asturiana y a las industrias textiles y metalúrgicas de Cataluña. Fueron años de negocios y de fácil enriquecimiento, pero este crecimiento tuvo un fuerte componente especulativo (ya no se invirtieron los beneficios en la modernización de infraestructuras).
Por el contrario, las clases populares conocieron un empobrecimiento de su nivel de vida (la inflación no trajo una equivalente subida de los salarios y, por consiguiente, su capacidad adquisitiva disminuyó), el coste de la vida subió entre un 15 y un 20% y produjo una oleada de huelgas reivindicativas (en 1914 hubo 212 huelgas y en 1918 463 huelgas).
El impacto de la I Guerra Mundial contribuyó a aumentar las diferencias sociales y la tensión social.

La Revolución Rusa (1917) consiguió, por primera vez que un partido obrero consiguiera tomar el poder e iniciar la construcción de un estado de trabajadores. Las organizaciones obreras de todo el mundo vieron en Rusia un ejemplo a seguir y ello estimuló sus posibilidades revolucionarias y sus aspiraciones de cambio social. Por el contrario el miedo a un estallido revolucionario empujó a los Gobiernos a tomar medidas de represión contra el movimiento obrero.
También resurgió el militarismo. Cánovas pretendió terminar con la presencia activa de los militares en la vida política.

Juntas de Defensa:
Organizadas por la Oficialidad, exigían una serie de reformas que remediaran los problemas del Ejército. Pedían que el ascenso a los grados militares se efectuara por rigurosa antigüedad, poniendo fin al ascenso de los “africanistas”, el fin de su pésima situación económica del ejército debida a los bajos sueldos (agravada por la inflacción).
El 1 de junio la Junta de Infantería de Barcelona publicó un Manifiesto que tuvo una buena acogida en los sectores contrarios al sistema de la Restauración. No obtuvieron el apoyo de Maura, a quien incluso le ofrecieron su apoyo en caso de que llegara a formar gobierno. Maura veía en las Juntas una vuelta al régimen de los generales y de la preponderancia militar del siglo XIX.

Asamblea de Parlamentarios:
Partió de una iniciativa de la burguesía catalana como reacción a la clausura de las Cortes.
Diputados y Senadores, reunidos en Barcelona, pidieron al Gobierno la apertura de las Cortes bajo la amenaza de convocar ellos mismos una Asamblea de Parlamentarios, si se desatendía su petición.
El Gobierno interpretó la demanda como una pretensión de los Parlamentarios de convocar Cortes, iniciativa que correspondía sólo al rey y al gobierno, y una nueva manifestación del separatismo catalán. Rechazó la petición.
Ante la negativa, se constituyó en Barcelona la Asamblea extraordinaria formada por parlamentarios de toda España. El enfrentamiento entre el Ejército y los Huelguistas, de agosto, disolvió la Asamblea de parlamentarios.

Huelga General:
El 13 de agosto de 1917 fue decretada por un Comité Ejecutivo perteneciente a la UGT y al PSOE. La huelga, a petición de Pablo Iglesias debió ser pacífica. El Manifiesto que la precedía fue redactado por el socialista Julián Besteiro en el cual se pedía:
*.- La formación de un Gobierno Provisional.
*.- Las celebración de elecciones y la convocatoria de Cortes Constituyentes

La huelga produjo un paro total casi en toda España. El gobierno declaró es Estado de Guerra y el ejército la reprimió violentamente; el 20 de agosto había terminado en toda España salvo en Asturias donde se prolongó un mes y donde el ejército se enfrentó a los huelguistas con un balance de unos 200 muertos y más de 2000 detenidos.

Se formó un Gobierno de Concentración Nacional presidido por Maura y formado por los políticos más relevantes de los partidos dinásticos, incluyendo al catalanismo.
Hasta finales de 1923 diversos Gobiernos se sucedieron (entre 1918 y 1923 hubo 15 gabinetes distintos). El sistema canovista había entado en una crisis sin retorno.
Dos hechos agravaron la situación: el asesinato de Eduardo Dato y el Desastre de Annual. Ambos sucesos conmovieron a la opinión pública de manera que el general Primo de Rivera, desde Barcelona, dio un Golpe de Estado.


La construcción del Estado liberal y la articulación política de la moderna nación española se vivió con optimismo (fueron años de expansión económica y de progreso general). El ambiente cambió con la pérdida de Cuba y Filipinas y la derrota ante Estados Unidos. En el conjunto de la opinión pública influyó la pérdida de los últimos territorios nacionales de ultramar y la evidencia de la aplastante superioridad militar norteamericana.
En la izquierda, la derrota del 98 afianzó su interpretación del significado del Régimen de la Restauración: el triunfo de la reacción, la continuación de la historia más negra de una España que se había apartado de la modernidad en el siglo XVI, al rechazar la Reforma, y que se había hundido en lo que Ortega y Gasset llamó "tibetanización" (un aislamiento voluntario y un narcisismo letal, con el consiguiente atraso económico, la ignorancia y el apego a las tradiciones caducas). En esta visión influyó de forma determinante el grupo krausista.
Esta visión negativa de la sociedad, la tradición y la historia españolas se encarnó en la genialidad de los escritores del 98. España, dijo Ortega, era la historia de una enfermedad. La Segunda República era, para Azaña, una empresa de demoliciones llamada a desmantelar la falsificación instaurada por sucesivas generaciones de liberales traidores a los principios de sus mayores, los gloriosos doceañistas.
Resurgía el mito progresista de la revolución pendiente

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