sábado, 9 de enero de 2010

Lo irritante no son las críticas, sino los datos (Editorial de El Mundo)


UNA ceremonia presidida por los Reyes sirvió ayer para inaugurar oficialmente el semestre de presidencia española de la UE. Antes, el triunvirato que dirigirá el timón comunitario en los próximos meses -el presidente del Consejo, Van Rompuy; el de la Comisión, Barroso; y el presidente de turno de los Veintisiete, Zapatero- compareció para definir los dos principales retos a abordar: el cambio climático y, sobre todo, la crisis económica.
El azar ha querido que sea nuestro Gobierno el que debe impulsar y coordinar las medidas para sacar a la Unión Europea de su atolladero. Sin embargo, ni en una pesadilla hubiera imaginado un escenario peor que el actual. Porque la credibilidad de las recetas que pueda ofrecer Moncloa es prácticamente nula en Bruselas, ya que, mientras los países locomotora de la Unión -como Alemania y Francia- empezaron a crecer en el último trimestre de 2009, España permanece en el furgón de cola de los Veintisiete. Ayer mismo, a Zapatero le debió de costar esfuerzo sonreír durante la gala en el Teatro Real, porque sólo horas antes se habían conocido los datos de Eurostat, y éstos no pueden ser más demoledores.
La oficina estadística europea confirma que somos uno de los pocos países de la Eurozona que siguen en recesión, sitúa nuestra tasa de paro en el 19,4% -a fecha de noviembre- y nos convierte en líderes absolutos de paro juvenil. Así las cosas, resulta chocante que Zapatero -visiblemente irritado por las críticas recibidas- tachara de «insólito» que se cuestione su capacidad para presidir la UE en plena crisis, e invocara los «30 años» de crecimiento sostenido en España. El presidente sabe bien que lo que está en cuestión no es nuestro país, sino la política errática de su Gobierno, responsable en buena medida de lo rápido que se ha evaporado el milagro español al que aludía.
Igual de chocante resulta que la primera propuesta de Zapatero para la Estrategia Económica 2020 -que Moncloa y Van Rompuy pretenden que aprueben los Veintisiete antes de junio, con las directrices para superar la crisis- haya sido la de fijar sanciones para los países que no cumplan con los objetivos comunitarios. Porque, sin entrar en el fondo de la idoneidad de las multas, la realidad es que el déficit de España va camino de triplicar lo permitido por el Pacto de Estabilidad de la UE. Vamos, que o Zapatero tiene algún conejo en la chistera, o ya puede ir abriendo la cartera de todos nosotros, los contribuyentes, para pagar el multazo.
Aunque la presidencia española no arrancó hasta ayer, es innegable que la torpeza del Gobierno, sumada a la crudeza de la realidad, han dejado un prólogo desastroso, en el que incluso lo anecdótico se le ha vuelto en contra. Porque la habilidad de los hackers, hasta conseguir insertar en la web oficial la foto de Mr. Bean, ha permitido hacer toda clase de chanzas y de comparaciones entre su impericia y la de nuestro presidente. Durísimas han sido también las críticas de medios como el Financial Times -«Una España torpe guiará a Europa»- o The Economist, que no ha dudado en burlarse de que Zapatero vaya a ser quien solucione la crisis del continente.
Tampoco ha sido alentadora su decisión de parapetarse tras ese consejo de sabios formado por Delors, Felipe González y Pedro Solbes. Si a ellos hay que encomendarse para volver a crear empleo, sólo cabe echarse a temblar. Igual que después de escuchar a Zapatero asegurar que «la UE debe ser exigente respecto a Cuba», cuando el régimen castrista nos acaba de humillar al no permitir la entrada del eurodiputado Luis Yáñez, sin que la tropelía haya tenido la mínima respuesta del ministro Moratinos. Con todo, por el bien de los europeos y por el de la imagen de nuestro país, cabe esperar que el Gobierno se afane en hacer un trabajo serio al frente de la presidencia. Y que tome buena nota de paso de las medidas adoptadas por nuestros vecinos para salir del terrible bache.

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