viernes, 29 de enero de 2010

Decreto de cese del Presidente de la República Niceto Alcalá Zamora.


(Gaceta de Madrid de 8/4/36) "En la sesión celebrada por el Congreso de Diputados en el día de hoy, convocada con la antelación y en la forma que determina el artículo 106 de su Reglamento, para tratar del caso previsto en el último párrafo del artículo 81 de la Constitución, se ha sometido a la deliberación y acuerdo de la Cámara una proposición para que las Cortes, a los fines del último párrafo del citado artículo 81 declaren que no era necesario el decreto de disolución de Cortes de 7 de enero de 1936.

"Y habiendo el Congreso aprobado la propuesta por 288 votos de los 417 Diputados que actualmente lo constituyen, ha cesado en sus funciones como presidente de la República el Excmo. Sr. D. Niceto Alcalá-Zamora y Torres, y entrando a ejercer sus funciones con carácter de interinidad el de las Cortes, Excmo. Sr. D. Diego Martínez Barrio, en cumplimiento de lo que dispone el artículo 74 de la Constitución.
Palacio del Congreso, 7 de abril de 1936. El Vpte. del Congreso, en funciones de Presidente, Luis Jiménez de Asúa".

Elecciones febrero 1936 (Frente Popular)


¿En febrero de 1936 las izquierdas agrupadas en el Frente popular obtuvieron una rotunda e innegable victoria electoral?.
¿La incapacidad de las derechas para aceptar el resultado de las urnas acabó degenerando en una conspiración que cristalizó en el alzamiento de julio de 1936?.

Tras el alzamiento armado de octubre de 1934 en el que el PSOE y los nacionalistas de la Esquerra —con apoyos no escasos del PNV y los republicanos— pretendieron derribar al gobierno legítimo, la segunda república entró en una deriva que Stanley Payne ha denominado “el desplome de la segunda república” y Pío Moa “los orígenes de la guerra civil española”.

Las derechas habían salvado al régimen de su aniquilación revolucionaria pero no quisieron —quizá tampoco supieron— someter al peso de la ley a los que habían deseado acabar con el sistema constitucional.
Así, durante 1935, los nacionalistas y la izquierda se dedicaron a propalar rumores sobre las atrocidades cometidas por las fuerzas del orden que habían sofocado la revolución y, a la vez, se emplearon a fondo en aniquilar a las fuerzas de las derechas que podían servir de sostén al régimen republicano.

De manera consciente o no, las izquierdas fueron empujando a la radicalización a unas derechas que, paradójicamente para muchos, habían sido las garantes de la legalidad republicana.
Pieza clave de esta estrategia fue, ya en septiembre de 1935, el estallido del escándalo del estraperlo.
Strauss y Perl, los personajes que le darían nombre, eran dos centroeuropeos que habían inventado un sistema de juego de azar que permitía hacer trampas con relativa facilidad. Su aprobación se debió a la connivencia de algunos personajes vinculados a Lerroux, el dirigente del partido radical. Los sobornos habían alcanzado la cifra de cinco mil pesetas y algunos relojes pero se convertirían en un escándalo que superó con mucho la gravedad del asunto.
Strauss amenazó, en primer lugar, con el chantaje a Lerroux y cuando éste no cedió a sus pretensiones, se dirigió a Alcalá Zamora, el presidente de la república.
Alcalá Zamora discutió el tema con Indalecio Prieto y Azaña y, finalmente, decidió desencadenar el escándalo para hundir a las derechas.
Como señalaría Josep Plá, la Administración de Justicia no pudo determinar responsabilidad legal alguna —precisamente la que habría resultado interesante— pero en una sesión de Cortes del 28 de octubre se produjo el hundimiento político del partido radical, unas de las fuerzas esenciales en el colapso de la monarquía constitucional y el advenimiento de la república menos de cuatro años antes.

De esa manera, la CEDA quedaba prácticamente sola en la derecha frente a unas izquierdas poseídas de una creciente agresividad.
Durante el verano de 1935, el PSOE y el PCE —que en julio ya había recibido de Moscú la consigna de formación de frentes populares— desarrollaban contactos para una unificación de acciones.
En paralelo, republicanos y socialistas discutían la formación de milicias comunes mientras los comunistas se pronunciaban a favor de la constitución de un Ejército rojo. El 14 de noviembre de 1935, Azaña propuso a la ejecutiva del PSOE una coalición electoral de izquierdas. Acababa de nacer el Frente popular.

En esos mismos días, Largo Caballero salió de la cárcel —después de negar su participación en la revolución de octubre de 1934— y la sindical comunista CGTU entraba en la UGT socialista.
Así, el año 1935 concluyó con el desahucio del poder de Gil Robles; con unas izquierdas que creaban milicias y estaban decididas mayoritariamente a ganar las siguientes elecciones para llevar a cabo la continuación de la revolución de octubre de 1934; y con reuniones entre Chapaprieta y Alcalá Zamora para crear un partido de centro en torno a Portela Valladares que atrajera un voto moderado preocupado por la agresividad de las izquierdas y una posible reacción de las derechas.
Ésta, de momento, parecía implanteable. La Falange, el partido fascista de mayor alcance, era un grupo minoritario; los carlistas y otros grupos monárquicos carecían de fuerza y en el ejército Franco insistía en rechazar cualquier eventualidad golpista a la espera de la forma en que podría evolucionar la situación política.
Así al persistir en la idea de que no era el momento propicio, impidió la salida golpista.

Cuando el 14 de diciembre de 1935, Portela Valladares formó gobierno era obvio que se trataba de un gabinete puente para convocar elecciones.
Finalmente, Alcalá Zamora, aceptando las presiones de las izquierdas, disolvió las Cortes (la segunda vez durante su mandato, lo que implicaba una violación de la Constitución) y convocó elecciones para el 16 de febrero de 1936 bajo un gobierno presidido por Portela Valladares.

El 15 de enero de 1936 se firmó el pacto del Frente popular como una alianza de fuerzas obreras y burguesas cuyas metas no sólo no eran iguales sino que, en realidad, resultaban incompatibles.
Los republicanos como Azaña y el socialista Prieto perseguían fundamentalmente regresar al punto de partida de abril de 1931 en el que la hegemonía política estaría en manos de las izquierdas. Para el resto de las fuerzas que formaban el Frente popular, especialmente el PSOE y el PCE, se trataba tan sólo de un paso intermedio en la lucha hacia la aniquilación de la República burguesa y la realización de una revolución que concluyera en una dictadura obrera.
Si Luis Araquistain insistía en hallar paralelos entre España y la Rusia de 1917, donde la revolución burguesa sería seguida por una proletaria, Largo Caballero difícilmente podía ser más explícito sobre las intenciones del PSOE. En el curso de una convocatoria electoral que tuvo lugar en Alicante, el político socialista afirmaba:

“Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la guerra civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos” (El Liberal, de Bilbao, 20 de enero de 1936).

Tras el anuncio de la voluntad socialista de ir a una guerra civil si perdía las elecciones, el 20 de enero, Largo Caballero decía en un mitin celebrado en Linares: “... la clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la Revolución”.

El 10 de febrero de 1936, en el Cinema Europa, Largo Caballero volvía a insistir en sus tesis: “... la transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas... estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”.

No menos explícito sería el socialista González Peña al indicar la manera en que se comportaría el PSOE en el poder: “... la revolución pasada (la de Asturias) se había malogrado, a mi juicio, porque más pronto de lo que quisimos surgió esa palabra que los técnicos o los juristas llaman “juridicidad”.
Para la próxima revolución, es necesario que constituyéramos unos grupos que yo denomino “de las cuestiones previas”.
En la formación de esos grupos yo no admitiría a nadie que supiese más de la regla de tres simple, y apartaría de esos grupos a quienes nos dijesen quiénes habían sido Kant, Rousseau y toda esa serie de sabios. Es decir, que esos grupos harían la labor de desmoche, de labor de saneamientos, de quitar las malas hierbas, y cuando esta labor estuviese realizada, cuando estuviesen bien desinfectados los edificios públicos, sería llegado el momento de entregar las llaves a los juristas”.
González Peña acababa de anunciar todo un programa que se cumpliría apenas unos meses después con la creación de las checas. Con no menos claridad se expresaban los comunistas. En febrero de 1936, José Díaz dejó inequívocamente de manifiesto que la meta del PCE era “la dictadura del proletariado, los soviets” y que sus miembros no iban a renunciar a ella.

De esta manera, aunque los firmantes del pacto del Frente popular (Unión republicana, Izquierda republicana, PSOE, UGT, PCE, FJS, Partido sindicalista y POUM) suscribían un programa cuya aspiración fundamental era la amnistía de los detenidos y condenados por la insurrección de 1934 —reivindicada como un episodio malogrado pero heroico— algunos de ellos lo consideraban como un paso previo, aunque indispensable, al desencadenamiento de una revolución que liquidara a su vez la Segunda República incluso al costo de iniciar una guerra civil contra las derechas.

También sus adversarios políticos centraron buena parte de la campaña electoral en la mención del levantamiento armado de octubre de 1934. Desde su punto de vista, el triunfo del Frente popular se traduciría inmediatamente en una repetición, a escala nacional y con posibilidades de éxito, de la revolución. En otras palabras, no sería sino el primer paso hacia la liquidación de la república y la implantación de la dictadura del proletariado.
En este clima se celebraron, finalmente, las elecciones.

En medio de un clima de violencia, de agresiones, de amenazas y de desafío consciente y contumaz a la legalidad se celebraron las elecciones de febrero de 1936. Éstas no sólo concluyeron con resultados muy parecidos para los dos bloques sino que además estuvieron inficionadas por el fraude en el recuento de los sufragios.

Así, sobre un total de 9.716.705 votos emitidos, 4.430.322 fueron para el Frente popular; 4.511.031 para las derechas y 682.825 para el centro.
Otros 91.641 votos fueron emitidos en blanco o resultaron destinados a candidatos sin significación política.
Sobre estas cifras resulta obvio que la mayoría de la población española se alineaba en contra del Frente popular y, si a ello añadimos los fraudes electorales encaminados a privar de sus actas a diputados de centro y derecha, difícilmente puede decirse que contara con el respaldo de la mayoría de la población.
A todo ello hay que añadir la existencia de irregularidades en provincias como Cáceres, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Granada, Cuenca, Orense, Salamanca, Burgos, Jaén, Almería, Valencia y Albacete, entre otras, contra las candidaturas de derechas. Con todo, finalmente, este cúmulo de irregularidades se traduciría en una aplastante mayoría de escaños para el Frente popular.

En declaraciones al Journal de Geneve, publicadas ya en 1937, sería nada menos que el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, el que reconociera la peligrosa suma de irregularidades electorales: “A pesar de los refuerzos sindicalistas, el "Frente Popular" obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados.
Resultó la minoría más importante pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia.

Primera etapa: Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el "Frente Popular", sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, lo que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia.
Crisis: algunos Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificados.

Segunda etapa: Conquistada la mayoría de este modo, fue fácilmente hacerla aplastante. Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el "Frente Popular" eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos. Se expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías. No se trataba solamente de una ciega pasión sectaria; hacer en la Cámara una convención, aplastar a la oposición y sujetar el grupo menos exaltado del "Frente Popular". Desde el momento en que la mayoría de izquierdas pudiera prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de las peores locuras.

Fue así que las Cortes prepararon dos golpes de estado parlamentarios. Con el primero, se declararon a sí mismas indisolubles durante la duración del mandato presidencial. Con el segundo, me revocaron. El último obstáculo estaba descartado en el camino de la anarquía y de todas las violencias de la guerra civil”.

En otras palabras, las izquierdas —que ciertamente habían obtenido un importante respaldo en las elecciones— falsearon el resultado electoral para asegurarse una mayoría absoluta a la que no se acercaron ni lejanamente. El uso de la violencia, del fraude, de la falsedad documental y del quebrantamiento de la legalidad electoral fueron considerados aceptables para llegar a esa meta. De esa manera, las elecciones de febrero de 1936 se convirtieron ciertamente en la antesala de un proceso revolucionario que había fracasado en 1917 y 1934 a pesar de su éxito notable en 1931. Así, aunque el gobierno quedó constituido por republicanos de izquierdas bajo la presidencia de Azaña para dar una apariencia de moderación, no tardó en lanzarse a una serie de actos de dudosa legalidad que formarían parte esencial de la denominada “primavera trágica de 1936”.

Mientras Lluis Companys, el golpista de octubre de 1934, regresaba en triunfo a Barcelona para hacerse con el gobierno de la Generalidad, los detenidos por la insurrección de Asturias eran puestos en libertad en cuarenta y ocho horas y se obligaba a las empresas en las que, en no pocas ocasiones, habían causado desmanes e incluso homicidios a readmitirlos. En paralelo, las organizaciones sindicales exigían en el campo subidas salariales de un cien por cien, con lo que el paro se disparó. Entre el 1 de mayo y el 18 de julio de 1936 el agro sufrió 192 huelgas. Más grave aún fue que el 3 de marzo los socialistas empujaran a los campesinos a ocupar ilegalmente varias fincas en el pueblo de Cenicientos. Fue el pistoletazo de salida para que la Federación —socialista— de Trabajadores de la Tierra quebrara cualquier vestigio de legalidad en el campo. El 25 del mismo mes, sesenta mil campesinos ocuparon tres mil fincas en Extremadura, un acto legalizado a posteriori por un gobierno incapaz de mantener el orden público.

El 5 de marzo, el Mundo Obrero, órgano del PCE, abogaba, pese a lo suscrito en el pacto del Frente popular, por el “reconocimiento de la necesidad del derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado en la forma de soviets”.

En paralelo, el Frente popular desencadenaba una censura de prensa sin precedentes y procedía a una destitución masiva de los ayuntamientos que consideraba hostiles o simplemente neutrales. El 2 de abril, el PSOE llamaba a los socialistas, comunistas y anarquistas a “constituir en todas partes, conjuntamente y a cara descubierta, las milicias del pueblo”. Ese mismo día, Azaña chocó con el presidente de la República, Alcalá Zamora, y decidió derribarlo con el apoyo del Frente popular. Lo consiguió el 7 de abril, alegando que había disuelto inconstitucionalmente las Cortes dos veces y logrando que las Cortes lo destituyeran con solo cinco votos en contra. Por una paradoja de la Historia, Alcalá Zamora se veía expulsado de la vida política por sus compañeros de conspiración de 1930-1931 y sobre la base del acto suyo que, precisamente, les había abierto el camino hacia el poder en febrero de 1936.

Las lamentaciones posteriores del presidente de la República no cambiarían en absoluto el juicio que merece por su responsabilidad en todo lo sucedido durante aquellos años. El 10 de mayo de 1936, Azaña era elegido nuevo presidente de la República. A esas alturas, el mito de la victoria electoral del Frente popular no sólo había quedado establecido sino que además se utilizaba como coartada para acabar con el régimen constitucional y entrar abiertamente por la senda de la revolución. No era magro resultado para unas elecciones que, en realidad, no había ganado el Frente popular

viernes, 22 de enero de 2010

tratado de granada de 1492




(Tratado de paz entre los reyes Christianos Fernando II de Aragón Isabel de Castilla y Boabdil el ultimo rey de Granada)
· Primeramente, que el rey moro y los alcaides y alfaquís, cadís, meftís, alguaciles y sabios, y los caudillos y hombres buenos, y todo el comun de la ciudad de Granada y de su Albaicin y arrabales, darán y entregarán á sus altezas ó á la persona que mandaren, con amor, paz y buena voluntad, verdadera en trato y en obra, dentro de cuarenta dias primeros siguientes, la fortaleza de la Alhambra y Alhizán, con todas sus torres y puertas, y todas las otras fortalezas, torres y puertas de la ciudad de Granada y del Albaicin y arrabales que salen al campo, para que las ocupen en su nombre con su gente y a su voluntad, con que se mande á las justicias que no consientan que los cristianos suban al muro que está entre el Alcazaba y el Albaicin, de donde se descubren las casas de los moros; y que si alguno subiere, sea luego castigado con rigor.
· Que cumplido el término de los cuarenta dias, todos los moros se entregarán á sus altezas libre y espontáneamente, y cumplirán lo que son obligados á cumplir los buenos y leales vasallos con sus reyes y señores naturales; y para seguridad de su entrega, un dia antes que entreguen las fortalezas darán en rehenes al alguacil Jucef Aben Comixa, con quinientas personas hijos y hermanos de los principales de la ciudad y del Albaicin y arrabales, para que estén en poder de sus altezas diez dias, mientras se entregan y aseguran las fortalezas, poniendo en ellas gente y bastimientos; en el cual tiempo se les dará todo lo que hubieren menester para su sustento; y entregadas, los pornán en libertad.
· Que siendo entregadas las fortalezas, sus altezas y el príncipe don Juan, su hijo, por sí y por los reyes sus sucesores, recibirán por sus vasallos naturales, debajo de su palabra, seguro y amparo real, al rey Abí Abdilehi, y á los alcaides, cadís, alfaquís, meftís, sabios, alguaciles, caudillos y escuderos, y á todo el comun, chicos y grandes, así hombres como mujeres, vecinos de Granada y de su Albaicin y arrabales, y de las fortalezas, villas y lugares de su tierra y de la Alpujarra, y de los otros lugares que entraren debajo deste concierto y capitulación, de cualquier manera que sea, y los dejarán en sus Casas, haciendas y heredades, entonces y en todo tiempo y para siempre jamás, y no les consentirán hacer mal ni daño sin intervenir en ello justicia y haber causa, ni les quitarán sus bienes ni sus haciendas ni parte dello; antes serán acatados, honrados y respetados d e sus súbditos y vasallos, como lo son todos los que viven debajo de su gobierno y mando.
· Que el día que sus altezas enviaren á tomar posesión de la Alhambra, mandarán entrar su gente por la puerta de Bib Lacha ó por la de Bibnest, ó por el campo fuera de la ciudad, porque entrando por las calles no hayan algun escándalo.
· Que el dia que el rey Abí Abdilehi entregare las fortalezas y torres, sus altezas le mandarán entregar á su hijo con todos los rehenes, y sus mujeres y criados, excepto los que se hubieren vuelto cristianos.
· Que sus altezas y sus sucesores para siempre jamás dejarán vivir al rey Abí Abdilehi y á sus alcaides, cadís, meftís, alguaciles, caudillos y hombres buenos y á todo el comun, chicos y grandes, en su ley, y no les consentirán quitar sus mezquitas ni sus torres ni los almuedanes, ni les tocarán en los habices y rentas que tienen para ellas, ni les perturbarán los usos y costumbres en que están.
· Que los moros sean juzgados en sus leyes y causas por el derecho del xara que tienen costumbre de guardar, con parecer de sus cadís y jueces.
· Que no les tomarán ni consentirán tomar agora m en ningun tiempo para siempre jamás, las armas ni los caballos, excepto los tiros de pólvora chicos y grandes, los cuales han de entregar brevemente á quien sus altezas mandaren.
· Que todos los moros, chicos y grandes, hombres y mujeres, así de Granada y su tierra como de la Alpujarra y de todos los lugares, que quisieren irse á vivir á Berbería ó á otras partes donde les pareciere, puedan vender sus haciendas, muebles y raíces, de cualquier manera que sean, á quien y como les pareciere, y que sus altezas ni sus sucesores en ningun tiempo las quitarán ni consentirán quitar á los que las hubieren comprado; y que si sus altezas las quisieren comprar, las puedan tomar por el tanto que estuvieren igualadas, aunque no se hallen en la ciudad, dejando personas con su poder que lo puedan hacer.
· Que á los moros que se quisieren ir á Berbería ó á otras partes les darán sus altezas pasaje libre y seguro con sus familias, bienes muebles, mercaderías, joyas, oro, plata y todo género de armas, salvo los instrumentos y tiros de pólvora; y para los que quisieren pasar luego, les darán diez navíos gruesos que por tiempo de setenta dias asistan en los puertos donde los pidieren, y los lleven libres y seguros á los puertos de Berbería, donde acostumbran llegar los navíos de mercaderes cristianos á contratar. Y demás desto, todos los que en término de tres años se quisieren ir, lo puedan hacer, y sus altezas les mandarán dar navíos donde los pidieren, en que pasen seguros, con que avisen cincuenta dias antes, y no les llevarán fletes ni otra cosa alguna por ello.
· Que pasados los dichos tres años, todas las veces que se quisieren pasar á Berbería lo puedan hacer, y se les dará licencia para ello pagando á sus altezas un ducado por cabeza y el flete de los navíos en que pasaren.
· Que si los moros que quisieren irse á Berbería no pudieren vender sus bienes raíces que tuvieren en la ciudad de Granada y su Albaicin y arrabales, y en la Alpujarra y en otras partes, los puedan dejar encomendados á terceras personas con poder para cobrar los réditos, y que todo lo que rentaren lo puedan enviar á sus dueños á Berbería donde estuvieren, sin que se les ponga impedimento alguno.
· Que no mandarán sus altezas ni el príncipe don Juan su hijo, ni los que después dellos sucedieren, para siempre jamás, que los moros que fueren sus vasallos traigan señales en los vestidos como los traen los judíos.
· Que el rey Abdilehi ni los otros moros de la ciudad de Granada ni de su Albaicin y arrabales no pagarán los pechos que pagan por razon de las casas y posesiones por tiempo de tres años primeros siguientes, y que solamente pagarán los diezmos de agosto y otoño, y el diezmo de ganado que tuvieren al tiempo del dezmar, en el mes de abril y en el de mayo, conviene á saber, de lo criado, como lo tienen de costumbre pagar los cristianos.
· Que al tiempo de la entrega de la ciudad y lugares, sean los moros obligados á dar y entregar á sus altezas todos los captivos cristianos varones y hembras, para que los pongan en libertad, sin que por ellos pidan ni lleven cosa alguna; y que si algun moro hubiere vendido alguno en Berbería y se lo pidieren diciendo tenerlo en su poder, en tal caso, jurando en su ley y dando testigos como lo vendió antes destas capitulaciones, no le será mas pedido ni él esté obligado á darle.
· Que sus altezas mandarán que en ningun tiempo se tomen al rey Ahí Abdilehi ni á los alcaides, cadís, meftís, caudillos, alguaciles ni escuderos las bestias de carga ni los criados para ningun servicio, si no fuere con su voluntad, pagándoles sus jornales justamente.
· Que no consentirán que los cristianos entren en las mezquitas de los moros donde hacen su zalá sin licencia de los alfaquís, y el que de otra manera entrare será castigado por ello.
· Que no permitirán sus altezas que los judíos tengan facultad ni mando sobre los moros ni sean recaudadores de ninguna renta.
· Que el rey Abdilehi y sus alcaides, cadís, alfaquís, meftís, alguaciles, sabios, caudillos y escuderos, y todo el comun de la ciudad de Granada y del Albaicin y arrabales, y de la Alpujarra y otros lugares, serán respetados y bien tratados por sus altezas y ministros, y que su razón será oida y se les guardarán sus costumbres y ritos, y que á todos los alcaides y alfaquís les dejarán cobrar sus rentas y gozar de sus preeminencias y libertades, como lo tienen de costumbre y es justo que se les guarde.
· Que sus altezas mandarán que no se les echen huéspedes ni se les tome ropa ni aves ni bestias ni bastimentos de ninguna suerte á los moros sin su voluntad.
· Que los pleitos que ocurrieren entre los moros serán juzgados por su ley y xara, que dicen de la Zuna, y por sus cadís y jueces, como lo tienen de costumbre, y que si el pleito fuere entre cristiano y moro, el juicio dél sea por alcalde cristiano y cadí moro, porque las partes no se puedan quejar de la sentencia.
· Que ningun juez pueda juzgar ni apremiará ningun moro por delito que otro hubiere cometido, ni el padre sea preso por el hijo, ni el hijo por el padre, ni hermano contra hermano, ni pariente por pariente, sino que el que hiciere el mal aquel lo pague.
· Que sus altezas harán perdon general á todos los moros que se hubieren hallado en la prisión de Hamete Abí Alí, su vasallo, y asi á ellos como á los lugares de Cabtil, por los cristianos que han muerto ni por los deservicios que han hecho á sus altezas, no les será hecho mal ni daño, ni se les pedirá cosa de cuanto han tomado ni robado.
· Que si en algun tiempo los moros que están captivos en poder de cristianos huyeren á la ciudad de Granada ó á otros lugares de los contenidos en estas capitulaciones, sean libres, y sus dueños no los puedan pedir ni los jueces mandarlos dar, salvo si fueren canarios ó negros de Gelofe ó de las islas.
· Que los moros no darán ni pagarán á sus altezas mas tributo que aquello que acostumbran á dar á los reyes moros.
· Que á todos los moros de Granada y su tierra y de la Alpujarra, que estuvieren en Berbería, se les dará término de tres años primeros siguientes para que si quisieren puedan venir y entrar en este concierto y gozar dél. Y que si hubieren pasado algunos cristianos captivos á Berbería, teniéndolos vendidos y fuera de su poder, no sean obligados a traerlos ni á volver nada del precio en que los hubieren vendido.
· Que si el Rey ti otro cualquier moro después de pasado a Berbería quisiere volverse A España, no le contentando la tierra ni el trato de aquellas partes, sus altezas les darán licencia por término de tres años para poderlo hacer, y gozar destas capitulaciones como todos los demás.
· Que si los moros que entraren debajo destas capitulaciones y conciertos quisieren ir con sus mercaderías A tratar y contratar en Berbería, se les dará licencia para poderlo hacer libremente, y lo mesmo en todos los lugares de Castilla y de la Andalucía, sin pagar portazgos ni los otros derechos que los cristianos acostumbran pagar.
· Que no se permitirá que ninguna persona maltrate de obra ni de palabra á los cristianos ó cristianas que antes destas capitulaciones se hobieren vuelto moros; y que si algun moro tuviere alguna renegada por mujer, no será apremiada á ser cristiana contra su voluntad, sino que será interrogado en presencia de cristianos y de moros, y se seguirá su voluntad; y lo mesmo se entenderá con los niños y niñas nacidos de cristiana y moro.
· Que ningun moro ni mora serán apremiados á ser cristianos contra su voluntad; y que si alguna doncella ó casada ó viuda, por razon de algunos amores, se quisiere tomar cristiana, tampoco será recebida hasta ser interrogada; y si hubiere sacado alguna ropa ó joyas de casa de sus padres ó de otra parte, se restituirá á su dueño, y serán castigados los culpados por justicia.
· Que sus altezas ni sus sucesores en ningun tiempo pedirán al rey Abí Abdilehi ni á los de Granada y su tierra, ni á los demás que entraren en estas capitulaciones, que restituyan caballos, bagajes, ganados, oro, plata, joyas, ni otra cosa de lo que hubieren ganado en cualquier manera durante la guerra y rebelion, así de cristianos como de moros mudejares ó no mudejares; y que si algunos conocieren las cosas que les han sido tomadas, no las puedan pedir; antes sean castigados si las pidieren.
· Que si algun moro hobiere herido ó muerto cristiano ó cristiana siendo sus captivos, no les será pedido ni demandado en ningun tiempo.
· Que pasados los tres años de las franquezas, no pagarán los moros de renta de las haciendas y tierras realengas mas de aquello que justamente pareciere que deben pagar conforme al valor y calidad dellas.
· Que los jueces, alcaldes y gobernadores que sus altezas hubieren de poner en la ciudad de Granada y su tierra, serán personas tales que honrarán á los moros y los tratarán amorosamente, y les guardarán estas capitulaciones; y que si alguno hiciere cosa indebida, sus altezas lo mandarán mudar y castigar.
· Que sus altezas y sus sucesores no pedirán ni demandarán al rey Abdilehi ni á otra persona alguna de las contenidas en estas capitulaciones, cosa que hayan hecho, de cualquier condicion que sea, hasta el dia de la entrega de la ciudad y de las fortalezas.
· Que níngun alcaide, escudero ni criado del rey Zagal no terná cargo ni mando en ningun tiempo sobre los moros de Granada.
· Que por hacer bien y merced al rey Ahí Abdilehi y á los vecinos y moradores de Granada y de su Albaicin y arrabales, mandarán que todos los moros captivos, así hombres como mujeres, que estuvieren en poder de cristianos, sean libres sin pagar cosa alguna, los que se hallaren en la Andalucía dentro de cinco meses, y los que en Castilla dentro de ocho; y que dos dias después que los moros hayan entregado los cristianos captivos que hubiere en Granada, sus altezas les mandarán entregar doscientos moros y moras. Y demás desto pondrán en libertad á Aben Adrami, que está en poder de Gonzalo Hernandez de Córdoba, y á Hozmin, que está en poder del conde de Tendilla, y á Reduan, que lo tiene el conde de Cabra, y á Aben Mueden y al hijo del alfaquí Hademi, que todos son hombres principales vecinos de Granada, y á los cinco escuderos que fueron presos en la rota de Brahem Abenc errax, sabiéndose dónde están.
· Que todos los moros de la Alpujarra que vinieren á servicio de sus altezas darán y entregarán dentro de quince días todos los captivos cristianos que tuvieren en su poder, sin que se les dé cosa alguna por ellos; y que si alguno es tuviere igualado por trueco que dé otro moro, sus altezas mandarán que los jueces se lo hagan dar luego.
· Que sus altezas mandarán guardar las costumbres que tienen los moros en lo de las herencias, y que en lo tocante á ellas serán jueces sus cadís.
· Que todos los otros moros, demás de los contenidos en este concierto, que quisieren venirse al servicio de sus altezas dentro de treinta dias, lo puedan hacer y gozar dél y de todo lo en él contenido, excepto de la franqueza de los tres años.
· Que los habices y rentas de las mezquitas, y las limosnas y otras cosas que se acostumbran dar á las mudarazas y estudios y escuelas donde enseñan á los niños, quedarán á cargo de los alfaquís para que los destribuyan y repartan como les pareciere, y que sus altezas ni sus ministros no se entremeterán en ello ni en parte dello, ni mandarán tomarlas ni depositarías en ningun tiempo para siempre jamás.
· Que sus altezas mandarán dar seguro á todos los navíos de Berbería que estuvieren en los puertos del reino de Granada, para que se vayan libremente, con que no lleven ningun cristiano cautivo, y que mientras estuvieren en los puertos no consentirán que se les haga agravio ni se les tomará cosa de sus haciendas; mas si embarcaren ó pasaren algunos cristianos captivos, no les valdrá este seguro, y para ello han de ser visitados a la partida.
· Que no serán compelidos ni apremiados los moros para ningun servicio de guerra contra su voluntad, y si sus altezas quisieren servirse de algunos de á caballo, llamándolos para algun lugar de la Andalucía, les mandarán pagar su sueldo desde el día que salieren hasta que vuelvan á sus casas.
· Que sus altezas mandarán guardar las ordenanzas de las aguas de fuentes y acequias que entran en Granada, y no las consentirán mudar, ni tomar cosa ni parte dellas; y si alguna persona lo hiciere, ó echare alguna inmundicia dentro, será castigado por ello.
· Que si algun cautivo moro, habiendo dejado otro moro en prendas por su rescate, se hubiere huido á la ciudad de Granada ó á los lugares de su tierra, sea libre, y no obligado el uno ni el otro á pagar el tal rescate, ni las justicias le compelan á ello.
· Que las deudas que hubiere entre los moros con recaudos y escrituras se mandarán pagar con efeto, y que por virtud de la mudanza de señorío no se consentirá sino que cada uno pague lo que debe.
· Que las carnicerías de los cristianos estarán apartadas de las de los moros, y no se mezclarán los bastimentos de los unos con los de los otros; y si alguno lo hiciere, será por ello castigado.
· Que los judíos naturales de Granada y de su Albaicin y arrabales, y los de la Alpujarra y de todos los otros lugares contenidos en estas capitulaciones, gozarán dellas, con que los que no hubieren sido cristianos se pasen á Berbería dentro de tres años, que corran desde 8 de diciembre deste año.
· Y que todo lo contenido en estas capitulaciones lo mandarán sus altezas guardar desde el dia que se entregaren las fortalezas de la ciudad de Granada en adelante. De lo cual mandaron dar, y dieron su carta y provision real firmada de sus nombres, y sellada con su sello, y refrendada de Hernando de Zafra, su secretario, su fecha en el real de la vega de Granada, á 28 dias del mes de noviembre del año de nuestra salvación 1491.

sábado, 9 de enero de 2010

¡Aúpa, don José! (Arcadi Espada, (El Mundo)


Querido J:
He leído varias veces la carta que don José Montilla ha enviado a unas 200 instituciones catalanas para advertirles de que deben movilizarse en defensa de Cataluña. Si te parece, comenzaré por la gramática. Se trata de un hombre que en la primera frase ya la parte por la mitad: «Te escribo, para agradecerte el apoyo público». O que encapsula entre comas el énfasis, como todos los bajitos de letra: «Estoy seguro de que Cataluña podrá contar con tu apoyo, de nuevo, y con el de la institución que representas.» Aunque nada como esta última frase: «Juntos, instituciones y ciudadanía, hacemos Cataluña»; donde juntos debe de ser algo así como el Tercer Estado. Para extraerle todo el zumillo catalanesco le hice llegar la carta a nuestro común amigo (aunque sí, ya sé que siempre dices que más mío que tuyo) Xavier Pericay. Esto diagnosticó, tan finamente, sobre el nivel C de don José Montilla:
«No he encontrado ningún error ortográfico, pero sí tres castellanismos de base sintáctica. 'Posa de relleu' debería ser 'Posa en relleu'. 'El moment en el que calgui donar' debería ser 'El moment en què calgui donar'. En catalán no se diría 'en la seva forma i en el seu fons', sino 'en la forma i en el fons'. Y otra cosa curiosa es el cambio de tratamiento. Este paso del tú al vosotros que se produce hacia el final. Está hecho de una manera tan patosa que lo primero que uno piensa es que, en un arrebato novecentista, don José ha pasado del tú al vos».
El arrebato que detecta Pericay es una ligera brisa comparado con el que le ha cogido a don José Montilla por Catalunya. Lee y anota las veces que habla en su nombre, se hace intérprete de la fatigosa abstracción o emplea la siniestra sinécdoque mediante la cual determinados intereses políticos se confunden con los intereses de todos. Voy con dos.
1. «Ante una próxima sentencia del Tribunal Constitucional, que podría afectar los intereses de Cataluña». 2. «El despliegue constante del Estatuto es la mejor manera de defenderlo y la actitud que mejor sirve los intereses de Cataluña y de sus ciudadanos».
Esta última es gloria y cima. Una muestra insuperable del laberinto lógico y ético por el que debe de moverse la cabeza de don José Montilla. «Cataluña» «Ciudadanos». He ahí dos sujetos diferenciados. ¿Qué será Cataluña sin sus ciudadanos? ¿Qué estupidez espiritual? ¿Qué dualismo? ¿Qué mente sin cerebro? ¿Qué alma sin cuerpo? ¿Qué don Josep sin Montilla? ¿Qué catalán de Iznájar? Por razones técnicas, no puedo hacerte aquí el fisking que merecería la carta. Pero hay algo que no debo dejar pasar. Hace ya mucho tiempo, en el año más inhóspito del pujolismo, cuando el Padre Superior convocó a Catalunya en defensa de sus intereses privados tuvo algo más de pudor con la sociedad civil. Pujol era un hombre pudoroso, como la derecha en general. Bien: lo que digo es que, en aquellos días de Banca Catalana, las calles empezaron a llenarse de papelitos en apoyo del presidente, firmados por las asociaciones más pintorescas de filatélicos, colombófilos y funambulistas catalanes. Era una ficción que la sociedad civil se levantara: sólo la habían hecho levantar. Pero resultaba mucho más digerible en su pantomima que esta militarización (¡y preventiva!) decretada desde el poder. Cuando el presidente agradece algo que no ha hecho él (deberían ser los 12 apóstoles los que lo agradecieran) no sólo puede estar revelando alguna cosa interesante sobre el impulso original del editorial patriótico; o, en la hipótesis contraria, no sólo puede estar apropiándoselo con un punto de tosco oportunismo: es que, además, está marcando con hierro infamante a todas las asociaciones que NO se han adherido al editorial y al mainstream. El presidente ha mandado formar a sus soldados. Pero, sobre todo, ha tomado nota y enviado acuse de recibo... a los ausentes.
Sabes que me gusta volver a los viejos periódicos. Ahora ni siquiera hay que salir de casa (¡con estas nieves!). Un viejo periódico de 1991: un mitin de Raimon Obiols, de alguna remota y fracasada campaña. Les recordaba a los nacionalistas de entonces su parentesco con los alcaldes franquistas: «No aceptamos que los que expedían certificados del Movimiento otorguen ahora certificados de catalanidad». ¡Qué cosa! No leímos bien la frase. Ni siquiera el buen Obiols la leería. No es que no aceptaran certificados de catalanidad. No, ésa fue la gran confusión. No aceptaban a los que expedían los certificados. Sobre los certificados, en sí, nada tenían que oponer. Y es así como don José Montilla aparece en el mundo de una forma naturalísima. Como el más indicado, en realidad, para ponerse al frente de la expendeduría.
No sé si habrás tenido fantasías más o menos literarias con don José Montilla. Esas cosas, en fin, del xava de Iznájar que se abre paso en un mundo hostil, que medra, triunfa y ahora contempla la sociedad civil de los catalanes desde una atalaya inesperada. La historia mil veces contada, en fin, de alguien que no debía estar en este lugar, y ahí está. Desdéñalas. No hay de qué ni por qué. Al igual que Pujol, don José Montilla se ha apropiado de Catalunya como de un kleenex. En lo que queda de legislatura va a multiplicar los gestos tendentes a que Esquerra no cambie de aliado: su única posibilidad de supervivencia. Pero déjame seguir con las analogías. Pujol, además de los billetes, era un llorón. En este sentido, la superioridad de su heredero es manifiesta. La frialdad desvergonzada con que maneja las categorías morales nacionalistas delata a un profesional del poder. Entiéndeme por qué lo digo: lo que resulta fascinante es la rapidez con que ha logrado desenvolverse en un mundo para él tan reciente. Al fin y al cabo, no hay noticia de que, subido al monte Tagamanent y a la vista de las ruinas quemadas, haya decidido reconstruirse y reconstruirnos, como hizo el Padre Superior después de la última guerra civil. Don José Montilla es la burla cruel que merece el nacionalismo. Si yo fuera uno así y viera cómo un parvenu moral penetra con tanta agilidad en el claustro, desconfiaría de inmediato de mi sombra y de mi cáliz. Y me borraría fetén de algo que puede utilizarse con semejante falta de estudio y de práctica. Presumíamos en Pujol una cualidad especial para envolverse en la bandera. ¡Quia! Catalunya está al alcance de cualquier buscavidas. ¡Pobres nacionalistas, qué afrenta!
Lo que te digo muy serio es que si sigue así, ofendiéndoles, va a tener mi voto. Pero aún tiene que hacer algo más. La definitiva ascesis. Como otros embarcaron en el Azor y con el mismo, inteligentísimo propósito, don José Montilla tiene que subir al Tagamanent.
Sigue con salud
A.

Montilla puede hacer mucho daño al PSOE


MONTILLA respondió ayer a Alfonso Guerra que él no está «en la estratosfera», como dijo el ex vicesecretario del PSOE, sino que está actuando de acuerdo con lo que «votó el pueblo» e intentó desviar la atención responsabilizando al PP de la situación por haber recurrido el Estatut ante el TC. No hay duda de la inquietud del presidente de la Generalitat ante las críticas que proceden del PSOE, sobre todo porque él es consciente de que -como ayer dijo Leguina- el 90% de los socialistas españoles está de acuerdo con Guerra y no con él. Y tampoco hay duda de que en el PSOE, la estrategia filonacionalista de Montilla preocupa y mucho cuando encara la segunda parte de la legislatura. Las encuestas pronostican una derrota de Zapatero en las generales y las pocas posibilidades que existan de remontar en intención de voto se las puede estropear Montilla desafiando al TC si no sentencia lo que él quiere. El PP, tal vez de forma un poco exagerada pero no sin fundamento, equiparó ayer el desafío del presidente de la Generalitat con el que en su día protagonizó Ibarretxe.

Lo irritante no son las críticas, sino los datos (Editorial de El Mundo)


UNA ceremonia presidida por los Reyes sirvió ayer para inaugurar oficialmente el semestre de presidencia española de la UE. Antes, el triunvirato que dirigirá el timón comunitario en los próximos meses -el presidente del Consejo, Van Rompuy; el de la Comisión, Barroso; y el presidente de turno de los Veintisiete, Zapatero- compareció para definir los dos principales retos a abordar: el cambio climático y, sobre todo, la crisis económica.
El azar ha querido que sea nuestro Gobierno el que debe impulsar y coordinar las medidas para sacar a la Unión Europea de su atolladero. Sin embargo, ni en una pesadilla hubiera imaginado un escenario peor que el actual. Porque la credibilidad de las recetas que pueda ofrecer Moncloa es prácticamente nula en Bruselas, ya que, mientras los países locomotora de la Unión -como Alemania y Francia- empezaron a crecer en el último trimestre de 2009, España permanece en el furgón de cola de los Veintisiete. Ayer mismo, a Zapatero le debió de costar esfuerzo sonreír durante la gala en el Teatro Real, porque sólo horas antes se habían conocido los datos de Eurostat, y éstos no pueden ser más demoledores.
La oficina estadística europea confirma que somos uno de los pocos países de la Eurozona que siguen en recesión, sitúa nuestra tasa de paro en el 19,4% -a fecha de noviembre- y nos convierte en líderes absolutos de paro juvenil. Así las cosas, resulta chocante que Zapatero -visiblemente irritado por las críticas recibidas- tachara de «insólito» que se cuestione su capacidad para presidir la UE en plena crisis, e invocara los «30 años» de crecimiento sostenido en España. El presidente sabe bien que lo que está en cuestión no es nuestro país, sino la política errática de su Gobierno, responsable en buena medida de lo rápido que se ha evaporado el milagro español al que aludía.
Igual de chocante resulta que la primera propuesta de Zapatero para la Estrategia Económica 2020 -que Moncloa y Van Rompuy pretenden que aprueben los Veintisiete antes de junio, con las directrices para superar la crisis- haya sido la de fijar sanciones para los países que no cumplan con los objetivos comunitarios. Porque, sin entrar en el fondo de la idoneidad de las multas, la realidad es que el déficit de España va camino de triplicar lo permitido por el Pacto de Estabilidad de la UE. Vamos, que o Zapatero tiene algún conejo en la chistera, o ya puede ir abriendo la cartera de todos nosotros, los contribuyentes, para pagar el multazo.
Aunque la presidencia española no arrancó hasta ayer, es innegable que la torpeza del Gobierno, sumada a la crudeza de la realidad, han dejado un prólogo desastroso, en el que incluso lo anecdótico se le ha vuelto en contra. Porque la habilidad de los hackers, hasta conseguir insertar en la web oficial la foto de Mr. Bean, ha permitido hacer toda clase de chanzas y de comparaciones entre su impericia y la de nuestro presidente. Durísimas han sido también las críticas de medios como el Financial Times -«Una España torpe guiará a Europa»- o The Economist, que no ha dudado en burlarse de que Zapatero vaya a ser quien solucione la crisis del continente.
Tampoco ha sido alentadora su decisión de parapetarse tras ese consejo de sabios formado por Delors, Felipe González y Pedro Solbes. Si a ellos hay que encomendarse para volver a crear empleo, sólo cabe echarse a temblar. Igual que después de escuchar a Zapatero asegurar que «la UE debe ser exigente respecto a Cuba», cuando el régimen castrista nos acaba de humillar al no permitir la entrada del eurodiputado Luis Yáñez, sin que la tropelía haya tenido la mínima respuesta del ministro Moratinos. Con todo, por el bien de los europeos y por el de la imagen de nuestro país, cabe esperar que el Gobierno se afane en hacer un trabajo serio al frente de la presidencia. Y que tome buena nota de paso de las medidas adoptadas por nuestros vecinos para salir del terrible bache.

viernes, 8 de enero de 2010

Sabino Arana


- "El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español o no sabe andar, o si es apuesto, es tipo femenino". Bizkaitarra, nº 29.

- "Es preciso aislarnos de los maketos. De otro modo, aquí en esta tierra que pisamos, no es posible trabajar por la gloria de Dios". Bizkaitarra, nº 19.

- "Nosotros, los vascos, evitemos el mortal contagio, mantengamos firme la fe de nuestros antepasados y la seria religiosidad que nos distingue, y purifiquemos nuestras costumbres, antes tan sanas y ejemplares, hoy tan infestadas y a punto de corromperse por la influencia de los venidos de fuera". La Patria, nº 39.

- "Conste que desde luego que de ese roce del maketo con el bizkaino solo brotan en este país irreligiosidad e inmoralidad. Eso lo demuestran los hechos y se explica perfectamente". Bizkaitarra, nº 6 bis.

- "Ya hemos indicado, por otra parte, que el favorecer la irrupción de los maketos es fomentar la inmoralidad en nuestro país; porque si es cierto que las costumbres de nuestro Pueblo han degenerado notablemente en esta época, débese sin duda alguna a la espantosa invasión de los maketos, que traen consigo la blasfemia y la inmoralidad". Bizkaitarra, nº 10.

- "Nosotros odiamos a España con nuestra alma, mientras tenga oprimida a nuestra Patria con las cadenas de la esclavitud. No hay odio que sea proporcionado a la enorme injusticia que con nosotros ha consumado el hijo del romano. No hay odio con que puedan pagarse los innumerables que nos causan los largos años de dominación". Bizkaitarra, nº 16.

- "Nosotros a ningún maketo, a ningún españolista odiamos tanto como al español o españolista que, conociendo de alguna manera la historia de Bizkaya, se la da falseada, adulterada y españolizada al pueblo bizkaino, para servirse de él en provecho de algún partido español". Bizkaitarra, nº 22

- "Ese camino del odio al maketismo es mucho más directo y seguro que el que llevan los que se dicen amantes de los Fueros, pero no sienten rencor hacia el invasor". Bizkaitarra, nº 4.

- "¡Cuándo llegarán todos los bizkainos a mirar como enemigos suyos a todos los que les hermanan con los que son extranjeros y enemigos naturales suyos!". Bizkaitarra, nº 22.

- "Les aterra oír que a los maketos se les debe despachar de los pueblos a pedradas. ¡Ah la gente amiga de la paz..! Es la más digna del odio de los patriotas". Bizkaitarra, nº 21 .

- "Cuando el pueblo español se alzó en armas contra el agareno invasor y regó su suelo con sangre musulmana para expulsarlo, obró con caridad. Pues el nacionalismo bizkaino se funda en la misma caridad." Bizkaitarra, nº 28.

- "Gran número de ellos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad". Bizkaitarra, nº 27.

- "Antiliberal y antiespañol es lo que todo bizkaino debe ser". Bizkaitarra, nº 1.

- "En pueblos tan degenerados como el maketo y maketizado, resulta el sufragio universal un verdadero crimen, un suicidio". Bizakaitarra, nº 27.

- "El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón, apartamiento total, en una palabra, del fin de toda humana sociedad. Y muerto y descompuesto así el carácter moral de nuestro pueblo, ¿qué le importa ya de sus caracteres físicos y políticos?". Baserritarra, nº 11.

- "La fisionomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español, es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntádselo a cualquier contratista de obras, y sabréis que un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos". Bizkaitarra, nº 29.

- "El bizkaino es laborioso (ved labradas sus montañas hasta la cumbre); el español, perezoso y vago (contemplad sus inmensas llanuras desprovistas en absoluto de vegetación)". Bizkaitarra, nº 29.

- "El bizkaino degenera en carácter si roza con el extraño; el español necesita de cuando en cuando una invasión extranjera que lo civilice". Bizkaitarra, nº 29.

- "Oídle hablar a un bizkaino, y escuchareis la más eufórica, moral y culta de las lenguas; oídle a un español, y si sólo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias". Bizkaitarra, nº 29.

- "Entre él cúmulo de terribles desgracias que afligen a nuestra amada Patria, ninguna tan terrible y aflictiva, juzgada en sí misma cada una de ellas, como el roce de sus hijos como el roce con los hijos de la nación española". Baserritarra, nº 11.

- "El bizkaino es emprendedor (leed la historia y miradlo hoy ocupando elevados y considerados puestos en todas partes... menos en su patria); el español nada emprende, a nada se atreve, para nada vale (examinad el estado de las colonias)". Bizkaitarra, nº 29.

- "Muchos son los euskerianos que no saben euzkera. Malo es esto. Son varios los que lo saben. Esto es peor. Gran daño hacen a la patria cien maketos que no saben euzkera. Mayor es el que le hace un solo maketo que lo sepa. Para el corazón de la Patria, cada vasco que no sabe euzkera es una espina; dos espinas cada vasco que lo sabe y no es patriota; tres espinas cada español que habla euzkera". Baserritarra, nº 8.

- "El bizkaino no vale para servir, ha nacido para ser señor ("etxejaun"); el español no ha nacido más que para ser vasallo y siervo (pulsad la empleomanía dentro de España, y si vais fuera de ella le veréis ejerciendo los oficios más humildes)". Bizkaitarra, nº 29.

- "Etnográficamente hay diferencia entre ser español y ser euskeriano, la raza euskeriana es sustancialmente distinta a la raza española". Bizkaitarra, nº 11.

- "Si fuese moralmente posible una Bizcaya foral y euzkeldún, pero con raza maketa, su realización seria la cosa más odiosa del mundo, la más rastrera aberración de un pueblo". Bizkaitarra, nº 4

- "¡Ya lo sabéis, Euzkeldunes, para amar el Euzkera tenéis que odiar a España!". Bizkaitarra, nº 31.

- "Si hubieran estudiado una miaja de Geografía política y hubiesen tenido una pizca de sentido común, sabrían que al norte de Marruecos hay un pueblo cuyos bailes peculiares son indecentes hasta la fetidez, y que al norte de este segundo pueblo hay otro cuyas danzas son honestas y decorosas hasta la perfección; y entonces les chocaría que el alcalde de un pueblo euskeriano prohibiese bailar al uso maketo, como es hacerlo abrazado a la pareja, para restaurar en su lugar el baile nacional de Euskeria". Baserritarra, nº 11.

- "Morir por la patria, como por la patria se entienda no un pedazo de este planeta que llamamos Tierra, ni un grupo físico de estos habitantes suyos que llamamos hombres considerado sólo en orden a su bienestar material, sino la sociedad, pueblo, nación, o gran familia a que por naturaleza pertenezca uno, constituida y organizada en orden al santo fin de toda sociedad de hombres: no es morir por causa mundana, sino morir por Dios, fin último de todas las cosas". Baserritarra, nº 4.

- "Con esa invasión maketa,...la impiedad, todo genero de inmoralidad, la blasfemia, el crimen, el libre pensamiento, la incredulidad, el socialismo, el anarquismo..todo es obra suya". Bizkaitarra, nº 19.

- "Que el obrero catalán se lance en brazos del socialismo o del anarquismo, no puede sorprendernos. Pero que los jóvenes vascos busquen en las promesas de gente invasora...". La Patria, nº 18.

- "Lo que es realmente extraño es que haya un solo obrero euskeriano entre los socialistas.. ¿Por qué los obreros euskerianos no se asocian entre sí separándose completamente de los maketos y excluyéndolos en absoluto?". Baserritarra, nº 5.

- "Cien vidas que tuviera, cien padres, cien madres, cien hermanos, cien esposas y cien hijos, ahora mismo los daría todos, si de ello se siguiera la salvación de mi patria". Bizkaitarra, nº 101.

- "Dichosos aquellos antepasados nuestros que perdieron su vida por mantener incólume la independencia de Bizkaya". Bizkaitarra, nº 15.

- "Ningún bizkaino digno de este nombre podría ya vivir en su patria, si no tuviese la esperanza de vengarla algún día".

- "El aseo del bizkaino es proverbial; el español apenas se lava una vez en su vida y se muda una vez al año”. Bizkaitarra, nº 29.

- "En Cataluña todo elemento procedente del resto de España lo catalanizan, y les place a sus naturales que hasta los municipales aragoneses y castellanos de Barcelona hablen catalán; aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euzkericos, u oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, a un liencero pasiego o a un gitano".

- "Tanto están obligados los bizkainos a hablar su lengua nacional, como a no enseñársela a los maketos o españoles. No el hablar éste o el otro idioma, sino la diferencia del lenguaje es el gran medio de preservarnos del contacto con los españoles y evitar así el cruzamiento de las dos razas".

- "Si nos dieran a elegir entre una Bizkaya poblada de maketos que sólo hablasen Euzkera y una Bizkaya poblada de bizkainos que sólo hablasen el castellano, escogeríamos sin dubitar esta segunda, porque es preferible la sustancia bizkaina con accidentes exóticos que pudieran eliminarse y sustituirse por los naturales, a una sustancia exótica con propiedades bizkainas que nunca podrán cambiarla".

- "¿Qué es, pues, lo que respecto de la pureza de la raza se contiene en el programa nacionalista? Puede reducirse en los puntos siguientes: 1) Los extranjeros podrán establecerse en Bizkaya bajo la tutela de sus respectivos cónsules; pero no podrán naturalizarse en la misma. Respecto de los españoles, las Juntas Generales acordarán si habrían de ser expulsados, no autorizándoseles en los primeros años de independencia la entrada en territorio bizkaino, a fin de borrar más fácilmente toda huella que en el carácter, en las costumbres y en el idioma hubiera dejado su dominación. 2) La ciudadanía bizkaina pertenecerá por derecho natural y tradicional a las familias originarias de Bizkaya, y en general a las de raza euskeriana, por efecto de la confederación; y, por cesión del poder (Juntas Generales) constituido por aquéllas y éstas, y con las restricciones jurídicas y territoriales que señalara, a las familias mestizas euskeriano-extranjeras".

- "La familia bizkaina atiende más a la alimentación que al vestido, que aunque limpio siempre es modesto; id a España y veréis familias cuyas hijas no comen en casa más que cebolla, pimientos y tomate crudo, pero que en la calle visten sombrero, si bien su ropa interior es "peor menealla".

- "El bizkaino que vive en las montañas, que es el verdadero bizkaino es, por natural carácter, religioso (asistid a una misa por aldea apartada y quedareis edificados); el español que habita lejos de las poblaciones, o es fanático o es impío (ejemplos de los primero en cualquier región española; de los segundo entre los bandidos andaluces, que usan escapulario, y de lo tercero, aquí en Bizkaya, en Sestao donde todos los españoles, que no son pocos son librepensadores) ".

- "El bizkaino es amante de su familia y su hogar (cuanto a lo primero, sabido es que el adulterio es muy raro en familias no inficionadas de la influencia maketa, esto es, en las familias genuinamente bizkainas; y cuanto a lo segundo, si el bizkaino por su carácter emprendedor se ausenta de su hogar no le pasa día en que no suspire por volver a él); entre los españoles, el adulterio es frecuente así en las clases elevadas como en las humildes, y la afección al hogar es en estas últimas nula porque no la tienen".

- "El noventa y cinco por ciento de los crímenes que se perpetran en Bizkaya se deben a mano española, y de cuatro de los cinco restantes son autores bizcainos españolizados".

- "Si a esa nación latina la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una guerra internacional, nosotros lo celebraríamos con fruición y verdadero júbilo, así como pesaría sobre nosotros como la mayor de las desdichas, como agobia y aflige al ánimo del náufrago el no divisar en el horizonte ni costa ni embarcación, el que España prosperara y se engrandeciera".

- "El bizkaino es caritativo aun para sus enemigos (que lo digan los lisiados españoles que atestan las romerías del interior y mendigan de caserio en caserio); el español es avaro aun para sus hermanos (testigo, Santander cuando pidió auxilio a las ciudades españolas en la consabidas catástrofe)".

- "El bizkaino es digno, a veces con exceso, y si cae en la indigencia, capaz de dejarse morir de hambre antes de pedir limosna (preguntádselo a las Conferencias de San Vicente de Paúl); el español es vago hasta el colmo, y aunque se encuentre sano, prefiere vivir a cuenta del prójimo antes que trabajar (contad, si podéis, los millares de mendigos de profesión que hay en España y sumidlos con los que anualmente nos envía a Euskeria)".

- "Interrogad al bizkaino qué es lo que quiere y os dirá "trabajo el día laborable e iglesia y tamboril el día festivo"; haced lo mismo con los españoles y os contestarán pan y toros un día y otro también, cubierto por el manto azul de su puro cielo y calentado al ardiente sol de Marruecos y España".

- "Ved un baile bizkaino presidido por las autoridades eclesiásticas y civil y sentiréis regocijarse el ánimo al son del "txistu", la alboka o la dulzaina y al ver unidos en admirable consorcio el más sencillo candor y la loca más alegría; presenciad un baile español y si no os acusa náuseas el liviano, asqueroso y cínico abrazo de los dos sexos queda acreditada la robustez de vuestro estómago, pero decidnos luego si os ha divertido el espectáculo o más bien os ha producido hastío y tristeza".

- "En romerías de bizkainos rara vez ocurren riñas, y si acaso se inicia alguna reyerta, oiréis sonar una media docena de puñetazos y todo concluido; asistid a una romería española y si no veis brillar la traidora navaja y enrojecerse el suelo, seguros podéis estar de que aquel día el sol ha salido por el Oeste".



La mujer para Sabino Arana
"Esos defectos de esta infeliz mitad del género humano son ingénitos en ella e inseparables de su sexo: si la mujer, con lo vana que es, amara, el mundo sería una orgía continua y de sus locuras estaría saturada la vida social; y si es vana e inferior al hombre, es decir, si no tiene tanto seso y corazón como éste, es porque, de suceder lo contrario, la lucha entre el hombre y la mujer sería terrible desde el hogar doméstico hasta las esferas más elevadas del gobierno de los pueblos. La mujer, pues, es vana, es superficial, es egoísta, tiene en sumo grado todas las debilidades de la naturaleza humana [...]. Pero por eso de ser precisamente inferior al hombre en cabeza y corazón, por eso el hombre debe amarla: ¿qué sería de la mujer si el hombre no la amara? Bestia de carga, e instrumento de su bestial pasión; nada más. La mujer necesita de la protección del hombre, de su tutela; como el hombre necesita de su compañía" (Sabino Arana, carta a un amigo de 13 de noviembre de 1897, publicada en la edición de De fuera vendrá..., 1982, pág. 145).

jueves, 7 de enero de 2010

Dolores Ibarruri


La Sra. Ibarruri tiene la palabra.
¡Señores Diputados!
Por una vez, y aunque ello parezca extraño y paradójico, la minoría comunista está de acuerdo con la proposición no de ley presentada por el señor Gil Robles, proposición tendente a plantear la necesidad de que termine rápidamente la perturbación que existe en nuestro país; pero si en principio coincidimos en la existencia de esta necesidad, comenzamos a discrepar en seguida, porque para buscar la verdad, para hallar las conclusiones a que necesariamente tenemos que llegar, vamos por caminos distintos, contrarios y opuestos.
El Sr. Gil Robles ha hecho un bello discurso y yo me voy a referir concretamente a él, ya que al Sr. Calvo Sotelo le ha contestado cumplidamente el Sr. Casares, poniendo al descubierto los propósitos de perturbación que traía esta tarde al Parlamento con el deseo, naturalmente, de que sus palabras tuvieran repercusiones fuera de aquí, aunque por necesidad me referiré también en algunos casos concretos a las actividades del señor Calvo Sotelo.
Decía que el Sr. Gil Robles había pronunciado un bello discurso, tan bello y tan ampuloso como los que el Sr. Gil Robles acostumbraba a pronunciar cuando en plan de jefe indiscutible --esto no se lo reprocho-- iba por aldeas y ciudades predicando la buena nueva del socialismo cristiano, la buena nueva de la justicia distributiva se tradujese en hechos de gobierno, cuando el Sr. Gil Robles participaba intensamente en él, tales como el establecimiento de los jornales católicos en el campo, de los jornales de 1,50 y de dos pesetas.
El Sr. Gil Robles, hábil parlamentario y no menos hábil esgrimidor de recursos oratorios, retóricos, de frases de efecto, apelaba a argumentos no muy convincentes, no muy firmes, tan escasos de solidez como la afirmación que hacía de la falta de apoyo por parte del Gobierno a los elementos patronales. Y al argüir con argumentos falsos, sacaba, naturalmente, falsas conclusiones; pero muy de acuerdo con la misión que quien puede le ha confiado en esta Cámara y que S.S., como los compañeros de minoría, sabe cumplir a la perfección, esgrimía una serie de hechos sucedidos en España, que todos lamentamos, para demostrar la ineficacia de las medidas del Gobierno, el fracaso del Frente Popular.
Su señoría comenzaba a hacer la relación de hechos solamente desde el 16 de Febrero y no obtenía una conclusión, como muy bien le han dicho los señores Diputados que han intervenido; no obtenía la conclusión de que es necesario averiguar quiénes son los que han realizado esos hechos, porque el Sr. Gil Robles no ignora, por ejemplo, que, después de la quema de algunas iglesias, en casa de determinados sacerdotes se han encontrado los objetos del culto que en ocasiones normales no suelen estar allí.
No quiero hacer simplemente un discurso; quiero exponer hechos, porque los hechos son más convincentes que todas las frases retóricas, que todas las bellas palabras, ya que a través de los hechos se pueden sacar consecuencias justas y a través de los hechos se escribe la Historia. Y como yo supongo que el Sr. Gil Robles, como cristiano que es, ha de amar intensamente la verdad y ha de tener interés en que la Historia de España se escriba de una manera verídica, voy a darle algunos argumentos, voy a refrescarle la memoria y a demostrarle, frente a sus sofismas, la justeza de las conclusiones adonde yo voy a llegar con mi intervención.
Pero antes permítame S.S. poner al descubierto la dualidad del juego, es decir, las maniobras de las derechas, que mientras en las calles realizan la provocación, envían aquí unos hombres que, con cara de niños ingenuos vienen a preguntarle al Gobierno qué pasa y a dónde vamos.
¡Señores de las derechas! Vosotros venís aquí a rasgar vuestras vestiduras escandalizados y a cubrir vuestras frentes de ceniza, mientras, como ha dicho el compañero De Francisco, alguien, que vosotros conocéis y que nosotros no desconocemos tampoco, manda elaborar uniformes de la Guardia Civil con intenciones que vosotros sabéis y que nosotros no ignoramos, y mientras, también, por la frontera de Navarra, ¡Sr. Calvo Sotelo!, envueltas en la bandera española, entran armas y municiones con menos ruido, con menos escándalo que la provocación de Vera del Bidasoa, organizada por el miserable asesino Martínez Anido, con el que colaboró S.S. y para vergüenza de la República española, no se ha hecho justicia ni con él ni con S.S., que con él colaboró. Como digo, los hechos son mucho más convincentes que las palabras. Yo he de referirme no solamente a los ocurridos desde el 16 de febrero, sino un poco tiempo más atrás, porque las tempestades de hoy son consecuencia de los vientos de ayer.
¿Qué ocurrió desde el momento en que abandonaron el Poder los elementos verdaderamente republicanos y los socialistas? ¿Qué ocurrió desde el momento en que hombres que, barnizados de un republicanismo embustero, pretextaban querer ampliar la base de la República, ligándoos a vosotros, que sois antirrepublicanos, al Gobierno de España? Pues ocurrió lo siguiente: Los desahucios en el campo se realizaban de manera colectiva; se perseguía a los Ayuntamientos vascos; se restringía el Estatuto de Cataluña; se machacaban y se aplastaban todas las libertades democráticas; no se cumplían las leyes de trabajo; se derogaba, como decía el compañero De Francisco, la ley de Términos municipales; se maltrataba a los trabajadores, y todo esto iba acumulando una cantidad enorme de odios, una cantidad enorme de odios, una cantidad enorme de descontento, que necesariamente tenía que culminar en algo, y ese algo fue el octubre glorioso, el octubre del cual nos enorgullecemos todos los ciudadanos españoles que tenemos sentido político, que tenemos dignidad, que tenemos noción de la responsabilidad de los destinos de España frente a los intentos del fascismo.
Y todos estos actos que en España se realizaban durante la etapa que certeramente se ha denominado del «bienio negro» se llevaban a cabo, ¡Sr. Gil Robles!, no sólo apoyándose en la fuerza pública, en el aparato coercitivo del Estado, sino buscando en los bajos estratos, en los bajos fondos que toda sociedad capitalista tiene en su seno, hombres desplazados, cruz del proletariado, a los que dándoles facilidades para la vida, entregándoles una pistola y la inmunidad para poder matar, asesinaban a los trabajadores que se distinguían en la lucha y también a hombres de izquierda: Canales, socialista; Joaquín de Grado, Juanita Rico, Manuel Andrés y tantos otros, cayeron víctimas de estas hordas de pistoleros, dirigidas, ¡Sr. Calvo Sotelo!, por una señorita, cuyo nombre, al pronunciarlo, causa odio a los trabajadores españoles por lo que ha significado de ruina y de vergüenza para España y por señoritos cretinos que añoran las victorias y las glorias sangrientas de Hitler o Musolini.
Se produce, como decía antes, el estallido de octubre; octubre glorioso, que significó la defensa instintiva del pueblo frente al peligro fascista; porque el pueblo, con certero instinto de conservación, sabía lo que el fascismo significaba: sabía que le iba en ello, no solamente la vida, sino la libertad y la dignidad que son siempre más preciadas que la misma vida.
Fueron, ¡señor Gil Robles!, tan miserables los hombres encargados de aplastar el movimiento, y llegaron a extremos de ferocidad tan terribles, que no son conocidos en la historia de la represión en ningún país. Millares de hombres encarcelados y torturados; hombres con los testículos extirpados; mujeres colgadas del trimotor por negarse a denunciar a sus deudos; niños fusilados; madres enloquecidas al ver torturar a sus hijos; Carbayín; San Esteban de las Cruces; Villafría; La Cabaña; San Pedro de los Arcos; Luis de Sirval. Centenares y millares de hombres torturados dan fe de la justicia que saben hacer los hombres de derechas, los hombres que se llaman católicos y cristianos.
Y todo ello, ¡señor Gil Robles!, cubriéndolo con una nube de infamias, con una nube de calumnias, porque los hombres que detentaban el Poder no ignoraban en aquellos momentos que la reacción del pueblo, si éste llegaba a saber lo que ocurría, especialmente en Asturias, sería tremenda.
Cultivasteis la mentira; pero la mentira horrenda, la mentira infame; cultivasteis la mentira de las violaciones de San Lázaro; cultivasteis la mentira de los niños con los ojos saltados; cultivasteis la mentira de la carne de cura vendida a peso; cultivasteis la mentira de los guardias de Asalto quemados vivos. Pero estas mentiras tan diferentes, tan horrendas todas, convergían a un mismo fin: el de hacer odiosa a todas las clases sociales de España la insurrección asturiana, aquella insurrección que, a pesar de algunos excesos lógicos, naturales en un movimiento revolucionario de tal envergadura, fue demasiado romántico, porque perdonó la vida a sus más acerbos enemigos, a aquellos que después no tuvieron la nobleza de recordar la grandeza de alma que con ellos se había demostrado.
Voy a separar los cuatro motivos fundamentales de estas mentiras que, como decía antes, convergían en el mismo fin. La mentira de las violaciones, a pesar de que vosotros sabíais que no eran ciertas, porque las muchachas que vosotros dábais como muertas, y violadas antes de ser muertas por los revolucionarios, ellas mismas os volcaban a la cara vuestra infamia diciendo: «Estamos vivas, y los revolucionarios no tuvieron para nosotras más que atenciones.» ¡Ah!, pero esta mentira tenía un fin; esta mentira de las violaciones, extendida por vuestra Prensa cuando a la Prensa de izquierdas se la hacía enmudecer, tendía a que el espíritu caballeroso de los hombres españoles se pronunciase en contra de la barbarie revolucionaria.
Pero necesitábais más; necesitábais que las mujeres mostrasen su odio a la revolución; necesitábais exaltar ese sentimiento maternal, ese sentimiento de afecto de las madres para los niños, y lanzásteis y explotásteis el bulo de los niños con los ojos saltados. Yo os he de decir que los revolucionarios hubieron, de la misma manera que los heroicos comunalistas de París, siguiendo su ejemplo, de proteger a los niños de la Guardia Civil, de esperar a que los niños y las mujeres saliesen de los cuarteles para luchar contra los hombres como luchan los bravos: con armas inferiores, pero guiados por un ideal, cosa que vosotros no habéis sabido hacer nunca.
La mentira de la carne de cura vendida al peso. Vosotros sabéis bien --nosotros tampoco lo desconocemos-- el sentimiento religioso que vive en amplias capas del pueblo español, y vosotros queríais con vuestras mentira infame ahogar todo lo que de misericordioso, todo lo que de conmiseración pudiera haber en el sentimiento de estos hombres y de estas mujeres que tienen ideas religiosas hacia los revolucionarios.
Y viene la culminación de las mentiras: los guardias de Asalto quemados vivos. Vosotros necesitábais que las fuerzas que iban a Asturias a aplastar el movimiento fuesen, no dispuestas a cumplir con su deber, sino impregnadas de un espíritu de venganza, que tuviesen el espolique de saber que sus compañeros habían sido quemados vivos por los revolucionarios. Allí convergían todas vuestras mentiras, como he dicho antes: a hacer odiosa la revolución, a hacer que los trabajadores españoles repudiasen, por todos estos motivos, el movimiento insureccional de Asturias.
Pero todo se acaba, ¡Sr. Gil Robles!, y cuando en España comienza a saberse la verdad, el resultado no se hace esperar, y el día 16 de febrero el pueblo, de manera unánime, demuestra su repulsa a los hombres que creyeron haber ahogado con el terror y con la sangre de la represión los anhelos de justicia que viven latentes en el pueblo. Y los derrotados de febrero, aquellos que se creían los amos de España, no se resignan con su derrota y por todos los medios a su alcance procuran obstaculizar, procuran entorpecer esta derrota, y de ahí su desesperación, porque saben que el Frente Popular no se quebrantará y que llegará a cumplir la finalidad que se ha trazado.
Por eso precisamente es por lo que ellos en todos los momentos se niegan a cumplir los laudos y las disposiciones gubernamentales, se niegan sistemáticamente a dar satisfacción a todas las aspiraciones de los trabajadores, lanzándolos a la perturbación, a la que van, no por capricho ni por deseo de producirla, sino obligados por la necesidad, a pesar de que el Sr. Calvo Sotelo, acostumbrado a recibir las grandes pitanzas de la Dictadura, crea que los trabajadores españoles viven como vivía él en aquella época.
¿Por qué se producen las huelgas? ¿Por el placer de no trabajar? ¿Por el deseo de producir perturbación? No. Las huelgas se producen porque los trabajadores no pueden vivir, porque es lógico y natural que los hombres que sufrieron las torturas y las persecuciones durante la etapa que las derechas detentaron el Poder quieran ahora --esto es lógico y natural-- conquistar aquello que vosotros les negábais, aquello para lo cual vosotros les cerrábais el camino en todos los momentos.
No tiene que tener miedo el Gobierno porque los trabajadores se declaren en huelga; no hay ningún propósito sedicioso contra el Gobierno en estas medidas de defensa de los intereses de los trabajadores, porque ellas no representan más que el deseo de mejorar su situación y de salir de la miseria en que viven.
Hablaban algunos señores de la situación en el campo. Yo también quiero hablar de la situación en el campo, porque tiene una ligazón intensa con la situación de los trabajadores de la ciudad, porque pone una vez más al descubierto la ligazón que existe entre los dueños de las grandes propiedades, que en el campo se niegan sistemáticamente a dar trabajo a los campesinos y consienten que las cosechas se pierdan, y estas Empresas, que como la de calefacción y ascensores, como la de la construcción, como todas las que se hallan en conflicto con sus obreros, se niegan a atender las reivindicaciones planteadas por los trabajadores.
Esto se liga a lo que yo decía antes: al doble juego de venir aquí a preguntar lo que ocurre y continuar perturbando la situación en la ciudad y en el campo.
Concretamente, voy a referirme a la provincia de Toledo, y al hablar de la provincia de Toledo reflejo lo que ocurre en todas las provincias agrarias de España. En Quintanar de la Orden hay varios terratenientes (y esto es muy probable que lo ignore el Sr. Madariaga, atento siempre a defender los intereses de los grandes terratenientes) que deben a sus trabajadores los jornales de todas las faenas de trabajo del campo.
¿Qué diría el Sr. Madariaga si en un momento determinado estos trabajadores de Quintanar de la Orden, como los de Almendralejo, como los de tantos otros pueblos de España, se lanzasen a cobrar lo que es suyo en justicia? ¡Ah! Vendría aquí a hablar de perturbaciones, vendría aquí a decir que el Gobierno no tiene autoridad, vendría aquí, como van viniendo ya con excesiva tolerancia de estos hombres, a entorpecer constantemente la labor del Gobierno y la labor del Parlamento.
Y que por parte de los grandes terratenientes, como por parte de las Empresas, hay un propósito determinado de perturbar, lo demuestra este hecho concreto que os voy a exponer.
En Villa de Don Fadrique, un pueblo de la provincia de Toledo, se han puesto en vigor las disposiciones de la reforma agraria, pero uno de los propietarios que se siente lastimado por lo que significa de justicia para el campesinado, que no ha conocido de la justicia más que el poder de los amos, de acuerdo con los otros terratenientes, había preparado una provocación en toda regla, una provocación habilísima, ¡señores de las derechas!, que vais a ver en lo que consistía y que demuestra la falsedad del argumento del Sr. Calvo Sotelo, cuando afirma que los terratenientes no pueden conceder a los trabajadores jornales superiores a 1,50.
Estos señores terratenientes con fincas radicantes en Villa de Don Fadrique, cuya cosecha está valuada en 10.000 duros, tenían el propósito de repartirla entre los campesinos de los pueblos colindantes, como Lillo, Corral de Almaguer y Villacañas. Esto, que en principio podrá parecer un rasgo de altruismo, en el fondo era una infame provocación; era el deseo de lanzar, azuzados por el hambre, a los trabajadores de un pueblo contra los de otros pueblos. Y que esto no es un argumento sofístico esgrimido por mi lo demuestra la declaración terminante del hermano de uno de las terratenientes delante de D. Mariano Gimeno, del alcalde y de la Comisión del Sindicato de Agricultores, que dijo textualmente: «Si mi hermano hubiera hecho lo que se había acordado, es decir, el reparto de la cosecha, a estas horas se habría producido el choque y esto había terminado».
Y es ahí, ¡Sr. Gil Robles!, y no en los obreros y en los campesinos, donde está la causa de la perturbación, y es contra los causantes de la perturbación de la economía española, que apelan a maniobras «non sanctas» para sacar los capitales de España y llevárselos al extranjero; es contra los que propalan infames mentiras sobre la situación de España, con menoscabo de su crédito; es contra los patronos que se niegan a aceptar laudos y disposiciones; es contra los que constante y sistemáticamente se niegan a conceder a los trabajadores lo que les corresponde en justicia; es contra los que dejan perder las cosechas antes de pagar salarios a los campesinos contra los que hay que tomar medidas. Es a los que hacen posible que se produzcan hechos como los de Yeste y tantos pueblos de España a los que hay que hacerles sentir el peso del Poder, y no a los trabajadores hambrientos ni a los campesinos que tienen hambre y sed de pan y de justicia.
¡Señor Casares Quiroga, Sres. Ministros!: ni los ataques de la reacción, ni las maniobras, más o menos encubiertas, de los enemigos de la democracia, bastarán a quebrantar ni a debilitar la fe que los trabajadores tienen en el Frente Popular y en el Gobierno que lo representa.
Pero, como decía el señor De Francisco, es necesario que el Gobierno no olvide la necesidad de hacer sentir la ley a aquellos que se niegan a vivir dentro de la ley, y que en este caso concreto no son los obreros ni los campesinos. Y si hay generalitos reaccionarios que, en un momento determinado, azuzados por elementos como el señor Calvo Sotelo, pueden levantarse contra el Poder del Estado, hay también soldados del pueblo, cabos heroicos, como el de Alcalá, que saben meterlos en cintura.
Y cuando el Gobierno se decida a cumplir con ritmo acelerado el pacto del Frente Popular y, como decía no hace muchos días el Sr. Albornoz, inicie la ofensiva republicana, tendrá a su lado a todos los trabajadores, dispuestos, como el 16 de febrero, a aplastar a esas fuerzas y a hacer triunfar una vez más al Bloque Popular.
Conclusiones a que yo llego: Para evitar las perturbaciones, para evitar el estado de desasosiego que existe en España, no solamente hay que hacer responsable de lo que pueda ocurrir a un Sr. Calvo Sotelo cualquiera, sino que hay que comenzar por encarcelar a los patronos que se niegan a aceptar los laudos del Gobierno.
Hay que comenzar por encarcelar a los terratenientes que hambrean a los campesinos; hay que encarcelar a los que con cinismo sin igual, llenos de sangre de la represión de octubre, vienen aquí a exigir responsabilidades por lo que no se ha hecho.
Y cuando se comience por hacer esta obra de justicia, ¡Sr. Casares Quiroga, Sres. Ministros!, no habrá Gobierno que cuente con un apoyo más firme, más fuerte que el vuestro, porque las masas populares de España se levantarán, repito, como en el 16 de febrero, y aun, quizá, para ir más allá, contra todas esas fuerzas que, por decoro, nosotros no debiéramos tolerar que se sentasen ahí.
José Calvo Sotelo había nacido en 1893 y murió asesinado en 1936. Abogado del Estado. Militante en el Partido Conservador (uno de los dos partidos caciquiles --el otro era el Partido Liberal-- que se turnaban en el poder en el régimen de la Restauración borbónica [1876-1923]); y, dentro de él, en las filas de la tendencia capitaneada por el que fue Presidente del Gobierno en el momento de la Semana Trágica (1909), Antonio Maura. Ministro en la Dictadura Militar del General Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, Marqués de Estella, (1923-30).
Al caer la monarquía (1931) se convirtió en líder de los monárquicos, pero voluntariamente emigró de España refugiándose cerca del dictador fascista Mussolini; temía que se le exigieran responsabilidades por su actuación ministerial en la Dictadura del Marqués. Al regresar a la patria en 1933 fue jefe de Renovación Española y luego del Bloque Nacional, y elegido diputado a Cortes por Orense en 1933 y 1936. Al evolucionar hacia el fascismo toda esa corriente monárquica, principalmente la que venía de las filas del Partido Conservador, Calvo Sotelo pasó a ser el portavoz fascista más tajante y cuyo reaccionarismo social era más intransigente (al paso que el nuevo Marqués de Estella, Don José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, coloreaba un poquitín su discurso de alguna pincelada social muy desvaída, imitando vagamente a Hitler y Mussolini).
He aquí algunas perlas de la oratoria de D. José Calvo Sotelo (extractos de un discurso en las Cortes en abril de 1936, citado por Arrarás, Historia de la II República Española, t. 4º, p. 116): `Las fuerzas proletarias españolas se disponen a dar un segundo paso revolucionario, que será la instauración del comunismo'; `España podrá salvarse también con una fórmula de Estado autoritario y corporativo'.
Buen orador y escritor, de pluma y palabra un tanto grandilocuentes e inclinado a los gestos de rompe y rasga, a la frase sonora y ultrancista, Calvo Sotelo fue el autor, entre otras, de esta célebre prolación sobre la España roja y la España rota (la tomamos de pasajes de textos de Calvo Sotelo reproducidos en Las voces de la República de Manuel Rubio Cabeza, Ed. Planeta, 1985, p. 147):
Ya sabemos lo que sería una España roja. La familia deshecha, la propiedad suprimida, la libertad anulada del todo, el triunfo de las turbas, la violencia, todo lo que queráis; la muerte de una infinidad de españoles [...]
Pero una España rota no se reharía nunca. Se puede rehacer la fortuna perdida. Se puede recobrar la Corona y volver a su sitio, como acabamos de ver en Grecia.
La alusión a Grecia se refiere a la restauración de la dinastía de los Schleswig-Holstein en 1935, al ser derrocada la efímera primera República griega (1924-35) en la persona del alemán Pablo de Grecia, padre del hoy ex-rey Constantino.
El 13 de julio de 1936 D. José Calvo Sotelo fue asesinado por un grupo socialista de la guardia de asalto (en represalia por el previo asesinato del teniente Castillo a manos de la ultraderecha).
He aquí unos extractos de su discurso ante las Cortes del 16 de junio de 1936 que es el que comentó en el suyo Dolores Ibarruri.
[...] todas las fórmulas de convivencia social y política pueden reducirse a dos: orden consentido y orden impuesto. El régimen de orden consentido se funda en la libertad; el régimen de orden impuesto se funda en la autoridad. España está viviendo un régimen de desorden, de desorden no consentido ni arriba ni abajo, sino impuesto desde abajo a arriba. Por consiguiente, el régimen español, que no se ha podido prever en esas fórmulas del tratadista antes citado, es un régimen que no se funda ni en la libertad ni en la autoridad. No se funda en la autoridad, aun cuando se diga que su sostén principal es la democracia; muy lejos me llevaría un análisis del sentido integral de ese vocablo; no lo intento, pero me vais a permitir que escudriñe un poco en el concepto degenerativo con que ahora se vive la democracia.
España padece el fetichismo de la turbamulta, que no es el pueblo, sino que es la contrafigura caricaturesca del pueblo. Son muchos los que con énfasis salen por ahí gritando: «¡Somos los más!» Grito de tribu --pienso yo--; porque el de la civilización sólo daría derecho al énfasis cuando se pudiera gritar: «¡Somos los mejores!», y los mejores casi siempre son los menos. La turbamulta impera en la vida española de una manera sarcástica, en pugna con nuestras supuestas «soi disant» condiciones democráticas y, desde luego, con los intereses nacionales. ¿Qué es la turbamulta? La minoría vestida de mayoría. La ley de la democracia es la ley del número absoluto, de la mayoría absoluta, sea equivalente a la ley de la razón o de la justicia, porque, como decía Anatole France, «una tontería, no por repetida por miles de voces deja de ser tontería». Pero la ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez y vociferante, y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha brutal del número y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando; lo que fuere; la horda contra el individuo. Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la Historia, Sr. Casares Quiroga; la Historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la Historia y SS. SS. son víctimas de la horda; por eso SS. SS. no pueden imprimir en España un sello autoritario. (Rumores.) Y el más lamentable de los choques (sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso) se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército. Vaya por delante un concepto en mi arraigado: el de la convicción de que España necesita un Ejército fuerte, por muchos motivos que no voy a desmenuzar. (Un Sr. Diputado: Para destrozar al pueblo, como hacíais.) Entre otros, porque de un buen Ejército, de tener buena aviación y buenos barcos de guerra depende, aunque muchos materialistas cegados no lo entiendan así, incluso cosa tan vital y prosaica como la exportación de nuestros aceites y de nuestras naranjas. Hecha esta declaración, he de decir a su señoría, Sr. Ministro de la Guerra, celebrando su presencia aquí, que lamentablemente se están operando fenómenos de desorden que ponen en entredicho muchas veces el respeto que nacionalmente es debido a ciertas esencias institucionales de orden castrense. Yo bien sé que algunos posos históricos de aquella tosquedad programática que poseían los partidos republicanos del siglo XIX, han creado viejas figuras y arcaicas actuaciones republicanas, un ambiente de entredicho, de prevención, de recelo hacia los principios militares, que acaso se puede calificar de antimilitarismo y que, sin duda alguna, por fuerza de ese impulso transmitido de generación en generación, ha llevado a nuestra Constitución algún que otro precepto de dudoso acierto, como, verbigracia, el que suprime los Tribunales de honor y el que excluye de manera permanente de la más alta jerarquía de la República a los generales del Ejército. Este hecho, que es tanto un hecho histórico como un hecho actual, explica sin duda cierta falta de tacto --siempre exquisito debiera prodigarse-- en las conexiones de la política estatal con la vida militar.
... no creo que exista actualmente en el Ejército español [...] un solo militar dispuesto a sublevarse en favor de la monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera sería un loco, lo digo con toda claridad (rumores), aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía, si ésta se produjera. (Grandes protestas y contraprotestas).
(Fuente: Fernando Díaz Plaja, El siglo XX. La Guerra (1936-39), pp. 45-47.)