La exposición que se abre la próxima semana en el Museo Nacional de Arte de Cataluña sobre Capa reabre la polémica de «El soldado caído». Un estudio de las fotos alienta las sospechas sobre la mítica imagen.
- En «Documento» (sobre la imagen, junto a «Foto») estudio comparativo de las fotografías publicadas en la revista «Vu»
- En «Documento» (sobre la imagen, junto a «Foto») estudio comparativo de las fotografías publicadas en la revista «Vu»
El cinco de septiembre de 1936, un joven Robert Capa de 22 años captó una imagen que la historia convertiría en el símbolo de la Guerra Civil española. Su nombre: «El soldado caído». Una instantánea tomada, en principio, en Cerro Muriano, Córdoba, con una Leica (como demuestra el formato rectangular del negativo; si hubiera sido cuadrado, entonces habría pertenecido a la otra cámara del fotógrafo: la Rolleiflex).
Durante décadas, la postura de aquel soldado, con camisa clara, brazo extendido y retratado, hipotéticamente, en el mismo instante en que una bala lo alcanzaba, representó la barbarie del fascismo. Desde ese momento, la fuerza de la foto ha crecido en el imaginario colectivo hasta alcanzar la categoría de mito. Esta semana, el Museo Nacional de Arte de Cataluña inaugurará «¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción», una retrospectiva dedicada al autor y donde también está presente su compañera, Gerda Taro. Una muestra que se podrá visitar desde el 7 de julio hasta el 27 de septiembre y que realza la personalidad y la influencia de uno de los grandes fotoperiodistas de la historia en un momento en que también ha aparecido la llamada «maleta mexicana», un conjunto de negativos que contienen trabajos de Capa, Taro y Seymour.
En 1975, Phillip Knightley publicó «The first Casualty: Crimea to Vietnam». El libro contenía el testimonio de un anciano periodista británico, O.D. Gallagher, que aseguraba que Capa le había reconocido que la secuencia del miliciano de 1936 había sido una escenificación. Sus palabras fueron: «...un oficial republicano les dijo que iba a ordenar a varios soldados que fueran con Capa a unas trincheras cercanas y que podían escenificar unas maniobras para que las fotografiasen». Richard Whelan, biógrafo oficial del reportero húngaro, rebatiría estas palabras. La declaración, sin embargo, cuestionaba por primera vez la veracidad de una de las imagénes más emblemáticas de su autor y avivaba las sospechas. Desde entonces su autenticidad es un enigma.
Severas dudasAl margen del día en que se obtuvo la fotografía, el lugar del acontecimiento y la persona que aparece en ella, un análisis «forense» de la imagen deja en el observador severas dudas. El estudio de algunos aspectos determinados de la foto alientan la teoría de la escenificación. La publicación, el 23 de septiembre de 1936, en la revista «Vu», en la página 1.106, reproduce por primera vez «El soldado caído» junto a otro fotograma perteneciente al mismo reportaje en el que se contempla a otro combatiente abatido. ¿Cuántas veces se puede captar, en el mismo sitio, a la misma hora y con el mismo encuadr, a dos soldados derribados por disparos? Para la mayoría de los profesionales de la fotografía, una o ninguna. Resulta difícil obtener dos instantáneas similares sin estar preparado. Hay que subrayar otro aspecto: ambas imágenes, de un parecido innegable y un entorno prácticamente igual, jamás volvieron a publicarse juntas. Capa, en su libro «Death in the Making» (dedicado a Gerda Taro) no incluyó en su interior ninguna de las dos (ni otras de la serie de Cerro Muriano). Sólo la sobrecubierta reproducía el conocido miliciano, y resulta sorprendente.
El momento justoCapturar el instante exacto de la muerte de un hombre es un caso casi excepcional. El propio Capa fue incapaz de reproducir ese momento cuando tomó la instantánea de un soldado norteamericano que caía muerto delante de él por el disparo de un francotirador el 18 de abril de 1945 en Leipzig, Alemania). Al cotejar las dos instantáneas de «Vu» se puede identificar una disposición especial de los rastrojos del campo que son esclarecedores. Un tallo vertical y otros dos horizontales en el suelo forman un eje cartesiano. Si sobre esa referencia se colocan ambas imágenes superpuestas se observa que ambos combatientes cayeron exactamente en el mismo sitio, como prueban la coincidencia de ese eje y el paisaje que hay detrás: son idénticos. Otra referencia es el abultamiento de un terrón en el suelo, justo en el lado inferior derecho, que ayuda a enmarcar a los dos soldados. Las fotos mantienen el mismo encuadre, están tiradas a la misma hora y desde el mismo lugar (¿Y qué reportero quedaría expuesto a un fuego cruzado de los dos lados?).
A estas evidencias se suma el material publicado por la revista «Regards» en el número del 24 de septiembre de 1936 (justo un día después de «Vu»). Ahí aparecen más fotos de la serie de Cerro Muriano (como se puede ver en la imagen superior de esta página). También hay dos milicianos en el suelo como si estuvieran muertos. Algunos expertos han señalado que, por la disposición de esos cuerpos, no parece que estuvieran muertos. La «maleta mexicana», además, ha aportado el cuerpo de otro republicano tumbado en la tierra muy parecido, por las referencias de su uniforme, al que se ve en «Vu», debajo de «El soldado caído». ¿Todos están muertos? Y si no lo estaban, ¿qué hacían todos ellos tumbados?
El único soldado que cayó el 5 de septiembre de 1936 en Cerro Muriano fue Federico Borrell García, que, curiosamente, no es ninguno de los que aparece en esas secuencias. Si se compara su retrato con el rostro de «El soldado caído» (como demuestra magistralmente el documental «La sombra del iceberg», de Hugo Doménech y Raúl Montesinos), se aprecia que apenas comparten parecidos. Mientras Borrell es un hombre joven, el miliciano abatido que aparece en la célebre fotografía es un hombre que ya ha entrado en edad adulta.
Robert Capa, joven y de izquierdas, ya había fotografiado con anterioridad unas maniobras en Santa Eulalia (que él mismo terminó admitiendo). Un reportaje, como se ve en algunas fotografías del libro «Death in the Making», en el que un conjunto de hombres descendía por una colina (de una manera muy parecida a la de Cerro Muriano) para cargar hacia unas supuestas posiciones enemigas. Algunas de sus características se distinguen en la serie de Córdoba.
Un hombre sin identidad¿Quién es «El soldado caído»? Una investigación arrojó la teoría de un nombre: Federico Borrell García, conocido como «Taino», el único combatiente republicano que, según la documentación histórica, cayó en Cerro Muriano. La aparición, en el diario anarquista «Ruta Confederal» (en la imagen de la izquierda), en el que un compañero, como homenaje a su amigo, describía su muerte en una necrológica elogiosa, tachaba esa posibilidad. De hecho, «Taino» cayó, a las cuatro de la tarde, al ser alcanzado por los disparos del enemigo cuando permanecía oculto detrás de un árbol. En las fotografías de Robert Capa es evidente que no aparece ningún árbol. El documental «La sombra del iceberg» comenta este aspecto y, también, incluye otra prueba. En la camisa de «El soldado caído» no hay rastros de sangre y un forense afirmaba que esa no es la postura lógica de caer después de recibir el impacto de una bala.
El secreto de la maleta mexicanaLa aparición en México de una maleta con 126 carretes fotográficos (cerca de 4.300 imágenes) de la Guerra Civil española datados entre mayo de 1936 y marzo de 1939 y pertenecientes a Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour, conocido como «Chim», abría la posibilidad para limpiar de sospechas la fotografía del republicano abatido de Robert Capa. Sin embargo, aportaba una instantánea nueva: una imagen vertical con un miliciano tumbado en el terreno con el rifle sobre el pecho y con la mano en el arma. Sumaba un combatiente más a la lista de soldados que ese día aparecen en el suelo. Y, por tanto, aumentan las interrogantes. ¿Cuántos hombres cayeron en esa jornada? La tesis oficial sostiene que durante unas maniobras un hombre recibió un disparo. Si resulta que sólo murió en esa fecha un soldado, ¿qué hacían los demás milicianos tumbados en la ladera de la famosa colina de Córdoba?
La maleta mexicana, cuyos documentos se presentan ahora en el MNAC, también contiene tres hojas de contactos de la serie que Robert Capa sacó en la batalla de Segre en 1938. Unas instantáneas que demuestran la genialidad del autor y por qué es una referencia incuestionable del fotoperiodismo del siglo XX. La exposición muestra este trabajo y repasa los reportajes que sacó durante la Segunda Guerra Mundial, como las conocidas instantáneas del desembarco de Normandía.
Durante décadas, la postura de aquel soldado, con camisa clara, brazo extendido y retratado, hipotéticamente, en el mismo instante en que una bala lo alcanzaba, representó la barbarie del fascismo. Desde ese momento, la fuerza de la foto ha crecido en el imaginario colectivo hasta alcanzar la categoría de mito. Esta semana, el Museo Nacional de Arte de Cataluña inaugurará «¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción», una retrospectiva dedicada al autor y donde también está presente su compañera, Gerda Taro. Una muestra que se podrá visitar desde el 7 de julio hasta el 27 de septiembre y que realza la personalidad y la influencia de uno de los grandes fotoperiodistas de la historia en un momento en que también ha aparecido la llamada «maleta mexicana», un conjunto de negativos que contienen trabajos de Capa, Taro y Seymour.
En 1975, Phillip Knightley publicó «The first Casualty: Crimea to Vietnam». El libro contenía el testimonio de un anciano periodista británico, O.D. Gallagher, que aseguraba que Capa le había reconocido que la secuencia del miliciano de 1936 había sido una escenificación. Sus palabras fueron: «...un oficial republicano les dijo que iba a ordenar a varios soldados que fueran con Capa a unas trincheras cercanas y que podían escenificar unas maniobras para que las fotografiasen». Richard Whelan, biógrafo oficial del reportero húngaro, rebatiría estas palabras. La declaración, sin embargo, cuestionaba por primera vez la veracidad de una de las imagénes más emblemáticas de su autor y avivaba las sospechas. Desde entonces su autenticidad es un enigma.
Severas dudasAl margen del día en que se obtuvo la fotografía, el lugar del acontecimiento y la persona que aparece en ella, un análisis «forense» de la imagen deja en el observador severas dudas. El estudio de algunos aspectos determinados de la foto alientan la teoría de la escenificación. La publicación, el 23 de septiembre de 1936, en la revista «Vu», en la página 1.106, reproduce por primera vez «El soldado caído» junto a otro fotograma perteneciente al mismo reportaje en el que se contempla a otro combatiente abatido. ¿Cuántas veces se puede captar, en el mismo sitio, a la misma hora y con el mismo encuadr, a dos soldados derribados por disparos? Para la mayoría de los profesionales de la fotografía, una o ninguna. Resulta difícil obtener dos instantáneas similares sin estar preparado. Hay que subrayar otro aspecto: ambas imágenes, de un parecido innegable y un entorno prácticamente igual, jamás volvieron a publicarse juntas. Capa, en su libro «Death in the Making» (dedicado a Gerda Taro) no incluyó en su interior ninguna de las dos (ni otras de la serie de Cerro Muriano). Sólo la sobrecubierta reproducía el conocido miliciano, y resulta sorprendente.
El momento justoCapturar el instante exacto de la muerte de un hombre es un caso casi excepcional. El propio Capa fue incapaz de reproducir ese momento cuando tomó la instantánea de un soldado norteamericano que caía muerto delante de él por el disparo de un francotirador el 18 de abril de 1945 en Leipzig, Alemania). Al cotejar las dos instantáneas de «Vu» se puede identificar una disposición especial de los rastrojos del campo que son esclarecedores. Un tallo vertical y otros dos horizontales en el suelo forman un eje cartesiano. Si sobre esa referencia se colocan ambas imágenes superpuestas se observa que ambos combatientes cayeron exactamente en el mismo sitio, como prueban la coincidencia de ese eje y el paisaje que hay detrás: son idénticos. Otra referencia es el abultamiento de un terrón en el suelo, justo en el lado inferior derecho, que ayuda a enmarcar a los dos soldados. Las fotos mantienen el mismo encuadre, están tiradas a la misma hora y desde el mismo lugar (¿Y qué reportero quedaría expuesto a un fuego cruzado de los dos lados?).
A estas evidencias se suma el material publicado por la revista «Regards» en el número del 24 de septiembre de 1936 (justo un día después de «Vu»). Ahí aparecen más fotos de la serie de Cerro Muriano (como se puede ver en la imagen superior de esta página). También hay dos milicianos en el suelo como si estuvieran muertos. Algunos expertos han señalado que, por la disposición de esos cuerpos, no parece que estuvieran muertos. La «maleta mexicana», además, ha aportado el cuerpo de otro republicano tumbado en la tierra muy parecido, por las referencias de su uniforme, al que se ve en «Vu», debajo de «El soldado caído». ¿Todos están muertos? Y si no lo estaban, ¿qué hacían todos ellos tumbados?
El único soldado que cayó el 5 de septiembre de 1936 en Cerro Muriano fue Federico Borrell García, que, curiosamente, no es ninguno de los que aparece en esas secuencias. Si se compara su retrato con el rostro de «El soldado caído» (como demuestra magistralmente el documental «La sombra del iceberg», de Hugo Doménech y Raúl Montesinos), se aprecia que apenas comparten parecidos. Mientras Borrell es un hombre joven, el miliciano abatido que aparece en la célebre fotografía es un hombre que ya ha entrado en edad adulta.
Robert Capa, joven y de izquierdas, ya había fotografiado con anterioridad unas maniobras en Santa Eulalia (que él mismo terminó admitiendo). Un reportaje, como se ve en algunas fotografías del libro «Death in the Making», en el que un conjunto de hombres descendía por una colina (de una manera muy parecida a la de Cerro Muriano) para cargar hacia unas supuestas posiciones enemigas. Algunas de sus características se distinguen en la serie de Córdoba.
Un hombre sin identidad¿Quién es «El soldado caído»? Una investigación arrojó la teoría de un nombre: Federico Borrell García, conocido como «Taino», el único combatiente republicano que, según la documentación histórica, cayó en Cerro Muriano. La aparición, en el diario anarquista «Ruta Confederal» (en la imagen de la izquierda), en el que un compañero, como homenaje a su amigo, describía su muerte en una necrológica elogiosa, tachaba esa posibilidad. De hecho, «Taino» cayó, a las cuatro de la tarde, al ser alcanzado por los disparos del enemigo cuando permanecía oculto detrás de un árbol. En las fotografías de Robert Capa es evidente que no aparece ningún árbol. El documental «La sombra del iceberg» comenta este aspecto y, también, incluye otra prueba. En la camisa de «El soldado caído» no hay rastros de sangre y un forense afirmaba que esa no es la postura lógica de caer después de recibir el impacto de una bala.
El secreto de la maleta mexicanaLa aparición en México de una maleta con 126 carretes fotográficos (cerca de 4.300 imágenes) de la Guerra Civil española datados entre mayo de 1936 y marzo de 1939 y pertenecientes a Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour, conocido como «Chim», abría la posibilidad para limpiar de sospechas la fotografía del republicano abatido de Robert Capa. Sin embargo, aportaba una instantánea nueva: una imagen vertical con un miliciano tumbado en el terreno con el rifle sobre el pecho y con la mano en el arma. Sumaba un combatiente más a la lista de soldados que ese día aparecen en el suelo. Y, por tanto, aumentan las interrogantes. ¿Cuántos hombres cayeron en esa jornada? La tesis oficial sostiene que durante unas maniobras un hombre recibió un disparo. Si resulta que sólo murió en esa fecha un soldado, ¿qué hacían los demás milicianos tumbados en la ladera de la famosa colina de Córdoba?
La maleta mexicana, cuyos documentos se presentan ahora en el MNAC, también contiene tres hojas de contactos de la serie que Robert Capa sacó en la batalla de Segre en 1938. Unas instantáneas que demuestran la genialidad del autor y por qué es una referencia incuestionable del fotoperiodismo del siglo XX. La exposición muestra este trabajo y repasa los reportajes que sacó durante la Segunda Guerra Mundial, como las conocidas instantáneas del desembarco de Normandía.
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