miércoles, 28 de enero de 2009
Manifiesto de Miguel Primo de Rivera (1923)
En principio el Pronunciamiento estuvo pensado para el 20 de septiembre. Como son demasiadas las personas que lo conocen, se opta por el 15, y luego el 14.
Pero otra vez hubo de ser cambiada la fecha, adelantándola al 13.
Transcurrida la jornada del 12, a media noche, Primo de Rivera proclamó la Ley Marcial en Barcelona y ordenó que las tropas salieran a la calle.
A las 2 de la madrugada convocó a los periodistas en su despacho y les distribuyó copias de su Manifiesto.
El texto era el siguiente
Al país y al Ejército
“Españoles: Ha llegado para nosotros el momento más temido que esperado (porque hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española) de recoger las ansias, de atender el clamoroso requerimiento de cuantos amando la Patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política, de los que por una u otra razón nos ofrecen el cuadro de desdichas e inmoralidades que empezaron el año 98 y amenazan a España con un próximo fin trágico y deshonroso. La tupida red de la política de concupiscencias ha cogido en sus mallas, secuestrándola, hasta la voluntad real. Con frecuencia parece pedir que gobiernen los que ellos dicen no dejan gobernar, aludiendo a los que han sido su único, aunque débil freno, y llevaron a las leyes y costumbres la poca ética sana, el tenue tinte moral y equidad que aún tiene, pero en la realidad se avienen fáciles y contentos al turno y al reparto, y entre ellos mismos designan la sucesión.
Pues bien, ahora vamos a recabar todas las responsabilidades y a gobernar nosotros u hombres civiles que representen nuestra moral y doctrina. Basta ya de rebeldías mansas, que, sin poner remedio a nada, dañan tanto y más la disciplina que esta recia y viril a que nos lancemos por España y por el rey.
“Este movimiento es de hombres: el que no sienta la masculinidad completamente caracterizada, que espere en un rincón, sin perturbar, los días buenos para que la Patria preparamos. ¡Españoles! ¡Viva España y viva el rey!
“No tenemos que justificar nuestro acto, que el pueblo sano le manda e impone. Asesinatos de prelados, ex gobernantes, agentes de autoridad, patronos, capataces y obreros; audaces e impunes atracos, depreciación de moneda, francachela de millones de gastos reservados, sospechosa política arancelaria por la tendencia, y más porque quien la maneja hace alarde de descocada inmoralidad, rastreras intrigas políticas tomando por pretexto la tragedia de Marruecos, incertidumbre ante este gravísimo problema nacional, indisciplina social, que hace el trabajo ineficaz y nulo; precaria y ruinosa la producción agrícola e industrial; impune propaganda comunista impiedad e incultura, justicia influida por la política, descarada propaganda separatista, pasiones tendenciosas alrededor del problema de las responsabilidades, y..., por último, seamos justos, un solo tanto a favor del Gobierno, de cuya savia vive hace meses, merced a la inagotable bondad del pueblo español, una débil e incompleta persecución al vicio del juego.
“No venimos a llorar lástimas y vergüenzas, sino a ponerlas pronto radical remedio, para lo que requerimos el concurso de todos los buenos ciudadanos. Para ello, y en virtud de la confianza y mandato que en mí han depositado, se constituirá en Madrid un Directorio inspector militar con carácter provisional, encargado de mantener el orden público y asegurar el funcionamiento normal de los ministerios y organismos oficiales, requiriendo al país para que en breve plazo nos ofrezca hombres rectos, sabios, laboriosos y probos, que puedan constituir ministerio a nuestro amparo, pero en plena dignidad y facultad para ofrecerlos al rey por si se digna aceptarlos.
“No queremos ser ministros ni sentimos más ambición que la de servir a España. Somos el Somatén, de legendaria y honrosa tradición española, y, como él, traemos por lema: “Paz, paz y paz”; pero paz digna, fuera, y paz fundada en el saludable rigor y en el justo castigo, dentro. Ni claudicaciones ni impunidades. Queremos un Somatén reserva y hermano del Ejército, para todo, incluso para la defensa de la independencia patria si corriera peligro; pero lo queremos más para organizar y encuadrar a los hombres de bien, y que su adhesión nos fortalezca. Horas sólo tardará en salir el decreto de organización del Gran Somatén Español.
“Nos proponemos evitar derramamiento de sangre, y aunque lógicamente no habrá ninguna limpia, pura y patriótica que se nos ponga en contra, anunciamos que la fe en el ideal y el instinto de conservación de nuestro régimen nos llevará al mayor rigor contra los que lo combatan.
“Queremos vivir en paz con todos los pueblos y merecer de ellos para el español, hoy, la consideración; mañana, la admiración por su cultura y virtudes. Ni somos imperialistas ni creemos pendiente de un terco empeño en Marruecos el honor del Ejército, que con su conducta valerosa a diario lo vindica. Para esto, y cuando aquel Ejército haya cumplido las órdenes recibidas (ajeno en absoluto a este movimiento, que aun siendo tan elevado y noble no debe turbar la augusta misión de los que están al frente del enemigo), buscaremos al problema de Marruecos solución pronta, digna y sensata.
“El país no quiere oír hablar más de responsabilidades, sino saberlas, exigirlas, pronta y justamente, y esto lo encargaremos con limitación de plazo a Tribunales de autoridad moral y desapasionados de cuanto ha envenenado hasta ahora la política o la ambición. La responsabilidad colectiva de los partidos políticos la sancionamos con este apartamiento total a que los condenamos, aún reconociendo en justicia que algunos de sus hombres dedicaron al noble afán de gobernar sus talentos y sus actividades, pero no supieron o no quisieron nunca purificar y dar dignidad al medio en que han vivido. Nosotros sí queremos, porque creemos que es nuestro deber, y ante toda denuncia de prevaricación, cohecho o inmoralidad debidamente fundamentada, abriremos proceso que castigue implacablemente a los que delinquieron contra la Patria, corrompiéndola y deshonrándola. Garantizamos la más absoluta reserva para los denunciantes, aunque sea contra los de nuestra profesión y casta, aunque sea contra nosotros mismos, que hay acusaciones que honran. El proceso contra don Santiago Alba queda, desde luego, abierto, que a éste lo denuncia la unánime voz del país, y queda también procesado el que siendo jefe del Gobierno y habiendo oído de personas solventes e investidas de autoridad, las más duras acusaciones contra su depravado y cínico ministro, y aun asintiendo a ellas ha sucumbido a su influencia y habilidad política sin carácter ni virtud para perseguirlo, ni siquiera para apartarlo del Gobierno.
“Más detalles no los admite un manifiesto. Nuestra labor será bien pronto conocida y el país y la historia la juzgarán, que nuestra conciencia está bien tranquila de la intención y del propósito”.
Bando
Hacia las tres de la madrugada, un piquete de soldados al mando de un suboficial, se incauta de las centrales telegráficas, telefónicas y radiográficas. Un par de horas más tarde, las tropas se dispersan por las calles de la ciudad y proceden a fijar el siguiente Bando.
“DON MIGUEL PRIMO DE RIVERA Y ORBANEJA, marqués de Estella, Capitán General de la Cuarta Región, ORDENO Y MANDO.
“Queda declarado el estado de guerra en el territorio de esta Región Militar y confiado el mando de las provincias de Barcelona, Lérida, Gerona y Tarragona a los respectivos gobernadores militares, los que dictarán las órdenes precisas para el mantenimiento del orden público y la seguridad del régimen proclamado por mi manifiesto del 12 de septiembre dirigido “Al país y al Ejército”.
“En los Gobiernos y Comandancias militares se ejercerá la previa censura de la prensa y de toda clase de escritos impresos.
“Las Diputaciones, Ayuntamientos y demás corporaciones civiles continuarán su normal funcionamiento, pero las Autoridades militares dictarán, respecto a ellas, las medidas que aconsejen las circunstancias.
“Espero que todo buen ciudadano cooperará con su prudencia y sensatez a la consolidación de un régimen que era anhelado unánimemente, aunque por el momento se originen molestias y se suspendan algunos derechos.
“De la cordura de todos, depende la pronta vuelta a la normalidad.
“Este bando surtirá sus efectos a partir de su publicación.
“Barcelona, 13 de septiembre de 1923. Miguel Primo de Rivera”.
martes, 27 de enero de 2009
jueves, 15 de enero de 2009
Huelga General 1917
MANIFIESTO CONJUNTO UGT-CNT (27 de marzo de 1917)
Mas a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódicas y fundamentadas, de nuestras protestas, tal vez más prudentes y mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta de trabajo.
[...] El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
1) Que en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las demandas formuladas por el último congreso de la unión General de Trabajadores, y con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado emplee la huelga general sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos.
2) Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el momento en que haya de comenzar este movimiento".
Manifiesto conjunto de la UGT y la CNT en marzo de 1917. COMPLETO
A los Trabajadores Españoles y al País en General:
Tras la labor de protesta constantemente ejercitada por las organizaciones obreras
contra los abusos de la administración y las corruptelas de la política que nuestro
país padece, la huelga general del 18 de diciembre último, admirable ejemplo de
eficacia de la organización y testimonio irrecusable de la capacidad creciente del
proletariado español, habría debido producir alguna atenuación, al menos, de los
males por todos reconocidos y continuamente denunciados.
Mas, a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódica y
reflexivamente fundamentadas y de nuestras protestas, tal vez más prudentes y
mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo
cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación
creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta
de trabajo.
Ciertamente, si las privaciones a las cuales se ve sometido el pueblo español
fuesen una consecuencia necesaria de crisis profundas de la economía mundial,
cuya solución no depende de nosotros ni de los elementos directores de nuestra
vida nacional, nuestras quejas serían absolutamente estériles y nuestras protestas
no tendrían otra eficacia que la de imprecaciones más o menos vehementes contra
los misteriosos designios de la fatalidad.
Pero ¿habrá algún gobernante español que pueda afirmar en conciencia que las
condiciones insoportables de nuestra vida, agravadas sin duda y puestas de relieve
por la guerra europea, no son la consecuencia de un régimen tradicional de
privilegio, de una orgía constante de ambiciones privadas, de la desenfrenada
inmoralidad que encuentra en los organismos públicos el amparo y la defensa que
debían prestar a los primordiales intereses de la vida del pueblo?
Las luchas provocadas por la competencia entre los diversos grupos de
explotadores de la vida de la nación pueden dispensar al proletariado de hacer la
crítica del régimen vergonzoso que padece España.
Las denuncias diarias de la prensa, los abusos que descubren las públicas
discusiones de las asambleas, la labor misma de las Cortes, tan estéril para el bien
como reveladora de crecientes impurezas, son los folios de un largo y complicado
proceso cuya sentencia habrá de ser dictada y cumplida por el pueblo, como juez
inapelable.
Todos los días, la prensa ofrece el testimonio de la preocupación de los
gobernantes ante las complicaciones de los problemas presentes. ¿En qué se gasta
su actividad que sus resultados beneficiosos no llegan nunca al pueblo trabajador?
Todos esos esfuerzos de los gobernantes, el pueblo sabe bien que se gastan en un
empeño imposible de armonizar los intereses privados opuestos, que encuentran
en los momentos más angustiosos de la vida nacional la ocasión más propicia
para aumentar sus ganancias.
Las empresas de ferrocarriles, las compañías navieras, los mineros, los
fabricantes, los ganaderos, los trigueros, los múltiples acaparadores e
intermediarios, los trusts que monopolizan los negocios en las grandes
poblaciones, los gremios degradados y degradantes, todos representan intereses
particulares, que hallan amparo y protección en los poderes públicos, mientras el
pueblo emigra o perece.
Y no es posible seguir ya engañando al país con discursos más o menos brillantes,
ni con preámbulos de leyes cuyo articulado desmiente las propias ideas
proclamadas por los ministros en la Gaceta.
En la presente y crítica situación ya ha visto el pueblo lo que ha quedado de las
promesas de reforma de la economía nacional. Continúan las eternas ocultaciones
de riqueza, los más llamados al sostenimiento de las cargas públicas siguen
sustrayéndose al cumplimiento de ese deber de ciudadanía, los beneficiados con
los negocios de la guerra ni emplean sus ganancias en el fomento de la riqueza
nacional, ni se avienen a entregar parte de sus beneficios al Estado, y el gobierno,
débil con los poderosos y altivo con los humildes, lanza a diario contra los
obreros a la guardia civil, mientras prepara empréstitos de transformación de la
Deuda y ofrece a los capitalistas una colocación lucrativa a sus fondos ociosos, so
pretexto de promover obras públicas que jamás se realizan.
Y si de los pomposos ofrecimientos de reformas económicas y de promoción de
obras públicas no queda más que el rumor de vanas palabras, ¿para qué ha servido
la ley de subsistencias, como no sea para revelar la dependencia vergonzosa en
que se halla el gobierno con respecto a las agrupaciones gremiales más conocidas
y más odiadas por los consumidores?
¿De qué nos vale formular un día y otro nuestras quejas, y de qué nos sirve el
reconocimiento de la justicia de nuestras demandas por los mismos hombres que
ocupan el poder, si no logramos nunca vislumbrar el remedio de nuestros males?
La impotencia de los poderes públicos para resolver los problemas vitales de la
nación la está proclamando la acción militar en Marruecos, sangrienta y
vergonzosa ruina de España, por todos los gobernantes censurada, pero por todos
igualmente mantenida.
Después de las prolijas discusiones a que la acción de España en Marruecos ha
dado lugar, a nadie se le oculta ya que esta reincidencia de los poderes públicos
en los antiguos errores bélicos, militaristas y dinásticos bastaría por sí sola para
provocar por parte de la nación la más violenta de las actuaciones contra los
causantes de su desgracia.
Estos males, percibidos a diario por el proletariado, han formado en él, tras una
larga y dolorosa experiencia, el convencimiento de que las luchas parciales de
cada asociación con los patronos, asistidas por la solidaridad de los compañeros
de infortunio, no bastan a conjurar los graves peligros que amenazan a los
trabajadores.
El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la
unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la
explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este
convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de
la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
1º.- Que, en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este
documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y
del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las
demandas formuladas por el último Congreso de la Unión General de
Trabajadores y Asamblea de Valencia, y con el fin de obligar a las clases
dominantes a aquellos cambios fundamentales de sistema que garanticen al
pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus
actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la
huelga general, sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para
reivindicar sus derechos.
2º.- Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de
reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus
elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que
consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el
momento en que haya de comenzar este movimiento.
3º.- Que los abajo firmantes, debidamente autorizados por los organismos obreros
que representan, y en virtud de los poderes que les han sido conferidos por la
clase trabajadora, se consideran en el deber de realizar, en relación con las
diversas secciones, todos los trabajos conducentes a organizar y encauzar
debidamente el movimiento, así como también a determinar la fecha en que debe
ponerse en práctica, teniendo en cuenta las condiciones más favorables para el
triunfo de nuestros propósitos.
Por la región de Galicia, José Gómez Osorio y Manuel Suárez
Por la Confederación Nacional del Trabajo, Salvador Seguí y Ángel Pestaña,
Por la federación de sociedades obreras de Zaragoza, Ángel Lacort.
Por la región de Levante, Juan Barceló y Vicente Sánchez.
Por la de Vizcaya, Pedro Cabo.
Por la de Asturias, Manuel Llaneza e Isidoro Acevedo.
Por la de Castilla la Vieja, Remigio Cabello y Luís Lavín.
Por la de Andalucía, Florentino García.
Por el comité nacional de la Unión General de Trabajadores, Francisco Largo
Caballero, Vicente Barrio, Daniel Anguiano, Julián Besteiro, Andrés Saborit,
Eduardo Torralva, Modesto Aragonés, Manuel Cordero, Virginia González y José
Maeso.
Madrid, 27 de marzo de 1917
.
12 de Agosto de 1917
A LOS OBREROS Y A LA OPINIÓN PÚBLICA: ha llegado el momento de poner en práctica, sin vacilación alguna, los propósitos anunciados por los representantes de la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo en el manifiesto suscrito por estos organismos en el mes de marzo ultimo.
Durante el tiempo transcurrido desde esa fecha hasta el momento actual, la afirmación hecha por el proletariado al demandar como remedio a los males que padece España un cambio fundamental de régimen político, ha sido corroborada por la actitud que sucesivamente han ido adoptando importantes organismos nacionales desde la enérgica afirmación de la existencia de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, frente a los intentos de disolución de esos organismos por los Poderes públicos, hasta la Asamblea de Parlamentarios celebrada en Barcelona el día 19 de Julio, y la adhesión a las conclusiones de esa asamblea de numerosos ayuntamientos, que dan público testimonio de las ansias de renovación que existen en todo el país. Durante los días fabulosos en los cuales se han producido todos estos acontecimientos, el proletariado español ha dado pruebas de serenidad y reflexión que tal vez hayan sido interpretadas por las oligarquías que detentan el poder como manifestaciones de falta de energía y de incomprensión de la gravedad de las circunstancias actuales.
Si tal idea se han formado los servidores de la monarquía española, se han engañado totalmente. El pueblo, el proletariado español, ha asistido en silencio durabte estos últimos meses a un espectáculo vergonzoso, mezcla de incompetencia y de repulsiva jactabcia, de descarado desprecio de la vida y de los derechos del pueblo e inpúdica utilización de las más degradantes mentiras como supremo recurso del Gobierno (...)
Y si esto han hecho los poderes públicos con las clases sociales en cuya adhesión han buscado siempre las más firmes garantía de su existencia y dominio, ¿qué no habrán hecho con el pueblo inerme e indefenso bajo un régimen constitucional ficticio, bajo un rñegimen económico de miseria y despilfarro, y en un estado cultural mantenido por los oligarcas eb el más bajo nivel, y sobre el cual la masa ciudadana sólo puede irse paulatinamente elevando merced a ímprobos y perseverantes esfuerzos.
Pedimos la constitución de un Gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivo y moderador, y prepare, previas las modificaciones imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de elecciones sinceras de unas Cortes Constituyentes que aborden en plena libertad los problemas fundamentales de la Constitución política del país. Mientras no se haya conseguido este objeto, la organización obrera española se halla absolutamente decidida a mantenerse en su actitud de huelga.
Instrucciones para la huelga. En el momento en que se reciba la orden de huelga, dada por los Comités Nacionales de la U.G.T. y del Partido Socialista, los obreros procederán a la paralización de todos los trabajos, de tal modo que el paro resulte completo, tomando las medidas necesarias para que se incorporen al movimiento los tranviarios, ferroviarios, cocheros, panaderos, ramo de alumbrado; obreros municipales, dependientes de comercio, etcétera.
Madrid, 12 de agosto de 1917. Por el Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero; vicepresidente; Daniel Anguiano, vicesecretario, Por el Comité Nacional del Partido Socialista: Julián Besteiro, vicepresidente; Andrés Saborit, vicesecretario.
Mas a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódicas y fundamentadas, de nuestras protestas, tal vez más prudentes y mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta de trabajo.
[...] El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
1) Que en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las demandas formuladas por el último congreso de la unión General de Trabajadores, y con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado emplee la huelga general sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos.
2) Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el momento en que haya de comenzar este movimiento".
Manifiesto conjunto de la UGT y la CNT en marzo de 1917. COMPLETO
A los Trabajadores Españoles y al País en General:
Tras la labor de protesta constantemente ejercitada por las organizaciones obreras
contra los abusos de la administración y las corruptelas de la política que nuestro
país padece, la huelga general del 18 de diciembre último, admirable ejemplo de
eficacia de la organización y testimonio irrecusable de la capacidad creciente del
proletariado español, habría debido producir alguna atenuación, al menos, de los
males por todos reconocidos y continuamente denunciados.
Mas, a pesar de nuestras advertencias serenas, de nuestras quejas metódica y
reflexivamente fundamentadas y de nuestras protestas, tal vez más prudentes y
mesuradas de lo que exige la agudeza de los dolores que el país padece, es lo
cierto que cada día que pasa representa para el proletariado una agravación
creciente de la miseria ocasionada por la carestía de las subsistencias y por la falta
de trabajo.
Ciertamente, si las privaciones a las cuales se ve sometido el pueblo español
fuesen una consecuencia necesaria de crisis profundas de la economía mundial,
cuya solución no depende de nosotros ni de los elementos directores de nuestra
vida nacional, nuestras quejas serían absolutamente estériles y nuestras protestas
no tendrían otra eficacia que la de imprecaciones más o menos vehementes contra
los misteriosos designios de la fatalidad.
Pero ¿habrá algún gobernante español que pueda afirmar en conciencia que las
condiciones insoportables de nuestra vida, agravadas sin duda y puestas de relieve
por la guerra europea, no son la consecuencia de un régimen tradicional de
privilegio, de una orgía constante de ambiciones privadas, de la desenfrenada
inmoralidad que encuentra en los organismos públicos el amparo y la defensa que
debían prestar a los primordiales intereses de la vida del pueblo?
Las luchas provocadas por la competencia entre los diversos grupos de
explotadores de la vida de la nación pueden dispensar al proletariado de hacer la
crítica del régimen vergonzoso que padece España.
Las denuncias diarias de la prensa, los abusos que descubren las públicas
discusiones de las asambleas, la labor misma de las Cortes, tan estéril para el bien
como reveladora de crecientes impurezas, son los folios de un largo y complicado
proceso cuya sentencia habrá de ser dictada y cumplida por el pueblo, como juez
inapelable.
Todos los días, la prensa ofrece el testimonio de la preocupación de los
gobernantes ante las complicaciones de los problemas presentes. ¿En qué se gasta
su actividad que sus resultados beneficiosos no llegan nunca al pueblo trabajador?
Todos esos esfuerzos de los gobernantes, el pueblo sabe bien que se gastan en un
empeño imposible de armonizar los intereses privados opuestos, que encuentran
en los momentos más angustiosos de la vida nacional la ocasión más propicia
para aumentar sus ganancias.
Las empresas de ferrocarriles, las compañías navieras, los mineros, los
fabricantes, los ganaderos, los trigueros, los múltiples acaparadores e
intermediarios, los trusts que monopolizan los negocios en las grandes
poblaciones, los gremios degradados y degradantes, todos representan intereses
particulares, que hallan amparo y protección en los poderes públicos, mientras el
pueblo emigra o perece.
Y no es posible seguir ya engañando al país con discursos más o menos brillantes,
ni con preámbulos de leyes cuyo articulado desmiente las propias ideas
proclamadas por los ministros en la Gaceta.
En la presente y crítica situación ya ha visto el pueblo lo que ha quedado de las
promesas de reforma de la economía nacional. Continúan las eternas ocultaciones
de riqueza, los más llamados al sostenimiento de las cargas públicas siguen
sustrayéndose al cumplimiento de ese deber de ciudadanía, los beneficiados con
los negocios de la guerra ni emplean sus ganancias en el fomento de la riqueza
nacional, ni se avienen a entregar parte de sus beneficios al Estado, y el gobierno,
débil con los poderosos y altivo con los humildes, lanza a diario contra los
obreros a la guardia civil, mientras prepara empréstitos de transformación de la
Deuda y ofrece a los capitalistas una colocación lucrativa a sus fondos ociosos, so
pretexto de promover obras públicas que jamás se realizan.
Y si de los pomposos ofrecimientos de reformas económicas y de promoción de
obras públicas no queda más que el rumor de vanas palabras, ¿para qué ha servido
la ley de subsistencias, como no sea para revelar la dependencia vergonzosa en
que se halla el gobierno con respecto a las agrupaciones gremiales más conocidas
y más odiadas por los consumidores?
¿De qué nos vale formular un día y otro nuestras quejas, y de qué nos sirve el
reconocimiento de la justicia de nuestras demandas por los mismos hombres que
ocupan el poder, si no logramos nunca vislumbrar el remedio de nuestros males?
La impotencia de los poderes públicos para resolver los problemas vitales de la
nación la está proclamando la acción militar en Marruecos, sangrienta y
vergonzosa ruina de España, por todos los gobernantes censurada, pero por todos
igualmente mantenida.
Después de las prolijas discusiones a que la acción de España en Marruecos ha
dado lugar, a nadie se le oculta ya que esta reincidencia de los poderes públicos
en los antiguos errores bélicos, militaristas y dinásticos bastaría por sí sola para
provocar por parte de la nación la más violenta de las actuaciones contra los
causantes de su desgracia.
Estos males, percibidos a diario por el proletariado, han formado en él, tras una
larga y dolorosa experiencia, el convencimiento de que las luchas parciales de
cada asociación con los patronos, asistidas por la solidaridad de los compañeros
de infortunio, no bastan a conjurar los graves peligros que amenazan a los
trabajadores.
El proletariado organizado ha llegado así al convencimiento de la necesidad de la
unificación de sus fuerzas en una lucha común contra los amparadores de la
explotación, erigida en sistema de gobierno. Y respondiendo a este
convencimiento, los representantes de la Unión General de Trabajadores y los de
la Confederación Nacional del Trabajo han acordado por unanimidad:
1º.- Que, en vista del examen detenido y desapasionado que los firmantes de este
documento han hecho de la situación actual y de la actuación de los gobernantes y
del Parlamento, no encontrando, a pesar de sus buenos deseos, satisfechas las
demandas formuladas por el último Congreso de la Unión General de
Trabajadores y Asamblea de Valencia, y con el fin de obligar a las clases
dominantes a aquellos cambios fundamentales de sistema que garanticen al
pueblo el mínimo de las condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus
actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la
huelga general, sin plazo limitado, como el arma más poderosa que posee para
reivindicar sus derechos.
2º.- Que a partir de este momento, sin interrumpir su acción constante de
reivindicaciones sociales, los organismos proletarios, de acuerdo con sus
elementos directivos, procederán a la adopción de todas aquellas medidas que
consideren adecuadas al éxito de la huelga general, hallándose preparados para el
momento en que haya de comenzar este movimiento.
3º.- Que los abajo firmantes, debidamente autorizados por los organismos obreros
que representan, y en virtud de los poderes que les han sido conferidos por la
clase trabajadora, se consideran en el deber de realizar, en relación con las
diversas secciones, todos los trabajos conducentes a organizar y encauzar
debidamente el movimiento, así como también a determinar la fecha en que debe
ponerse en práctica, teniendo en cuenta las condiciones más favorables para el
triunfo de nuestros propósitos.
Por la región de Galicia, José Gómez Osorio y Manuel Suárez
Por la Confederación Nacional del Trabajo, Salvador Seguí y Ángel Pestaña,
Por la federación de sociedades obreras de Zaragoza, Ángel Lacort.
Por la región de Levante, Juan Barceló y Vicente Sánchez.
Por la de Vizcaya, Pedro Cabo.
Por la de Asturias, Manuel Llaneza e Isidoro Acevedo.
Por la de Castilla la Vieja, Remigio Cabello y Luís Lavín.
Por la de Andalucía, Florentino García.
Por el comité nacional de la Unión General de Trabajadores, Francisco Largo
Caballero, Vicente Barrio, Daniel Anguiano, Julián Besteiro, Andrés Saborit,
Eduardo Torralva, Modesto Aragonés, Manuel Cordero, Virginia González y José
Maeso.
Madrid, 27 de marzo de 1917
.
12 de Agosto de 1917
A LOS OBREROS Y A LA OPINIÓN PÚBLICA: ha llegado el momento de poner en práctica, sin vacilación alguna, los propósitos anunciados por los representantes de la Unión General de Trabajadores y la Confederación Nacional del Trabajo en el manifiesto suscrito por estos organismos en el mes de marzo ultimo.
Durante el tiempo transcurrido desde esa fecha hasta el momento actual, la afirmación hecha por el proletariado al demandar como remedio a los males que padece España un cambio fundamental de régimen político, ha sido corroborada por la actitud que sucesivamente han ido adoptando importantes organismos nacionales desde la enérgica afirmación de la existencia de las Juntas de Defensa del Arma de Infantería, frente a los intentos de disolución de esos organismos por los Poderes públicos, hasta la Asamblea de Parlamentarios celebrada en Barcelona el día 19 de Julio, y la adhesión a las conclusiones de esa asamblea de numerosos ayuntamientos, que dan público testimonio de las ansias de renovación que existen en todo el país. Durante los días fabulosos en los cuales se han producido todos estos acontecimientos, el proletariado español ha dado pruebas de serenidad y reflexión que tal vez hayan sido interpretadas por las oligarquías que detentan el poder como manifestaciones de falta de energía y de incomprensión de la gravedad de las circunstancias actuales.
Si tal idea se han formado los servidores de la monarquía española, se han engañado totalmente. El pueblo, el proletariado español, ha asistido en silencio durabte estos últimos meses a un espectáculo vergonzoso, mezcla de incompetencia y de repulsiva jactabcia, de descarado desprecio de la vida y de los derechos del pueblo e inpúdica utilización de las más degradantes mentiras como supremo recurso del Gobierno (...)
Y si esto han hecho los poderes públicos con las clases sociales en cuya adhesión han buscado siempre las más firmes garantía de su existencia y dominio, ¿qué no habrán hecho con el pueblo inerme e indefenso bajo un régimen constitucional ficticio, bajo un rñegimen económico de miseria y despilfarro, y en un estado cultural mantenido por los oligarcas eb el más bajo nivel, y sobre el cual la masa ciudadana sólo puede irse paulatinamente elevando merced a ímprobos y perseverantes esfuerzos.
Pedimos la constitución de un Gobierno provisional que asuma los poderes ejecutivo y moderador, y prepare, previas las modificaciones imprescindibles en una legislación viciada, la celebración de elecciones sinceras de unas Cortes Constituyentes que aborden en plena libertad los problemas fundamentales de la Constitución política del país. Mientras no se haya conseguido este objeto, la organización obrera española se halla absolutamente decidida a mantenerse en su actitud de huelga.
Instrucciones para la huelga. En el momento en que se reciba la orden de huelga, dada por los Comités Nacionales de la U.G.T. y del Partido Socialista, los obreros procederán a la paralización de todos los trabajos, de tal modo que el paro resulte completo, tomando las medidas necesarias para que se incorporen al movimiento los tranviarios, ferroviarios, cocheros, panaderos, ramo de alumbrado; obreros municipales, dependientes de comercio, etcétera.
Madrid, 12 de agosto de 1917. Por el Comité Nacional de la Unión General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero; vicepresidente; Daniel Anguiano, vicesecretario, Por el Comité Nacional del Partido Socialista: Julián Besteiro, vicepresidente; Andrés Saborit, vicesecretario.
Moción de la Asamblea obrera de Tarrasa (21 de julio de 1909)
Considerando que la guerra es una consecuencia fatal del régimen de producción capitalista. Considerando, además, que, dado el sistema español de reclutamiento del ejército, sólo los obreros hacen la guerra que los burgueses declaran.
La asamblea protesta enérgicamente:
1.- Contra la acción del gobierno español en Marruecos.
2.- Contra los procedimientos de ciertas damas de la aristocracia, que insultaron el dolor de los reservistas, de sus mujeres y de sus hijos, dándoles medallas y escapularios, en vez de proporcionarles los medios de subsistencia con la marcha del jefe de familia.
3.- Contra el envío a la guerra de ciudadanos útiles a la producción y, en general, indiferentes al triunfo de la cruz sobre la media luna, cuando se podrían formar regimientos de curas y frailes que, además de estar directamente interesados en el éxito de la religión católica, no llenen familia, ni hogar, ni son de utilidad alguna al país, y
4.- Contra la actitud de los diputados republicanos que ostentando un mandato del pueblo no han aprovechado su inmunidad parlamentaria para ponerse al frente de las masas en su protesta contra la guerra:Y compromete a la clase obrera a concentrar todas sus fuerzas, por si se hubiera de declarar la huelga general para obligar al gobierno a respetar los derechos que tienen los marroquíes a conservar intacta la independencia de su patria.
La asamblea protesta enérgicamente:
1.- Contra la acción del gobierno español en Marruecos.
2.- Contra los procedimientos de ciertas damas de la aristocracia, que insultaron el dolor de los reservistas, de sus mujeres y de sus hijos, dándoles medallas y escapularios, en vez de proporcionarles los medios de subsistencia con la marcha del jefe de familia.
3.- Contra el envío a la guerra de ciudadanos útiles a la producción y, en general, indiferentes al triunfo de la cruz sobre la media luna, cuando se podrían formar regimientos de curas y frailes que, además de estar directamente interesados en el éxito de la religión católica, no llenen familia, ni hogar, ni son de utilidad alguna al país, y
4.- Contra la actitud de los diputados republicanos que ostentando un mandato del pueblo no han aprovechado su inmunidad parlamentaria para ponerse al frente de las masas en su protesta contra la guerra:Y compromete a la clase obrera a concentrar todas sus fuerzas, por si se hubiera de declarar la huelga general para obligar al gobierno a respetar los derechos que tienen los marroquíes a conservar intacta la independencia de su patria.
La Guerra de Marruecos
“La Guerra de Marruecos no fue nunca una empresa popular, en 1922, a un año vista de la catástrofe de Melilla, la cuestión de Marruecos se había convertido para los políticos en una idea obsesiva, determinante muchas veces de su estancia en el poder; para los militares en algo superior a sus fuerzas, para la nación, en una herida por donde se escapaban las energías y el dinero, y para el pueblo, en una misión incomprensible, dolorosa y por lo mismo repudiada. Aquel que por suerte no había sufrido en su propia carne o en la de su familia los estragos de la catástrofe, lo sufría en su economía, o quizás sólo, con ser bastante, en su orgullo, al ver a lo más selecto de su Ejército derrotado humilladamente por un grupo de “moros salvajes” mal pertrechados y, por supuesto, no preparados para la guerra. Sea como fuese, lo cierto es que no dejó indiferente a nadie.
Pero, sin duda, la pesadilla de Marruecos afectó sobre todo a aquellos que llevaban el peso de la campaña: las clases económicamente más débiles. En efecto, la Ley de Reclutamiento de 1912 permitía redenciones a los cinco o diez meses de servicio contra cuotas de 1500 a 2000 pesetas. Esta discriminación económica fue la tabla de salvación de aquellos mozos que, por razón de clase o situación social, podían pagar las cuotas estipuladas. El estado de guerra crónico en el Norte de África, una mortalidad en campaña alta, condiciones del servicio degradantes, etc., convertían el pago de la cuota en una necesidad […]. El único y elemental recurso de los pobres para huir del reclutamiento y del más que probable destino a África era presionar para conseguir cualquier tipo de exanción, alegando insuficiencias físicas, o recurrir a trámites de la emigración con objeto de ser considerados prófugos…” .- LOZÓN URUEÑA, Ignacio M., “Las repercusiones de la acción de España en Marruecos. 1922-1923” en Tiempo de Historia, Año VII, núm. 75, febrero, 1981.
Pero, sin duda, la pesadilla de Marruecos afectó sobre todo a aquellos que llevaban el peso de la campaña: las clases económicamente más débiles. En efecto, la Ley de Reclutamiento de 1912 permitía redenciones a los cinco o diez meses de servicio contra cuotas de 1500 a 2000 pesetas. Esta discriminación económica fue la tabla de salvación de aquellos mozos que, por razón de clase o situación social, podían pagar las cuotas estipuladas. El estado de guerra crónico en el Norte de África, una mortalidad en campaña alta, condiciones del servicio degradantes, etc., convertían el pago de la cuota en una necesidad […]. El único y elemental recurso de los pobres para huir del reclutamiento y del más que probable destino a África era presionar para conseguir cualquier tipo de exanción, alegando insuficiencias físicas, o recurrir a trámites de la emigración con objeto de ser considerados prófugos…” .- LOZÓN URUEÑA, Ignacio M., “Las repercusiones de la acción de España en Marruecos. 1922-1923” en Tiempo de Historia, Año VII, núm. 75, febrero, 1981.
miércoles, 14 de enero de 2009
Veinte preguntas sobre Cuba
Asociación Iberoamericana por la Libertad
1. ¿Cómo era, realmente, la Cuba inmediatamente anterior a la revolución?
En el orden político, era una corrupta dictadura, repudiada por la mayor parte de la población. El 10 de marzo de 1952 el general Fulgencio Batista dio un golpe militar y derrocó al presidente constitucional, Carlos Prío Socarrás. Ese Gobierno ilegítimo, perpetrador de numerosos crímenes, duró hasta la madrugada del 1 de enero de 1959, fecha en que Castro sustituye a Batista y se convierte en el hombre fuerte de Cuba, hace ahora 50 años.
En el orden económico, en cambio, la situación era mucho más halagüeña. Desde 1940, el país vivía un período de crecimiento y se situaba –junto a Argentina, Chile, Uruguay y Puerto Rico– entre los más desarrollados de América Latina. El Atlas de Economía Mundial de Ginsburg, publicado en aquellos años, colocaba a Cuba en el lugar 22 entre 122 naciones escrutadas. El per cápita de los cubanos en 1953 era semejante al de Italia.
1. ¿Cómo era, realmente, la Cuba inmediatamente anterior a la revolución?
En el orden político, era una corrupta dictadura, repudiada por la mayor parte de la población. El 10 de marzo de 1952 el general Fulgencio Batista dio un golpe militar y derrocó al presidente constitucional, Carlos Prío Socarrás. Ese Gobierno ilegítimo, perpetrador de numerosos crímenes, duró hasta la madrugada del 1 de enero de 1959, fecha en que Castro sustituye a Batista y se convierte en el hombre fuerte de Cuba, hace ahora 50 años.
En el orden económico, en cambio, la situación era mucho más halagüeña. Desde 1940, el país vivía un período de crecimiento y se situaba –junto a Argentina, Chile, Uruguay y Puerto Rico– entre los más desarrollados de América Latina. El Atlas de Economía Mundial de Ginsburg, publicado en aquellos años, colocaba a Cuba en el lugar 22 entre 122 naciones escrutadas. El per cápita de los cubanos en 1953 era semejante al de Italia.
En el orden social el cuadro tampoco era negativo. Un 80% –altísimo en la época– de la población estaba alfabetizada, y los índices sanitarios eran de un país desarrollado. La mejor prueba de las condiciones de vida en Cuba es que, en esa época, era un país receptor de inmigrantes europeos. Españoles y, en menor medida, italianos solían emigrar a la Isla en busca de un mejor nivel de vida. En 1959 la embajada cubana en Roma tenía archivadas 11.000 solicitudes de inmigración de otros tantos campesinos y obreros italianos dispuestos a trasladarse a Cuba.
2. ¿Era un prostíbulo de los estadounidenses?
Ni un prostíbulo ni un garito. En La Habana había una docena de casinos, y el país tenía un bajísimo índice de enfermedades venéreas, lo que demuestra que no podía ser un prostíbulo de nadie. No obstante, como viejo y activo puerto de mar, la capital tenía una zona de tolerancia semejante (aunque menor) que la que hay en Barcelona. El turismo norteamericano, por otra parte, solía ser familiar. La prostitución, en cambio, era un fenómeno semejante al de todas las sociedades iberoamericanas. La mayor parte de los clientes eran los propios cubanos. Curiosamente –como cuentan corresponsales y viajeros–, es hoy cuando Cuba se ha convertido en un gran prostíbulo para extranjeros que participan –como ocurre en Tailandia– del turismo sexual, aprovechándose de las infinitas penurias económicas del país.
3. ¿Hasta qué punto controlaba EEUU la economía?
Hasta el 14% de las inversiones, y ese porcentaje se concentraba en el azúcar, las minas, la comunicación y las finanzas. Sin embargo, desde los años 30 la influencia del capital norteamericano era descendiente, en favor del local. En ese período otros 50 ingenios azucareros pasaron de manos norteamericanas a manos cubanas –que en 1958 ya poseían los dos tercios–, y la banca privada nacional llegó a controlar el 61 % del capital. En 1939 apenas era el 23 %.
4. ¿La fuerte oposición norteamericana a las reformas de la revolución obligó a Castro a tomar el lado de la URSS y los comunistas?
No es eso lo que Castro dice. Castro suele afirmar –lo hizo frente a las cámaras de la televisión española– que él era marxista leninista ya desde que estaba en Sierra Maestra luchando contra Batista; pero "no lo decía para no asustar a los cubanos". Según Castro, la hostilidad norteamericana aceleró un enfrentamiento que era, por demás, inevitable dentro del contexto de la Guerra Fría.
5. ¿A qué se debe el embargo norteamericano contra el Gobierno de los Castro?
A las confiscaciones sin compensación de las propiedades estadounidenses ocurridas a principios de los 60, y evaluadas en unos 1.800 millones de dólares. También, qué duda cabe, es una medida de carácter político encaminada a debilitar al régimen castrista.
6. ¿En qué consiste el embargo?
En esencia, se trata de una orden a las compañías norteamericanas para que no comercien con Cuba, y a los ciudadanos de ese país para que no gasten dinero en la Isla. Hay otras previsiones menos importantes, como la prohibición de tocar puerto norteamericano, durante seis meses, a cualquier barco que haya atracado en un puerto cubano.
7. ¿Afecta sustancialmente a Cuba el referido embargo?
No de la manera que popularmente se cree. En realidad, Cuba compra en el extranjero cualquier producto norteamericano que necesite, como puede comprobar cualquier turista que visite una diplotienda o un buen hotel. Usualmente, Cuba compra en Panamá, Venezuela, Canadá, Colombia o República Dominicana.
Por otra parte, casi todos los países comercian con Cuba libremente. Sus principales socios comerciales en Occidente son, precisamente, los mejores aliados de USA: Canadá, España, Francia, etcétera. No existe un producto que Cuba necesite que no pueda comprar en el extranjero (si tiene divisas para pagar), o un producto de exportación que no se abra paso en el mercado internacional (si tiene buena calidad y precio).
El embargo americano afectó a Cuba en los años 60, porque toda la maquinaria era de ese origen, pero ya en la década de los 70 Castro proclamó la total derrota del imperialismo en materia de embargo. Para 1973 todo el parque industrial y los vehículos provenían del Este.
8. Si el embargo no afecta a los Castro, ¿por qué EEUU no lo levanta?
Básicamente, porque la comunidad cubanoamericana (3.000.000, si sumamos exiliados y descendientes), avecindada en el Condado de Dade (Florida) o en Nueva Jersey, no lo quiere, y ninguno de los dos grandes partidos –ni demócratas ni republicanos– están dispuestos a sacrificar el voto cubano.
También lo mantienen por inercia. Es la política que está ahí desde la época de Eisenhower y Kennedy, y los dirigentes de la Casa Blanca o del Capitolio ven más riesgos en modificar la estrategia que en mantenerla. Por otra parte, Cuba no es una pequeña y desvalida isla del Caribe. Es casi tan grande como Austria y Suiza combinadas, y tuvo un ejército de miles de soldados en África durante más de 35 años.
9. Si no es por el embargo, ¿por qué pasa hambre Cuba?
Por dos razones. La primera es la desaparición del subsidio soviético. Los países del Este –especialmente la URSS– compraban azúcar a la Isla a precios muy altos, y le vendían petróleo a crédito y a bajo precio. Incluso le regalaban más de tres millones de toneladas de crudo al año, petróleo que Cuba podía reexportar. Ese subsidio se calcula en más de 5.000 millones de dólares al año, y a lo largo de tres décadas sobrepasó los 100.000 millones, de acuerdo con la cifra aportada por la historiadora Irina Zorina, de la Academia de Ciencias de Rusia.
La segunda razón es el ineficiente sistema de producción, con el agravante añadido de la dependencia que creaba a Cuba comerciar con la URSS en condiciones tan ventajosas. Eso explica que el país importara más de la mitad de los alimentos que consumía, y que paulatinamente redujera el volumen de intercambios con Occidente. En 1970, el establecido entre Cuba y el Este representaba el 60% de todo el comercio de la Isla. En 1991 ya llegaba al 85%. Al desaparecer la URSS y plantear Rusia los vínculos económicos a precios de mercado, Cuba apenas dispone de 1.700 millones de dólares de exportaciones, mientras tiene que importar del exterior más de 8.000 millones. Por otra parte, Cuba –que no paga su deuda externa desde 1986– debe unos 12.210 millones de dólares en Occidente, y prácticamente nadie en el mundo le ofrece crédito.
10. No obstante, el Gobierno castrista reclama grandes logros en educación y sanidad.
Y son ciertos... hasta un punto. Es verdad que Cuba cuenta con una extendida red escolar y numerosos centros sanitarios, pero todo eso no es el resultado de un aumento de la riqueza, sino del subsidio soviético. El problema ahora consiste en cómo mantener esa estructura de servicios si el país, con once millones de habitantes, exporta menos que Costa Rica (3.500.000) y el 70% del parque industrial está paralizado por falta de energía eléctrica, piezas de repuesto o insumos.
11. En todo caso, Cuba está mejor que Haití o que otras naciones del Tercer Mundo.
En efecto. Pero a Cuba hay que compararla con los países con que se le comparaba en 1958. Por ejemplo, Argentina, Uruguay, Chile, Puerto Rico, Costa Rica o España. Cincuenta años después de iniciada la revolución, Cuba está infinitamente peor que cualquiera de ellos. Puerto Rico, que también es una isla antillana, y que recibió, como Cuba, un enorme subsidio de una potencia extranjera, con sólo tres millones de habitantes exporta diez veces lo que exporta Cuba, y en las últimas tres décadas ha pasado de ser un país exportador de azúcar a ser un país industrializado.
12. ¿Hay alguna salida a la crisis económica?
Ninguna... a no ser que se cambie de sistema. Aislada por su modelo político, sin crédito, terriblemente endeudada, sin reservas, sin stocks, con graves problemas en las infraestructuras, la predicción más razonable es que Cuba estará cada vez peor. Producirá cada vez menos porque tendrá cada vez menos recursos para importar insumos con los que poder producir.
13. En estas circunstancias, ¿cómo se mantienen los Castro en el poder?
Porque no hay quien se pueda rebelar. La capacidad represiva del régimen es enorme. La policía política tiene cerca de 100.000 agentes. El ejército cuenta con 350.000 soldados. El Partido Comunista y los funcionarios del Gobierno alcanzan el millón. Hay otras organizaciones paramilitares que también impiden el desbordamiento popular. Las más efectivas son los Comités de Defensa de la Revolución y las Brigadas de Respuesta Rápida, turbas organizadas por el Partido Comunista que golpean en las calles o en las casas a quienes se atreven a manifestar públicamente su disidencia. El Gobierno tiene, además, el monopolio del transporte, de las comunicaciones, de la información y hasta del suministro de comida y agua.
14. ¿Hay muchos presos políticos?
Decenas de miles, si incluimos a los que van a la cárcel por tratar de escapar en bote o a los que compran y venden alimentos en el mercado negro para poder subsistir. Unos cuantos centenares, sólo, si nos atenemos a calificar como presos políticos a quienes han sido condenados por delitos contra la "estabilidad del Estado". En todo caso, se calcula que el número de presos –políticos y comunes– asciende a más de un cuarto de millón. Esa cifra es cuatro veces la que tiene España, pese a que España tiene cuatro veces la población de Cuba.
15. ¿Se tortura en las cárceles?
Es lo que aseguran Amnistía Internacional, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, la OEA y numerosos organismos de prestigio. Es lo que cuentan las propias víctimas cada vez que pueden hacerlo. No se tortura con picanas eléctricas, pero sí con las técnicas aprendidas del KGB. Durante el periodo de detención es frecuente que a los acusados no los dejen dormir. Otra tortura consiste en confinarlos en celdas cubiertas por varios centímetros de agua, mientras un potente chorro de aire frío mantiene la habitación helada. El propósito es obligarlos a confesar sin dejarles marcas en el cuerpo. El centro de detenciones donde más se tortura es el conocido como “Villa Marista”. Una vez condenados y en la cárcel, las golpizas son frecuentes. Cuando se les quiere castigar, no es inusual que se les introduzca en una especie de ataúd (lo llaman “gaveta”), donde no pueden moverse. Así los mantienen semanas completas. Como es predecible, el régimen alimenticio es terriblemente malo, al extremo de que abundan las enfermedades carenciales (beriberi, pellagra, escorbuto).
16. ¿Es cierta la complicidad del Gobierno castrista con el narcotráfico?
Tres libros dan cuenta detallada de esos vínculos: el de Andrés Oppenheimer Castro's Final Hour (La hora final de Castro), ganador del Pulitzer en EEUU; La loi des corsaires (La ley de los corsarios), del ex agente del Ministerio del Interior de Cuba Jorge Masetti, y El gran engaño, de José Antonio Friedl. Las conexiones entre el Gobierno de los Castro y los narcotraficantes comenzaron en la década de los 70, y no se han detenido ni siquiera tras los fusilamientos del general Arnaldo Ochoa y del coronel Antonio de la Guardia, en 1989.
17. ¿Es cierta la relación del Gobierno de Castro con grupos terroristas extranjeros?
Fidel Castro mismo, durante muchos años, proclamó "el derecho de la revolución" a participar en las batallas internacionalistas. De ahí los vínculos con casi todos los grupos guerrilleros y terroristas que han existido o existen en Occidente desde la década de los 70. La ETA, el ELN de Colombia, las Brigadas Rojas de Italia, los tupamaros uruguayos, los miricos chilenos, etcétera. En el verano de 1993 Fidel Castro se negó a pedir a sus compañeros colombianos del Ejército de Liberación Nacional que abandonaran las armas.
En Cuba viven numerosos terroristas latinoamericanos, y algunos españoles, confundidos con delincuentes internacionales, como el narcotraficante Robert Vesco. Durante muchos años todos esos grupos guerrilleros se adiestraron en Cuba, y perpetraron numerosos delitos junto a los servicios de inteligencia y contrainteligencia cubanos, especialmente secuestros y asaltos a entidades bancarias o financieras, que les proporcionaron muchos millones de dólares (v. La Loi des Corsaires). Sin embargo, la penuria económica y el fin del proyecto comunista en el mundo han hecho que el castrismo haya renunciado a la violencia revolucionaria internacionalista, aunque no a la lealtad personal de los viejos camaradas, que siempre pueden encontrar en la Isla un refugio a prueba de extradiciones.
18. ¿Qué nivel de popularidad real mantienen los Castro?
Aunque no hay duda de que Fidel Castro se trata de un líder carismático, es difícil que una dictadura con una duración de medio siglo con un prolongado declive del modo de vida de los ciudadanos mantenga su popularidad. Ningún pueblo del mundo mantiene su apoyo a un Gobierno en esas circunstancias. No obstante, el grado real de rechazo sólo podrá medirse cuando haya unas elecciones libres en las que se pueda seleccionar entre diversas opciones.
19. Pero en Cuba hay una suerte de elecciones, ¿y no es eso lo que reflejan los resultados?
Son elecciones de partido único y de total intimidación a la oposición. Cuando algunas personas independientes trataron de participar como candidatas fueron golpeadas o amenazadas. Eso les ocurrió –por ejemplo– a los conocidos disidentes Elizardo Sánchez y Oswaldo Payá. Nadie puede asegurar cómo, pero parece que el régimen, tras proclamar numerosas veces entre 1989 y 1992 que "la Isla se hundiría en el mar antes que abandonar el marxismo leninismo", está dispuesto a olvidar el modelo comunista y a sustituirlo por una extraña combinación de capitalismo y comunismo, en la que los cubanos de la Isla son los únicos que no pueden convertirse en propietarios.
20. ¿Cómo va a terminar el castrismo?
Eso no se puede predecir con exactitud. El castrismo pudo “morir” en 1962, durante la Crisis de los Misiles, cuando irresponsablemente el dictador alentó, y casi provoca, una conflagración nuclear. Personajes que estuvieron muy cercanos a Fidel Castro y que pertenecieron a su guerrilla han alertado de un dictador deseoso de terminar sus días buscando una provocación con los Estados Unidos. Castro siempre se ha oído a sí mismo, y su entorno sólo ha sido estructurado con el objetivo de cumplir sus órdenes, por muy disparatadas que éstas puedan ser.
Lo más probable es que el castrismo muera con uno de los Castro, o Fidel o Raúl. Y para aumentar esa probabilidad es crucial un apoyo de las naciones democráticas. Europa puede ayudar mucho a una Cuba democrática, y la mejor manera de hacerlo es brindar un apoyo sincero a la oposición pacífica, que es la única dispuesta a dialogar sobre el futuro en democracia de la Isla.
Apuntes breves sobre la Crisis del Sistema político de la Restauración en España.
La pérdida de Cuba y Filipinas no hundió el sistema político de la Restauración aunque planteó la necesidad de regenerarlo para que pudiera subsistir. A pesar de todo siguió basándose en la Constitución de 1876, el bipartidismo y la farsa electoral. La derrota en Cuba no fue asumida por nadie. La población y el ejército culparon a los políticos por no dar solución a los problemas de la isla; los intelectuales al aislamiento y al atraso de España.
El Regeneracionismo cuestionó los valores del sistema: Costa denunció la incultura y el fraude electoral y propuso incentivar la educación de los españoles y modernizar España cortando los males arraigados en el país.
Los Gobiernos de turno intentaron regenerar el sistema, desde arriba, pero sin cambiar la estructura política:
La falta de líderes indiscutidos, desaparecidos Cánovas y Sagasta, agravó la situación. La inestabilidad política se intensificó con Alfonso XIII que, a diferencia de Alfonso XII y María Cristina, intervino en la política más de lo que la Constitución de 1876 le permitía.
En el partido conservador destacaron, en su afán renovador, Silvela y Maura; en el partido liberal Moret y Canalejas.
Marruecos en la Crisis de la Restauración.
La Conferencia de Algeciras de 1906 y el posterior tratado hispano-francés (1912) posibilitaron la entrada de España en el reparto de África. A España se le concedió una franja en el norte, el Riff y un enclave en la zona atlántica: Ifni y Río de Oro. Con ello se buscó:
*.- evitar que Francia y Alemania decidieran exclusivamente el destino de Marruecos.
*.- la explotación de los recursos mineros de las montañas del RIF y hacer posible la inversión de capital español en ferrocarriles y obras públicas.
*.- la recuperación del prestigio internacional tras el desastre de 1898.
El protectorado español en Marruecos era pobre y pequeño, montañoso, mal comunicado y ocupado por distintas tribus. Su control no fue fácil ni rentable, costoso para un ejército, como el español, mal preparado y carente de recursos.
Siempre fue una fuente de problemas, En 1920, la ofensiva del ejército español para controlar la sublevación de Abd–el– Krim acabó con el desastre de Annual en 1921. Esta derrota incrementó el malestar en la opinión pública española y acentuó su descontento hacia el sistema, los políticos, los militares y el propio Rey.
El Ejército español necesitaba reformas profundas que lo hicieran más eficaz y operativo.
Ante sus problemas internos (ascensos rápidos por méritos de guerra) y los externos (ataques a su prestigio), se crearon las Juntas de Defensa como órgano de presión: resquebrajando la armonía conseguida por Cánovas y Alfonso XII entre el poder civil y el militar.
El movimiento obrero representó un problema permanente para el sistema, éste fue extremando sus actitudes hasta desembocar en la huelga general de 1917.
Los nacionalismos tuvieron su máximo exponente en el catalanismo (aún aceptando la monarquía y la unidad de España, pedía una reforma constitucional profunda que permitiera la autonomía catalana).
Adecuar la Constitución de 1876 a la nueva realidad social y política de España exigía su profunda reforma que eliminase de ella todo lo que tenía de falso y anacrónico (caciquismo y falsa electoral) y que hiciera posible la integración en el sistema de las fuerzas políticas al margen del sistema (regionalistas y republicanas).
El partido liberal, sin un programa político que le diferenciara del conservador, tomó el anticlericalismo como bandera política. Se sucedieron agresiones al clero y a edificios religiosos, se polemizó sobre la enseñanza de la religión en los centros educativos y la capacidad de las congregaciones religiosas para ejercer o no la docencia.
Regeneracionismo de Maura:
En 1907 maura inició un decidido programa de renovación interna y de reforma del sistema canovista. Pretendió superar la práctica inmoral del caciquismo y articular una descentralización de administrativa (Ley de Administración Local de 1907, que no pasó de ser un mero Proyecto) que produjera “el descuaje del caciquismo” y posibilitara autonomía al regionalismo catalán.
Crisis de 1909 y la caída de Maura.
La protesta por la movilización de reservistas catalanes para la guerra de Marruecos (ante la necesidad de sofocar una rebelión de indígenas contra la construcción del ferrocarril minero en el RIF) originó la Semana Trágica de Barcelona (días de terror y violencia).
El Gobierno declaró el Estado de Guerra y utilizó al Ejército para controlar la situación, la represión posterior costó la vida al anarquista Francisco Ferrer Guardia, a quien se le atribuyó la responsabilidad de los hechos. La ejecución de Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Nueva, levantó una violenta protesta tanto dentro como fuera de España que contribuyó al descrédito del Gobierno y de la Monarquía.
Estos hechos provocaron la caída de Maura, fue sustituido por Moret (que sólo estuvo en el Gobierno unos meses).
Al final se hizo cargo del Gobierno Canalejas, la personalidad más relevante del partido liberal.
Canalejas llevó a cabo el segundo gran intento de Regenerar el Sistema desde arriba:
• Estableció un impuesto sobre las rentas urbanas que gravaba especialmente a los más pudientes.
• Afrontó el problema clerical promulgando la llamada Ley del Candado por la que se prohibía la entrada de nuevas órdenes religiosas a España.
• Atendió algunas reivindicaciones obreras: jornada laboral de 9 horas, regulación del trabajo de la mujer, desarrollo de la legislación social... Atajó con dureza las huelgas distinguiendo entre huelga reivindicativa de derechos y huelga revolucionaria.
• Se hizo obligatorio el servicio militar eliminando los pagos o redenciones en metálico.
• Respecto a las reivindicaciones nacionalistas se promulgó la Ley de Mancomunidades Regionales.
Cuando se esperaba un “turno pacífico” entre Maura y Canalejas, este último fue asesinado por un anarquista (12 de Noviembre de 1912). Con su muerte el reformismo propiciado por los partidos dinásticos se vino abajo, la ausencia de líderes de prestigio provocó la fragmentación interna de los dos partidos.
España y la I Guerra Mundial:
En 1913 el Rey nombró al conservador Eduardo Dato como Presidente del Gobierno, éste tuvo que hacer frente a las consecuencias de I Guerra Mundial (1914-1918)
España se mantuvo neutral, actitud apoyada por todas las fuerzas políticas. A pesar de la neutralidad, la sociedad española tomó partido a favor de uno bando u otro (germanófilos y aliadófilos). Los sectores más progresistas, sobre todo republicanos, se inclinaron por Francia e Inglaterra, en las que veían la encarnación de ideales más democráticos. Los partidos de clase y los sindicatos obreros defendieron la neutralidad al considerar que el conflicto era una pugna entre intereses imperialistas. Los más conservadores no ocultaron sus preferencias por las potencias del Eje (símbolo de autoridad).
La neutralidad favoreció una importante expansión económica.
La Guerra redujo la capacidad productiva de los países beligerantes y España se convirtió en su suministradora de productos industriales y agrícolas.
El incremento de la demanda estimuló el crecimiento de la producción pero también trajo consigo un aumento de los precios, de la inflación (los precios de los productos de primera necesidad se duplicaron entre 1914 y 1919) y el desabastecimiento interior.
La demanda exterior benefició especialmente a la siderurgia Vasca, la minería Asturiana y a las industrias textiles y metalúrgicas de Cataluña. Fueron años de grandes negocios y de fácil enriquecimiento, pero este tuvo un fuerte componente especulativo (ya que no se invirtieron los beneficios en la modernización de las infraestructuras).
Por el contrario, las clases populares conocieron un empobrecimiento de su nivel de vida (la inflación no trajo una equivalente subida de los salarios y, por consiguiente, su capacidad adquisitiva disminuyó), el coste de la vida subió entre un 15 y un 20% y produjo una oleada de huelgas reivindicativas (en 1914 hubo 212 huelgas y en 1918 463 huelgas). El impacto de la I Guerra Mundial contribuyó, así, a aumentar las diferencias sociales e incrementar la tensión social.
La Revolución Rusa (1917) hizo posible que un partido obrero se hiciera con el poder e iniciara la construcción de “un Estado de trabajadores”. Las organizaciones obreras de todo el mundo vieron en Rusia el ejemplo a seguir y la necesidad de incrementar su acción revolucionaria para producir el cambio social.
Por otro lado el miedo a un estallido revolucionario empujó a los Gobiernos a tomar medidas de represión contra el movimiento obrero y el resurgir del militarismo.
Juntas de Defensa:
Organizadas por la Oficialidad, exigían una serie de reformas que remediaran los problemas del Ejército. Pedían que el ascenso a los grados militares se efectuara por rigurosa antigüedad (poniendo fin al ascenso de los “africanistas”) y el fin de su pésima situación económica (por los bajos sueldos y la galopante inflacción).
El 1 de junio la Junta de Infantería de Barcelona publicó un Manifiesto que tuvo una buena acogida en los sectores contrarios al sistema de la Restauración. No obtuvieron el apoyo de Maura, a quien incluso le ofrecieron su apoyo en caso de que llegara a formar gobierno. Maura veía en las Juntas una vuelta al régimen de los generales y de la preponderancia militar del siglo XIX.
Asamblea de Parlamentarios:
Partió de una iniciativa de la burguesía catalana como reacción a la clausura de las Cortes.
Diputados y Senadores, reunidos en Barcelona, pidieron al Gobierno la apertura de las Cortes bajo la amenaza de convocar ellos mismos una Asamblea de Parlamentarios, si se desatendía su petición.
El Gobierno interpretó la demanda como una pretensión de los Parlamentarios de convocar Cortes, iniciativa que correspondía sólo al rey y al Gobierno, y una nueva manifestación del separatismo catalán. Rechazó, por ello, la petición.
Ante la negativa, se constituyó en Barcelona la Asamblea extraordinaria formada por parlamentarios de toda España. El enfrentamiento entre el Ejército y los Huelguistas, de agosto, disolvió la Asamblea de parlamentarios.
Huelga General:
El 13 de agosto de 1917 fue decretada por un Comité Ejecutivo perteneciente a la UGT y al PSOE. La huelga, a petición de Pablo Iglesias debió ser pacífica. El Manifiesto que la precedía fue redactado por el socialista Julián Besteiro en el cual se pedía: La formación de un Gobierno Provisional, la celebración de elecciones y la convocatoria de Cortes Constituyentes.
La huelga produjo un paro total casi en toda España. El gobierno declaró es Estado de Guerra y el ejército la reprimió violentamente; el 20 de agosto había terminado en toda España salvo en Asturias donde se prolongó un mes y donde el ejército se enfrentó a los huelguistas con un balance de unos 200 muertos y más de 2000 detenidos.
Se formó un Gobierno de Concentración Nacional presidido por Maura y del que formaron parte los políticos más relevantes de los partidos dinásticos, incluyendo al catalanismo. Hasta finales de 1923 diversos Gobiernos se sucedieron (entre 1918 y 1923 hubo 15 gabinetes distintos). El sistema canovista había entado en una crisis sin retorno. Dos hechos agravaron la situación: el asesinato de Eduardo Dato y el Desastre de Annual. Ambos sucesos conmovieron a la opinión pública de manera que el general Primo de Rivera, desde Barcelona, dio un Golpe de Estado.
El Regeneracionismo cuestionó los valores del sistema: Costa denunció la incultura y el fraude electoral y propuso incentivar la educación de los españoles y modernizar España cortando los males arraigados en el país.
Los Gobiernos de turno intentaron regenerar el sistema, desde arriba, pero sin cambiar la estructura política:
La falta de líderes indiscutidos, desaparecidos Cánovas y Sagasta, agravó la situación. La inestabilidad política se intensificó con Alfonso XIII que, a diferencia de Alfonso XII y María Cristina, intervino en la política más de lo que la Constitución de 1876 le permitía.
En el partido conservador destacaron, en su afán renovador, Silvela y Maura; en el partido liberal Moret y Canalejas.
Marruecos en la Crisis de la Restauración.
La Conferencia de Algeciras de 1906 y el posterior tratado hispano-francés (1912) posibilitaron la entrada de España en el reparto de África. A España se le concedió una franja en el norte, el Riff y un enclave en la zona atlántica: Ifni y Río de Oro. Con ello se buscó:
*.- evitar que Francia y Alemania decidieran exclusivamente el destino de Marruecos.
*.- la explotación de los recursos mineros de las montañas del RIF y hacer posible la inversión de capital español en ferrocarriles y obras públicas.
*.- la recuperación del prestigio internacional tras el desastre de 1898.
El protectorado español en Marruecos era pobre y pequeño, montañoso, mal comunicado y ocupado por distintas tribus. Su control no fue fácil ni rentable, costoso para un ejército, como el español, mal preparado y carente de recursos.
Siempre fue una fuente de problemas, En 1920, la ofensiva del ejército español para controlar la sublevación de Abd–el– Krim acabó con el desastre de Annual en 1921. Esta derrota incrementó el malestar en la opinión pública española y acentuó su descontento hacia el sistema, los políticos, los militares y el propio Rey.
El Ejército español necesitaba reformas profundas que lo hicieran más eficaz y operativo.
Ante sus problemas internos (ascensos rápidos por méritos de guerra) y los externos (ataques a su prestigio), se crearon las Juntas de Defensa como órgano de presión: resquebrajando la armonía conseguida por Cánovas y Alfonso XII entre el poder civil y el militar.
El movimiento obrero representó un problema permanente para el sistema, éste fue extremando sus actitudes hasta desembocar en la huelga general de 1917.
Los nacionalismos tuvieron su máximo exponente en el catalanismo (aún aceptando la monarquía y la unidad de España, pedía una reforma constitucional profunda que permitiera la autonomía catalana).
Adecuar la Constitución de 1876 a la nueva realidad social y política de España exigía su profunda reforma que eliminase de ella todo lo que tenía de falso y anacrónico (caciquismo y falsa electoral) y que hiciera posible la integración en el sistema de las fuerzas políticas al margen del sistema (regionalistas y republicanas).
El partido liberal, sin un programa político que le diferenciara del conservador, tomó el anticlericalismo como bandera política. Se sucedieron agresiones al clero y a edificios religiosos, se polemizó sobre la enseñanza de la religión en los centros educativos y la capacidad de las congregaciones religiosas para ejercer o no la docencia.
Regeneracionismo de Maura:
En 1907 maura inició un decidido programa de renovación interna y de reforma del sistema canovista. Pretendió superar la práctica inmoral del caciquismo y articular una descentralización de administrativa (Ley de Administración Local de 1907, que no pasó de ser un mero Proyecto) que produjera “el descuaje del caciquismo” y posibilitara autonomía al regionalismo catalán.
Crisis de 1909 y la caída de Maura.
La protesta por la movilización de reservistas catalanes para la guerra de Marruecos (ante la necesidad de sofocar una rebelión de indígenas contra la construcción del ferrocarril minero en el RIF) originó la Semana Trágica de Barcelona (días de terror y violencia).
El Gobierno declaró el Estado de Guerra y utilizó al Ejército para controlar la situación, la represión posterior costó la vida al anarquista Francisco Ferrer Guardia, a quien se le atribuyó la responsabilidad de los hechos. La ejecución de Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Nueva, levantó una violenta protesta tanto dentro como fuera de España que contribuyó al descrédito del Gobierno y de la Monarquía.
Estos hechos provocaron la caída de Maura, fue sustituido por Moret (que sólo estuvo en el Gobierno unos meses).
Al final se hizo cargo del Gobierno Canalejas, la personalidad más relevante del partido liberal.
Canalejas llevó a cabo el segundo gran intento de Regenerar el Sistema desde arriba:
• Estableció un impuesto sobre las rentas urbanas que gravaba especialmente a los más pudientes.
• Afrontó el problema clerical promulgando la llamada Ley del Candado por la que se prohibía la entrada de nuevas órdenes religiosas a España.
• Atendió algunas reivindicaciones obreras: jornada laboral de 9 horas, regulación del trabajo de la mujer, desarrollo de la legislación social... Atajó con dureza las huelgas distinguiendo entre huelga reivindicativa de derechos y huelga revolucionaria.
• Se hizo obligatorio el servicio militar eliminando los pagos o redenciones en metálico.
• Respecto a las reivindicaciones nacionalistas se promulgó la Ley de Mancomunidades Regionales.
Cuando se esperaba un “turno pacífico” entre Maura y Canalejas, este último fue asesinado por un anarquista (12 de Noviembre de 1912). Con su muerte el reformismo propiciado por los partidos dinásticos se vino abajo, la ausencia de líderes de prestigio provocó la fragmentación interna de los dos partidos.
España y la I Guerra Mundial:
En 1913 el Rey nombró al conservador Eduardo Dato como Presidente del Gobierno, éste tuvo que hacer frente a las consecuencias de I Guerra Mundial (1914-1918)
España se mantuvo neutral, actitud apoyada por todas las fuerzas políticas. A pesar de la neutralidad, la sociedad española tomó partido a favor de uno bando u otro (germanófilos y aliadófilos). Los sectores más progresistas, sobre todo republicanos, se inclinaron por Francia e Inglaterra, en las que veían la encarnación de ideales más democráticos. Los partidos de clase y los sindicatos obreros defendieron la neutralidad al considerar que el conflicto era una pugna entre intereses imperialistas. Los más conservadores no ocultaron sus preferencias por las potencias del Eje (símbolo de autoridad).
La neutralidad favoreció una importante expansión económica.
La Guerra redujo la capacidad productiva de los países beligerantes y España se convirtió en su suministradora de productos industriales y agrícolas.
El incremento de la demanda estimuló el crecimiento de la producción pero también trajo consigo un aumento de los precios, de la inflación (los precios de los productos de primera necesidad se duplicaron entre 1914 y 1919) y el desabastecimiento interior.
La demanda exterior benefició especialmente a la siderurgia Vasca, la minería Asturiana y a las industrias textiles y metalúrgicas de Cataluña. Fueron años de grandes negocios y de fácil enriquecimiento, pero este tuvo un fuerte componente especulativo (ya que no se invirtieron los beneficios en la modernización de las infraestructuras).
Por el contrario, las clases populares conocieron un empobrecimiento de su nivel de vida (la inflación no trajo una equivalente subida de los salarios y, por consiguiente, su capacidad adquisitiva disminuyó), el coste de la vida subió entre un 15 y un 20% y produjo una oleada de huelgas reivindicativas (en 1914 hubo 212 huelgas y en 1918 463 huelgas). El impacto de la I Guerra Mundial contribuyó, así, a aumentar las diferencias sociales e incrementar la tensión social.
La Revolución Rusa (1917) hizo posible que un partido obrero se hiciera con el poder e iniciara la construcción de “un Estado de trabajadores”. Las organizaciones obreras de todo el mundo vieron en Rusia el ejemplo a seguir y la necesidad de incrementar su acción revolucionaria para producir el cambio social.
Por otro lado el miedo a un estallido revolucionario empujó a los Gobiernos a tomar medidas de represión contra el movimiento obrero y el resurgir del militarismo.
Juntas de Defensa:
Organizadas por la Oficialidad, exigían una serie de reformas que remediaran los problemas del Ejército. Pedían que el ascenso a los grados militares se efectuara por rigurosa antigüedad (poniendo fin al ascenso de los “africanistas”) y el fin de su pésima situación económica (por los bajos sueldos y la galopante inflacción).
El 1 de junio la Junta de Infantería de Barcelona publicó un Manifiesto que tuvo una buena acogida en los sectores contrarios al sistema de la Restauración. No obtuvieron el apoyo de Maura, a quien incluso le ofrecieron su apoyo en caso de que llegara a formar gobierno. Maura veía en las Juntas una vuelta al régimen de los generales y de la preponderancia militar del siglo XIX.
Asamblea de Parlamentarios:
Partió de una iniciativa de la burguesía catalana como reacción a la clausura de las Cortes.
Diputados y Senadores, reunidos en Barcelona, pidieron al Gobierno la apertura de las Cortes bajo la amenaza de convocar ellos mismos una Asamblea de Parlamentarios, si se desatendía su petición.
El Gobierno interpretó la demanda como una pretensión de los Parlamentarios de convocar Cortes, iniciativa que correspondía sólo al rey y al Gobierno, y una nueva manifestación del separatismo catalán. Rechazó, por ello, la petición.
Ante la negativa, se constituyó en Barcelona la Asamblea extraordinaria formada por parlamentarios de toda España. El enfrentamiento entre el Ejército y los Huelguistas, de agosto, disolvió la Asamblea de parlamentarios.
Huelga General:
El 13 de agosto de 1917 fue decretada por un Comité Ejecutivo perteneciente a la UGT y al PSOE. La huelga, a petición de Pablo Iglesias debió ser pacífica. El Manifiesto que la precedía fue redactado por el socialista Julián Besteiro en el cual se pedía: La formación de un Gobierno Provisional, la celebración de elecciones y la convocatoria de Cortes Constituyentes.
La huelga produjo un paro total casi en toda España. El gobierno declaró es Estado de Guerra y el ejército la reprimió violentamente; el 20 de agosto había terminado en toda España salvo en Asturias donde se prolongó un mes y donde el ejército se enfrentó a los huelguistas con un balance de unos 200 muertos y más de 2000 detenidos.
Se formó un Gobierno de Concentración Nacional presidido por Maura y del que formaron parte los políticos más relevantes de los partidos dinásticos, incluyendo al catalanismo. Hasta finales de 1923 diversos Gobiernos se sucedieron (entre 1918 y 1923 hubo 15 gabinetes distintos). El sistema canovista había entado en una crisis sin retorno. Dos hechos agravaron la situación: el asesinato de Eduardo Dato y el Desastre de Annual. Ambos sucesos conmovieron a la opinión pública de manera que el general Primo de Rivera, desde Barcelona, dio un Golpe de Estado.
sábado, 10 de enero de 2009
Tesis polémicas
Algunas tesis sobre la historia reciente de España (Pío Moa)
1. He distinguido en la España contemporánea tres ciclos de sesenta-setenta años cada uno, caracterizados por el intento de asentar una convivencia estable en paz y libertad. Dos de esos ciclos fracasaron en sendas repúblicas, desastrosamente demagógicas, y el tercero corre grave riesgo de terminar de modo parecido a manos de quienes quieren enlazar nuestra democracia actual con lo peor de la anterior república, es decir, con el Frente Popular. Esta periodización, como todas, es en parte arbitraria, pero bastante útil, creo, para enfocar nuestros avatares históricos. Tampoco sugiero que una república sea necesariamente nefasta, aunque hasta ahora sí lo ha sido en España.
2. La II República, de 1931-36, puede entenderse como el último efecto del fracaso del régimen liberal de la Restauración. Contra la tendencia habitual en la izquierda y en el franquismo, considero el balance de la Restauración, con todas sus deficiencias, muy positivo tanto económicamente (prosperidad creciente) como políticamente (libertades). De haberse mantenido, España se habría evitado muchas tragedias.
3. Entiendo también que la responsabilidad por el fracaso de la Restauración recae en primer lugar sobre los movimientos mesiánicos y desestabilizadores (socialismo, anarquismo y separatismos) en auge desde la crisis moral del 98; en segundo lugar a lo que José María Marco ha llamado «traición a la libertad» por parte de los intelectuales punteros de la época (Azaña, Ortega, Costa, &c.), los cuales, también desde el 98, dejaron a la Restauración sin respaldo moral e ideológico, y apoyaron los mesianismos; y en tercer lugar a defectos del régimen que éste no pudo superar debido a los continuos y violentos embates de sus enemigos. La mayor parte de la historiografía de izquierda y de derecha ha centrado su análisis en tales defectos, dejando en la sombra los otros dos factores, e incluso justificando las acciones y denuncias mesiánicas, u omitiendo su fondo totalitario o antidemocrático. Hoy va cambiando esa tendencia historiográfica.
4. En 1923, los enemigos de la Restauración habían llevado a esta a una crisis revolucionaria, a la cual respondió el golpe de Primo de Rivera, saludado con alivio casi universal. La dictadura de Primo, muy ligera, presidió la época de más rápida modernización del país hasta los años 60, y culturalmente brillante. Pero políticamente fue estéril, y la marcha del dictador dio paso a una transición que se vería desbordada por el republicanismo.
5. La legitimidad de la II República no procede de unas elecciones municipales, que además perdieron los republicanos, sino de la quiebra moral de la monarquía, que les entregó el poder. La II República nació, pues, legítimamente y como una democracia liberal. Pero en ella tomaron pronto el mayor protagonismo las mismas fuerzas revolucionarias, jacobinas y separatistas que habían arruinado la Restauración. Estas tuvieron entonces su oportunidad histórica y pudieron mostrar lo que valían.
6. El fruto de la acción jacobina y revolucionaria fue, en el primer bienio, un constante rebasamiento de la legalidad, y violencia creciente (quemas de conventos, bibliotecas y aulas, Ley de Defensa de la República, insurrecciones anarquistas y represiones brutales, vulneración de las libertades en la misma Constitución so pretexto de lucha contra la Iglesia, &c.); en el segundo bienio, aquellas fuerzas asaltaron la legalidad republicana cuando el pueblo, tras la convulsa experiencia del primer bienio, dio el poder a las derechas. Las izquierdas y nacionalistas catalanes concibieron su sangriento asalto de octubre de 1934 como una guerra civil, la cual empezó entonces por esa razón, porque cuajó en auténtica guerra en Asturias, y porque sus promotores no cambiaron básicamente sus posiciones después de haber sido vencidos. De ahí que cuando volvieron al poder, tras las anómalas elecciones de febrero del 36, liquidaran la Constitución mediante un proceso revolucionario desde la calle y la ilegalidad permanente desde el gobierno.
7. Contra toda una infundada corriente historiográfica, la derecha y la Iglesia no respondieron con violencia (salvo la Falange) a las continuas agresiones y desmanes que sufrían, y en octubre de 1934 defendieron la legalidad republicana a pesar de sus defectos. La corriente golpista fue insignificante y sin apenas apoyo, como demostró en 1932 el ridículo golpe de Sanjurjo (un general que había ayudado a traer la república mucho más que la mayoría de los líderes republicanos, también debe recordarse). Pero las demagogias y violencias vividas inclinaron progresivamente a la derecha, que había aceptado la república en principio, a soluciones autoritarias.
8. El alzamiento de julio del 36 no se hizo contra una democracia ya inexistente, sino contra un proceso revolucionario y los abusos de poder del gobierno, intolerables en cualquier régimen de libertades. Contra las tesis lisenkianas, no fue la guerra la que destruyó a la democracia, sino que la destrucción de la democracia por las izquierdas y los separatistas causó la guerra civil. Con la experiencia republicana habían quedado muy pocos demócratas, tanto en la derecha como en la izquierda, y esos pocos eran por completo impotentes frente al impulso revolucionario.
9. La propia dinámica de la guerra acentuó los rasgos autoritarios en la derecha. Fue una contienda entre revolución y contrarrevolución, no entre demócratas y fascistas o reaccionarios, como grotescamente mantiene la historiografía lisenkiana. De creer a esta, como ya he dicho, la democracia en España habría estado en las buenas manos de Stalin y de sus agentes del PCE, de los marxistas, anarquistas, racistas y compañía. Solo tal pretensión ya define la honradez intelectual de sus sostenedores.
10. El régimen franquista fue una dictadura autoritaria, incomparablemente mejor, con todos sus defectos, que las totalitarias a que han aspirado o con las que han simpatizado las izquierdas españolas. Haciendo el balance global, debe reconocerse que el franquismo derrotó a la revolución, libró a España de la guerra mundial, derrotó el intento posterior de resucitar la guerra civil (el maquis), fue apaciguando los viejos odios y dejó un país próspero. Con ello creó las bases de una democracia muchísimo más estable y real que la república.
11. Ni el franquismo ni su oposición, mayoritariamente comunista y terrorista, eran democráticos. Sin embargo la transición fue posible gracias a la evolución, dentro de la dictadura, de un creciente sector reformista y liberalizante. La transición recibió el ataque de una oposición que se identificaba con al Frente Popular y se empeñaba en la ruptura. Pero la oposición rupturista fracasó y hubo de aceptar finalmente la transición.
12. Los mayores peligros para la democracia, desde la transición, han sido el terrorismo, diversos grados de complicidad con él en varios partidos, el terrorismo desde el gobierno, las oleadas de corrupción y el sostenido socavamiento de la independencia judicial y de la propia Constitución. Todas estas amenazas proceden fundamentalmente de aquellos partidos que se sienten herederos del Frente Popular y de los enemigos del régimen liberal de la Restauración; su falsificación de la historia también ataca la democracia, al tratar de recuperar los odios del pasado. Son esos partidos los que hoy están provocando una grave crisis de la convivencia en paz y en libertad conseguida. Su antifranquismo, añado, encubre el ataque a la democracia.
En fin, cada una de estas tesis puede desarrollarse en otras derivadas, que las justifican más en detalle. Pero con esto basta, espero, para orientar a Reig, González y sus acompañantes, y quizá para incitarles a leer con mayor atención los libros que critican tan a la ligera. El observador percibirá que no hay en ellas nada de franquismo, ni de Arrarás, ni de «extrema derecha», &c., aunque en algunos puntos coincidan. Esas coincidencias, cumple señalarlo, no vienen en mis libros de la propaganda franquista, sino, precisamente, de una extensa documentación de las izquierdas. Y, no lo olvidemos, el mismo Arrarás desvirtúa los hechos en mucha menor medida que nuestros alborotados y a su modo encantadores lisenkos.
(El Catoblepas, número 83, enero de 2009)
1. He distinguido en la España contemporánea tres ciclos de sesenta-setenta años cada uno, caracterizados por el intento de asentar una convivencia estable en paz y libertad. Dos de esos ciclos fracasaron en sendas repúblicas, desastrosamente demagógicas, y el tercero corre grave riesgo de terminar de modo parecido a manos de quienes quieren enlazar nuestra democracia actual con lo peor de la anterior república, es decir, con el Frente Popular. Esta periodización, como todas, es en parte arbitraria, pero bastante útil, creo, para enfocar nuestros avatares históricos. Tampoco sugiero que una república sea necesariamente nefasta, aunque hasta ahora sí lo ha sido en España.
2. La II República, de 1931-36, puede entenderse como el último efecto del fracaso del régimen liberal de la Restauración. Contra la tendencia habitual en la izquierda y en el franquismo, considero el balance de la Restauración, con todas sus deficiencias, muy positivo tanto económicamente (prosperidad creciente) como políticamente (libertades). De haberse mantenido, España se habría evitado muchas tragedias.
3. Entiendo también que la responsabilidad por el fracaso de la Restauración recae en primer lugar sobre los movimientos mesiánicos y desestabilizadores (socialismo, anarquismo y separatismos) en auge desde la crisis moral del 98; en segundo lugar a lo que José María Marco ha llamado «traición a la libertad» por parte de los intelectuales punteros de la época (Azaña, Ortega, Costa, &c.), los cuales, también desde el 98, dejaron a la Restauración sin respaldo moral e ideológico, y apoyaron los mesianismos; y en tercer lugar a defectos del régimen que éste no pudo superar debido a los continuos y violentos embates de sus enemigos. La mayor parte de la historiografía de izquierda y de derecha ha centrado su análisis en tales defectos, dejando en la sombra los otros dos factores, e incluso justificando las acciones y denuncias mesiánicas, u omitiendo su fondo totalitario o antidemocrático. Hoy va cambiando esa tendencia historiográfica.
4. En 1923, los enemigos de la Restauración habían llevado a esta a una crisis revolucionaria, a la cual respondió el golpe de Primo de Rivera, saludado con alivio casi universal. La dictadura de Primo, muy ligera, presidió la época de más rápida modernización del país hasta los años 60, y culturalmente brillante. Pero políticamente fue estéril, y la marcha del dictador dio paso a una transición que se vería desbordada por el republicanismo.
5. La legitimidad de la II República no procede de unas elecciones municipales, que además perdieron los republicanos, sino de la quiebra moral de la monarquía, que les entregó el poder. La II República nació, pues, legítimamente y como una democracia liberal. Pero en ella tomaron pronto el mayor protagonismo las mismas fuerzas revolucionarias, jacobinas y separatistas que habían arruinado la Restauración. Estas tuvieron entonces su oportunidad histórica y pudieron mostrar lo que valían.
6. El fruto de la acción jacobina y revolucionaria fue, en el primer bienio, un constante rebasamiento de la legalidad, y violencia creciente (quemas de conventos, bibliotecas y aulas, Ley de Defensa de la República, insurrecciones anarquistas y represiones brutales, vulneración de las libertades en la misma Constitución so pretexto de lucha contra la Iglesia, &c.); en el segundo bienio, aquellas fuerzas asaltaron la legalidad republicana cuando el pueblo, tras la convulsa experiencia del primer bienio, dio el poder a las derechas. Las izquierdas y nacionalistas catalanes concibieron su sangriento asalto de octubre de 1934 como una guerra civil, la cual empezó entonces por esa razón, porque cuajó en auténtica guerra en Asturias, y porque sus promotores no cambiaron básicamente sus posiciones después de haber sido vencidos. De ahí que cuando volvieron al poder, tras las anómalas elecciones de febrero del 36, liquidaran la Constitución mediante un proceso revolucionario desde la calle y la ilegalidad permanente desde el gobierno.
7. Contra toda una infundada corriente historiográfica, la derecha y la Iglesia no respondieron con violencia (salvo la Falange) a las continuas agresiones y desmanes que sufrían, y en octubre de 1934 defendieron la legalidad republicana a pesar de sus defectos. La corriente golpista fue insignificante y sin apenas apoyo, como demostró en 1932 el ridículo golpe de Sanjurjo (un general que había ayudado a traer la república mucho más que la mayoría de los líderes republicanos, también debe recordarse). Pero las demagogias y violencias vividas inclinaron progresivamente a la derecha, que había aceptado la república en principio, a soluciones autoritarias.
8. El alzamiento de julio del 36 no se hizo contra una democracia ya inexistente, sino contra un proceso revolucionario y los abusos de poder del gobierno, intolerables en cualquier régimen de libertades. Contra las tesis lisenkianas, no fue la guerra la que destruyó a la democracia, sino que la destrucción de la democracia por las izquierdas y los separatistas causó la guerra civil. Con la experiencia republicana habían quedado muy pocos demócratas, tanto en la derecha como en la izquierda, y esos pocos eran por completo impotentes frente al impulso revolucionario.
9. La propia dinámica de la guerra acentuó los rasgos autoritarios en la derecha. Fue una contienda entre revolución y contrarrevolución, no entre demócratas y fascistas o reaccionarios, como grotescamente mantiene la historiografía lisenkiana. De creer a esta, como ya he dicho, la democracia en España habría estado en las buenas manos de Stalin y de sus agentes del PCE, de los marxistas, anarquistas, racistas y compañía. Solo tal pretensión ya define la honradez intelectual de sus sostenedores.
10. El régimen franquista fue una dictadura autoritaria, incomparablemente mejor, con todos sus defectos, que las totalitarias a que han aspirado o con las que han simpatizado las izquierdas españolas. Haciendo el balance global, debe reconocerse que el franquismo derrotó a la revolución, libró a España de la guerra mundial, derrotó el intento posterior de resucitar la guerra civil (el maquis), fue apaciguando los viejos odios y dejó un país próspero. Con ello creó las bases de una democracia muchísimo más estable y real que la república.
11. Ni el franquismo ni su oposición, mayoritariamente comunista y terrorista, eran democráticos. Sin embargo la transición fue posible gracias a la evolución, dentro de la dictadura, de un creciente sector reformista y liberalizante. La transición recibió el ataque de una oposición que se identificaba con al Frente Popular y se empeñaba en la ruptura. Pero la oposición rupturista fracasó y hubo de aceptar finalmente la transición.
12. Los mayores peligros para la democracia, desde la transición, han sido el terrorismo, diversos grados de complicidad con él en varios partidos, el terrorismo desde el gobierno, las oleadas de corrupción y el sostenido socavamiento de la independencia judicial y de la propia Constitución. Todas estas amenazas proceden fundamentalmente de aquellos partidos que se sienten herederos del Frente Popular y de los enemigos del régimen liberal de la Restauración; su falsificación de la historia también ataca la democracia, al tratar de recuperar los odios del pasado. Son esos partidos los que hoy están provocando una grave crisis de la convivencia en paz y en libertad conseguida. Su antifranquismo, añado, encubre el ataque a la democracia.
En fin, cada una de estas tesis puede desarrollarse en otras derivadas, que las justifican más en detalle. Pero con esto basta, espero, para orientar a Reig, González y sus acompañantes, y quizá para incitarles a leer con mayor atención los libros que critican tan a la ligera. El observador percibirá que no hay en ellas nada de franquismo, ni de Arrarás, ni de «extrema derecha», &c., aunque en algunos puntos coincidan. Esas coincidencias, cumple señalarlo, no vienen en mis libros de la propaganda franquista, sino, precisamente, de una extensa documentación de las izquierdas. Y, no lo olvidemos, el mismo Arrarás desvirtúa los hechos en mucha menor medida que nuestros alborotados y a su modo encantadores lisenkos.
(El Catoblepas, número 83, enero de 2009)
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