MAL DE ESCUELA
JUAN-MANUEL GARCÍA RAMOS
JUAN-MANUEL GARCÍA RAMOS
La Povincia,25 de octubre 2009
El libro me lo hizo llegar un amigo no docente. "¡Toma, a ti te servirá más que a mí!" El título era ya atractivo: Mal de escuela, y venía avalado por la obtención del prestigioso premio literario francés Renaudot en su convocatoria de 2007. El autor era un viejo amigo: el novelista galo Daniel Pennac (Casablanca, 1944), de quien conocíamos un antimanual de literatura: Como una novela, 1992, donde el autor comenzaba aclarándonos algo elemental pero muy de agradecer: "El verbo leer no soporta el imperativo. Aversión que comparte con otros verbos: el verbo amar, el verbo soñar..." Y algo más: la lectura consiste en abstraernos del mundo para encontrarle sentido a ese mismo mundo.Mal de escuela parece un homenaje sincero a todos los alumnos zoquetes que en el mundo han sido, aunque Pennac base sus argumentos en su experiencia personal como pésimo alumno de primaria y de secundaria convertido más tarde y durante veinticinco años en un excelente profesor de lengua y literatura en los liceos parisinos. Mal de escuela es un libro de indudable ayuda para todos aquellos y aquellas que hoy día tienen que subirse a una tarima y enfrentarse a treinta o cuarenta adolescentes perfectamente dispuestos a no hacer ni puto caso de lo que se les dice acerca de la importancia de la gramática (sin duda, la primera herramienta del pensamiento organizado) y de la literatura en este mundo tan tecnológicamente diseñado.Mal de escuela es un instrumento muy útil para salir de los muchos atolladeros que la enseñanza secundaria de nuestro tiempo plantea a sus esforzados profesionales, muchos de ellos prejubilados ansiosos o carne de depresiones sin fin. Es, además, una demostración de los muchos problemas comunes que comparten los distintos países de esta parte del planeta. La experiencia docente del profesor francés Daniel Pennac es perfectamente transferible a cualquiera de los institutos españoles actuales.En las páginas de Mal de escuela, su autor nos traslada hasta los orígenes de una enseñanza pública, laica, obligatoria y gratuita, obra de un ministro de Instrucción de la Tercera República francesa desde 1879 hasta 1882, Jules Ferry, que también intervendría en la regulación de la Ley del divorcio y en la instauración de las libertades de prensa, de reunión y de asociación.Una enseñanza pública, laica, obligatoria y gratuita que la conciencia francesa de aquellos años reclamaba por boca de un escritor tan imprescindible e ilustre como Víctor Hugo. En sus diarios elaborados a lo largo de toda su vida y aparecidos bajo el rótulo de Cosas vistas, el autor de Los miserables reflexionó sobre lo divino y lo humano y, desde luego, no dejó de referirse a la educación de su siglo XIX. Allí nos dejó dicho: "El derecho del niño es ser un hombre; lo que hace al hombre es la luz; lo que hace la luz es la instrucción. De modo que el derecho del niño es la instrucción gratuita, obligatoria".Pennac usa todos estos antecedentes históricos para aclararnos que, en ese siglo XIX tan lejano, la familia se encargaba de la educación del niño y la escuela de su instrucción. Dos mundos que, en aquellos momentos, estaban incomunicados, con responsables distintos: el entorno familiar, por un lado; el Estado y su ministerio, por el otro.Hoy Educación e Instrucción se han confundido y han terminado por confundir al profesional de la enseñanza, especialmente en los tramos académicos de secundaria, donde el problema se ha disparatado para padres, madres, profesores y gran parte de los alumnos, que quieren huir de la quema pero son apresados por el humo tóxico del ambiente.Pennac tiene algunas cosas muy claras, y nosotros coincidimos con él sin ningún esfuerzo, todo lo contrario: "Siempre he pensado que la escuela la hacen, en primer lugar, los profesores". Y con la gran sinceridad que caracteriza todas las páginas de Mal de escuela, el desastroso alumno que fue Pennac en su primaria y secundaria se confiesa: "¿Quién me salvó a mí de la escuela, sino tres o cuatro profesores?"El limitado ex alumno Pennac dedica páginas hermosas a homenajear a esos tres o cuatro veteranos de la tiza que lo salvaron del desastre de su formación y enumera las virtudes que los caracterizaban como guías de adolescentes descarriados. En primer lugar, insiste Pennac, estos docentes jamás soltaban a sus "presas", a esos estudiantes que se evadían de sus obligaciones con una agilidad casi felina. Insistían una y otra vez en sacarlos del pozo de su pereza, de su indolencia, de su poca estima, de su distracción crónica. En segundo lugar, alaba Pennac en estos profesionales su condición de "artistas". Artistas en la transmisión de su materia. "Sus clases eran actos de comunicación, claro está, pero de un saber dominado hasta el punto de pasar casi por creación espontánea. Su facilidad convertía cada hora en un acontecimiento que podíamos recordar como tal".Según Pennac, esos profesores distinguidos compartían con sus alumnos tarambanas no sólo su saber, sino el propio deseo de saber; comunicaban con mimo el gusto por transmitir saber, algo muy decisivo en toda aula.Pero Mal de escuela empieza con la historia de un niño Pennac acosado por el miedo a no dar la talla en su pupitre, y por los síntomas del fracaso presentido: ensoñación, dispersión, hipocondría, nerviosismo, taciturno deleite, cambios de humor, jeremiadas? Y algo más: pérdida de confianza en uno mismo, renuncia a cualquier esfuerzo, incapacidad para la concentración, mitomanía, constitución de bandas (la tribalización de la nulidad), alcohol, drogas?Con todas esas circunstancias se encuentran los profesores de hoy día, además de con el consabido consumismo y la revolución tecnológica, con la que algunos piensan resolver todo: un ordenador para cada alumno. Un ordenador para el caos generalizado. El zoquete mirando alelado la pantalla de su portátil recién encendido. Viva la información, abajo el conocimiento.Y en medio de toda esta marejada, la nave soberbia del culto a la juventud: hay que ser joven, consumir joven, envejecer joven, la moda es joven, el fútbol es joven, la radio es joven, las revistas son jóvenes, la publicidad es joven, la tele está llena de jóvenes, Internet es joven, el famoseo es joven, la política es de la juventud.Mal de escuela es un tratado de arqueología de los últimos cincuenta años de inepcia occidental trasladada al mundo de la educación. La Logse que todos, padres, alumnos, profesores, hemos padecido sin inmutarnos, aunque los resultados hayan sido tan catastróficos.Lo cuenta Daniel Pennac, un mediocre ex alumno de primaria y secundaria, un profesor adorado por sus alumnos y un novelista respetable. Vale la pena no perderse las páginas de Mal de escuela. Yo lo convertiría en un manual obligatorio para todos aquellos y aquellas que estén dispuestos a inmolarse en los institutos de nuestros días. Conociendo a fondo el listado de errores que hemos cometido, quizás podamos remediar algo la hecatombe.
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